Todo por una Finlandia Grande: así era el fascismo finlandés

Todo por una Finlandia Grande: así era el fascismo finlandés

EEUU: Orlando Bosch Ávila: Cientos de muertos clavados en las pestañas




Orlando Bosch aseguraba haber colaborado con las fuerzas revolucionarias que intentaban derrotar a Batista. Y era verdad, pero su afiliación total fue con la tropa del Segundo Frente del Escambray dirigida por el traidor Eloy Gutiérrez Menoyo, e integrada, además, por una manada de “comevacas”, alimentadores de la insidia, la desunión y la felonía en el macizo montañoso escambradeño.

Allí, en esa tropa, visitó y admitió a “guerrilleros” como el futuro terrorista Nazario Sargén. Bosh se mofaba de ser un gran amigo del Comandante en Jefe Fidel Castro. Lo hacía saber dondequiera que llegaba y algunos hasta se lo creyeron.

 Pero el día 6 de enero de 1959, la Caravana de la Victoria, con Fidel al frente, se detuvo en un chalet a la entrada de Santa Clara. Enrique Oltuski, coordinador del Movimiento 26 de julio en Las Villas, revela este pasaje:

Hay alguien afuera llamado Bosch que insiste en entrar.

¿Quién? –preguntó Fidel– ¿Bosch?

Sí, respondí yo, Orlando Bosch es un médico que dice que fue amigo tuyo en la Universidad y que ha colaborado con el movimiento.

Eso no es verdad, no es amigo mío, sino un gánster y un politiquero cuando era dirigente estudiantil en la Universidad.

A partir de entonces, aquel cretino con cara de puerco rabioso comenzó a conspirar contra la naciente Revolución. Se opuso enfáticamente a que fueran condenados los pilotos criminales de guerra que habían bombardeado ciudades cubanas y provocaron cientos de víctimas en el transcurso de la guerra de liberación.

Luego viró su brújula hacia el norte “revuelto y brutal” y se alió a las bandas de alzados del Escambray. Aunque solamente pernoctó por los campamentos, se autovaloró como uno de los principales cabecillas, mató a un miliciano, y en una embarcación –junto a su hermano– arribó “triunfante” a Estados Unidos.

El “depredador de sueños” ingresó en la CIA en 1960 y fue rápidamente instruido en técnicas de asesinato y explosivos, para llevar a cabo actos terroristas contra intereses cubanos y de otras naciones que comerciaban con la Isla. Como por “arte de magia” fue nombrado representante de la organización Movimiento Insurreccional de Recuperación Revolucionaria (MIRR).

Para hacer valer su nombramiento realizó ataques aéreos contra blancos civiles en centros urbanos dentro de Cuba, como la refinería de petróleo de La Habana, la Planta Química de Matanzas y otros en la propia ciudad de Santa Clara. Realizó, además, ataques piratas contra buques extranjeros en travesía hacia Cuba.

El 17 de enero de 1963 se adjudicó el lanzamiento de bombas de Napalm y fósforo vivo contra el central Niágara, en Pinar del Río, cuando declaró a la prensa en Miami: “Si tuviéramos recursos ardería Cuba de un extremo a otro”.

El 11 de junio de 1965, el periódico The Miami News publicó su aval terrorista de los últimos tres años frente al llamado MIRR, destacando que Bosh y cinco de sus hombres fueron detenidos en Orlando, Tampa, al intentar exportar sin licencia 18 bombas de aviación desde territorio de Estados Unidos.

Se comprobó que los detenidos se disponían a bombardear la refinería de La Habana. Se les ocuparon, además, dos ametralladoras calibre 50, ametralladoras de mano, 230 granados y 300 libras de explosivo. En el pleno proceso judicial, Bush anunció a la prensa que el barco cubano Aracelio Iglesias había sido saboteado por miembros de su organización, mientras cruzaba el canal de Panamá.

La opinión del mundo aguardaba por una sentencia justa y ejemplarizante, que frenara los ímpetus criminales del depredador, más todo terminó en una fianza de 7 mil dólares, a pesar de que Orlando Bosh archivaba, por hechos similares, dos causas ante el tribunal de Miami, Florida.

Su propia gentuza hablaba muy mal de él y lo catalogaba de “aprovechado y mentiroso” que se atribuía acciones que no había realizado y que no era más que un cobarde disfrazado de guapetón.

A pesar de haber sido condenado en varias ocasiones a altas penas, extrañamente dejaba muy pronto las prisiones. Este “paño tibio” de Estados Unidos sobre él, lo incitó a atacar con fuerza barcos mercantes que trasladaban alimentos, medicinas u otro tipo de mercancías hacia Cuba. De esa forma ordenó, preparó y participó en sabotajes a varios cargueros ingleses y mercantes japoneses, españoles y polacos.

Lo hacía de manera tan desmedida que en 1968 no le quedó otro remedio a un gran jurado de Estados Unidos que declararlo culpable y cerebro de esos actos terroristas. Se le acuso, además, de ser firmante de comunicados amenazadores en la prensa y ejecutor de 40 actos terroristas ejecutados en área de Miami, durante ese año.

Recibió por ello una condena de 18 años de privación de libertad al imputársele cinco cargos diferentes. Pero el 15 de diciembre de 1972 ya estaba en la calle, después de pasar, a penas, cuatro años de prisión.

De buenas a primeras pasó para Chile, atraído por un aullido del también lobo terrorista Augusto Pinochet. Desde su nueva guarida participó en el atentado contra el general Carlos Prats, ex ministro de Defensa del gobierno de Salvador Allende.

Utilizando la estructura de la llamada “Operación Cóndor”, Bosh planificó y llevó a cabo el secuestro, asesinato y desaparición de dos diplomáticos cubanos radicados en Buenos Aires, el 19 de agosto de 1976. En Washington, el 21 de septiembre de ese propio año, una poderosa bomba despedazó el auto donde viajaba el excanciller del gobierno de Salvador Allende, Orlando Letelier. Ahí estuvo la mano de Orlando Bosch.

Es en ese momento que el entonces director de la CIA –y luego vicepresidente y presidente de Estados Unidos– George Bush, ordenó aglutinar a los más agresivos miembros de la contrarrevolución cubana de Florida en el tristemente célebre Comando de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU). La reunión constitutiva tuvo lugar en república Dominicana y Orlando Bosch fue designado su máximo responsable. A partir de ese momento la actividad terrorista contra Cuba se recrudeció.

Ya frente al CORU, al maniático homicida le dio por destruir aviones. Su primera acción fue contra la línea aérea Cubana de Aviación, en Barbados, y posteriormente contra la Air Panamá, en Colombia. Pero su “obra cumbre” como terrorista y genocida sin escrúpulos se consumaría el 6 de octubre de 1976, nuevamente en Barbados, al hacer estallar en pleno vuelo un avión de Cubana de Aviación con 76 pasajeros a bordo.

En Trinidad y Tobago fueron apresados los autores materiales, dos ciudadanos venezolanos. Pocos días después, en Caracas, serían detenidos los autores intelectuales y planificadores: Orlando Bosch Ávila y Luis Posada Carriles.

El proceso contra los cuatro culpables fue accidentado. La complicidad de la CIA acechaba los magistrados. Más suspicacia se crea cuando el gobierno estadounidense decide no aportar ni una frase a la información que compone el sumario. Es más, incidió en la decisión de no tomar en cuenta el detallado testimonio del taxista que en Barbados trasladó a los venezolanos hasta su embajada, luego de haberse confirmado la explosión del avión civil cubano. Igual desconocimiento hubo en relación con el testimonio de otro taxista que, al final del aciago 6 de octubre, los trasladó hasta la embajada estadounidense.

Nuevamente Estados Unidos intercede por su “terrorista bueno”. En febrero de 1987, luego de una nueva y amañada revisión de la causa, Orlando Bosch salió libre de la cárcel venezolana “por falta de pruebas”.

Sabiéndose protegido, prefirió ingresar ilegalmente a Estados Unidos, donde fue inmediatamente detenido, por no haber respetado años atrás una sanción de libertad condicional y abandonar el país. El sumario de la causa es prueba inequívoca de que Estados Unidos conocía perfectamente su catadura genocida:

“…Durante 30 años Bosch ha propugnado de manera resuelta y perseverante actos de violencia terrorista. Ha amenazado con llevar a cabo, y ha llevado a cabo, violentos actos de terrorismo contra numerosos objetivos, entre ellos naciones amigas de Estado Unidos y altos funcionarios de esas naciones. En repetidas oportunidades ha expresado y demostrado el deseo de causar lesiones y muertes sin discriminación alguna. Sus actos han sido los de un terrorista que no respeta la ley ni la decencia humanas, que amenaza con actos de violencia y que los realiza sin consideración alguna de la identidad de las víctimas…”.

“… La información que figura en los archivos señala de manera clara e inequívoca que Bosch, personalmente, ha promovido, alentado y organizado actos de violencia terrorista en este país y en varios otros, y ha participado en ellos (…) Por las razones expuestas, SE ORDENA, por el presente la no admisión de Orlando Bosch Ávila y su deportación de los Estados Unidos…”

No obstante ello, el 19 de julio de 1990 Bosch salió en libertad por orden del propio presidente de los Estados Unidos, en contra de las recomendaciones del FBI y la decisión del Fiscal General.

Con irónico cinismo Bosch había escrito desde prisión al jefe del Servicio de Inmigración y Naturalización: “El hecho de que inocentes hayan encontrado la muerte es estas acciones (…) obedece a las realidades y las leyes hipotéticas de la guerra…”

Sin pagar por uno sólo de sus crímenes, vivió apacible hasta los 84 años en su lujosa casa de Miami, donde falleció –tenido por fetiche entre los de su propia calaña asesina– el 27 de abril de 2011.

Sólo que el hálito de falso santo que hipócritamente alguna prensa de Florida quiso –y aun insiste– en pintar sobre su cabeza, irradia una aureola roja, en recordación permanente a la sangre de sus víctimas.

Fuente consultada:
José Antonio Fulgueiras. Orlando Bosh Ávila tiene cientos de muertos clavados en las pestañas.“Welcome Home; torturadores, asesinos y terroristas refugiados en EE.UU”. Editorial Capitán San Luis. La Habana, Cuba, 2005.

Por José Antonio Fulgueiras

Tomado de Patria Nuestra

Fuente consultada:

José Natonio Fulgueiras. Orlando Bosh tiene cientos de muertos clavados en las pestañas.“Welcome Home; torturadores, asesinos y terroristas refugiados en EE.UU”. Editorial Capitán San Luis. La Habana, Cuba, 2005.

Related Posts

Subscribe Our Newsletter