La visita a Tianjin, China de John Kerry, el enviado del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, asumió una dimensión enorme y prometedora en la tensa relación bilateral entre Beijing y Washington, según The New York Times.
A diferencia de una anterior de Kerry en abril, Kerry amplió su conversación al ir mucho más allá de los problemas del cambio climático.
El Consejero de Estado y Ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, aprovechó la oportunidad para instar a la Casa Blanca a "tomar medidas activas de restablecimiento restablecer los lazos".
Wang subrayó que el tema climático es de interés mutuo, pero no es sostenible sin una relación bilateral mejorada y recordó que China y EEUU poseen un historial de fructífero diálogo y cooperación, así como sobre los principales problemas internacionales y regionales, que entregó "beneficios tangibles" a ambos.
Wang dijo que la pelota está en la cancha de Estados Unidos ya que el repentino deterioro de las relaciones es atribuible enteramente a "un gran error de cálculo estratégico" del gobierno de Donald Trump de ver a China como una amenaza y rival, en un intento de contener y reprimir a China.
Kerry respondió que la parte estadounidense está dispuesta a trabajar con China para "mejorar el diálogo, mejorar conjuntamente las ambiciones, demostrar liderazgo" y dar un ejemplo para cumplir los objetivos del Acuerdo de París (sobre el calentamiento global), y esto "también creará oportunidades para abordar las dificultades entre ambos".
El "despliegue" de Kerry señala un cambio importante en el enfoque de Biden hacia China, que hasta ahora mantuvo la brújula establecida por Trump con algunos ajustes aquí y allá.
Mientras tanto, el panorama general es que Biden puede estar reduciendo las tensiones tanto con China como con Rusia. La reciente gira por el sudeste asiático de la vicepresidenta Kamala Harris tiene un pase a la retórica estridente contra China.
Igualmente, las conversaciones del presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, con Biden en la Oficina Oval también concluyeron en un tono bajo que se observará cuidadosamente en Moscú.
Por supuesto, es demasiado pronto para hablar de un replanteamiento de la estrategia estadounidense, pero el discurso reflexivo y conmovedor de Biden sobre el final de la guerra en Afganistán da muchas señales alentadoras sobre la imperiosa necesidad de un replanteamiento.
Sin duda, la competencia con China y las contraestrategias contra Rusia pueden no desaparecer de la noche a la mañana, pero se puede prescindir del enfoque de confrontación.
En sus dos conversaciones telefónicas con el secretario de Estado Anthony Blinken (ambas iniciadas por este último) en agosto pasado en el contexto de los acontecimientos en Afganistán, Wang Yi declaró los parámetros de la cooperación de beneficio mutuo que servirán a los intereses de ambos países y del mundo en general.
Wang fue específico sobre la preocupación china sobre si el gobierno de Biden se aferró a la escandalosa decisión de Trump de eliminar al grupo militante uigur, el Movimiento Islámico de Turkestán Oriental, de la lista de organizaciones terroristas del departamento de estado.
El informe de Xinhua dejó constancia de la garantía específica de Blinken de que "esas diferencias entre las dos partes ... pueden resolverse gradualmente de manera constructiva en los próximos días".
Ahora que Washington comenzó a retirarse de esas guerras para enfrentar a Beijing, el país necesita prepararse para el nuevo entorno.
La introducción de características cada vez más capitalistas en la economía de China durante los últimos 20 años creó desequilibrios.
Esos desequilibrios dejan que la descripción de la economía china como "socialismo con características chinas" parezca vacía.
A largo plazo, indicó el sitio indianpunchline llevarían a la insatisfacción de una amplia gama del público con el establecimiento político gobernante. El gobierno tuvo que actuar para evitar esos posibles futuros conflictos internos.
Desde finales del año pasado lo ha hecho con la misma eficacia que le permitió detener y eliminar los brotes de Covid-19. Lo hace sin tener en cuenta el valor de las acciones o los intereses de los inversores.
La campaña de regulación continúa con asombrosa velocidad y aliento, al tiempo que se mantiene el crecimiento económico.
El nuevo lema para esta era es ahora "prosperidad común", una política que reducirá las grandes brechas de riqueza y mantendrá vivos incentivos monetarios razonables y la economía de mercado para permitir un mayor desarrollo.
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