Según la Real Academia de la Lengua, una vacuna es «un preparado de antígenos que, aplicado a un organismo, provoca en él una respuesta de defensa», y es la definición que conocíamos, hasta ahora.
Una «vacuna» es una sustancia que, cuando se introduce en un cuerpo, «proporciona inmunidad» a una enfermedad específica. Esta persona, ahora inmune, es por tanto incapaz de transmitir esa enfermedad a otros. Este era hasta ahora el objetivo de cualquier vacunación.
La «vacuna» contra la COVID-19, ya sea de Pfizer, Moderna, AstraZeneca o Johnson & Johnson, está siendo impulsada por todas partes, hasta el vómito. Estas empresas han ganado miles de millones en el último año vendiendo cientos de millones de dosis de sus “vacunas”.
A día de hoy, se admite fácilmente que las “vacunas” contra la COVID no confieren inmunidad contra las infecciones y no evitan la transmisión de la enfermedad a otras personas.
De hecho, un artículo en el British Medical Journal destacó que los estudios realizados por las farmacéuticas no fueron diseñados ni siquiera para intentar evaluar si las «vacunas» limitaban la transmisión.
Los medios de comunicación y las declaraciones del gobierno central y de las comunidades autónomas están llenas de declaraciones en sentido contrario, pero están cargadas de adjetivos como «probable», «posible» y «podría».
Los propios fabricantes de vacunas, al lanzar las terapias génicas de ARNm no probadas, tenían bastante claro que la «eficacia» de su producto se basaba en «reducir la gravedad de los síntomas» .
Basado en eso, y basándonos en el idioma castellano, se podría argumentar que lo que se nos anima a tomar no es en realidad una “vacuna” en el auténtico sentido de la palabra, sino que lo que se está inoculando en realidad es un fármaco experimental.
https://mpr21.info/si-las-vacunas-contra-el-covid-19-reducen-los-sintomas-pero-no-previenen-la-infeccion-son-realmente-vacunas/