En Uruguay parece que no pasa nada, hasta que pasa. Siempre el cuento autorrecitado de la excepción en Sudamérica, más europeos que latinoamericanos, más cautos que rebeldes, más reactivos que activos. A su modo, a su estilo y a su escala, el fenómeno de la grieta y la polarización crece tierra adentro y ya no tiene retorno.
El presidente derechista Luis Lacalle Pou inició su gobierno declarando que “no iba a zurcir una mitad por otra”, refiriéndose al Frente Amplio. La coalición gobernante, compuesta por cinco partidos, ganó por apenas 35.000 votos.
Con esta frase pretendía mostrar una actitud de tolerancia y escucha. De no confrontar y de diálogo. A pesar de ello, la política llevada adelante desde el primero de marzo de 2020 por Lacalle Pou es de pisotear a la oposición y hacer oídos sordos incluso a los otros sectores dentro de su propia coalición multicolor.
Recientemente, en una entrevista al diario La Nación de Argentina, Lacalle declaró: “Nos cuesta relacionarnos con el Frente Amplio porque es muy difícil saber qué es el Frente Amplio y quién es el Frente Amplio.” Curiosa manera de referirise a la fuerza política con más caudal de votos del país, que gobernó 15 años antes que él asumiera.
Quizá conozca al Frente Amplio el presidente. De casualidad en los tres departamentos donde gobierna el Frente Amplio (Montevideo, Canelones y Salto) es donde se registran los porcentajes más bajos de vacunación. La responsabilidad toda es del gobierno, ya que es una campaña nacional y no departamental. Es una política de la muerte, una necropolítica que especula con la vida. Los tres departamentos con mayor población del país no pueden tener esas tasas de vacunación.
En la misma entrevista Lacalle dijo respecto a la expresión de “grieta” usada para describir la confrontación argentina: “No, no [hay grieta])…se está tensando más la piola, pero la piola en Uruguay nunca se rompe”.
Es el cuento de Uruguay como excepción. Siempre mirando el puerto hacia las Europas, de espalda a lo latinoamericano. Ese es el sueño de la oligarquía local. Saberse ajeno del continente con berretines cosmopolitas, pero con prácticas esclavistas desde antaño.
Esta racha neoliberal trae consigo un revanchismo de la oligarquía que fue cuajando durante quince años a la sombra. Mientras el Frente Amplio debía deciudir en momento de encrucijada si profundizar o recular, optó por la segunda y pecó de tímido en el proceso de transformación. La derecha viene a por todo y el diagnóstico nos da cero por ciento de timidez.
La tan mentada grieta ya está aquí hace rato. La derecha que la dice combatir y convoca en sus discursos a palabras muy bellas -como democracia, respeto, tolerancia, institucionalidad, república- pero que las han vaciado de contenido, es la misma que fomenta la grieta día a día.
El ataque contra los sectores progresistas es sistemático y constante. Contra los trabajadores de la educación, la central de trabajadores, los estudiantes, los periodistas. Se podría decir que contra cualquiera que ose criticar el relato oficial. A la orden están los trolls center y no solo ellos, sino también diputados, senadores y ministros, que parece que solo saben tuitear en vez de gobernar.
Libertad a las cadenas
El jueves 22 de abril el presidente Luis Lacalle Pou rechazó el pedido de la central de trabajadores para realizar una cadena nacional por el Primero de mayo. El año pasado la respuesta fue la misma, así como con madres y familiares de desaparecidos, para a realizarse el 20 de mayo. Todo apunta que este año las negativas estarán a la orden del día.
Los derechos de los trabajadores y los reclamos de justicia ante la impunidad del terrorismo de Estado no están en la agenda del gobierno.
El gobierno se ha encargado de dividir la sociedad. Mientras realiza discursos altisonantes sobre la tolerancia, amenaza y ataca a ciudadanos de a pie que colaboran en una olla popular, solamente por portar remeras contra la oficialista Ley de Urgente Consideración. Mientras dice gobernar para todos los uruguayos, por debajo de la mesa gobierna para un sector minúsculo de la sociedad y sólo resalta el esfuerzo de los “malla oro”, refiriéndose al sector privado.
La tan mentada grieta no es más que la expresión de una sociedad polarizada que siempre lo fue. Siempre se valió de un otro como chivo para expiar sus culpas. El “otro” ayer fue el subversivo bajo la Doctrina de Seguridad Nacional, luego el infanto-juvenil, el “menor”. Hoy la figura que empieza revestir peligrosidad es la del extranjero y se está retornando a los prolegómenos de los 70.
El punto es que el nivel de blindaje es tal, que desde el oficialismo se cuestiona a periodistas, comunicadores y canales de televisión que son hegemónicos y siempre han respondido a los sectores concentrados de poder. Como bien apunta Boaventura de Sousa Santos, vivimos en democracias formalmente liberales pero socialmente fascistas.
Se están corriendo los marcos del debate a tal punto que cualquier opinión, provenga de donde provenga, pero que apenas ponga en cuestión el manejo de la pandemia o la gestión de gobierno, va a ser vilipendiada en todos los medios hegemónicos.
Las opciones son entre un conservadurismo moderado o una derecha recalcitrante, quedando por fuera toda opinión que cuestione este sistema a años luz. Las socialdemocracias son pintadas como revolucionarias y a veces se las invita a jugar para que desde la derecha simplemente marquen perfil.
Del perfil paranoico a que la izquierda domina la educación, la salud, la universidad, internet y vaya a saber cuánta cosa más al grito de “marxismo cultural”. Se pasa al esquizofrénico pedido de cuidar las formas, tener gestos republicanos y respetar las investiduras.
El sueño de la oligarquía es tener trabajadores modositos, sindicalistas sumisos, maestros acobardados, periodistas cómplices, “oposición responsable”, poetas superfluos, estudiantes que solo estudien y si todo eso falla, policías preparados para reprimir.
La grieta en este país existe desde que nació. Entre gauchos y terratenientes, entre los doctores de la ciudad y los caudillos rurales. Entre los militares colorados y los indígenas; entre los traidores de la patria y el prócer nacional y regional, José Gervasio Artigas.
Entre los obreros y sus patrones; entre el patrón de estancia y el peón. Entre los banqueros usureros y los que no tienen un techo y no pueden pagar su hipoteca. Entre los gobiernos corruptos y saqueadores y los trabajadores que no llegan a fin de mes. Entre los “malla oro” y los que la corren de atrás para llevar un plato de comida a la mesa.
A fin de cuentas, esto sigue siendo, oligarquía contra pueblo.
Nicolás Centurión. Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
https://rebelion.org/lacalle-pou-y-el-sueno-de-la-oligarquia/