Los compañeros del liderazgo sandinista que me amablemente me han invitado- junto a nuestro hermano Nathan Sevilla - a conversar hoy con ustedes, la Juventud Sandinista de la EPN, me solicitaron hablar sobre nuestro general Sandino y para facilitarme la tarea, pues están conscientes de lo inconmensurable que es la obra y vida de ese gigante y lo inútil que resultaría tratar de abarcar en algunos minutos las trascendentales consecuencias prácticas, las profundas lecciones y amplias perspectivas que el General de Niquinohomo, el de los Hombres Libres abrió para la lucha de resistencia y libertaria para nosotros los nicaragüenses y para todos los pueblos del mundo, me han sugerido –acertadamente- hablar sobre un aspecto crucial en su lucha y legado:
La Unidad y la proyección de ésta hacia la organización que Carlos Fonseca fundó, el Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Para empezar es necesario aclarar de qué “unidad” estamos hablando. Unidad para qué, entre quienes y bajo qué parámetros o criterios.
Es una verdad evidente que los enemigos de la clase trabajadora, los que prosperan a costa de la explotación, las élites del poder global del Capitalismo mundial están unidos voluntaria e indisolublemente en la defensa y expansión de su sistema, que abarca economía, política, ideología y valores.
Podrán llegar incluso a la guerra por repartirse mercados, por asegurarse nuevos yacimientos de materias primas, mano de obra barata o zonas de influencia política, pero nunca discreparán en cuanto permitir el progreso social, la independencia política e ideológica fuera de su Sistema capitalista a los pueblos del mundo.
En el mundo contemporáneo, los que históricamente hemos estado separados, segregados en nuestras luchas y aspiraciones, seguimos desunido, debido tanto al accionar coordinado de la derecha mundial, las fuerzas y recursos de instituciones neo-conservadoras, como la Iglesia católica, sectas religiosas y los llamados tanques de pensamiento del Imperio.
Pero también seguimos faltos de unidad por intereses mezquinos o a veces por equivocaciones nuestros propios dirigentes y la mediatización de nuestra resistencia por motivos religiosos, culturales, raciales, políticos y también por asuntos concernientes a nuestra propia calidad moral y falta o pérdida de valores éticos y moral revolucionaria.
En conclusión, somos los empobrecidos, los explotados los desunidos y por tanto los más necesitados de romper esa constante, los más urgidos por encontrar la unidad en el pensamiento y la acción los que estamos desunidos. Y el tiempo juega en nuestra contra.
Es la unión en función de la independencia de los pueblos, de su libertad y la búsqueda de terminar -de una vez y para siempre- con la explotación del hombre por el hombre, de la búsqueda de una sociedad alternativa incluyente. La unidad que en algunos momentos concretos de la historia de la humanidad ha dado las mayores victorias a grupos, pueblos y naciones.
La unidad posibilita la organización, hace florecer la conciencia colectiva, fortalece los verdaderos liderazgos y acrisola los esfuerzos individuales en la rotunda potencia de la colectividad.
Un pueblo unido es todopoderoso y precisamente a eso le temen nuestros enemigos.
A través de la historia, en Nicaragua los invasores, las oligarquías, las dictaduras y la burguesía, para dividirnos diezmaron con los métodos más crueles a los jefes indígenas, dispersaron a las familias, mandaron a morir en decenas de guerras fratricidas e inútiles a nuestros campesinos y a los pobladores de los anillos urbanos de miseria, encarcelando, desterrando o asesinando a cientos de miles de nuestros compatriotas o simplemente, condenando a la indigencia, al hambre y la exclusión a gran parte de nuestra población.
Aquél cuatro de octubre de 1912 cuando el joven Augusto Nicolás Calderón Sandino fue testigo de cómo los soldados vendepatrias, al servicio de los yanquis arrastraban y vejaban el cuerpo del General Zeledón (a quien años después él mismo llamaría “nuestro héroe máximo), entendió de qué lado de la historia debería él estar.
Ocho años más tarde ya en México, trabajando como obrero petrolero, sentiría la necesidad de instruirse políticamente, de construirse a sí mismo como soldado y luchador social, descubriendo su propia conciencia de clase, no por vías intelectuales o partidarias, sino desde su propia condición de obrero y migrante, todo en función de regresar a nuestra patria y aportar al rescate de la dignidad nacional.
El Sandino, nacionalista, anti-intervencionista y libertario, surge en el momento de su rompimiento con el partido y el ejército, liberal para el cual ha combatido. Se niega a vender sus armas y su honor bajo aquél árbol de espino negro en mayo de 1927, dispuesto a no permitir la intervención yanqui en nuestra patria.
El Sandino unionista, panamericanista y universal surgiría tres meses más tarde en la mina de San Albino, al conformar lo que sería el germen de su ejército guerrillero, que al llamado de Unidad contra el invasor extranjero y sus cipayos nacionales, aglutinaría miles de campesinos, obreros agrícolas, ciudadanos y hombres y mujeres consientes de muchas naciones.
En su primera proclama queda clara la visión de unidad del General Sandino. Una visión que pretende integrar a los verdaderos patriotas de Nicaragua no importando raza, religión, condición social o filiación política y que también sugiere la unidad latinoamericana contra el invasor imperialista, pero que va más allá al proponer desde una base internacionalista y panamericana, un proyecto que integra el pensamiento unionista de grandes líderes latinoamericanos como Francisco Morazán y Simón Bolívar.
En el histórico documento, la proclama de San Albino, el General de Hombres Libres nos dice que:
“El vínculo de nacionalidad me da derecho a sumir la responsabilidad de mis actos en las cuestiones de Nicaragua y, por ende, de la América Central y de todo el Continente de nuestra habla, sin importarme que los pesimistas y los cobardes me den el título que a su calidad de eunucos más les acomode.
Soy trabajador de la ciudad, artesano como se dice en este país, pero mi ideal campea en un amplio horizonte de internacionalismo, en el derecho de ser libre y de exigir justicia, aunque para alcanzar ese estado de perfección sea necesario derramar la propia y la ajena sangre
Al dejar expuestos mis ardientes deseos por la defensa de la Patria, os acojo en mis filas sin distinción de color político, siempre que vengáis bien intencionados para defender el decoro nacional, pues tened presente que a todos se puede engañar con el tiempo, pero con el tiempo no se puede engañar a todos”.
Pero la visión del General Sandino trasciende al concepto de unidad y creación de una latinoamericana unida, inclusive, la visión y proyecto del gran Libertador, Simón Bolívar.
En marzo de 1929 publica su histórico “Plan de Realización del Supremo sueño de Bolívar”, que busca conceptual, metodológica y prácticamente la creación de una comunidad latinoamericana sobre la base de nuestros orígenes, cultura e intereses comunes.
El asesinato del General Sandino y la persistencia de la llamada “Doctrina Monroe” de los yanquis, postergaría este grandioso proyecto de unidad continental que luego sería -en esencia- retomado por el Comandante Hugo Chávez Frías en su proyecto de creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
El FSLN es la continuación -en otras circunstancias históricas- del nacionalismo y antiimperialismo del General Sandino. También de él deviene la constante búsqueda por parte del Frente Sandinista de la unidad de los mejores hombres de Nicaragua en la tarea de construir una sociedad justa e incluyente como alternativa al Capitalismo salvaje o cualquier forma de explotación y exclusión de las mayorías.
Del General Sandino el Comandante Carlos y los fundadores de nuestra organización revolucionaria retoman la misión de construir la unidad de los pueblos en contra de nuestros enemigos comunes y en búsqueda de un mundo más humano, colaborativo y pacífico.
Hasta el momento hemos estado hablando de la Unidad “macro”, dirigida a todo el pueblo y la visión internacionalista del concepto.
Sin embargo, debemos de hablar de la unidad interna, de la unidad del FSLN que a lo largo de sesenta años de historia partidaria ha atravesado grandes retos, que ha tenido momentos tristes, pero que gracias a hombres como -entre otros- los Comandantes Carlos Fonseca, José Benito Escobar, Oscar Turcios, Pedro Arauz Palacios, Camilo Ortega y Daniel Ortega Saavedra, ha salido fortalecido, heredándonos a un partido revolucionario resiliente que se construye día a día y está en permanente lucha por la cohesión interna.
No es redundante ni un ligar común decir que el mayor bien que el Sandinismo atesora es la unidad interna, pero no “cualquier unidad”, sino la unidad revolucionaria, consiente, permanente y ética, alrededor de principios y en observancia de la historia de lucha y el Programa histórico del Frente Sandinista.
Carlos Fonseca Terán, destacado militante e ideólogo sandinista escribe acertadamente que la unidad sandinista tiene cinco requisitos fundamentales: La Comunicación, el trabajo conjunto, buena organización, la formación política e ideológica y la humildad. Sin estas condiciones la unidad es somera, temporal y no responde a las necesidades de un partido revolucionario y de un proyecto revolucionario.
Es impresionante como el Comandante Carlos logró amalgamar la voluntad de un grupo de jóvenes, heterogéneo en sus inquietudes políticas y orígenes de clase y crear -a partir de ellos- una organización que atravesando una historia de sacrificios y muerte, luego de varias generaciones de combatientes, logra derrotar a la dictadura somocista y más tarde, al ejército contrarrevolucionario y emprender la construcción de una sociedad diferente, en un entorno siempre complejo y de asedio del enemigo mayor.
Y ya durante los difíciles años de la ruptura interna, los enormes esfuerzos de unidad de hombres, que precisamente en el cumplimiento de esa misión entregan su vida y cuyo más conocido ejemplo es la del Comandante Camilo Ortega, que en medio del sectarismo que marcó ese periodo triste, no cesa en crear condiciones en el terreno en busca de garantizar el componente estratégico que habría de conducir a la victoria de un Frente Sandinista nuevamente unido.
La falta de unidad en ese tramo que va de 1975 a 1978, priva a la Revolución y a Nicaragua de enormes dirigentes que en ese momento conformaban la mayor parte de la Dirección del FSLN.
Igualmente y ligada a esas mismas causas, caen o son apresados cuadros valiosos de la organización o algunas importantes operaciones militares de la guerrilla y la insurrección son condenadas al fracaso.
Cuando hablamos de los esfuerzos de mantener la cohesión del partido de la unidad de toda la militancia sandinista y al mismo tiempo luchar por la paz y la reconciliación de toda la población nicaragüense, es imposible no referirnos al enorme aporte en este sentido del Comandante Daniel Ortega Saavedra.
Ya con el frente dividido en Tendencias, desde finales de 1976, el Comandante Daniel sería uno de los más importantes jefes de una de las tres tendencias escindidas del Frente Sandinista, que haciendo suya una táctica de lucha y una concepción política, adelantada años atrás en sus escritos por el Comandante Carlos Fonseca como necesario complemento de la lucha guerrillera en la montaña y la organización de las masas, lideró la planificación y dirigió la estrategia del combate insurreccional en las ciudades, pueblos y sus periferias, la lucha en las fronteras, operaciones de gran despliegue mediático, , etc.
Esta estrategia estuvo sustentada en primer lugar en la búsqueda de la unidad de las tendencias en la acción, en la creación de una efectiva política de alianzas con otros sectores sociales, políticos y económicos nacionales e inclusive, con gobernantes, organizaciones y personalidades extranjeras, en el marco de una concepción táctica y estratégica alejada de la obsolescencia e inviabilidad de otras doctrinas guerrilleras.
Tal apertura posibilitó recursos y armas para impulsar una amplia participación popular insurreccional y la creación y consolidación de frentes guerrilleros que combatieron en igualdad de condiciones contra la guardia somocista.
La historia algún día reconocerá la decisiva participación del Comandante Daniel Ortega, no sólo en la creación de la estrategia del triunfo revolucionario, la dirección centralizada, coordinada y efectiva de lucha insurreccional desarrollada por los distintos frentes de guerra, sino en su aporte personal a la reunificación del FSLN.
Si bien es cierto la lucha de clases es la que determina el devenir histórico, el papel de los individuos toma relevancia no sólo como factor subjetivo de cambio, sino que puede aportar de manera sustantiva a la realidad concreta, a los procesos virtuosos de transformación en la Sociedad en que le toca interactuar.
En este sentido, no es difícil identificar los grandes aportes, mediante su liderazgo y su particular lectura de cada situación (por compleja que esta sea), del Comandante Daniel Ortega, tanto a la historia reciente y el proceso de cambios de nuestro país, como a la unidad sandinista que da vigencia al papel de vanguardia revolucionaria del FSLN.
Hablar, pero sobre todo luchar cada día por la unidad del Frente Sandinista es tarea de todos sus miembros y simpatizantes, pues siempre nuestros enemigos están al acecho, tratando de romper nuestra cohesión, nuestro compromiso y lealtad, para destruir a nuestro partido en un vano intento por descarrillar la lucha de nuestro pueblo por una Sociedad distinta, así no enseño nuestro Comandante Carlos quien escribió que:
“Resulta fructífero detenerse a reflexionar a la utilidad que de por sí ha traído al progreso del Frente Sandinista la unidad, que en lo fundamental ha predominado en la ya larga actividad que se ha desplegado desde el momento de su fundación”.
Bueno, pues eso hemos querido hacer esta tarde. Muchas gracias.
¡Viva el General Sandino!
¡Viva la unidad del Frente Sandinista!
¡Vivan nuestros héroes y mártires!
¡Viva el Comandante Daniel!
Edelberto Matus.