Se ve que estos pies jamás conocieron el pedicuro, de las limas de uñas, ni de cremas exfoliantes para suavizar sus callosidades, ni nada. Son los pies de una señora, casi anciana, que deambula, como tantos millones de guatemaltecos, para ver que pueden llevarse a la boca.
Luciano Castro Barillas
Escritor y analista político
Esos pies pertenecen a una ciudadana de Guatemala pobre, pobrísima, en la absoluta miseria. Esa persona no habita en las regiones noroccidentales del país donde la pobreza, la miseria, es aún más cruel y devastadora.
Sus uñas rotas y sus pies polvorientos denotan los fragosos caminos que tiene que recorrer esta señora de la tercera edad que lucha por su vida. Se ve que estos pies jamás conocieron el pedicuro, de las limas de uñas, ni de cremas exfoliantes para suavizar sus callosidades, ni nada. Son los pies de una señora, casi anciana, que deambula, como tantos millones de guatemaltecos, para ver que pueden llevarse a la boca.
Hoy me sentí estremecido. Fue un día fatal y triste. Desde las siete de la mañana, al ver a un hombre de mediana edad en el quicio de mi puerta tomar su “desayuno”. En plena calle. Con una profunda tristeza y vergüenza por ser tan miserable y comer dos tortillas de ayer con un poco de sal y como cafecito mañanero una botella de agua.
Al ver esto reflexiono que somos los hombres, los ciudadanos, grandes insatisfechos, casi en todo. Sin embargo, tenemos un trabajo, una casa y hacemos dietas para no vernos feos de tanta grasa aunque decimos que es por salud. No es posible que esto ocurra en este país donde en cualquier rincón de nuestra Madre Tierra germina la vida: papas, repollos, rábanos, maíz, frijol y, no obstante, todo se hace tan escaso, tan inaccesible para quienes viven en la pobreza o en la miseria.
Tuve emociones encontradas. De ira, de dolor, de tristeza y de convicción que todo esto debe y se puede cambiar. Ya no le hagamos, ciudadanos, más concesiones a la indiferencia. Los que somos pobres creo que lo tenemos todo. Un modesto ingreso, zapatos, ropa, techo. Y los miserables de este país no tienen nada. No tienen el amor de sus hermanos de clase, sino el desprecio, por ser tan desgraciados. Por favor, libérese. Que el CACIF no siga manipulándolo con el insolidario lema de: “No dé limosnas, no promueva la mendicidad”.
¿Acaso una moneda te empobrece o enriquece a quien la recibe? Claro que no. ¿Qué esas acciones no resuelven el problema de fondo? Así es. Pero por 66 años de las derechas en el poder, desde 1954, tienen a este Estado y a esta sociedad en la total bancarrota. Ellos son los responsables de la miseria de los guatemaltecos, tras 66 años de dictaduras militares, unas explícitas y otras disimuladas, con civiles figurando como gobernantes.
Lo que buscan esas aparentes sencillas palabras es algo de fondo muy importante y muy oscuro: quebrar, quebrantar las solidaridades históricas entre los pobres. “Que la gente está como está por su falta de iniciativa, por su haraganería”… Eso no es verdad. Los pobres sí pueden salir de pobreza, vivir mejor, por su emprendimiento o por su dedicación al estudio para hacerse profesionales y mejorar el ingreso. No obstante, son excepciones.
Pero de la miseria, de su impulso letal, nadie es capaz de salir adelante porque lo tiene todo en contra: familias rotas, ignorancia invencible y carencia absoluta de satisfactores materiales. Por eso los miserables no tienen ideales, (…) porque el hombre piensa como existe socialmente. Los miserables no piensan que su abundante prole sean ingenieros, médicos, arquitectos… No, el ideal social es desgarrador. Que crezcan y que miren cómo hacen.
No es cierto que los empresarios sean exitosos por ser de gran iniciativa empresarial. No. Casi todos son ladrones. Vienen siendo ladrones por generaciones. No asaltando en los caminos. Roban, a veces, sin acechanzas.
Pues al agricultor que les vende su maíz y frijol le hacen trampa con una pesa adulterada, que pesa a favor del acaparador, para citar un sencillo ejemplo de las comunidades agrícolas de Guatemala. Como en El Adelanto, departamento de Jutiapa, donde una familia se ha enriquecido robando de ese modo y se reeligen de alcaldes una y otra vez. Esos empresarios de pacotilla son, pues, ladrones.
La acumulación del capital, dijo Marx, siempre tendrá tras de sí una vergüenza. Y así es en todo el mundo. O robos descarados o robos disimulados. Y las víctimas de esos robos son los pies maltratados que vemos hoy. Hay muchas cosas y pensamientos que merecen la pena recopilar del CACIF, para que los guatemaltecos los analicen y no se dejen ya más idiotizar.
El trabajo ideológico del CACIF sigue siendo fuerte, pero ya están en crisis de credibilidad. Ya casi nadie cree en ellos, excepto los reaccionarios de siempre que, aunque saben que son mentiras lo divulgado, se empeñan en diferirlo para los demás como una resplandeciente verdad.
Publicado por La Cuna del Sol