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Nicaragua: Con visión de patria


Cuando uno visita a un oftalmólogo o un oculista vamos con la expectativa que nos diga que tenemos una visión 20/20, es decir perfecta e inmaculada.

  A los nicaragüenses nos gusta mucho el juego numérico y tratamos de encontrar en las combinaciones simbologías, que cabalísticamente puedan representar conjeturas que generalmente nos sean presagios de buenas vibras, como las que tuvimos el año pasado, que no es que se fue, sino que lo mandamos a la chingada por lo que ahora redoblada y optimistamente debemos imponernos que este 2021, que hoy estrenamos laboralmente, sea la otra cara de esa pesadilla que Gracias a Dios corrimos de nuestras vidas aquellos que somos sobrevivientes a esa peste maligna contra la que ya la humanidad se está vacunando.

Los contagios y las muertes por efecto de la pandemia surgida el año pasado se cifran por millones. Las economías boyantes de muchas potencias quebraron, el mundo prácticamente se paralizó y la humanidad se aisló para defenderse de un monstruo invisible contra el que debemos seguir cuidándonos.

Gracias al Creador y por las políticas públicas en materia de salud Nicaragua es de las naciones en el planeta menos afectadas por la pandemia y con ese gran milagro como punto de partida debemos recibir el 2021, con todos los retos que nos impondrá, como lo que es, un año jubiloso de victorias, en ruta hacia la superación de nuestras pesadillas porque ahora hablamos de un año de decisiones trascendentales que debemos tomar con seguridad y fortaleza para seguir construyendo la patria grande soñada por el gigantesco Rubén Darío. 

El 2021 debe ser para los nicaragüenses, que realmente aman a su patria, porque que reconocer que hay quienes la maldicen, un año de retos a vencer, de propósitos a conquistar, plenamente conscientes que la escarpada será difícil pero que más amables y generosos serán los resultados.

Así las cosas, iniciamos un nuevo ciclo y nos incorporamos al mundo real dejando atrás tiempos en los que sin duda los nicaragüenses pedimos por la magia de los nuevos días para que este 2021 represente un rostro totalmente opuesto al dolor que nos impuso la estupidez de la politiquería, el impacto letal de la pandemia y la fuerza huracanada de la naturaleza.

Ahora nos encontramos en un mes en el que cada quien asumió un compromiso. Muchos empezar una dieta rigurosa, otros dejar de tomar, fumar, ser mejores estudiantes, conseguir un trabajo, ser más eficiente para cuidar el que se tiene, ahorrar para comprar la casita, ser mejores padres o mejores hijos, no ser mal hablados y así muchos deseos más de año nuevo que tienen que ver con un interés muy personal, pero profundamente noble y el más grande de ellos es sin duda el que tenemos con el país.

En lo personal me comprometí a ser un mejor ciudadano porque eso me ayudará a permanecer en mi mejor estado de confort, pero también me apunté por ser un mejor cristiano, porque eso ya me identifica con el bien de todos y porque ni la ciudadanía ni la cristiandad se evaporan cuando llega febrero o marzo o cualquier otro mes porque no son malos hábitos, sino principios sostenidos por la nobleza y de ella estamos llenos la mayoría de los nacidos aquí.

Los sanos propósitos deben inspirarnos porque francamente estamos urgidos de ellos, necesitamos los nicaragüenses, ahora que la fuerza laboral y pensante se incorpora al quehacer de todos los días que nos vistamos con una nicaraguanidad esencialmente ciudadana para deponer las espadas y abrazar todos, desde la más íntima actitud cristiana, el olivo de la paz, para reconciliarnos, para volvernos a ver sin odios, para que en la familia seamos capaces de volver a compartir juntos en una misma mesa.

El pasado 2020 fue un año que nos enseñó grandemente a todos. Nos permitió ser sabios, ser maduros, administrar pasiones, domar nuestros lados oscuros para no descender al estercolero donde habitan los malignos que nos desangraron en ese 2018 que tan malos recuerdos dejó, pero de cada mala acción es que uno aprende porque son tan dolorosas, te rasgan tanto, te abren tantas heridas y te causan tantos dolores que terminas concluyendo que nunca debiste haberlas generado, que no valió la pena provocarlas, porque los efectos de las cosas malas tienen una expansión explosiva tan devastadora que al bien le toma años en poder suavizarla o disiparla porque hay quienes hacen del odio una burbuja para según ellos esconderse de las miradas acusadoras que los incriminan por no apostar a lo correcto.

Pienso que los conceptos unidos de ciudadanía y cristiandad representan juntos el núcleo de la comunidad y eso debe empujarnos a todos, independientemente de la posición política de cada quien a esforzarnos para que todos aterricemos en la normalidad porque aquí existe una sola fórmula mágica para salir adelante y eso es la estabilidad integral del país.

Un paso profundamente reflexivo en esa dirección es que dejemos de sembrar el odio. Este es un problema perversamente recurrente en los medios de comunicación y aunque no vengo con el espíritu de acusar a nadie no me equivoco si digo que el nicaragüense sabe quién lo hace y quien no lo hace y cuáles son los canales de televisión, periódicos, radios y plataformas digitales que se prestan a ello a sabiendas del daño que ya ocasionaron al país y que su testarudez los conduce al delito. No quiero decir que no debamos expresar nuestra posición política, ni que sea delito tener una, pero sí, que asumamos lo que somos, gentes que estamos obligadas a ser aplacadores de tempestades y no gasolina que bañe el bracero de las hogueras que nos incendian.

Los nicaragüenses debemos imponernos andar sobre nuestros propios caminos para llegar al puerto que nos permita atracar en una salida donde lo que se trate sea el presente y futuro del país y sin más pretensiones que se respete la ley y la constitución de la república porque pasar por encima de ese gran pacto político y social será condenar al país irremisiblemente a un conflicto sin fin que después de haber sido propiciado por mezquinos intereses externos nadie querrá involucrarse en él porque entonces aquí no quedará piedra sobre piedra.

La racionalidad debe hacernos comprender que no hay nada que justifique el caos, ni que malos nicaragüenses, creyéndose el cuento de que aquí todo el mundo salió despavorido, porque viene otra vez el gringo invasor y que uy,uy,uy, nos vienen a imponer sus reglas y entronizar a nefastos personajes como Adolfo Díaz, Emiliano Chamorro o Enrique Bolaños para colocar nuestra nacionalidad en la bandera de las barras y de las estrellas, como creen estar haciéndolo en una O.E.A que comprada por el imperio es la plataforma invasiva de sus pretensiones de dominio sobre naciones que no pensamos como ellos.

No señores si Nicaragua va a tratar sus asuntos lo hará entre connacionales, aunque el oposicionismo actúe, piense y hable en inglés y si va a un diálogo para tratar reformas de carácter electoral, de cara al 2021 lo hará, pero no en el teatro de lo absurdo ni con modelos que tengan por origen el golpismo que Estados Unidos diseñó para derrumbar la democracia pinolera que vivimos con nuestros sabores y particularidades y de esto deben estar claros profesionales de la fe que fueron las manos ejecutoras de la más grande mentira tejida contra el país y de la misma manera las verdaderas fuerzas representativas de la nación que responsablemente se sienten a dialogar, pero sin esos Chukis que se mueven al son que determinan los diablos porque lo único probado aquí es que a todos aquellos, a los que se les abrió las puertas, para que escudriñaran en cada rincón que quisieron, para que se entrevistaran con quienes se les antojó, para que dijeran lo que les vino en gana y que concluyeran lo que ya sabemos que determinaron, en realidad nunca investigaron absolutamente nada, hicieron el parapeto y alimentaron sus informes por lo que inventaron sediciosos que eran los asalariados del plan y peones del patrón que pagaba para levantar una monumental mentira y dañar lo mucho que habíamos avanzado hasta abril de 2018 y en lo que por supuesto persisten porque ni ellos tienen punto de retorno, porque se saben descubiertos, ni nosotros que lo padecimos tampoco, porque nos cansamos de que nos vieran tara de babosos para seguir aguantando más del lodo que nos lanzaron.

Estoy claro y convencido que, pese a todo, los nicaragüenses recobramos la estabilidad como paso determinante para establecer la paz, lo hemos hecho a pesar del fuego graneado de un enemigo externo que sigue moviendo sus fichas para derrocar al gobierno constitucionalmente electo para un periodo que concluye en enero del 2022 y que someterá a consulta este año para continuar adelante porque eso nos lo dice ampliamente la percepción desde el presente. 

Esto ha sido únicamente posible porque es el deseo de la mayoría de un pueblo que jamás hizo de la violencia, de la destrucción y la muerte una alternativa para dirimir temas que desde la democracia específicamente política jamás existieron hasta antes del fallido golpe de estado.

Que hay problemas que resolver y que fueron creados desde afuera y nos polarizaron extremamente; 

Que una gran mayoría de los nicaragüenses estamos indignados contra el imperio y sus cómplices internos; 

Que el gobierno debe hilar fino para lidiar con esas y otras realidades, sí, estamos claros, pero nadie se llama a engaño cómo fue que se armó la gran mentira que luego desembocó en una triste y dolorosa realidad que debemos enfrentar todos, pero con sabiduría, con prudencia, con mucha paciencia y serenidad.

2018, 2019 y 2020 deben ser círculos a cerrar y dejar ir con su odio y resentimiento con la idea fija en nuestras mentes de que nunca más se repetirán. 

Esos años ya son pasado y los nicaragüenses de bien nunca encajaron en ellos y en consecuencia los desterramos al olvido de donde nunca más volverá porque hoy tenemos al 2021 como la nueva carátula de nuestro calendario y estamos obligados por sanidad mental y espiritual a hacer de él 360 nuevas oportunidades sobre las que ya andamos y no seguir perdiendo el tiempo que no tenemos para reconstruir al país y sanar sus heridas.

Por: Moisés Absalón Pastora.

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