
Abominemos de este Dios de una fe sangrienta y terrorista, inventado por los curas, los cuales, sin su cinismo y ambición no hubieran alcanzado nadar en la abundancia, y no predicarían por más tiempo la humildad de los que han sabido esconder su orgullo con la máscara de la hipocresía.
Lejos de nosotros todos aquellos que con su demencia religiosa son un estorbo para el bienestar y la libertad… Dios no es otra cosa que un fantasma inventado por el charlatanismo de unos cuantos malvados refinados, los cuales han torturado y tiranizado a la humanidad hasta el presente. El día en que el pueblo consiga barrer a Dios y a sus lacayos, a los gobiernos y a sus sayones y a sus burgueses y a sus perros, ese día será libre y podrá ocupar el puesto que le corresponde en la sociedad y en la naturaleza.
Al principio, Dios creo el cielo y la tierra. Él se encontró desde luego en medio de la nada. Más tarde se dedica a fabricar el sol, la luna y las estrellas.
Los astrónomos han demostrado que la tierra no ha podido existir antes que el sol. Eso de hablar de la creación del sol, la luna y las estrellas después de la tierra es, simplemente, una barbaridad. El hace esto y todavía más, y se burla de la ciencia y de la lógica. Es por esta razón por la que después de fabricar la tierra hizo la luz y, en seguida, el sol.
Un día se apareció cierto “Espíritu Santo” a una joven desposada. El escritor de la Biblia, es decir, Dios, dice que el Espíritu Santo el él mismo.
Este Espíritu Santo tomó la forma de pichón y se presentó a María. Es un momento de dulce transporte de gozo, el pichón “cubrió con su sombra a la mujer y he aquí que ella puso en el mundo un hijo, sin que todo esto fuera en menoscabo de su virginidad”. Hay que advertir que esta mujer era ya casada.
Dios, desde entonces, se llamó Dios padre, cuidándose muy bien de hacernos saber que él no tuvo más que un hijo, no solamente bajo la forma de Espíritu Santo, sino también por la parte del hijo. ¡Sublime consideración! El padre es su propio hijo, del mismo modo que el hijo es a la vez su padre, y los dos a la vez son el Espíritu Santo. Con este soberbio galimatías se forma la Santísima Trinidad.
Si un hombre muere “en pecado”, el buen Dios le inflige una pena horrenda, al lado de la cual los azotes, todos los tormentos de las prisiones y los destierros, todas las penas sentidas por los condenados a presidio y todos los suplicios inventados por los tiranos aparecen como un agradable entrenamiento. Ese buen Dios supera en crueldad bestial a todo lo que pueda concebirse de más malvado sobre la tierra. Su cárcel se denomina infierno, su verdugo es el demonio y sus castigos duran eternamente.
Los ricos y poderosos son los que dan mayor brillo a la religión. Al mismo tiempo es una cuestión de vida o muerte para la clase explotadora, la burguesía, que el pueblo sea embrutecido por la religión; su poder aumenta o decrece según aumenta o disminuye la locura religiosa. Cuanto más partidario de la religión es el hombre, más creyente es.
Cuanto más cree, menos sabe. Cuanto menos sabe, es más bestia, y cuanto más bestia, más fácilmente se deja gobernar. Los curas saben perfectamente que su dominio sobre las conciencias se acabará el día que no lo prestasen ayuda a los tiranos y a los ricos. Y los ricos y los poderosos no ignoran que su imperio desaparecería el día en que los curas no embruteciesen moral e intelectualmente a las multitudes.
Durante el curso de los siglos, estos relajadores de la inteligencia han gobernado a las masas por el terror, puesto que, sin éste, hace muchísimo tiempo que la locura religiosa habría desaparecido. Los calabozos y las cadenas, el veneno y el puñal, el sable y la fuerza, el látigo y el asesinato, puestos en uso en nombre de su Dios y de su justicia, han sido los medios empleados para el sometimiento de esta locura, lo cual será un negro borrón para la historia de la humanidad.
¡Cuántos millares de individuos han sido quemados en las hogueras de la Inquisición “en nombre de Dios” por haber osado poner en duda el contenido de la Biblia! ¡Cuántos millones de hombres se vieron obligados durante las guerras a matarse entre ellos, a devastar comarcas enteras, dejando luego como rastro la miseria y la peste, después de haber robado e incendiado, para sostener la religión! Los suplicios más refinados fueron inventados por los curas y sus secuaces para mantener el temor de Dios en los que no tenían temor de ninguna clase.
Cuando un hombre de halla bajo el dominio de un cura, su cerebro ha perdido la facultad de pensar, los engranajes de su inteligencia son inservibles y las arañas tejen espesas telas. Entonces el hombre parece un carnero que es presa del vértigo.
Estos desgraciados han perdido lo más hermoso de la vida, y lo que es peor todavía, estos infelices son los que forman la masa de los contrarios a la ciencia y la luz, a la revolución y la libertad. Se le encuentra siempre a punto, a causa de su obtusa bestialidad, de ayudar a los que quieren forjar nuevas cadenas para la humanidad y trabajar con los que ponen obstáculos para el progreso cada vez más creciente de la especie humana.
Nuestro objetivo es librar a la humanidad de toda clase de esclavitud, de emanciparla del yugo, de la servidumbre y de la tiranía política y económica, y para lograr todo esto se ha de sacudir antes del yugo tenebroso de las supersticiones y las creencias religiosas.
Todos los que predican la religión, cualquiera que sea su forma, no puede ser más que bobos o pícaros. Estas dos clases de individuos no sirven absolutamente para nada para el progreso de nuestras ideas.
Cuestiones para razonar con creyentes:
Si es tan bueno y justo como dicen los curas ¿Qué razón hay para temerle?
Si él lo sabe todo ¿Qué necesidad hay de molestarle con nuestras plegarias y con nuestros asuntos particulares?
Si Dios está en todas partes ¿para qué fin se levantan las iglesias?
Si Dios es justo ¿para qué pensar en castigar a los hombres que él mismo ha creado cargados de debilidades?
Si los hombres sólo hacen el bien por una gracia particular de Dios ¿Qué razón hay para que éste les recompense?
Si es todopoderoso ¿Cómo permite que se blasfeme?
Si él es inconcebible e imponderable ¿por qué permite que nos ocupemos de él?
Si el conocimiento de Dios es necesario ¿por qué razón es un misterio?
Este reino es el mundo; este soberano es Dios; sus lacayos son los curas; los hombres son sus esclavos. ¡Hermoso país! Es el que se creó el mismo por medio del Espíritu Santo; que se envió como mediador entre el mismo y los otros, quien despreciado y burlado por sus enemigos, se dejó clavar en la cruz como un malhechor cualquiera en la cúspide de una montaña; que se dejó enterrar y resucitó después de muerto y que bajo a los infiernos, y luego subió al cielo, donde está sentado a la derecha de sí mismo para juzgar a los vivos y a los muertos cuando ya no haya más vivos… En fin, el que ha hecho todo esto no es más que un charlatán divino.
Abominemos de este Dios de una fe sangrienta y terrorista, inventado por los curas, los cuales, sin su cinismo y ambición no hubieran alcanzado nadar en la abundancia, y no predicarían por más tiempo la humildad de los que han sabido esconder su orgullo con la máscara de la hipocresía.
Lejos de nosotros todos aquellos que con su demencia religiosa son un estorbo para el bienestar y la libertad… Dios no es otra cosa que un fantasma inventado por el charlatanismo de unos cuantos malvados refinados, los cuales han torturado y tiranizado a la humanidad hasta el presente.
El día en que el pueblo consiga barrer a Dios y a sus lacayos, a los gobiernos y a sus sayones y a sus burgueses y a sus perros, ese día será libre y podrá ocupar el puesto que le corresponde en la sociedad y en la naturaleza.
Fuente: Johann Most. La peste religiosa
https://oiradilos.wordpress.com/2020/12/16/jehova-el-verdugo-de-las-religiones/