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Por el derecho a la tranquilidad de los cubanos


Comienzo por disculparme con algunas personas que leerán esta publicación y cuyos sentimientos o creencias puedan estar completamente opuestos a estas opiniones. A todos los respeto en extremo y defenderé su legítimo derecho a expresarlo.


El reportaje de ayer por la noche en el Noticiero de la Televisión, me dejó horrorizado. 

Luego de siete décadas de vida activa, y con tres guerras en las costillas, uno llega a pensar que lo ha visto todo y que no será sorprendido. Pero las informaciones presentadas, se acercaron a los extremos, quién sabe si difíciles de superar.

Esas personas que vimos no son disidentes. No son personas que piensan diferente y defienden sus formas de pensar. No son personas promoviendo una alternativa de cambio. En cualquier parte del mundo y bajo cualquier punto de vista, son miserables y despreciables terroristas.

Sus declaraciones, en variantes como: “…no me importaba ver su cara, yo sólo quería el dinero…”, “…me prometió una recarga del móvil…”, “…le expliqué que existían problemas con el transporte, pero tenía otro que podía hacerlo…”, “…me pidió incendiar un museo, yo no sabía dónde era, pero le confirmé que podía hacerlo…”, serían frases increíbles sino las hubiéramos escuchado directamente por sus protagonistas.

No soy sicólogo, más allá de algún curso como parte del curriculum universitario, unido a cuarenta años como profesor y un tiempo similar como padre, donde, entre otras cosas, se va aprendiendo a comprender a las personas, pero en esos especímenes no existía la más mínima muestra de arrepentimiento. 

Ni sus ojos, ni la orientación de la mirada, ni ninguno de sus gestos, demostraban siquiera el conocimiento y el convencimiento, sobre lo que estaban declarando.

Fue un policlínico. Fue una escuela. Pudo ser un museo. Descarrilar un tren. Pintar o quemar carteles y tirar pintura sobre bustos y estatuas destacadas, más afectaciones al sistema electroenergético nacional.

¿Y cuando mañana le pidan incendiar un círculo infantil?

 ¿Y cuando en ese lugar haya quedado un niño cuyos padres no pudieron recogerlo temprano? 

¿Y cuando maestras, auxiliares o cuidadores puedan ser dañados o asesinados por estos mercenarios?

¿Qué pensará la población? ¡Qué dirán las agencias extranjeras de prensa? ¡O el señor representante, aquí o allá, del régimen perdedor del flequillo rojo!

¿Qué hacemos? ¿Leemos cómo algún medio de prensa “independiente” nos cuenta que el respeto a esas personas que piensan diferente es fundamental para la continuidad de nuestro proceso revolucionario? ¿Algún cubanólogo ofrecerá una conferencia o un taller al respecto?

 ¿Serán defendidos como artistas? ¿Serán defendidos como independientes?

Las calles siguen siendo seguras en Cuba. Las calles siguen siendo del pueblo cubano. Las calles siguen siendo lugares donde la tranquilidad TIENE que mantenerse.

Los miserables que pagan, los más miserables que cobran y hasta los miserables que defienden estas posiciones, TIENEN que saber que no se les permitirá ninguna acción. 

Y que los derechos a un tratamiento justo serán respetados, pero primero y por encima de todo, mis amigos, mi familia, mis hijos, mis nietos, la población cubana y hasta los que están en desacuerdo con mi opinión, por encima de todo, tienen que vivir con la tranquilidad como orgullo cubano.

Por Víctor Angel Fernández

https://lapupilainsomne.wordpress.com/2020/12/03/por-el-derecho-a-la-tranquilidad-de-los-cubanos-por-victor-angel-fernandez/

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