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Nicaragua: Ambrosio Mogorrón Martinez


Era un 24 de mayo. Año 1986. En el Cuá y San José de Bocay, al norte de Jinotega - zonas de las más afectadas por la guerra contrarrevolucionaria - se estaban ultimando los preparativos para jornada de vacunación del día siguiente.

A eso de la tres y media de la tarde, camioneta civil, con 13 personas, se dirigía desde San José de Bocay a El Cuá a recoger las vacunas. En la localidad de Los Cedros, a unos 6 kms. de Bocay, se escuchó una tremenda explosión.

La rueda posterior del vehículo había hecho contacto con una poderosa mina anti-tanque, de fabricación norteamericana. De las 10 personas que iban en la parte trasera del vehículo, 9 murieron inmediatamente, despedazados por el impacto. El otro quedó herido de gravedad.

Los tres que iban delante sufrieron heridas más leves. Entre los muertos estaba el enfermero vasco español Ambrosio Mogorrón Martínez, de 33 años, que trabajaba desde 1980 en Nicaragua.


Hospital Primario Ambrosio Mogorrón, San Jose de Bocay

Ambrosio se unió así la lista de voluntarios europeos víctimas directas de las acciones terroristas de los contrarrevolucionarios. En 1983 dos médicos cayeron a manos de las bandas de la FDN. El francés Pierre Grosjean murió durante el ataque al caserío de Rancho Grande, Matagalpa.

Y unos meses después, el alemán Albert "Toño" Pflaum, fue asesinado fríamente en una emboscada en la zona de Pantasma (Jinotega). 

En febrero de 1986 murió, en circunstancias parecidas a las de Ambrosio, el agrónomo suizo Maurice Demierre.

Estas notas.. naturalmente están sujetas a complementos, aportaciones y modificaciones.. se agradecerá si ustedes quieren proponerlas al : cosal@cosal.es

«»Declaración internacionalista.

Nos llamaron internacionalistas, brigadistas, cheles, y también cosas peores, y nos creímos aquello de que otro mundo era posible. Nos aventuramos a cruzar fronteras enigmáticas sin pensar en las posibles consecuencias de semejante temeridad. Nos atrevimos a movernos por el planeta, con la ingenuidad de pensar que las fronteras no deberían existir.

Construimos puentes y no barreras, saliendo del estado español para caer, sin paracaídas, en suelo nicaragüense. Pensando en comernos el mundo, al llegar a tierra firme nos dimos cuenta que era el mundo el que se nos iba a devorar.

Atraídos por la oportunidad que se nos brindaba de participar en la construcción de una nueva sociedad, nos unimos allí a muchas otras personas que ya habían acudido desde todos los rincones del mundo para apoyar a un pueblo que se acababa de liberar de la opresión.

En la memoria de nuestra piel y de nuestra historia latía la gesta de la solidaridad internacional con la república española y contra la sublevación militar fascista, solidaridad tan generosa como en muchos casos heroica.

Estimulados, además, por nuestra reciente salida del largo túnel de la dictadura, todo contribuía a dar sentido y continuidad a una nueva movilización transfronteriza con la que construir un tejido moral, solidario y generoso que sentíamos imbatible, en apoyo a la construcción de sueños y de vidas más justas.

Llevábamos en la mochila un puñado de libros y la sana intención de enseñar al que no sabe. Pero una vez estrellados contra una realidad mucho más compleja, nos dimos cuenta que nuestros desfasados manuales nos iban a servir de poco, que nuestras ganas de enseñar se habían convertido en ganas de aprender, que la esperanza de construir un mundo nuevo chocaba con poderosos enemigos y dificultades.

Un dolor profundo nos había despertado del sueño de la utopía, abriéndonos los ojos ante la tragedia de un pequeño y violentado país al que no se le permitía ni respirar.

El poderoso gendarme del norte había decidido castigarle por atreverse a ser libre con una cruel guerra de baja intensidad mediante fuerza interpuesta: los mismos oligarcas y sicarios que lo habían sojuzgado durante decenios, ahora terroristas mercenarios del imperio.

Conocimos así de primera mano el sufrimiento ajeno, nos dejamos allí la piel, en algunos casos literalmente, sucumbimos ante tanta ternura entregándonos al mestizaje, cultural y, en muchos casos, también personal y familiar, con un pueblo hospitalario hasta la fraternidad. Y, en definitiva, esa vivencia nos cambió e hizo mejores.

QUIENES nos hemos hoy aquí reunido, y quienes nos han enviado su adhesión, firmantes de este manifiesto, que fuimos cooperantes, o fundamos ONGs, o que desde cualquiera de las múltiples formas de compromiso personal escribimos en Nicaragua esa gran página masiva, coral y diversa, de la solidaridad internacional de los pueblos del estado español,

Quienes seguimos siendo internacionalistas, y participamos, ya sea de forma voluntaria o profesional, en otros proyectos, con otros pueblos que en el mundo luchan por su liberación y su desarrollo,

Quienes a veces nos preguntamos si el esfuerzo valió la pena, si sirvió para algo tanta energía invertida…

DECLARAMOS que sí, que mereció la pena, que, independientemente de lo que hagan o dejen de hacer los Gobiernos, aquella alianza de los ochenta entre los pueblos del mundo y el pueblo nicaragüense fue y seguirá siendo indestructible, porque fue sellada con coraje y sudor entre la gente y por la gente.

AFIRMAMOS que ningún Gobierno podrá destruir los vínculos de solidaridad y amistad que existen entre los pueblos del estado español y Nicaragua, y que esa experiencia pionera ha de inspirarnos para tender nuestra mano a todos los pueblos, colectivos y comunidades oprimidos, donde quiera que se hallen.

Muy especialmente en estos momentos, cuando desde muchos países del norte, y en particular desde nuestro gobierno, se recortan hasta la irrelevancia los fondos de cooperación, se cercena el acceso a la justicia universal, y a cambio se invierte en nuevas barreras frente a los que huyen de la pobreza, la violencia y/o la persecución política.

ANIMAMOS a nuestra sociedad a seguir escribiendo nuevas páginas de fraternidad, solidaridad y acogida con quienes sufren opresión económica, política, cultural, de género o de cualquier tipo, por muy diferentes y lejanos que sean, rechazando usar la crisis como coartada para el egoísmo y la indiferencia.


30 años después, rememoramos a todos y todas los que desde cualquier rincón del planeta lo dejaron todo para acudir a la llamada de Nicaragua, reafirmamos, con Gioconda Belli, que LA SOLIDARIDAD ES LA TERNURA DE LOS PUEBLOS, y NOS COMPROMETEMOS a practicar y promover el internacionalismo activo, por encima, y a pesar de, los gobiernos y los intereses nacionales.

Madrid y Managua, 27 de septiembre de 2014.

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