El año 2020 empezó para Irán con el asesinato del segundo hombre más poderoso del país, el general Qasem Soleimani, en Irak, y termina con el atentado contra el científico nuclear Mohsen Fajrizadé en el propio suelo iraní.
Hasta el momento, el futuro presidente de Estados Unidos Joe Biden no se ha pronunciado sobre el acto terrorista Made in Mossad contra el director de la Organización de Investigación e Innovación del Ministerio de Defensa iraní, el 27 de noviembre pasado. Un silencio bastante significativo.
El magnicidio tuvo lugar el viernes cuando el hombre de 62 años y varios de sus guardaespaldas regresaban en sus coches blindados de un almuerzo en casa de su suegra en Absard, cerca de la montaña cubierta de nieve de Damavand.
Al principio, Irán afirmó que unos 12 terroristas habían bloqueado la carretera con un coche incendiado para luego disparar contra los ocupantes de los autos, matando a los guardaespaldas y dejando malherido a Fajrizadé.
Un tercer coche, que transportaba a su esposa y sus hijos iba a poca distancia.
Los autores consiguieron huir -dicen-, mientras el hospital más próximo estaba sin electricidad (sí, en Teherán, no en una ciudad de la abandonada provincia de Beluchistán), y los médicos no lograron salvarle la vida.
Una reciente y nueva versión afirma que no hubo terroristas humanos sino electrónicos: desde un coche, una ametralladora automática de control remoto disparó al aire para llamar la atención y obligar a los guardaespaldas a salir de los automóviles revestidos de acero para después de dispararles suicidarse incendiándose: los autores no sólo conocían la ruta y los horarios del militar en su día de descanso, el viernes, sino también las características de su vehículo.
No termina ahí el bochorno para los servicios de seguridad de la República Islámica (RI): el Secretario General del Consejo de Seguridad Nacional de Irán, Alí Shamjaní afirma que conocían el plan del asesinato del fallecido, el lugar y la hora, pero que sucedió: ¿fue la voluntad de Dios, quizás?
Esta situación recuerda las explicaciones cambiantes sobre el derribo del avión ucraniano al inicio del año en Teherán y la muerte de sus 176 pasajeros. Nada justificará un nuevo fracaso para unos servicios de inteligencia que están más ocupados en espiar la mente de los propios ciudadanos y detener a sindicalistas, escritores y feministas, que en proteger los intereses nacionales del país.
De hecho, dos días después, el Poder Judicial, en un comunicado dirigido a las administraciones públicas, volvió a amenazar a las mujeres que llevan mal el velo: «Nerón tocaba el violín mientras Roma ardía».
La cronología ya había avisado
Irán deberá esperar operaciones más mortíferas por parte del binomio Estados Unidos-Israel, unas serán abiertas y otras encubiertas.
Durante el verano, cuatro instalaciones nucleares y militares iraníes sufrieron sabotaje e incluso una, la planta de Natanz, fue atacada con misiles lanzados desde los drones israelíes, que entraron en el espacio aéreo del país sin siquiera ser detectados.
Sólo en el mes de noviembre, un conjunto de hechos, indicaban lo que iba a ocurrir y lo que está por venir.
1 de noviembre. Turquía, miembro de la OTAN, instala en la frontera de Irán con Azerbaiyán (socio de Israel), unos «2.000 yihadistas sunnitas».
9 de noviembre. Trump destituye al secretario de Defensa, Mark Speer, quien, entre otras discrepancias con su jefe, se oponía a una ataque a Irán.
12 de noviembre. Los asesores de alto rango de la Casa Blanca disuaden a Trump (que sigue estando bajo una fuerte presión de Israel) de destruir las instalaciones nucleares en Irán. Este día, The New York Times afirma que, en el mes de agosto, un comando del Mossad asesinó a tiros en Teherán al número dos de Al Qaeda, un tal Abu Muhammad al-Masri, y su hija Maryam, nuera de Bin Laden. Si es cierto, ¿Cómo y por qué irán había autorizado su estancia en el país?
12 de noviembre. Teherán anuncia que está aumentando la producción del uranio enriquecido, ante el incumplimiento del acuerdo nuclear por las potencias firmantes.
16 de noviembre. El ex consejero de Seguridad Nacional de la Administración Trump advierte que Israel podría atacar a Irán antes de que el presidente dejase el cargo.
18 de noviembre. Estados Unidos ordena la retirada de una parte de las tropas de Afganistán y de Irak, no para desocupar estos países, sino para salvar a sus soldados de una posible represalia de Irán. Los militares humanos serán reemplazados por la alta tecnología asesina.
21 de noviembre. El Secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo visita Israel, Arabia Saudí y Emiratos Árabes. El Acuerdo de Abraham ha cambiado el mapa de la región: ahora Israel entra en el Golfo Pérsico, y puede cercar a Irán por todos los costados. «Para mantener bajo control las ambiciones nucleares de Irán, todas las opciones están todavía sobre la mesa», avisó Pompeo, quien desde su anterior puesto de jefe de la CIA ya había afirmado que «el bombardeo de Irán solo necesitaría 2.000 ataques de aviones de combate». Pompeo necesita ganar la confianza del lobby proisraelí y árabe para su candidatura de cara a las elecciones presidenciales de 2024.
21 de noviembre. Estados Unidos envía dos bombarderos B-52H Stratofortress a Israel. Su misión: un ataque «preventivo» contra los sitios nucleares de Irán o responder a la posible venganza iraní. Los B-52 vuelan a velocidades supersónicas en cualquier clima de día o de noche y pueden transportar bombas de racimo o misiles guiados de precisión.
26 de noviembre. El subsecretario de Defensa estadounidense Christopher Miller visita la región para abordar la lucha contra las «actividades maliciosas» [de Irán].
27 de noviembre. Al menos 19 miembros de la milicia chiita Fatemiyun patrocinada por Irán mueren en un bombardeo de Israel sobre Siria.
27 de noviembre. Asesinan a Fajrizadé.
28 de noviembre. El Pentágono ordena al portaaviones USS Nimitz entrar en el Golfo Pérsico-
Biden y el objetivo de Israel
Obviamente, Israel no realiza una operación de tal impacto contra Irán sin la autorización de Estados Unidos. Su voluntad de paralizar el programa nuclear de Irán no pasa por vías diplomáticas y acuerdos, sino por matar a los científicos iraníes y destruir sus instalaciones, mientras guarda bajo llave sus al menos ochenta ojivas nucleares ilegales en los sótanos de otros países. Tras eliminar del escenario a rivales poderosos como Irak, Siria y Libia, Israel se ha volcado con Irán para después ir a por Turquía. Con estas últimas acciones Tel Aviv pretende provocar la venganza iraní (en Irak, por ejemplo) que condujera a una guerra total.
Ahora bien, aunque parece que Netanyahu ha querido sabotear los intentos del futuro presidente de Estados Unidos de regresar al acuerdo nuclear y dialogar con Irán, colocándole ante hechos consumados de su propia agenda, en realidad, y más allá de sus promesas electorales, Biden ni quiere ni puede resucitar aquel acuerdo nuclear muerto, y desde ya está exigiendo a Teherán una rendición total y humillante a sabiendas de que Irán no puede aceptarlo.
Imagínense que dos países, A y B, están en guerra y un día deciden resolver sus discrepancias a través de la diplomacia. De repente, el país A es atacado duramente por el país C. ¿Quién se beneficia de este ataque? Las acciones de Israel no solo debilitan a Irán sino que también lo señalan. Dato que será aprovechado por Biden en una posible mesa de negociación: Irán ahora no sólo tendría que renunciar a las armas nucleares y también a los misiles balísticos, sino que deberá cumplir cada uno de los doce mandamientos de Trump. Antony Blinken (de origen judío, dato importante en este conflicto), próximo Secretario de Estado del gabinete de Biden, cree que la diplomacia debe ser «complementada con disuasión» y que «la fuerza militar puede ser utilizada como un medio esencial para tener una diplomacia efectiva».
Fue durante el gobierno de Obama-Biden cuando Israel asesinó a varios científicos iraníes. También la CIA y el Mossad lanzaron el virus Stuxnet contra la planta nuclear de Natanz, paralizándola. El Partido Demócrata no condenó aquellos actos, ni tampoco cuando Israel bombardeó las instalaciones nucleares de Irak en 1980 y las de Siria en 2007. En los tres casos, el objetivo fue contener el avance de dichos países en términos tecnológicos, no derrocar a sus regímenes (sino hubieran atacado la residencia de sus presidentes). El objetivo del binomio Estados Unidos-Israel es Irán, no la teocracia islámica que lo gobierna.
La primera consecuencia del asesinato de Mohsen Fajrizadé ha sido acabar con el clima positivo que la victoria de Biden había creado en Irán; la segunda, inyectar sangre nueva en las venas del sector belicista de la República Islámica en perjuicio de los ciudadanos, que sufrirán aún más la militarización de la sociedad y una dictadura más severa.
La reacción de Irán
Todo aprendiz de parvulario del activismo clandestino sabe que si un miembro del grupo ha sido reconocido por el enemigo debe ser apartado inmediatamente. Sin embargo, a pesar de que el nombre de Fajrizadé (un desconocido para el común de los iraníes) fue relacionado por Netanyahu con el programa nuclear iraní en abril de 2018, y una segunda vez por el Departamento de Estado de Estados Unidos en un informe en junio pasado, él seguía en su puesto, e incluso tenía las mismas «rutinas». La República Islámica de Irán ya ha advertido a los autores de que serán duramente castigados. ¿En serio? Pero si no se trata de unos «lobos solitarios», sino de una red de espionaje israelí dentro de los centros neurálgicos militares del estado iraní.
Es imposible realizar tantos atentados y de forma tan sistemática sin tener una sólida infraestructura de seguridad en el terreno. Y no alguien con facciones parecidas a Netanyahu o Golda Meir: los agentes del Mossad en Irán son iraníes y chiitas, personas asentadas en los lugares claves de un sistema en el que pueden acceder solo y exclusivamente los fieles del régimen, y aun llevando recomendaciones de altas esferas deben pasar por una docena de barreras de seguridad y control político.
La única motivación de tales personas para colaborar con un servicio enemigo es el dinero. Esta semana, la prensa iraní anunció la detención de Kiumars Azari, ex director del servicio de Inteligencia de la provincia de Mazandaran, por el contrabando de dos toneladas de oro. Este caso es sin duda la punta de iceberg en un país donde no existe ningún control popular y democrático sobre el poder y sobre la caja de uno de los países más ricos del planeta. El poder absoluto corrompe absolutamente. En junio pasado, alguien lanzó al vacío desde la ventana de un hotel en Bucarest, Rumania, al clérigo Gholamreza Mansouri huido del país con varios millones de dólares. Un escenario donde Luis García-Berlanga y Francis Ford Coppola hubieran disfrutado mogollón.
Ahora, Irán está en una callejón sin salida: una represalia militar seria (que no pantomima, como el ataque a la base desalojada de Estados Unidos en Irak en febrero pasado) significa ir a la guerra, mientras que dejarlo pasar -como se hizo con el asesinato de los cuatro científicos nucleares-, animaría a Tel Aviv a seguir cometiendo atentados dentro del propio Irán. Pero, Teherán ya ha empezado con venganzas no militares: salir del Protocolo Adicional del TNP, que permite al Organismo Internacional de la Energía Atómica realizar inspecciones sin aviso previo, reducir su colaboración con la Agencia de Energía Atómica, y volver a enriquecer el uranio por encima del 20%.
Para salvar la cara, las autoridades llevarán ante las cámaras de televisión a algún detenido para que confiese el magnicidio, como ya es habitual desde hace cuarenta años: a miles de presos políticos les obligaron a realizar falsas confesiones, que después utilizaban para justificar las ejecuciones sin juicios.
La República Islámica sufre ahora el síndrome del pastor mentiroso: de tanto acusar a escritoras, feministas, sindicalistas o activistas de los derechos de las minorías religiosas y étnicas de pertenecer a la CIA o el Mossad (para así deshonrarlos y además aplicarles la pena de muerte) y de tanto mentir, ahora que dice la verdad y se trata de una operación de la inteligencia israelí, pocos le creen. Las redes sociales iraníes se han llenado de la frase de «kare jodeshuné» («lo han hecho ellos mismos»), en alusión a que se trataría más de otro ajuste de cuentas y lucha por el poder en el seno de la propia República Islámica que de una agresión exterior.
Según el ministro de Asuntos Exteriores, Javad Zarif, algunos «amigos» (en referencia a los altos cargos del régimen) no quieren que sea el Gobierno del presidente Rohani quien empiece las negociaciones con el Gobierno de Biden; es más, intentan sabotearlas hasta que el próximo presidente iraní, que será designado en junio de 2021 (muy probablemente un militar islamista), ponga su firma a un posible acuerdo, llevándose los méritos. Es absurdo: la República Islámica debe tener una relación normal con Estados Unidos, como el resto de los países del mundo.
SAVAK sigue allí
Cuando la revolución iraní de 1978 fue abortada por el G-4, el general Hosein Fardust (1917-1987), director del SAVAK el temible servicio de inteligencia del Sha, acudió a Jomeini para ofrecerle su experiencia en la lucha anticomunista, impidiendo la disolución de la sucursal de la CIA en Irán.Jomeini aceptó: en 1983, y en colaboración con los espías del MI6 británico en la embajada de la Unión Soviética en Teherán, la República Islámica asaltó al Partido Comunista de Tudeh, deteniendo a su comité central y otros 10.000 militantes. Hicieron lo mismo con todos los partidos, organizaciones progresistas y rivales.
En principio, ni Estados Unidos ni Irán están en condiciones de entrar en una guerra. A los problemas económicos, políticos y sociales que ya arrestaban el año pasado se ha sumado el impacto mortal y descomunal de la covid-19 en ambos países. Sin embargo, el hecho de que la guerra, además de un negocio redondo, sea también una forma de exportar la crisis interna, ha hecho que los halcones de las dos partes mantengan esta alternativa viva sobre la mesa. Pasa lo mismo con Israel, que se enfrenta a otras posibles elecciones parlamentarias en 2021. No hay que olvidar que Irán tiene la capacidad de lanzar una lluvia de misiles sobre Israel desde el Líbano.
Estados Unidos no está dejando ningún margen de maniobra para una rendición digna de la República Islámica: una guerra sería catastrófica para Irán y toda la región, mientras se desvanecen las infundadas esperanzas de Irán por la victoria de Biden.
La lógica del estado natural de guerra entre países rivales con economía de mercado de Thomas Hobbes se une a la lucha de clases de Karl Marx para producir una situación de extrema sensibilidad en Irán, que se prepara para el peor de los escenarios, ante la ausencia total de un movimiento por la paz.
Fuente: https://blogs.publico.es/puntoyseguido/6822/el-asesinato-de-fajrizade-si-que-beneficia-a-joe-biden/
https://rebelion.org/el-asesinato-de-fajrizade-si-que-beneficia-a-joe-biden/