Yo estoy consciente que de la misma manera que hay quienes comparten mis enfoques editoriales sobre lo que yo creo pasa en la patria, también sé que hay otros que los detestan.
Sería atorrante de mi parte creer que soy monedita de oro, pero sería deshonesto también callar lo que pienso solo porque hay individuos que se revuelcan de cólera defendiendo lo que para mí son causas perdidas, pero ese es su derecho y lo respeto sin que signifique abstenerme de ventilar mis posiciones.
Por eso quiero hablar de la honestidad con sentido de patria y decir que por la falta de ella los nicaragüenses nos enredamos y tensamos innecesariamente la atmósfera que de un mismo país nos permite respirar a todos.
La honestidad es un valor indispensable para que las relaciones humanas se desenvuelvan en un ambiente de confianza y armonía, pues garantiza el respaldo, la seguridad y la credibilidad en las personas para construir la nación.
La honestidad patriótica es una forma de vivir congruente entre lo que se piensa y la conducta que asumimos hacia el prójimo qué junto a la justicia, exige en dar a cada quién lo que le es debido. Para ser honestos debemos conocernos a nosotros mismos.
No es posible predicar sobre ese tema si no somos el testimonio que otros desean ver en nosotros cuando lo abordamos y hay quienes desde la dimensión del ejercicio político pierden de vista que no es solo lo que digamos, sino que también hay quienes nos observan y conocen, sobre todo en un país tan pequeño como el nuestro en el que todos sabemos quién es quién, y al que todos soñamos grande.
Ser honestos es cumplir promesas.
Tristemente en nuestra patria azul y blanco hay quienes ante un reclamo del peso específico de la verdad o de la palabra te responden “y es que además de que te prometo quieres que te cumpla”.
La persona honesta debe cumplir sus promesas porque cuando las asume juega con ilusiones prestadas que al no ser cumplidas originan desilusiones que independientemente del tamaño, a quien en realidad reducen es al que las ofreció.
Solo imaginen un niño esperando ansioso el retorno del padre porque este dijo llevar el caramelo, el sorbete, el regalo y no lo hizo o estar temprano en la casa para salir a algún lado y no llegó. Imaginen al padre o a la madre triste porque el hijo que había prometido no volver a las drogas recayó.
Imagínate al político que abrazándose a la teoría de que el fin justifica los medios ofrece lo inimaginable y después de haber obtenido lo que quería no solo no cumplió, sino que se olvidó de las personas que usó para alcanzar el poder o su cuota de poder.
A veces la mejor forma de cumplir con la palabra empeñada es no darla jamás. Te sale más barato ser franco y sincero y decir que por ahora no tienes o de tal vez más adelante o que harás el esfuerzo de satisfacer las esperanzas ajenas en el primer momento que se pueda, pero nunca alentar ilusiones solo para matarlas más adelante porque de la palabra empezaña y no cumplida genera derrumbes.
Ser honestos es jugar limpio.
La vida es un juego permanente. Nos manejamos entre riesgos y posibilidades que nos conducen al éxito o al fracaso. Cuando alguien miente, roba, engaña o hace trampa, su espíritu entra en conflicto, la paz interior desaparece y esto es algo que los demás perciben porque no es fácil de ocultar.
Las personas deshonestas se pueden reconocer fácilmente porque engañan a los otros para conseguir de manera abusiva un beneficio. Es muy probable que alguien logre engañar la primera, la segunda y la tercera vez, pero no siempre y al ser descubierto será evitado por sus semejantes o tratado con precaución y desconfianza.
Hay que ser genuinos, auténticos y objetivos para no ser instrumentos de los que en vez de convencer imponen. Hay que tomar la honestidad en serio, estar conscientes de cómo nos afecta cualquier falta de honestidad por pequeña que sea.
Hay que reconocer que es una condición fundamental para las relaciones humanas, para la amistad y la auténtica vida comunitaria.
Ser deshonesto es ser falso, injusto, impostado, ficticio. Ser deshonesto es lanzarse contra la patria y en la práctica atentar contra ella y decir en la más extrema de las mentiras que lo que hacen es por su libertad.
Hay quienes me critican porque siendo liberal soy parte de una alianza con el Frente Sandinista desde el Movimiento Liberal Constitucionalista Independiente y por más que les explico lo mucho que este partido ha hecho por el país, llevando el progreso por todos los rincones de la nación, que es lo que un verdadero liberal debe promover y hacer, lo que mis ex correligionarios quieren oír es una línea de ataque de mi parte solo porque sí, porque creen que desde un planteamiento visceral se puede vencer un proyecto social como el que trataron de derrocar recientemente a través de un plan que fallo porque les faltó un elemento vital, un pueblo que lo permitiera y que no se hizo eco del anti patria que el terrorismo lleva por dentro.
A mí me resultaría deshonesto decir que el oposicionismo aquí es un piso y techo de virtudes donde se concentra la crema y nata de los mejores propósitos de Nicaragua y créanme desearía que así fuera porque entonces esta patria, que la gran mayoría queremos grande y próspera, no sufriría el vilipendio al que la someten bárbaros que después de todo los daños causados siguen levantando la mano contra ella.
No puedo vender ante la opinión pública que estos anti nicaragüenses tengan una propuesta coherente y atractiva que genere emociones o esperanzas, por el contrario hoy son el sinónimo de la muerte y del dolor; No puedo decir que entre los enemigos del actual gobierno haya un líder que capitalice las energías negativas que dicen existen, es más lo más cercano que podría decir al respecto es que ni todos juntos hacen un remedo de líder porque todos son rostros viejos machacados por el tiempo que insisten en hablarnos de cosas nuevas que no conocen y que no tienen como dar.
Los desadaptados deberían reflexionar sobre el daño que le siguen haciendo a nuestro país. La actitud en cada uno de ellos es lo más anti nacionalista que nuestra historia hasta hoy ha conocido.
A cambio de cuatro monedas regalan a la patria y la sirven a sus enemigos para que estos los coloquen en el poder un sueño depredador que no quieren realizarlo a través de esas elecciones de las que una y otra vez han salido apabullantemente vencidos o de las que antes de realizarse han salido en desbandada llamando a la abstención solo porque no tienen cómo ganarlas.
Esos políticos deshonestos buscan pretextos hasta por debajo de las piedras y a la hora llegada lo que hacen es llamar a no votar y cuando la gente les hace caso y no votan por ellos entonces el señalado es nuestro sistema electoral, tesis que pueden comprar algunos, pero no a la inmensa mayoría que sabe quién es quién en un país que como el nuestro nos conocemos perfectamente bien.
Si el oposicionismo fuese más honesto debería reconocer que su más grande problema es la falta de honestidad que les caracteriza y no es que ese hándicap en ellos me perturbe, al final es un perno que solo ellos tienen, sino que me sirve para poner en alto relieve lo que escucho en esa llamada sociedad civil que juega a la politiquería cuando se lanza a muerte contra los partidos políticos que son sus aliados en los diferentes archipiélagos que un día están aquí y después allá, que un día se llaman de una manera y mañana de otra, que hoy amanece con alguien que viene de otra sigla y por la noche se da cuenta que el mismo sujeto se le fue a otra a decir como siempre lo hacen que ahora sí encontraron la ruta perfecta para para repetir que son los salvadores y libertadores.
El deshonesto es alguien que termina apestando y al que la gente por las mismas razones se le corre y cuando el fracaso del oposicionismo lo vemos pintado por todos lados entendemos que esos grupúsculos que vemos cada vez más dispersos no tienen nada que hacer en tanto continúen sosteniendo a la mentira como bandera de su propio fracaso.
Por: Moisés Absalón Pastora.