El fanatismo es el apasionamiento de una persona que defiende con tenacidad extrema, absurda y desmedida sus creencias u opiniones.
Un fanático también es aquel que se entusiasma ciegamente por algo, aunque una cosa sea creer y tener fe por lo que uno piensa y otra ser un fundamentalista porque algo así nos puede conducir a la muerte o a la cárcel sobre todo cuando eso conduce a validar que el fin justifica los medios y eso no puede seguir siendo parte de nuestro radar porque si repasamos nuestra historia nos vamos a dar cuenta que muchos de nuestros errores tienen por raíz el fanatismo.
Para citar un ejemplo visible de lo que quiero decir llama a risa, que siendo nuestro deporte rey en Nicaragua el béisbol solo nos prendamos a él, con más intensidad, cuando llegamos a las finales como en el contexto actual que tenemos el inicio de la serie de siete juegos, Boer-Dantos que definirá quien será el campeón de este 2020.
A mí me gustaría qué por amor a nuestra tradición, a lo que nos gusta y lo que practicamos que tuviéramos con nuestro deporte rey el mismo interés que mostramos con la liga española donde Madridistas y Barcelonistas pinoleros siguen fielmente los clásicos y están atentos a cada noticia que surja de esos dos equipos.
Ese interés por esos dos grandes y espectaculares equipos, seguramente los mejores del mundo en el futbol, que pertenecen a una liga que está al otro lado del planeta es tal, que va de la simple simpatía al fanatismo delirante porque en las redes sociales los Barcelonistas con los Madridistas se tiran a matar como si Lucas Modric, que asumió el liderato que tenía CR7 o Leonel Messi del Barcelona, sepan que en Nicaragua tienen fans que están a punto de matarse por ellos porque aquí hemos visto escenas horrendas como la de un muchacho que fue masacrado a patadas y abandonado casi muerto sobre el pavimento en la zona rosa de managua hace unos años porque defender la camiseta de su equipo allá en España y los que miramos aquello que fue tan dantesco hasta llegamos a creer que moriría porque las patadas iban a su cabeza.
Imagínense ustedes si allá en España los fanáticos del futbol se pelearan entre sí porque el Boer, que es el mejor equipo de Nicaragua, le gane a los Dantos que seguramente quedaran como sub campeones de la liga German Pomares Ordoñez en su versión pandémica en este 2020.
No hay nada que imaginar sobre esta desproporcionada comparación porque eso no está en el radar de la lógica, aunque sí quisiera que nuestro deporte fuera más delirante pero tampoco como para que llegue a que nuestras dos barras capitalinas se maten por algo que más bien debe acercarnos porque se trata de entretenernos no de fanatizarnos, menos de insultarnos o de ofendernos porque a veces con el cuento de la jocosidad llegamos a las palabras altisonantes y eso me parece ridículo.
El fanatismo es peligroso porque marca distancias.
Todo lo que se infecta de fanatismo se corrompe porque extrema la visión que se tiene de algo y pasa en las religiones y por supuesto en la política donde por hechos recientes Nicaragua, nuestro país, hoy está pagando injustamente las consecuencias reprobables del fanatismo fundamentalista que como el pasado viernes le pegó fuego a la imagen de la Sangre de Cristo que venera el catolicismo que lógicamente está y se siente ofendido.
Lo peor del fanatismo es creer que los principios y los valores son estáticos que cuando los modificamos para adaptarnos a las corrientes y conceptos de los nuevos tiempos dejamos de ser lo que somos y nos convertimos en algo totalmente diferente a la imagen que de alguien se tenía por su actuar o pensar en otros tiempos.
Un viejo político conservador que llegó a ser diputado por los liberales del PLC, que repitió para un segundo periodo y terminó después hablando oprobios de Arnoldo Alemán porque no salió en el 2007, clásico de esos que siempre quieren estar arriba y no les gusta perder o dejar de figurar me reclamaba en un comentario en Facebook que porqué ahora soy enemigo de Estados Unidos y a qué se debía mi cambio.
Viniendo de un conservador, caracterizados estos por ser sirvientes nacionales de Estados Unidos, de imponer con gritos y no son razones no me extrañó leer su reclamo, pero lo que en realidad me cuestionaba es que ahora soy crítico de amigos que antes tenía porque lo que hoy asumo, como lo asumí ayer y como asumiré mañana que soy enemigo de la violencia y del odio que pretenda destruir Nicaragua venga de donde venga.
Este conservador está incómodo porque hoy soy parte de la Alianza Unida Nicaragua Triunfa encabezada por el FSLN que tiene por líder a Daniel Ortega al que ayer combatí, no como adversario sino como enemigo. Este fanático anclado en el pasado del que hablo, quisiera hablarle del alto valor que tiene la reconciliación, pero perdería mi tiempo, así que fundamentaré y razonaré que no he cambiado, que sigo siendo el mismo y que por el contrario el que ha cambiado es él, pues ahora apuesta por una fatalidad que tiene realmente mal a nuestro país, la nación que nunca le interesó, porque de lo único que siempre fue de su interés fue el poder, fueron los denarios que hasta que dejó de ser diputado, perdió el poder y descendió a la llanura recibió.
Desde 1974 que supe de luchas armadas haciéndolo contra Somoza y después de la revolución desde 1982 desde ARDE y la Resistencia Nicaragüense en los ochentas y siempre dispuse mi vida en beneficio de la libertad de Nicaragua, de su pueblo y la mía y lo sigo haciendo con la satisfacción de que hasta el 18 de abril pasado había logrado plenamente mi ideal y por el cual sigo luchando hoy porque la libertad de Nicaragua está siendo amenazada por el fascismo extra, mega, giga, tera radicalismo del caos.
Yo no he cambiado y por eso estoy con los que desde el 2007 se propusieron perfeccionar la democracia, no solo manteniendo la democracia política que tiene que ver con el pluralismo político expresado a través de los diferentes partidos, con la libertad de expresión, con la libertad de movilización y organización y con el respeto a los derechos humanos, sino que además sumaron, como un altísimo valor agregado la democracia social por la cual hoy el ciudadano es sujeto de la distribución de aquella riqueza que antes se quedaba exclusivamente en los bolsillos de algunos políticos que eran incapaces de ayudar a la gente pobre que tantas necesidades tenía.
En consecuencia, yo no he cambiado, pero sí lo aquellos que creen que la democracia es apoyar el terrorismo, creen que es recibir el dinero maldito del imperio a cambio a levantarle la mano al país y condenar a la miseria a los que ya venían saliendo de la extrema pobreza.
Lo peor es que han llegado a creer, desde su fundamentalismo fanático que su preferencia por el odio, la mentira, la tortura, el crimen y la destrucción económica que causaron al país son temas que tienen que ver con la libertad y que los que no creemos en eso somos sapos y vendidos y lo dice el fanático porque no es capaz de argumentar racionalmente, sino que habla con el lenguaje cirrótico del hígado.
El fanatismo supone una adhesión incondicional a una causa. La mencionada ceguera que produce el apasionamiento lleva a que el fanático se comporte de manera violenta e irracional. El fanático está convencido de que su idea es la mejor y la única válida, por lo que menosprecia las opiniones de los demás.
De esta manera el fanático sustenta su identidad por el deseo de imponer sus propias ideas, por despreciar a quienes somos diferentes, por basarse en una serie de locuras que según ellos son incuestionables, por tener una visión cuadrada de las cosas porque para esos todo es blanco o negro, y finalmente por carecer por competo de todo espíritu crítico.
Dentro de los diversos tipos de fanatismo existentes hay que subrayar que el religioso es el que más daño ha ocasionado a lo largo de la historia de la humanidad pues el mismo ha dado lugar a un sinfín de guerras, de holocaustos e incluso de actos terroristas y asesinatos como los que recientemente vivimos en Nicaragua y contra los que blasfemos de la fe se lanzan para que la ignorancia crea que el gobierno la tiene contra políticos activos que hacen de obispos y sacerdotes.
Lo más grave del fanatismo, sobre todo aquel que se frustra porque las cosas no salieron como quería, porque se sabe descubiertos en su estafa contra el imperio que les financió, es cuando comienza a hablar y hacer locuritas, como la del paro de consumo, las pico rojo, los tacones altos, las chimbombas en las calles, el asalto a los centros comerciales, los auto secuestros, las persecuciones fantasmas y otras locuras más que los hace descender al estercolero de la historia.
Tomemos distancia del fanatismo porque asesina la realidad que vivimos para negar las cosas buenas que tenemos y las otras que teníamos antes del 18 de abril y que debemos estamos recuperando con una actitud más cívica y más ciudadana.
Por: Moisés Absalón Pastora.
