La verdad está a la vista de todos: la pandemia demuestra que ningún dios compasivo puede existir
El vicepresidente Mike Pence, un renombrado fundamentalista nacido de nuevo, sube al podio como líder del grupo de trabajo estadounidense sobre la crisis del Coronavirus. Los periodistas deberían preguntarle:
¿Por qué Dios envió la pandemia para matar quizás a millones de personas?
Si Pence responde que la naturaleza por sí sola produjo el virus, las preguntas siguientes deberían ser:
¿Por qué Dios no evitó la tragedia? ¿Es impotente para detenerla? ¿O simplemente no le importa si multitudes mueren en la miseria?
La extraña pandemia que se ha apoderado del mundo plantea el antiguo dilema filosófico llamado “el problema del mal”, que plantea la interrogante del por qué un dios supuestamente amoroso no hace nada para detener horrores como las enfermedades, tsunamis, terremotos, huracanes y similares.
Si hay un padre-creador todo misericordioso, ¿por qué creó el cáncer de mama, la leucemia infantil, la parálisis cerebral, los desastres naturales y animales depredadores que destrozan a los pacíficos animales que pastan?
Desde tiempos de la antigua Grecia, los sacerdotes y teólogos han estado desconcertados, incapaces de responder a este enigma. De hecho, todo un campo de argumentación llamado teodicea surgió en un intento inútil por resolverlo.
Creo que la teodicea debería llamarse "la idiotez" porque solo hay una explicación posible, que es obvia para las personas inteligentes y de mentalidad científica: el dios amoroso proclamado por las iglesias no puede existir. La lógica no excluye a un dios cruel, pero excluye a uno misericordioso.
La controversia en torno al tema se agita, con los creyentes elusivos y reticentes. El columnista católico Ross Douthat del The New York Times escribió:
"Una pandemia agudiza las constantes cuestiones sobre la teodicea, los debates sobre si es razonable creer en un Dios bueno y amoroso en un mundo tan plagado de miseria".
De manera absurda, Douthat sostiene: "El sufrimiento sin sentido es la meta del diablo, y darle sentido al sufrimiento es la obra salvadora de Dios".
Él evita la cuestión obvia: ¿Es Dios demasiado débil para detener la obra del diablo? La respuesta de Douthat es ridícula.
De manera similar, en la revista Time, el teólogo anglicano N.T. Wright esquivó la pregunta y dijo que, en lugar de buscar explicaciones, la gente debería "recuperar la tradición bíblica del lamento". Lo que podría interpretarse como: no pregunte por qué Dios está matando a multitudes, simplemente hay que lamentarse por ello.
Jim Daly, presidente del nacido de nuevo Focus on the Family, escribió un comentario cursi en Fox News que no ofrecía respuesta, pero decía:
"Dios está obrando a través de la respuesta del gobierno a esta crisis, brindando al presidente Trump y al vicepresidente Mike Pence, y al Grupo de Trabajo sobre el Coronavirus, sabiduría y orientación mientras traman y planifican su ataque contra este patógeno letal".
Insinuar que Trump y Pence están en el equipo de Dios para proteger a la humanidad es algo que es característico de la derecha religiosa carente de sentido.
La verdad está a la vista de todos: la pandemia demuestra que ningún dios compasivo puede existir.
Fin de la discusión. La idiotez de la teodicea no puede hacer nada para refutar está clara conclusión lógica.
Publicado por La Cuna del Sol
Teodicea
La teodicea (del griego θεός -dios- + δίκη -justicia-) es una rama de la filosofía cuyo objetivo es la demostración racional de la existencia de Dios mediante razonamientos, así como la descripción análoga de su naturaleza y atributos. Etimológicamente hablando, Teodicea es "justificación de Dios", y por tanto se enmarca en el ámbito más amplio de la Teología natural, aunque a menudo estos dos términos se toman como sinónimos.
El término teodicea fue creado en el s. XVIII por Leibniz como título de una de sus obras: «Ensayo de Teodicea. Acerca de la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal», si bien Leibniz se refería con Teodicea a cualquier investigación cuyo fin fuera explicar la existencia del mal y justificar la bondad de Dios.1 Leibniz, con este ensayo, no justifica la existencia de un Dios filosófico aconfesional, sino del Dios de los cristianos, con su visión del hombre, del mal y del mundo.