Mientras aquel 30 de abril del 2018 trataba de averiguar quién era ese viejito canoso que nos saludaba desde la tarima de la “Plaza de las Victorias” flanqueado por los Comandantes Edén y Daniel, no pude evitar rememorar un viejo anécdota de mi vida y sus consecuentes reflexiones.
“¡Good morning!” Su extremadamente ronca, pero fuerte voz hacía que toda la clase de estudiantes normalistas del primer año, nos levantáramos de nuestros pupitres, como impulsados por un potente mecanismo de muelle.
Era nuestro maestro de inglés, de recio carácter y aún muy fornido para su avanzada edad, combatió en la Guerra de Corea en el ejército gringo, donde perdió un dedo. Era la primera vez que yo conocía a un participante real de una gran guerra, aunque en mi familia decían que un hermano de mi papa fue soldado de su Majestad Jorge VI en la II GM, pero terminada la matancina, nadie más lo volvió a ver. En ambos casos y por separado, aseguraban que ambos fueron a pelear por la Libertad.
En esos mismos años de estudiante, un compañero de clases, mientras resolvíamos la tarea de matemáticas en el pizarrón de su casa en el vecino pueblo de Santa Teresa, sin ocultar su orgullo me presentó a un hombre bastante enfermo sentado en una silla de ruedas: “Este es mi tío. Mató muchos chinos en Vietnam, luchando por la Libertad”.
Tiempo después en Managua, conocería a un anciano celador de un pequeño taller que entrecerrando los ojos como evocando el gran suceso de su vida, me contó sobre su lucha por la Libertad. Había sido parte de un contingente de la GN somocista, que en 1965 junto a tropas lideradas por los marines gringos, invadieron República Dominica y derrocaron al gobierno democráticamente electo de Juan Bosch.
Por respeto, no voy a criticar la opción personal de estos hombres de combatir en las filas de Ejércitos imperialistas o cipayos, pues para muchos, el concepto de Libertad, como todo en esta vida de absurdos, es "discutible y relativo",
Para los militantes de Izquierda y la mayoría de las personas y pueblos que hemos sufrido la injusticia del Poder, los que hemos soportado y luchado contra intervenciones, agresiones, amenazas, a los que se nos ha querido imponer o se nos ha impuesto gobiernos, formas extrañas de pensamiento, actuación, filiaciones, necesidades artificiales, con el objetivo de robar nuestras riquezas naturales, alinearnos y alienarnos con su modo de vida, su “filosofía” y “cultura”, para imponernos su visión del desarrollo social y político, corrompernos con su ideología individualista, elitista, sectaria y racista, para hacernos compradores, zombis del consumismo y para convertirnos en enemigos de nuestra propia raza y de nuestra propia clase social; para todos nosotros solo existe un concepto, una forma filosófica y funcional de Libertad y por consiguiente, una sola forma de comprender la lucha social y saber, inequívocamente, de qué lado debemos de combatir.
Hito brillante en la lucha contra el Poder y la injusticia fueron los levantamientos de esclavos contra sus amos, empezando, históricamente, con la rebelión de Espartaco y seguida por miles de rebeliones de negros e indígenas en todo el mundo (tan famosas como los levamientos de esclavos en Estados Unidos, el Caribe y toda América Latina) y en todas las épocas. Verdaderas rebeliones de pueblos enteros, como la de Túpac Amaru II o los levantamientos de clanes en las Islas británicas. Estas heróicas luchas siempre contaron con la participación de combatientes ajenos a esos grupos sociales, hombres de otros pueblos y razas que se aprestaron al combate por convicción en la existencia de la verdad y la justicia, hombres que no buscaban prebendas o pago por su lealtad, que a diferencia de los mercenarios y “soldados de fortuna” (que siempre los ha habido) ofrendaban su vida por la Libertad. La Libertad de los pueblos.
Los voluntarios extranjeros que combatieron junto a Pancho Villa o cabalgaron al lado del Libertador Simón Bolívar, los legionarios republicanos de tantos países que combatieron contra Francisco Franco en España, los soldados y oficiales no-soviéticos que participaron y murieron en la Gran Guerra Patria contra el Fascismo, los guerrilleros foráneos que participaron de la lucha del movimiento de liberación palestino, que combatieron, codo a codo, con los revolucionarios cubanos en la Sierra Maestra, el Escambray y luego en Playa Girón, los miles de internacionalistas cubanos que abonaron con su sangre la liberación de muchos pueblos africanos…Esos fueron hombres que lucharon por la Libertad.
El Che Guevara, todos lo sabemos, es el paradigma del luchador internacionalista, del combatiente de las causas justas, en cualquier lugar y bajo cualquier circunstancia.
El Che interpretó como nadie los preceptos de los grandes teóricos del Marxismo que, por ejemplo, el Capitalismo es un Sistema mundial y como tal la lucha debe de ser mundial y de todos los revolucionarios, ayudándose unos a otros, obviando barreras de cualquier tipo.
Con su propio ejemplo el Comandante Guevara nos enseñó que “La práctica del internacionalismo proletario no sólo es un deber para los pueblos que luchan por un futuro mejor, también es una necesidad ineludible”.
El hombre que abandonó las comodidades de una vida prometedora dentro del ideal capitalista y se entregó a una lucha que lo llevó a Guatemala, Cuba, El Congo y finalmente a la selva boliviana donde trató de demostrar que es posible “… que se desarrolle un verdadero internacionalismo proletario; con ejércitos proletarios internacionales, donde la bandera bajo la que se luche sea la causa sagrada de la redención de la humanidad".
La lucha de Sandino contó con muchos hombres que sin ser nicaragüenses sintieron los sufrimientos y anhelos de este pueblo como propios. Llegaron a las montañas segovianas y participaron de la lucha guerrillera contra el yanqui intervencionista.
Solo cuatro de ellos eran comunistas y conocían el internacionalismo proletario, pero todos se entregaron con lealtad y amor a la causa. La lucha por la Libertad.
“Nos separamos colmados de tristeza y en la mayor armonía, como dos hermanos que se quieren pero no pueden comprenderse” dijo Sandino de la prematura despedida de su amigo y secretario de campaña, el guerrillero salvadoreño Farabundo Martí.
Farabundo moriría luchando en su país poco tiempo después, pero inspiraría, al igual que el Che, a muchos latinoamericanos a seguir combatiendo por la libertad de Nicaragua luego del asesinato del General de Hombres Libres.
De mediados de los años treinta a principios de los sesentas del siglo pasado, muchos líderes, militares y ciudadanos de diferentes ideologías, todos férreos y consecuentes anti somocistas, intentaron derrocar a la Dictadura dinástica a través de movimientos armados ( actuando dentro o desde fuera del territorio nacional), golpes de mano, sublevaciones militares, etc.
Prueba que demostraba que el pueblo nicaragüense no descansaría hasta tumbar del poder al régimen asesino.
En varios de estos movimientos participaron revolucionarios de otros países, como es el caso de varios jóvenes cubanos en el Chaparral, acción que aunque termino en fracaso militar, sirvió para que Carlos Fonseca y otros futuros líderes de la Revolución sandinista, corrigieran graves y reiterados errores tácticos y organizativos y pocos años después, fundaran el FSLN.
Al igual que Farabundo, un par de décadas atrás e inspirado en el internacionalismo proletario del Comandante Che Guevara, un joven comunista sinaloense, recorrió en clandestinidad dos mil quinientos kilómetros desde su México lindo y querido y se internó en una lucha revolucionaria que tardaría un par de décadas en triunfar.
Consciente de que, como escribió el Che, “Cada gota de sangre derramada en un territorio bajo cuya bandera no se ha nacido, es experiencia que recoge quien sobrevive para aplicarla luego en la lucha por la liberación de su lugar de origen”, se convirtió en guerrillero, llegando a ser una leyenda de un movimiento que aunque él no fue precursor, si ayudó a fundar, consolidar y triunfar.
Victor Manuel Tirado Lopez, Hombre humilde, de poco hablar, profundas convicciones marxistas aterrizadas en la realidad latinoamericana y enraizada en las épicas batallas de la lucha obrera, campesina y guerrillera de México y Centroamérica. Recibe su bautizo de fuego en las selvas de Raiti y Bocay, al lado de verdaderos gigantes de la lucha sandinista.
Dicen sus antiguos compañeros de la guerrilla y la Insurrección, que su don táctico, su trato afable, su celo por el bienestar de sus compañeros, su disciplina, valentía y audacia guerrillera y a la vez su precaución y sigilo, lo hicieron un líder, un constructor de cuadros, ideólogo, un jefe, estudioso y experimentado que ha sido infalible en el combate, pero que nunca olvidó la humildad. Así entiendo yo a los luchadores por la Libertad.
La pérdida electoral del noventa trajo mucha confusión y también traición a las filas sandinistas. Incluso a su más alto nivel e increíblemente, también entre su dirigencia histórica.
Fue doloroso para la militancia de base (imagínense para los altos cuadros y dirigentes que se mantuvieron firmes junto al Partido) ver como este mítico jefe guerrillero sucumbió a los cantos de sirenas.
Cmdts. Victor Tirado, Humberto Ortega y Daniel Ortega |
Fue la primera vez desde que piso los fangales del Patuca, de aquellas largas noches de discusiones constructivas y estudio revolucionario en las cárceles del somocismo junto a su gran amigo y compañero de lucha, el comandante Carlos Fonseca y la difícil década de gobierno revolucionario enfrentando, junto a la Dirección Nacional, las decisiones de la guerra y la escasez, que este hombre íntegro y revolucionario se alejó de las posiciones sandinistas, asumiendo ( sólo el y su conciencia sabrán el porqué) un estado de auto-negación, de contradicción con valores y compromisos siempre defendidos por él mismo.
Está claro que no fue por dinero, ni por ambiciones de poder, pues se hundió en un profundo ostracismo del que emergía de vez en cuando para mostrarnos en esporádicos artículos periodísticos (o entrevistas sesgadas de la Derecha y su aliado, el MRS) que aún no comprendía la nueva realidad a la que se enfrentaba el FSLN y la indeclinable solidez y principios de su militancia alrededor de su dirigencia.
El FSLN es una organización política única en el mundo. Su origen guerrillero de disciplina férrea donde una deserción significaba la muerte y donde se tenía claro que “un enemigo bueno es el que está muerto”, gracias a que fue construido para marcar diferencias en su lucha por instaurar una sociedad más justa y donde la Paz fuera la sólida base de la nueva patria de todos, desde el triunfo revolucionario se ha caracterizado por el perdón, la reconciliación y la inclusión.
Así que ese 30 de abril del año ante-pasado, sombrío y a la vez luminoso, cuando nuestra patria y nuestro Partido necesitaban de todos sus mejores hombres para enfrentar el intento de golpe de Estado, ahí en la tarima (fundiéndose en un fraterno abrazo con el Comandante Daniel) estaba ese señor de pelo blanco, que al final todos los que estábamos en la plaza reconocimos:
El mismísimo Comandante Víctor Tirado, del cual el Comandante Carlos escribió en su proclama “Desde la cárcel yo acuso a la Dictadura”(donde trazó la arquitectura básica del FSLN): “Si el imperialismo yanqui tiene ante el gobierno una misión militar que encabeza el coronel Murray, también los pueblos de América Latina tienen una misión revolucionaria que encabeza el compañero Tirado”.
Ese dia y con ese abrazo de hermanos junto con el Comandante Edén Pastora, el Comandante Ortega, parecia decirle sin siquiera mover los labios: " No nos separamos como lo hicieron Sandino y Farabundo, pero nos reencotramos con igual o mas cariño".
No tuvimos tiempo de decirlo antes o en esa condición de urgencias para el Sandinismo acosado, pero se lo decimos ahora y siempre:
¡Bienvenido Comandante Victor Manuel Tirado Lopez, verdadero combatiente por la Libertad y la Paz!