Palestina: Un grito en la oscuridad: Hind Rajab, “Por favor, ven, ven y llévame”

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Nicaragua: EL PACIFICADOR HA MUERTO


"La Paz no se consigue con las armas" 

M. O. y B.

Confieso que el hoy difunto Cardenal Miguel Obando y Bravo, desde que brindó su apoyo más que espiritual a la "contra" en los años ochenta y luego, calculadamente, creó el célebre “vivorazo” que ayudó a la victoria electoral de la derecha sobre el FSLN en el pasado reciente, no era “santo de mi devoción”. 

Sin embargo, reconozco que este chontaleño ganó a pulso su lugar en la historia de nuestro siempre convulso país.

Protagonista, por necesidad coyuntural, en dos golpes maestros de la guerrilla sandinista contra la dictadura militar somocista, durante los cuales arriesgando la suya, salvó la vida con su serena y valiente mediación a combatientes , rehenes y a los mismos soldados de la GN, en diciembre de 1974 y agosto de 1978. 

Su talento negociador, su olfato político y una gran dosis de filantropía social fueron muy importantes en ese tramo trágico y glorioso de la historia patria, pero Nicaragua, sin saberlo, esperaba aún su aporte más sublime y grandioso: 

Su “grano de arena” (como decía él, posteriormente con humildad de pastor) en la pacificación y reconciliación nacional. 

Su enorme autoridad moral y su reconocido perfil de evangelizador sincero, luchador incansable por la paz, fueron puestos al servicio de su amada tierra durante el proceso de pacificación ( que coadyuvaría detener la guerra a finales de los años ochenta) para que los enemigos se abrazaran, los exiliados regresaran a su patria, los ricos y pobres volvieran a trabajar, los niños retornaran a sus escuelas y todos olvidáramos el miedo a caminar en una calle solitaria y aprendiéramos otra vez a soñar y amar. 

Regaló a los fieles católicos y (por qué no decirlo) a todos los que en el desencuentro lo admiraban, el privilegio de tener entre nosotros al primer Cardenal centroamericano, renovando una fe desgastada por los años de guerra y desesperanza, fortaleciendo al catolicismo, construyendo nuevas iglesias, aumentando la autoridad moral del clero, atrayendo la atención del Vaticano a nuestro diminuto país, que dió como consecuencia la llegada- dos veces- del Papa a estas tierras olvidadas. 

Visitas algo desafortunadas por culpa del mismo pontífice ( contumaz anticomunista y exageradamente politizado) y la perversa oligarquía nicaragüense, pero visitas al fin.

De paso, abrió el camino a la designación de otro Cardenal nicaragüense y elevó la incidencia de su Iglesia en los asuntos de estado y ayudó a recobrar la confianza de los nicaragüenses en una Iglesia fracturada por la desconfianza y en franca y desventajosa competencia con las denominaciones evangélicas.

En el ocaso de su vida, a petición del Presidente Ortega, puso su prestigio y fortaleza en la postergada tarea de darle contenido al reencuentro entre nicaragüenses y se empeñó en edificar relaciones sanas y de apoyo al gobierno en programas de asistencia social a los más pobres, tarea que llevó con ecuanimidad hasta su muerte.

El Cardenal Miguel Obando y Bravo a muerto.

Ha partido el Pacificador, irónicamente en medio de casi las mismas circunstancias donde con su talante de hombre de Fe y Paz, nos acostumbramos en el pasado verlo luchar con denuedo y humildad. Hizo falta en los meses en que un intento de golpe de Estado se tornó tan sangriento y destructivo en el suelo que tanto amo y la jerarquía católica y muchos sacerdotes volvieron a la Edad Media.

Nos está haciendo falta su pulso firme, su patriotismo, su alta voz, su compromiso con todos, su desapego protagónico, su oración sincera, su báculo de pastor.

Hoy, el odio y encono, la polarización que vive nuestra patria, hacen que muchas personas ensucien su nombre y prestigio, sobre todo algunos que se nombran católicos, incluso muchos que al igual que él visten sotanas y fingen rezar al mismo Dios.

Pero eso no es extraño en Nicaragua: José Santos Zelaya, Rubén Darío, El General José Dolores Estrada, El General Sandino, Carlos Fonseca y muchos hombres de los cuales hoy nos enorgullecemos, fueron atacados en su honra, obra y legado.

Miguel Obando, vecino de la Libertad, Chontales, devino por circunstancias de la historia en el primer Cardenal de la Iglesia católica centroamericana, pero por voluntad propia se desmarcó del conservatismo reaccionario de su Iglesia y su jerarquía y encontró en el Sandinismo un gran aliado para realizar su obra de paz.

No sé pudo " sacudir los alacranes" como el mismo decía , que saltaron a su estola desde la húmeda y ruinosa oscuridad milenaria de su propia Institución, pero rescató dignidad a su servicio e influyó en un pequeño pero digno grupo de verdaderos pastores, que aún hoy están con el pueblo.

La Historia es sabia (pese al odio, que algunos vertieron y vierten como veneno de cascabel) en la perspectiva que sólo da el tiempo y finalmente la verdad, como lava de Volcán se abre paso,arrasadoramente, por la tierra.

Que la tierra le sea leve, Cardenal y Prócer de la Paz!

Edelberto Matus.

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