Linchamiento de William Brown en Omaha (Nebraska), el 28 de septiembre de 1919 -tomado del libro "Without Sanctuary".
Presentación
Es conocida la importancia de los movimientos sociales en Europa en torno a la Primera Guerra Mundial y la repercusión de Revolución de Octubre, aunque pronto se agruparon poderosas fuerzas contra los “rojos” e incluso contra el templado reformismo social.
El «biennio rosso» en Italia o el “Trienio Bolchevique” en España constituyen algunos ejemplos de la conflictividad social agraria y de sus límites. Bien podríamos hablar de un “bienio rojo de EEUU”, si tenemos en cuenta la importancia del «verano rojo» de 1919 y de la masacre de Tulsa en 1921, puesta de actualidad hace pocos días por el Presidente Trump.
También en EEUU se impuso un giro conservador postbélico alentando el miedo de los norteamericanos hacia «los otros»: los rojos, los extranjeros, los sindicatos… No debería tener nada de sorprendente, en realidad, el que las democracias más tempranas —Estados Unidos y Francia— fuesen las que generasen reacciones precoces contra la democracia (Patxon, 2004).
Esta fue también una época de auge del racismo, alimentado en las zonas rurales por la grave crisis que sufrían los agricultores. Si los linchamientos de negros se practicaban hasta entonces sobre todo en los estados del sur, y con el pretexto de castigar la violación de mujeres blancas (entre 1877 y 1950 se han documentado unos cuatro mil linchamientos en los estados del sur), la violencia se extendió ahora al norte y tomó matices sociales, al dirigirse contra negros que trabajaban en la industria o que pretendían establecerse en barriadas de predominio blanco.
Al argumento de la violación se añadió ahora el de que socialistas y comunistas se estaban infiltrando entre los negros para iniciar una revolución. El propio Wilson, que tras haber obtenido el voto negro con promesas de libertad, impulsó durante su presidencia la segregación, temía que los soldados negros que volvían de Europa, donde habían combatido en un ejército segregado, introdujesen el bolchevismo en Norteamérica (Fontana, 2017: 133)
Los violentos disturbios raciales (que nunca habían desaparecido, véase la impresionante portada de este publicación de 1911) se comprenden mejor en el contexto de la crisis económica de posguerra: los movimientos migratorios de Sur a Norte (Chicago dobló su población de 1916 a 1919), la hostilidad con otros emigrantes como los irlandeses, la escasez de la vivienda, el papel de la política (los votos negros podían ser decisivos) o el cambio que impuso la conciencia de un “nuevo negro”.
Los veteranos negros “ya no eran los mismos hombres, tras haber luchado ocho meses en Francia” (Bosch, 2005: 380-381). Esta publicación que presentamos se hace eco de este contexto.
Sin olvidar la hegemonía del supremacismo racial que compartía el presidente Wilson, quien a menudo figura solo en los libros de texto por su discurso de los “catorce puntos”:
A los miembros de su gabinete y sus familiares solía ponerles en la Casa Blanca El nacimiento de una nación, película pionera pero notoriamente racista de D. W. Griffith rodada en 1915.
En ella un heroico Ku Klux Klan acude a todo galope al rescate de los blancos sureños, y en especial de sus indefensas mujeres, que han caído en las garras de unos libertos brutales y lascivos y de sus corruptos aliados blancos —perversa visión de la historia que también predicaban, aunque en términos menos extremos, William Dunning y sus pupilos de la Universidad de Columbia—. Tras una de las proyecciones, Wilson comentó: «Es como escribir historia con luz. Lo único que lamento es que se trate de una película rigurosamente veraz “ (R. Slotkin, citado en Stone, Kuznick, 2015: 43-44),
La publicación de Soledad Bengoechea analiza con detalle cómo se disparó la violencia en el «verano rojo» de 1919 y se analiza un suceso tan poco conocido como la matanza de Elaine que tuvo en su origen un conflicto agrario entre patronos y aparceros negros.
Referencias:
A.Bosch: Historia de Estados Unidos, Barcelona: Crítica, 2005
J.Fontana: El siglo de la Revolución, Barcelona: Crítica, 2017
Robert O. Patxon, Anatomía del fascismo, Madrid: Capitán Swing, 2004
Stone, P. Kuznick, La historia silenciada de Estados Unidos, Madrid: la Esfera de los libros, 2015.
Conversación sobre la Historia
Soledad BengoecheaDoctora en Historia Contemporánea. Miembro del Grupo de Investigación Consolidado “Treball, Institucions i Gènere” de la UB
Pasado y presente
Estas semanas hemos vivido gravísimos incidentes racistas en Estados Unidos. Las protestas en contra de la violencia de la policía y de un gobierno racista han acabado en manifestaciones multitudinarias.
Esta no ha sido, desde luego, la primera vez que han habido conflictos debido al racismo en aquel país. Probablemente fue en 1919 cuando tuvieron lugar los más graves de los últimos tiempos. Hace más de un siglo, los negros en todo Estados Unidos se enfrentaron a la violencia de los blancos con innumerables actos desafiantes de autodefensa.
El verano y el otoño de aquel año significaron, en cierta manera, un despertar de la América negra. Los escritos de la época señalan que en un lapso de 10 meses cientos de afroamericanos fueron asesinados en más de 25 disturbios por turbas blancas que nunca se enfrentaron a un castigo.
Aquellos tumultos dieron origen a la “Hermandad de Sangre Africana” (African Blood Brotherdbood), una asociación socialista de liberación racial que terminaría fusionándose con el Partido Comunista y desapareciendo en los años veinte (Olivia B. Waxman).
De algunos de los sucesos acaecidos en aquel sangriento 1919 van estas páginas.
Foto: Everett Historical/Shutterstock
No se conoce mucho el llamado “Verano Rojo” de 1919 en Estados Unidos. Un rojo sangre. Los distintos sucesos fueron acuñados como el «Verano Rojo» por el secretario de la “Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color” (NAACP), el activista y escritor James Weldon, que fue quien organizó las protestas pacíficas en contra de la violencia racial de ese verano.
La NAACP ganó alrededor de 100.000 miembros ese año, según McWhirter, autor de «Red Summer: The Summer of 1919 and the Awakening of Black America». Los disturbios más virulentos tuvieron lugar en los estados sureños.
La violencia continuó durante los años 20, participando el Ku Klux Klan y otras organizaciones y grupos diversos. Los negros iban al Congreso y presionaban a los congresistas y senadores para que aprobasen leyes contra los linchamientos.
Al mismo tiempo, luchaban en los tribunales, presentando demandas cuando sentían que estaban siendo maltratados.
En aquel verano trágico, en los Estados del Norte y centro de los EEUU también se produjeron graves disturbios debidos, sobre todo, a la competencia de blancos y negros por conseguir puestos de trabajo escasos.
En los estados del Sur y del Sudoeste se convirtió en práctica habitual las actuaciones de las bandas nocturnas contra los negros.
En una gran parte de los casos, ciudadanos blancos arremetieron contra los afroamericanos; los negros contestaron duramente a los ataques. Ocurrió en ciudades como Elaine, Omaha, Arkansas, Annapolis, Maryland, Syracuse; pero también en Nueva York, Washington y Chicago.
En Waco (Texas), el 15 de mayo de 1916, Jesse Washington, un jornalero negro de 17 años acusado de violar y matar a la esposa de su patrono, es torturado, castrado y quemado vivo ante 10.000 espectadores, foto de Fred Gildersleeve incluida en el reportaje «The Waco Horror», publicado en la revista The Crisis Vol. 12 (suplemento al No. 3)(Library of Congress/Wikimedia Commons).
Cientos de hombres, mujeres y niños afroamericanos fueron tiroteados, linchados o golpeados hasta la muerte por turbas blancas. ¡Algunos fueron quemados vivos! Miles de personas vieron cómo sus casas y negocios se incendiaban siendo expulsados de facto; muchos nunca regresaron. Algunas fuentes señalan que uno de lo motivos de los disturbios provocados por lo blancos fue el de quedarse las casas abandonadas por los negros.
¿Qué disparó toda esa violencia?
La Gran Migración después de la Primera Guerra Mundial
La Primera Guerra Mundial (1914-1918) había terminado y ya en 1917 los bolcheviques se habían hecho con el poder en Rusia.
En diversos países los comunistas y anarquistas se agitaban.
En EEUU, como en varios lugares de Europa, mil novecientos diecinueve fue un período de gran ansiedad. Centenares de miles de militares negros habían vuelto a casa después de luchar en Europa. Mientras, decenas de miles de afroamericanos del sur rural emigraron hacia las ciudades industriales del norte.
Se mudaban, entre otras razones, para escapar de las brutales leyes de Jim Crow en el Sur (algunos ejemplos de estas leyes fueron la segregación en las escuelas, lugares y transporte público, baños y restaurantes; además, también existían fuentes de agua potable para los blancos y para los negros).
Estación de autobús de Oklahoma City en 1939 (foto: Russell Lee /Library of Congress, Washington, D.C., imagen núm. LC-DIG-fsa-8a26761)
En la segunda década del siglo XX, lugares como Omaha (Nebraska), situada en la región Medio Oeste del país, vieron duplicarse su población negra. Los veteranos afroamericanos que habían arriesgado sus vidas luchando por la causa de la libertad y la democracia en Europa se veían privados de derechos básicos como una vivienda adecuada y la igualdad ante la ley, lo que les hacía cada vez más militantes. El Verano rojo de 1919 marcó la culminación de las crecientes tensiones en torno a la gran migración de afroamericanos.
Mientras que durante la guerra hubo pleno empleo, esto finalizó en la postguerra. La rápida desmovilización de los militares sin un plan para la absorción de los veteranos en el mercado laboral condujo al desempleo y al aumento de la competencia por los puestos de trabajo. Los blancos veían que sus trabajos en fábricas, almacenes y fábricas estaban siendo ocupados por negros o inmigrantes sureños recién llegados.
En este contexto de agitación laboral algunos industriales utilizaron a los negros como rompehuelgas, lo que aumentó el resentimiento. Incluso muchos sindicatos tenían prejuicios contra el ingreso de personas negras. Por otra parte, muchos estadounidenses blancos vieron por vez primera afroamericanos en uniforme militar; algunos les escupieron.
Regimiento 367 (imagen: unwritten-record.blogs.archives.gov 165-ww-127a-087a)
Aunque no era la primera vez que los negros vestían atuendo militar. Varios regimientos compuestos por afroamericanos habían sido reclutados durante la Guerra de Secesión (1861-1865) y combatir encuadrados en los Ejército de la Unión para el combate contra el Ejército de la Confederación, pero desde aquella guerra que liberó a los esclavos negros del sur habían pasado muchos años.
Ahora, el desafío al orden político, social y económico establecido que representaba la imagen de un hombre negro uniformado fue percibido por muchos como una amenaza.
Muchos de los que pusieron resistencia a los ataques de los blancos eran veteranos, entre los 370,000 negros reclutados en el Ejército, que esperaban que luchar por la democracia en el extranjero finalmente pudiera asegurar su ciudadanía de primera clase en casa.
A principios de 1919, el Dr. George Edmund Haynes, sociólogo y académico, director de la “Division of Negro Economics” del Ministerio de Trabajo de EE.UU, escribió: «El regreso del soldado Negro a la vida civil es una de las cuestiones más delicadas y difíciles que enfrenta el norte y el sur de la Nación.»
En medio de la inseguridad financiera, los prejuicios raciales y étnicos corrían desenfrenados. Los disturbios fueron ampliamente documentados en la prensa, que, junto con el gobierno federal, temía la influencia socialista y comunista en el movimiento negro por los derechos civiles después de la revolución rusa.
Alistamiento en Galesburg, Illinois (imagen: unwritten-record.blogs.archives.gov 165-ww-127a-127a)
Veamos algunos de estos episodios violentos: En Knoxville, Tennessee, comenzó cuando un grupo de linchamiento irrumpió en la cárcel del condado en busca de Maurice Mays, un mulato acusado de asesinar a una mujer blanca.
Al no encontrar a Mays, los alborotadores saquearon la cárcel y se enfrentaron con los vecinos de un barrio predominantemente negro. La Guardia Nacional de Tennessee en un determinado momento llegó a disparar desde dos ametralladoras indiscriminadamente en este barrio, dispersando a los alborotadores.
La prensa cifró en dos el número de muertos, a pesar de que relatos de testigos sugieren que era mucho más alto.
En Chicago, los afroamericanos formaron unidades de autodefensa después de días de terror blanco en sus vecindarios. La violencia blanca en Chicago convenció a Harry Haywood, un veterano del 370 Regimiento de Infantería formado íntegramente por negros, de que había cometido un error. Como explicó, “había estado peleando la guerra equivocada.
Los alemanes no eran el enemigo, el enemigo estaba justo aquí en casa”.
La multitud apedrea a un afroamericano durante la ola de violencia racista de Chicago, en 1919 (Chicago History Museum/Jun Fujita negatives collection via AP)
En Washington, D.C., Carrie Johnson, de 17 años, abrió fuego contra los hombres que irrumpieron en su casa mientras 1.000 alborotadores blancos sitiaron su vecindario.
En Anniston, Alabama, un veterano negro, el sargento Edgar Caldwell, recibió la orden de salir de la sección blanca de un tranvía.
El se negó. Expulsado del tranvía y agredido por el conductor blanco y un motorista al que el chofer había solicitado ayuda, Caldwell disparó su pistola dos veces, matando a uno de sus atacantes e hiriendo a otro.
A los cinco días, un jurado compuesto por 12 hombres blancos condenó a Caldewll a muerte. Una organización presentó un recurso al Supremo; rechazado, el reo fue colgado el 30 de julio de 1920 en una plaza pública ante 2500 espectadores.
En Omaha, un hombre negro fue acusado de atacar a una mujer blanca; el hombre fue arrestado. Una turba rodeó el juzgado exigiendo que lo entregaran o lo matarían.
El alcalde progresista blanco bajó y dijo “no vamos a entregar a este hombre”. Lo derribaron e intentaron matarlo.
Finalmente se le arrastró y a continuación se le asesinó.
Otro empleado de una oficina cercana trajo a su hijo pequeño para presenciarlo, y dijo: “Quiero que veas esto. Esto es lo que las personas pueden hacerse entre sí”.
El niño que lloraba mientras veía esto era Henry Fonda, el actor (Ursula Wolfe-Rocca). Más tarde, Fonda confesó que aquello cambió su visión de las relaciones raciales para siempre.
Muchos disturbios se vivieron en aquel tiempo, aunque quizás el acaecido en Elaine es el que tuvo más resonancia.
Linchamiento de William Brown en Omaha (Nebraska), el 28 de septiembre de 1919, ante un numeroso público entre el que se encontraba el futuro actor Henry Fonda (imágenes del libro Without Sanctuary: Lynching Photography in America, Twin Palms 1999)
Los mártires de Elaine
Elaine, de tan solo 850 habitantes según el censo del año 2000, es un pueblo de Arkansas, un estado del centro-sud-este de Estados Unidos.
La mitad de la población, blanca, reside al sur de la calle principal, y la otra mitad, negra, al norte de la misma. Como tantos otros pueblos en las orillas del río Misisipí, muere lentamente.
Va perdiendo población, víctima de la mecanización agrícola y la pobreza enquistada en esta zona del sur.
ambién agoniza el episodio que hace que Elaine no sea un pueblo cualquiera: el año 1919, a causa de unas disputas agrícolas, se produjo el linchamiento de 237 personas negras, aproximadamente.
Los ejecutores fueron hombres blancos. Este suceso se convirtió en la peor matanza racista de Arkansas y posiblemente de EE UU.
Todo comenzó el 30 de septiembre de 1919. Aparceros negros se habían reunido con un sindicato tras meses de quejas por abusos de sus patronos blancos a los que reclamaban mejores condiciones y un mejor trato.
Un líder sindical afroamericano, Robert, L. Hill, propuso a los campesinos reunirse en una iglesia, Hoop Spur, a unos 4 kilómetros de Elaine.
El motivo: discutir como se organizarían para exigir mejoras salariales. Temerosos de una revuelta negra, que era la comunidad mayoritaria en el condado, un grupo de blancos trató de torpedear la reunión.
No tardó en presentarse el sheriff del condado, Charles Pratt, y un oficial de seguridad de los ferrocarriles Missouri Pacific Railroad, W.A. Adkins, pero el servicio de orden de los trabajadores les negó el paso. Los ánimos se caldearon, las voces se elevaron y, de pronto, sonaron disparos.
Pratt cayó muerto, mientras Adkins huyó herido.
Multitud en la calle principal de Elaine (foto: Arkansas State Archives – ASA_Photo_G1595_06-wbur.org)
La noticia se disparó como un reguero de pólvora. La prensa habló enseguida de insurrección negra y de nuevo de revolución bolchevique.
Al día siguiente, entre 500 y 1.000 blancos armados se desplazaron a Elaine para frenar lo que describieron como una conspiración para matar a los patrones blancos.
Al poco, se unieron 500 soldados enviados por el gobernador a instancias de los patronos, aunque se desconoce el alcance de su participación en la matanza (Joan Faus).
La comunidad negra hizo todo cuanto pudo por defenderse, pero nada consiguió hacer ante una turba que campó a sus anchas persiguiendo a los negros, deteniendo y linchando arbitrariamente. Parece que incluso la escasa policía existente participó activamente en los linchamientos.
El resultado fue un reguero de afroamericanos muertos.
Algunos blancos se fotografiaron, orgullosos, junto a los muertos. Aunque se calcula que más de 200 ciudadanos negros, hombres, mujeres y niños fueron asesinados, en realidad, se desconoce el número exacto. Nunca lo sabremos.
Después de los sangrientos sucesos, un comité ciudadano de investigación, integrado por el poder blanco local, describió los hechos violentos llevados a cabo por los hombres blancos como una actividad ejemplar y digna de elogio en la prevención de la violencia mafiosa.
El cadáver de Frances Hall, una de las pocas víctimas de la matanza de Elaine cuyos restos pudieron ser identificados (foto: Arkansas State Archives/arktimes.com)
Cientos de negros fueron detenidos y muchos de ellos torturados para que ofreciesen testimonios incriminatorios. Algunos fueron obligados a irse de Arkansas y, según algunas fuentes, a muchos de ellos les robaron sus tierras.
El 31 de octubre de 1919, el gran jurado del condado de Phillips condenó a 122 negros por provocar disturbios.
Por el contrario, ningún blanco fue molestado. Ello da una idea de cómo funcionaba la justicia en aquella zona de EEUU. Doce acusados, Frank Moore, Frank Hicks, Ed Hicks, Joe Knox, Paul Hall, Ed Coleman, Alfred Banks, Ed Ware, William Wordlaw, Albert Giles, Joe Fox y John Martin, fueron condenados a la silla eléctrica y el resto a penas de prisión de un mínimo de 20 años (Toni Alvaro).
Los acusados por los sucesos de Elaine (foto: blackpast.org)
Después de la terrible matanza, la noticia de las enormes penas impuestas a los procesados cayó como una losa sobre la comunidad negra.
Pero no todos los blancos eran enemigos de los negros, y algunos sabían que piezas tenían que mover.
Encargaron la defensa de los condenados a muerte y de los otros encausados al abogado, juez, filántropo y político Scipio Africanus Jones, que estuvo asesorado y ayudado en el caso por el prestigioso letrado y ex oficial confederado, George C. Murphy.
Durante las interminables revisiones del caso, Murphy, de 71 años, enfermó, mientras Jones dormía cada noche en una casa diferente porque temía por su vida.
En 1925, después de seis años de juicios, Jones consiguió finalmente la libertad de los acusados, a los que se otorgó un ‘permiso indefinido’.
La matanza racial de Elaine, la más grave en la historia de Estados Unidos, nunca se ha explicado en las escuelas de este pueblo a orillas del Mississippi.
El escritor y poeta J. Chester Johnson señala que jamás había oído hablar de la matanza de negros en la villa de Elaine, situada a un par de horas de la localidad donde pasó su infancia, en Arkansas. Nadie hablaba de eso, los maestros no la mencionaban en las clases de historia y solo los ancianos recordaban el baño de sangre de 1919.
Titulares del Chicago Defender de 11 de octubre de 1919 dedicados a la matanza de Elaine y a otras matanzas racistas perpetradas en Georgia y Arkansas
Ahora algunas personas están tratando de averiguar, a través del registro de defunciones, quienes y cuántas personas negras fueron asesinadas, pero se trata de un trabajo muy complicado y no hay muchas esperanzas de llegar a saber a ciencia cierta la realidad, lo que realmente ocurrió aquel aciago primero de octubre de 1919.
Los relatos de las matanzas difieren y no es fácil encontrar material de archivos, señala Brian Mitchell, profesor adjunto de historia de la Universidad de Arkansas-Little Rock.
“Tienes que entender que todo el mundo que tenía algo de poder en el estado participó de algún modo en la matanza. La gente que controlaba los archivos eliminaba esa información”, dice Mitchell.
Kyle Miller, director del Centro Cultural Delta de Helena-West Helena, dijo que durante muchos años “no se admitió esta violencia… era algo de lo que solo se hablaba a puertas cerradas”.
“Ojalá este monumento genere un diálogo. Que la gente se haga preguntas y pueda aprender la historia de nuestra comunidad”, agregó Miller.
Nota de Associated Press del 1 de diciembre en la que todavía se interpretan los hechos de Elaine como un complot de los negros (imagen: peoplesschooldc.wordpress.com/white-terrorism-and-lynching)
El copresidente de una comisión que supervisa la construcción de un monumento en homenaje a las víctimas de 1919, que hoy vive en Nueva York, tiene la esperanza de que la estructura, erigida en un parque frente a los Tribunales del condado de Phillips, a media hora de auto de Elaine, genere interés por las matanzas.
Otros dicen que el proyecto es un absurdo –empezando con el sitio donde se erige el monumento– y quieren que se ponga énfasis en las reparaciones, asegurando que tras las matanzas muchos blancos ocuparon las casas abandonadas por los afroamericanos que huyeron de allí intimidados.
No hace mucho tiempo se plantó un sauce en memoria de los asesinados, pero al cabo de unas semanas un grupo de encapuchados lo derribó.
En marzo del año 2019, con el fin de conmemorar el centenario, un grupo coral de Brooklyn interpretó canciones sobre el Verano rojo con temas como «And They Lynched Him on a Tree».
Memorial erigido en 2019 en recuerdo de las víctimas de la matanza de Elaine (foto: AP Photo/Noreen Nasir)
El miedo al bolchevismo
Durante la violencia racial contra los negros en el verano y otoño de 1919, la prensa reflejó lo que decían los funcionarios del Departamento de Justicia: que los Industrial Workers of the World —Trabajadores Industriales del Mundo—, sindicato seguidor de la teoría sindicalista revolucionaria, y los bolcheviques tenían la misión de «difundir propaganda para generar el odio racial».
Los agentes del Buró de Investigación (BOI) presentaron informes de que las opiniones de izquierda estaban ganando adeptos en la comunidad negra. Uno citó el trabajo de la NAACP «instando a la gente de color a insistir en la igualdad con los blancos y para recurrir a la fuerza, si es necesario”.
Por su parte, el fiscal general de EEUU, A. Mitchell Palmer, sostuvo que había radicales de izquierda detrás de los levantamientos, una acusación falsa que hizo peligrar aún más las vidas de los afroamericanos.
Palmer trabajaba para el presidente Woodrow Wilson, un ferviente segregacionista que proyectó en la Casa Blanca la película de 1915 The Birth of a Nation (en la que los afroamericanos son representados como personas poco inteligentes y sexualmente agresivas) y que elogió al Ku Klux Klan en una época en que usaba el terrorismo para que los negros no votaran. Wilson no había hecho nada cuando los blancos masacraron a los afroamericanos en la ciudad San Luís del Este en 1917.
Tampoco en aquel 1919, cuando volvieron a matar a los negros, esta vez a una escala más horrorosa y espeluznante. Ahora bien, cuando los afroamericanos se defendieron y protestaron, cuando dejaron claro que no aceptarían ser destruidos sumisamente, Palmer movilizó el poder del gobierno federal para calificar a los disturbios provocados por negros como obra del enemigo del Estado, los comunistas.
Titular de prensa sobre la matanza de East St. Louis (julio de 1917), en la que fueron linchados entre 39 y más de 200 afroamericanos (imagen: peoplesschooldc.wordpress.com/white-terrorism-and-lynching)
En su versión de paz sin justicia, Palmer ignoró el destructivo y violento supremacismo blanco que el presidente había ayudado a desatar, permaneció inalterable ante la descarada y evidente matanza contra los afroamericanos, y no mostró ningún reparo por un sistema de justicia penal donde ser negro implicaba una presunción de culpabilidad.
En realidad, todo indica que el vínculo entre los esfuerzos afroamericanos para lograr los derechos plenos en Estados Unidos y el comunismo era más bien inexistente en ese momento. Pero nunca una revolución como la de Octubre había hecho temblar a la burguesía de la manera que lo hizo ésta.
Había muchos gobernadores de los estados federales que no querían ver lo que había sucedido, que demoraron en tomar medidas porque no querían admitir que no podían manejar la situación, hasta que finalmente tuvieron que llamar a las tropas. Con el tiempo, los gobernadores comenzaron a darse cuenta de que, fuera cual fuera su posición sobre la igualdad racial, un disturbio masivo no era bueno para los negocios, por lo que comenzaron a actuar muy rápidamente cuando las cosas empezaron a estallar.
Imagen previa a un linchamiento en El nacimiento de una nación (1915), película de D.W. Griffith que legitimaba el KKK como forma de autodefensa contra la barbarie de los afroamericanos (foto: Getty Images)
El Ku Klux Klan
La organización secreta Ku Klux Klan (KKK) apareció en Estados Unidos en el siglo XIX, inmediatamente después de la guerra de Secesión.
Su finalidad era la de unir a los americanos nativos blancos cristianos para la prevención de las instituciones americanas y la supremacía de la raza blanca.
En 1915 se fundó una nueva asociación con el mismo nombre, inspirada por el poder que tenían los medios de comunicación de masas.
La película El nacimiento de una nación y el antisemitismo mostrado en las crónicas periodísticas del juicio y linchamiento del judío Leo Frank en 1915, acusado del asesinato de una menor, contribuyeron a dicha inspiración.
El segundo KKK, resurgido en 1915, fue una organización más formal, con miembros registrados y con una estructura estatal y federal. Llegó a tener de 4 a 5 millones de miembros.
Durante los años conflictivos de 1918 y 1919 se convirtió en una importante organización que pasó de unos miles a más de 100.000 miembros.
A diferencia del KKK inicial, floreció en estados no sureños como Nueva York, Indiana, Illinois, y en otros estados del Norte y del Medio Oeste, estimulando la violencia característica del período de postguerra.
Desfile del Ku Klux Klan en Binghamton, NY, años 20 (foto: Bettmann Archives/Getty Images)
El silencio de los libros de texto
Los libros de texto norteamericanos, cuando tratan sobre aquellos disturbios, recurren a la ambigüedad de «disturbios raciales», «violencia racial» para describir los acontecimientos de 1919. Estas frases dan la impresión de que fueron grupos de negros y blancos y que hubo una responsabilidad compartida por «ambas partes».
Pero hay pocas dudas sobre quién instigó estos disturbios. Para capturar el hecho irrefutable de la culpabilidad blanca, un término más exacto podría ser disturbio racista. Pero «racismo» o «racista» son términos que estos libros de texto evitan.
La ausencia de un nombre adecuado para definir el papel del racismo en estos episodios de violencia colectiva contra los negros es importante. Al minimizar el grado en que la supremacía blanca violenta dio forma a las experiencias de los afroamericanos en el siglo XX, los libros de texto dejan a los estudiantes sin el conocimiento para explicar el racismo como una fuerza clave en las relaciones sociales modernas.
No es de extrañar que la cuestión de las reparaciones rara vez se entretenga tan seriamente en el discurso político estadounidense principal.
No podemos reparar un patrón de daño que se nos ha enseñado a no reconocer ni comprender, señala la escritora Ursula Wolfe-Rocca.
https://peoplesschooldc.wordpress.com/white-terrorism-and-lynching/
En cualquier caso, a lo largo de los años los libros de texto de historia han seguido ignorando, en general, el Verano rojo. La razón: aquellos trágicos sucesos contradicen la idea de que en la era posterior a la Primera Guerra Mundial Estados Unidos era la nación que llevaría la democracia a todos los países.
¿Cuál ha sido el legado del verano rojo?
En aquel verano de 1919 los afroamericanos iniciaron un largo proceso hacia su emancipación.
Fue un tiempo en que los negros se defendieron, lucharon y exigieron la ciudadanía plena a través de miles de actos de coraje, pequeños y grandes, individuales y colectivos. El NAACP se expandió drásticamente aquel año, y la organización luchó en los tribunales y comenzó a formar coaliciones en el Congreso con el fin de luchar realmente para que las leyes federales protegiesen a las personas de las acciones extrajudiciales por parte de las multitudes. (Se presionaba también por una ley federal contra los linchamientos, pero no se aprobó).
Al tiempo, los afroamericanos también crearon consenso a través de periódicos y revistas como The Crisis Magazine. Entonces se produjo el renacer del arte negro en la comunidad de afroamericanos residentes en Harlem, Nueva York.
El simple mensaje de la NAACP en 1919 fue: «Somos ciudadanos estadounidenses. No es necesario que nos guste, pero debe otorgarnos los mismos derechos que todos los demás» Ursula Wolfe-Rocca). Muchos lo consideraron un mensaje radical.
Hay puntos en los que leyendo lo que decía James Weldon Johnson en 1919 suena como lo que dijeron Malcolm X y Martin Luther King Jr. muchas décadas después.
Los problemas de estos activistas se articularon en ese punto: queremos votar como todos los demás, comer donde queremos comer, vivir donde queremos vivir, tenemos los mismos derechos legales en los tribunales. A gran escala, esa pelea que había comenzado en 1919.
XX Congreso de la NAACP (1929)(Photo Everett en fineartamerica.com)
Referencias:
ÁLVARO, Toni, La memoria muerta de la matanza racista, Izquierdas Humanos, 01/10/2019
ANDERSON, Carol, El Gobierno de EEUU sigue sin proteger a los ciudadanos negros un siglo después, El Diario.es, 3/6/20
BOSCH, Aurora, Historia de los Estados Unidos, 1776-1945, Barcelona, Crítica, 2019.
Casi un siglo de conflictos raciales en EEUU, teleSUR, 28/9/2017,
El verano rojo de 1919 en Estados Unidos, Resistencia, 29/9/2017
El verano rojo de 1919, Passos de gegant. 5/6/2020
FAUS, Joan, La memoria muerta de la matanza racista El País, 7/10/2016
HOLLAND, Jesse J., Se conmemora el asesinato de afroamericanos durante el verano de 1919, AP, 4/7/2019,
NOREEN NASIR Verano Rojo de EEUU: La compleja preservación de la memoria AP NEWS, 25/7/2019
https://www.google.com/search?client=firefox-b-d&q=NOREEN+NASIR+Verano+Rojo+
Se cumplen 100 años del «Verano Rojo», el episodio que acentuó la segregación en Chicago, Infobae, 4/7/2020, https://www.infobae.com/america/eeuu/2019/07/24/se-cumplen-100-anos-del-verano-rojo-el-episodio-que-acentuo-la-segregacion-en-chicago/
WAXMAN, By Olivia B. Waxman, ‘It Just Goes On and On’: How the Race Riots of 1919’s ‘Red Summer’ Helped Shape a Century of American History Interview at TIME to Cameron McWhirter, author of Red Summer: The Summer of 1919 and the Awakening of Black America. (2011) 29/7/2019, https://time.com/5636454/what-is-red-summer/
WOLFE-ROCCA, Ursula, The Red Summer of 1919, Explained, 31/5/2020. https://www.teenvogue.com/story/the-red-summer-of-1919-explained
Portada: En Okemah (Oklahoma), el 25 de mayo de 1911, tras ser detenida por matar a un ayudante del sheriff, secuestrada en la cárcel, arrastrada y violada, la granjera Laura Nelson, de 35 años, es linchada, junto a sus hijos Lawrence D., de 14, y Carrie, de 3, por un grupo de hombres blancos entre los que se encontraba el padre del cantante Woody Guthrie, que dedicó a estos hechos una canción grabada «Slipknot» y dos inéditas («Don’t Kill My Baby and My Son» y «High Balladree»). Mujeres y niños blancos forman parte de la multitud que contempla el linchamiento (fotografía: George Henry Farnum/Wikimedia Commons).