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En las últimas semanas hemos leído o visto en las noticias como el imperialismo está alarmado por la división de sus quinta columnas en América Latina, señalan como una debilidad el fraccionamiento de las representaciones políticas de derecha en Venezuela, Bolivia, Nicaragua.

Aunque los derechistas nicaragüenses lo nieguen, sabemos que en la reunión en San Salvador con su jefe Mike Pompeo, este les urgió a unirse y los amenazó que no habría más dinero sino lo hacían.

Igual cometido tiene la embajada imperialista en Bolivia, donde si bien el golpe fascista unió a la derecha boliviana, las elecciones presidenciales los dividieron.

El imperialismo recurrió a un poder fáctico: la Iglesia Católica de América Latina, específicamente a las jerarquías eclesiásticas, que de manera veloz se cuadraron y se pusieron firmes.

No es coincidencia que las jerarquías eclesiásticas de Bolivia y Nicaragua estén llamando a la unidad de los partidos de derecha, usando para ello pasajes de la Biblia usados de manera descontextualizada y ocultando conceptos en sus homilías.

En Bolivia el Arzobispo de Santa Cruz, Sergio Gualberti Calandrina, archireaccionario, promotor del golpe de Estado, amigo íntimo del fascista Fernando Camacho y de la burguesía santacruceña, recibió la seña, no del Espíritu Santo, sino de Washington, en una homilía reciente dijo lo siguiente:

“Todos los ciudadanos y en particular los candidatos, tendríamos que dejarnos iluminar y guiar por los valores de la Palabra de Dios, la vida, los derechos humanos, la libertad, el bien común, la justicia, la paz y el espíritu de servicio. 

Lo que tiene que primar, incluso por encima de las justas aspiraciones, es la salvaguarda de la democracia y de la unidad alrededor de programas comunes, evitando la dispersión y el peligro de recaer en sistemas autoritarios”.

Su mensaje va dirigido a los partidos políticos derechistas para que formen un solo frente contra el MAS, que puntea en las encuestas.

Su preocupación no es por la democracia, porque si así fuese hubiese condenado las masacres posteriores al golpe fascista, la persecución a dirigentes populares, el odio a los pueblos originarios de Bolivia y a sus símbolos, su preocupación es por terminar de imponer el capitalismo dependiente boliviano y entronizar la sumisión al imperialismo.

En línea con la orden de Washington, en Nicaragua conocidos obispos que avalaron el fallido intento de golpe de Estado de abril de 2018, empezaron a regañar a los políticos derechistas golpistas que están disputándose la candidatura de una eventual unidad de cara a las elecciones de 2021.

Así leímos en un diario golpista la siguiente crónica:

“Eliar Pineda, Vicario General de Jinotega, criticó “la división de quienes andan luchando por el cambio” pensando en obtener puestos y exhortó a la unidad y pensar en la patria”

Días después la Comisión de Paz de la Arquidiócesis de Managua, actuando como partido político, hizo el mismo llamado, advirtiendo que “hay una luz que se ve amenazada por protagonismos, ambiciones personales o de grupos”.

Si la jerarquía eclesiástica fuese coherente con su llamado a “pensar en la patria”, en abril de 2018 no hubiesen acuerpado a quienes destruyeron el progreso económico, social y la paz entre nicaragüenses que había, no hubiesen permitido tranques en que se asesinó y torturó a ciudadanos y ciudadanas, algunos de ellos porque “parecían sandinistas”.

Su coherencia fue con la orden de Washington y por eso hasta formaron la agrupación golpista Alianza Cívica y luego salió la UNAB.

Ahora está alarmado el imperialismo porque los apetitos de poder de los subordinados de las burguesías financieras de Bolivia y Nicaragua están peleando las candidaturas presidenciales.

Por ello es la orden washingtoniana a las jerarquías eclesiásticas de Bolivia y Nicaragua a que con fórceps logren la unidad derechista y hagan uso de citas bíblicas, pastorales, procesiones, para lograrlo y traigan al país cuanta imagen religiosa se les ocurra, para también engañar a los pueblos diciéndoles que el capitalismo con su reino de la desigualdad, hambre, miseria, es un designio divino.

Rubén Darío le dijo una vez a Rooselvelt “y pues contáis con todo os falta una cosa: Dios”, parodiando a Darío podemos decirle a esas jerarquías eclesiástica: no cuentan con Dios, porque no creo que Dios esté en la Casa Blanca, ni en Wall Street.

 Jaime Brenes Martínez

https://cuadernosandinista.com/2020/02/14/los-llamados-pastorales-unidos-a-la-derecha-latinoamericana/

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