Este sábado 22/02/2020, habrá una marcha desde la Casa de Australia (Australia House) en Londres hasta la Plaza del Parlamento, en apoyo del periodista australiano Julian Assange quien, el 24 de febrero, se enfrenta al tribunal que decidirá si será extraditado o no a los Estados Unidos y condenado a una muerte en vida. John Pilger -el reconocido periodista y escritor también australiano -llama a la participación (convocatoria a las 11:30 p.m ante la Casa de Australia en Londres) en una nota en que describe algunas de sus gestiones personales ante las autoridades australianas desde 2010 en favor de su compatriota, y la nula respuesta que ha obtenido.
Esta actitud, no es sorprendente, Australia es una monarquía constitucional, cuya soberana es la monarca británica Isabel II, (con el título de reina de Australia), que ejerce el papel de Jefe de Estado, y es representada por el Gobernador general federal -que tiene amplios poderes ejecutivos- y el gobernador de cada Estado. Por si esto fuera poco, desde 1951 Australia -junto a Nueva Zelanda- forma parte del tratado ANZUS que la alía con EEUU y Gran Bretaña, para el control militar del Pacífico sur.
No es que Australia sea una colonia en sentido figurado, ¡Australia es formalmente una colonia! Es justamente este punto, el que hace dudar de que las instituciones y dirigentes australianos se planteen la defensa de su ciudadano, como confía John Pilger que aun es posible.
Julian Assange debe ser liberado, no traicionado
JOHN PILGER / COUNTERPUNCH
Este sábado 22, habrá una marcha desde la Casa de Australia (Australia House) en Londres hasta la Plaza del Parlamento, el centro de la democracia británica. La gente llevará fotos del editor y periodista australiano Julian Assange quien, el 24 de febrero, se enfrenta a un tribunal que decidirá si será extraditado o no a los Estados Unidos y condenado a una muerte en vida.
Conozco bien la Casa de Australia. Como australiano, solía ir allí en mis primeros días en Londres para leer los periódicos de casa. Inaugurada por el rey Jorge V hace más de un siglo – con su inmensidad de mármol y piedra, candelabros y retratos solemnes, importados de Australia- cuando los soldados australianos estaban muriendo en la masacre de la Primera Guerra Mundial, tiene asegurado su lugar como un monumento imperial al servilismo.
Como una de las “misiones diplomáticas” más antiguas del Reino Unido, esta reliquia del imperio ofrece una placentera prebenda para los políticos de las antípodas: ser un “compañero” recompensado o un alborotador exiliado.
Conocido como Alto Comisionado, el equivalente de un embajador, el beneficiario actual es George Brandis, quien como Fiscal General intentó diluir la Ley de Discriminación Racial de Australia y aprobó redadas contra denunciantes que revelaron la verdad sobre el espionaje ilegal de Australia en Timor Oriental durante las negociaciones para el reparto del petróleo y el gas de ese país empobrecido.
Esto condujo al enjuiciamiento de los denunciantes Bernard Collaery y “Witness K” (Testigo K) por cargos falsos. Al igual que Julian Assange, quieren silenciarlos en un juicio kafkiano y encerrralos.
Australia House es el punto de partida ideal para la marcha del sábado
“Confieso”, escribió Lord Curzon, virrey de la India, en 1898, “que los países son piezas en un tablero de ajedrez sobre el que se juega un gran juego para dominar el mundo”.
Los australianos hemos estado al servicio del Gran Juego durante mucho tiempo. Después de haber devastado a nuestros pueblos indígenas en una invasión y una guerra de desgaste que continúa hasta nuestros días, hemos derramado sangre por nuestros amos imperiales en China, África, Rusia, Medio Oriente, Europa y Asia. Ninguna aventura imperial contra aquellos con quienes no tenemos disputas, ha escapado de nuestra dedicación.
El engaño ha sido una característica. Cuando el primer ministro Robert Menzies envió soldados australianos a Vietnam en la década de 1960, los describió como un equipo de entrenamiento, solicitado por un asediado gobierno en Saigón. Fue una mentira. Un alto funcionario del Departamento de Asuntos Exteriores escribió en secreto que “aunque hemos subrayado públicamente el hecho de que nuestra asistencia fue dada en respuesta a una invitación del gobierno de Vietnam del Sur, la orden vino de Washington “.
Dos versiones: la mentira para nosotros, la verdad para ellos. Hasta cuatro millones de personas murieron en la guerra de Vietnam.
Cuando Indonesia invadió Timor Oriental en 1975, el embajador de Australia, Richard Woolcott, instó en secreto al gobierno de Canberra a “actuar de una manera que esté diseñada para minimizar el impacto público en Australia y mostrar un entendimiento privado a Indonesia”.
En otras palabras, mentir. Hizo alusión al botín de petróleo y gas en el Mar de Timor que, según se jactaba el ministro de Asuntos Exteriores, Gareth Evans, valía “millones”.
En el genocidio que siguió, al menos 200.000 timorenses orientales murieron. Australia fue, prácticamente el único país que reconoció, la “legitimidad” de la ocupación.
Cuando el primer ministro John Howard envió fuerzas especiales australianas para invadir Irak junto a Estados Unidos y Gran Bretaña en 2003, él, como George W. Bush y Tony Blair, mintió que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva. Más de un millón de personas murieron en Irak.
WikiLeaks no fue el primero en denunciar el patrón de mentiras criminales en las democracias que siguen siendo tan rapaces como en los días de Lord Curzon. El logro de la notable organización editorial fundada por Julian Assange ha sido proporcionar la prueba.
WikiLeaks nos ha informado cómo se fabrican guerras ilegales, cómo se derroca a los gobiernos y se usa la violencia en nuestro nombre, cómo se nos espía a través de nuestros teléfonos y pantallas. Se han expuesto las verdaderas mentiras de presidentes, embajadores, candidatos políticos, generales, representantes, estafadores políticos.
Uno por uno, estos posibles emperadores se han dado cuenta de que están desnudos.
Ha sido un servicio público sin precedentes; sobre todo, es periodismo auténtico, cuyo valor puede juzgarse por el grado de conmoción que muestran los corruptos y sus apologistas.
Por ejemplo, en 2016, WikiLeaks publicó los correos electrónicos filtrados del gerente de campaña de Hillary Clinton, John Podesta, que revelaron una conexión directa entre Clinton, la fundación que comparte con su esposo, y la financiación del yihadismo terrorrista organizado en Medio Oriente.
Un correo electrónico reveló que el Estado Islámico (ISIS) fue financiado por los gobiernos de Arabia Saudita y Qatar, de los cuales Clinton aceptó enormes “donaciones”.
Además, como Secretaria de Estado de los Estados Unidos, aprobó la mayor venta de armas del mundo a sus benefactores sauditas, por un valor de más de 80 mil millones de dólares. Gracias a ella, las ventas de armas estadounidenses al mundo -para atacar países como Yemen- se duplicaron.
Revelados por WikiLeaks y publicados en The New York Times, los correos electrónicos de Podesta desencadenaron una campaña vituperativa contra el editor en jefe Julian Assange, sin pruebas. Era un “agente de Rusia trabajando para elegir a Trump”, seguido de un “Rusiagate” sin sentido .
Que WikiLeaks también había publicado más de 800.000 documentos con frecuencia críticos con Rusia, fue ignorado.
En 2017, en el programa Four Corners, de la Australian Broadcasting Corporation, Clinton fue entrevistada por la reportera Sarah Ferguson, quien comenzó: “Nadie podía dejar de conmoverse por el dolor en su rostro en [el momento de la toma de posesión de Donald Trump] … ¿Recuerdas? ¿Cuán visceral fue para ti?”
Tras establecer el sufrimiento visceral de Clinton, la aduladora Ferguson describió el “papel de Rusia” y el “daño que Julian Assange le hizo personalmente”.
Clinton respondió: “Él [Assange] es muy claramente una herramienta de la inteligencia rusa. Y ha cumplido con su voluntad (la de Rusia)”.
Ferguson le dijo a Clinton: “Mucha gente, incluso en Australia, piensa que Assange es un mártir de la libertad de expresión y la libertad de información. ¿Cómo lo describirías?”
Nuevamente, a Clinton se le permitió difamar a Assange, un “nihilista” al servicio de los “dictadores”, mientras que Ferguson aseguró a su entrevistada que ella era “el ícono de su generación”.
No se mencionó un documento filtrado, revelado por WikiLeaks, llamado “Libia Tick Tock”, preparado para Hillary Clinton, que la describió como la figura central que condujo la destrucción del Estado libio en 2011, lo cual causó 40.000 muertes, la llegada del terrorimo del ISIS al norte de África y la crisis europea de refugiados y migrantes.
Para mí, este episodio de la entrevista de Clinton -y hay muchos otros- ilustra vívidamente la división entre periodismo falso y verdadero. El 24 de febrero, cuando Julian Assange ingrese al Tribunal de la Corona de Woolwich, el verdadero periodismo será el único delito a juzgar.
A veces me preguntan por qué he defendido a Assange. Por un lado, me gusta y lo admiro. Es un amigo con un valor asombroso; y tiene un sentido del humor muy fino y mordaz. Es el opuesto diametral del personaje inventado y luego linchado por sus enemigos.
Como reportero en lugares en agitación en todo el mundo, he aprendido a comparar la evidencia que he presenciado, con los dicursos y acciones de quienes tienen el poder.
De esta manera, es posible tener una idea de cómo se controla, divide y manipula nuestro mundo, cómo se distorsionan el lenguaje y el debate para producir la propaganda de la falsa conciencia.
Cuando hablamos de dictaduras, a esto le llamamos “lavado de cerebro”, la conquista de las mentes. Es una verdad que rara vez aplicamos a nuestras propias sociedades, independientemente del rastro de sangre que queda y que nunca se seca.
WikiLeaks ha expuesto esto. Es por eso que Assange se encuentra en una prisión de máxima seguridad en Londres enfrentando cargos políticos inventados en Estados Unidos, y por qué ha avergonzado a tantos de los que cobran para mantener el relato oficial.
Observe cómo estos periodistas ahora buscan cobertura mientras se da cuenta de que los fascistas estadounidenses que vinieron por Assange pueden venir por ellos, y no sólo aquellos de The Guardian que colaboraron con WikiLeaks y ganaron premios y obtuvieron libros lucrativos y ofertas de Hollywood basadas en su trabajo, antes de volverse contra Assange.
En 2011, David Leigh, el “editor de investigaciones” de The Guardian, dijo a estudiantes de periodismo en la City University de Londres que Assange estaba “bastante trastornado”. Cuando un estudiante desconcertado preguntó por qué, Leigh respondió: “Porque no comprende los parámetros del periodismo convencional”.
Pero es precisamente porque entendió que los “parámetros” de los medios de comunicación a menudo protegían intereses creados y políticos y no tenían nada que ver con la transparencia, que la idea de WikiLeaks era tan atractiva para muchas personas, especialmente jóvenes, que con razón consideran cínicos a los medios hegemónicos.
Leigh se burló de la idea de que, una vez extraditado, Assange terminaría “vistiendo un traje naranja”. Estas eran cosas -dijo- “que él y su abogado están diciendo para alimentar su paranoia”.
Los cargos actuales de Estados Unidos contra Assange se centran en los Registros afganos y en los Registros de Irak, que The Guardian publicó y en los que Leigh trabajó, y en el video de Asesinato colateral que muestra a un equipo de helicópteros estadounidense disparando a civiles y celebrando el crimen. Por este periodismo, Assange enfrenta 17 cargos de “espionaje” que conllevan penas de prisión por un total de 175 años.
Ya sea que su uniforme de prisión sea o no un “traje naranja”, los archivos judiciales de los Estados Unidos vistos por los abogados de Assange revelan que, una vez extraditado, Assange estará sujeto a medidas administrativas especiales, conocidas como SAMS.
Un informe de 2017 de la Facultad de Derecho de la Universidad de Yale y el Centro de Derechos Constitucionales describió a SAMS como “el rincón más oscuro del sistema penitenciario federal de EEUU”, que combina “la brutalidad y el aislamiento de las unidades de máxima seguridad con restricciones adicionales que niegan a las personas casi cualquier conexión con el ser humano o el mundo …
El efecto neto es proteger esta forma de tortura de cualquier escrutinio público real “.
Finalmente se está volviendo claro para muchos que se tragaron el incesante linchamiento del personaje, que Assange ha tenido razón todo el tiempo, y llevarlo a Suecia fue un fraude para cubrir un plan estadounidense de “rendirlo”.
“Hablo sueco con fluidez y pude leer todos los documentos originales”, dijo recientemente Nils Melzer, relator de las Naciones Unidas sobre la tortura, “apenas podía creer lo que veía”. Según el testimonio de la mujer en cuestión, nunca se había producido una violación.
Y no sólo eso: el testimonio de la mujer fue cambiado más tarde por la policía de Estocolmo sin su participación para que de alguna manera pareciera una posible violación. Tengo todos los documentos en mi poder, los correos electrónicos, los mensajes de texto “.
Keir Starmer se postula actualmente para las elecciones como líder del Partido Laborista en Gran Bretaña. Entre 2008 y 2013, fue Director de Procesamientos Públicos y responsable del Servicio de
Procesamiento de la Corona. Según las búsquedas de Freedom of Information realizadas por la periodista italiana Stefania Maurizi, Suecia intentó abandonar el caso Assange en 2011, pero un funcionario de la CPS (Fiscalía del Estado británico) en Londres le dijo al fiscal sueco que no lo tratara como “sólo otra extradición”.
En 2012, recibió un correo electrónico del CPS: “¡No te atrevas a tener miedo!” Otros correos electrónicos de CPS fueron eliminados o editados. ¿Por qué? Keir Starmer necesita decir por qué.
A la vanguardia de la marcha del sábado estará John Shipton, el padre de Julian, cuyo apoyo infatigable para su hijo es la antítesis de la colusión y la crueldad de los gobiernos de Australia, nuestra patria.
La lista de la vergüenza comienza con Julia Gillard, la primer ministro laborista australiana que, en 2010, quería criminalizar a WikiLeaks, arrestar a Assange y cancelar su pasaporte, hasta que la Policía Federal de Australia señaló que ninguna ley permitía esto y que Assange no había cometido ningún delito. Si bien afirmó falsamente que le brindó asistencia consular en Londres, fue el sorprendente abandono de su ciudadano por parte del gobierno de Gillard lo que llevó a Ecuador a otorgar asilo político a Assange en su embajada de Londres.
En un discurso posterior ante el Congreso estadounidense, Gillard, una de las favoritas de la embajada de los EEUU en Canberra, rompió récords de simpatía (según el sitio web Honest History) al declarar, una y otra vez, la fidelidad a EEUU de los “compañeros de Allá Abajo” (en alusión coloquial a Australia).
Hoy, mientras Assange espera en su celda, Gillard viaja por el mundo, promoviéndose como una feminista preocupada por los “derechos humanos”, a menudo en quipo con esa otra feminista de derechas, Hillary Clinton.
La verdad es que Australia podría haber rescatado a Julian Assange y aún puede rescatarlo
En 2010, concerté una reunión con un destacado miembro liberal (conservador) del Parlamento, Malcolm Turnbull.
Como joven abogado en la década de 1980, Turnbull había luchado con éxito contra los intentos del Gobierno británico de evitar la publicación del libro, Spycatcher, cuyo autor Peter Wright -un espía- había expuesto el “estado profundo” de Gran Bretaña. Hablamos sobre su famosa victoria para la libertad de expresión con esa publicación, y le describí el error judicial que le esperaba a Assange: el fraude de su arresto en Suecia y su conexión con una acusación estadounidense, por revelar que EEUU rompió su propia Constitución y el estado de derecho internacional.
Turnbull parecía mostrar un genuino interés y un asistente tomó extensas notas. Le pedí que entregara al gobierno australiano una carta de Gareth Peirce, el reconocido abogado británico de DDHH que representa a Assange.
En la carta, Peirce escribió: “Dado el alcance de la discusión pública, con frecuencia sobre la base de suposiciones completamente falsas … es muy difícil tratar de preservar para [Julian Assange] cualquier presunción de inocencia. Sobre el Sr. Assange, ahora se ciernen no una, sino dos, espadas de Damocles, de posible extradición a dos jurisdicciones diferentes a su vez por dos supuestos delitos diferentes, ninguno de los cuales son delitos en su propio país, y que su seguridad personal se ha visto en peligro en circunstancias que tienen mucha carga política “.
Turnbull prometió entregar la carta, seguirla y avisarme. Posteriormente le escribí varias veces, esperé, pero no he sabido nada.
En 2018, John Shipton escribió una carta profundamente conmovedora al entonces primer ministro de Australia pidiéndole que ejerza el poder diplomático a disposición de su gobierno y que lleve a Julian a casa.
Escribió que temía que si Julian no fuera rescatado, habría una tragedia y su hijo moriría en prisión. No recibió respuesta. El primer ministro fue Malcolm Turnbull.
El año pasado, cuando se le preguntó al actual primer ministro, Scott Morrison, un ex hombre de relaciones públicas, sobre Assange, respondió de la manera habitual: “¡Él debe enfrentar las consecuencias!”
Cuando la marcha del sábado llegue a la sede del Parlamento británico, que se considera “la Madre de los Parlamentos” (N.de la E. los británicos consideran que son el modelo por excelencia de los sistemas parlamentarios, la frase original de un parlamentario de 1865, dice “Inglaterra es la madre de los Parlamentos”), Morrison y Gillard y Turnbull y todos los que han traicionado a Julian Assange deberían ser llamados: la historia y la decencia no los olvidará a ellos, ni a los que ahora callan.
Y si queda algún sentido de justicia en la tierra de la Carta Magna (N.de la E: es la Carta que reconocía algunos derechos y libertades individuales en 1215, impuesta por nobles sublevados al rey de Inglaterra, Juan Sin Tierra, que el relato británico considera como antecedente de las Constituciones de los modernos Estados de derecho), la farsa que es el caso creado contra este heroico australiano debe terminar. Si no, todos nosotros estamos en peligro.
La marcha del sábado 22 de febrero comienza en la Casa de Australia en Aldwych, Londres WC2B 4LA, a las 12.30 p.m.: reunión a las 11.30 p.m.
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