Trump y los demócratas pese a sus feroces diferencias internas convergieron en renegociar el polémico T-MEC en detrimento de México y Canadá, quienes no tuvieron más remedio que asimilar los cambios. El subrepticio veto a China quedó más firme que nunca.
Por alguna razón en México el T-MEC ha recibido mayor resonancia en su rubro automotriz —una economía de principios del siglo XX con Henry Ford— y casi nadie toca el tema del casi apartheid tecnológico—una economía del siglo XXI— que sufre el país frente a los gigantes de Silicon Valley —Google, con 931.000 millones de dólares, Amazon, con 873.030 millones, Facebook, con 561.420 millones, Apple, con 1.21 billones, Twitter, con 23.520 millones, Microsoft, con 1,17 billones, y Netflix, con 130.790 millones—, quienes conjuntamente ostentan una capitalización de mercado al corte de caja de hoy de casi cinco billones.
Representan casi cuatro veces el PIB nominal de México (1.274.175 billones) cuando las bolsas de valores se dispararon tanto por el inminente acuerdo comercial en su primera fase entre Trump y China como por el triunfo de Boris Johnson —gran aliado de Trump—, quien acelerará el brexit y la ruptura del Reino Unido con la Unión Europea.
Lamentablemente, en México el sector aldeano neoliberal con ínfulas de genios como los dos negociadores Luis Videgaray e Ildelfonso Guajardo —que formaron parte del gabinete saliente de Enrique Peña— literalmente firmaron todo en el T-MEC inicial para favorecer más a EEUU que a México.
Siguen anclados en la mentalidad de la caduca ventaja comparativa que impulsó el economista anglo-israelí David Ricardo, quien era un vulgar apostador.
Los signatarios neoliberales mexicanos no entienden que el siglo XXI ya es digital y que quien domine la inteligencia artificial controlará el mundo, como dijo Vladímir Putin.
Jamie Powell, del Financial Times, expresó hace exactamente un año que el gran vencedor del T-MEC eran "los gigantes tecnológicos de Silicon Valley".
La versión inicial del T-MEC —rebautizado así por Trump con fines electorales en lugar del TLCAN de hace un cuarto de siglo— fue reformulada estos días con una firma tripartita que contó con la supervisión de Jared Kushner, el polémico yerno talmúdico de Trump.
Según Jamie Powell en su ominoso capítulo 19 sobre el "comercio digital", este otorga las "llaves a aquellos que cosechan, y por ende se benefician mayormente de los datos (los grandes grupos tecnológicos de EEUU) cuando "ninguna parte restringirá la transferencia transfronteriza de información, incluyendo la personal, por medios electrónicos si esta actividad es para conducir los negocios de una persona encubierta".
Cabe señalar que con estas atribuciones digitales unilaterales la información de los big data de la salud quedará bajo custodia de los gigantes de Silicon Valley quienes, a su vez y en fechas recientes, han aceptado dar el control de la inteligencia artificial al Pentágono.
Tanto Canadá como México —sumamente atrasado en ese rubro— dejan sin protección los datos íntimos de sus ciudadanos y nunca se han atrevido a invocar la soberanía del código genético de sus nacionales cuando ni siquiera protegen la soberanía tout court.
Powell cita al consultor y exfuncionario canadiense Dan Ciuriak, quien sentencia que "la economía de los datos no está encaminada a crear mercados competitivos" cuando el T-MEC constituye una "concesión total" ya que el problema no radica en lo que se cede en este momento, sino en el futuro económico que ha sido concedido.
Ya vapuleados México y Canadá en el rubro digital —la verdadera economía del siglo XXI—, vale la pena revisar la reseña de Heather Long, del The Washington Post.
Exulta el triunfo de EEUU, acoplado por republicanos y demócratas pese al inicio de un impeachment deslactosado en contra de Trump. Este ahora prepara sus clásicos revires vengativos.
La nueva versión del T-MEC de republicanos y demócratas resalta la propiedad intelectual, los big data y las protecciones ambientales y laborales, también en detrimento de Canadá y, sobre todo, de México.
Se ignora la copia final del T-MEC, cuyos detalles faltan conocer según Heather Long.
Se generaron grandes cambios en el sector automotriz: "Para calificar para una tarifa cero, un vehículo debe tener 75% de sus componentes manufacturados" en cualquiera de los tres países, lo cual significa un abrupto "aumento del actual requerimiento del 62,5%" cuando "el 30% del trabajo del vehículo hecho por los trabajadores deberá ganar 16 dólares la hora".
En 2023, es decir, en tres años, el 30% deberá incrementarse al 40%. Aquí también emerge México como el gran perdedor, no se diga Canadá.
"Grandes cambios para los obreros mexicanos": se requiere que "México cambie sus leyes para facilitar la sindicalización de los trabajadores", lo que si bien es benéfico para el obrero mexicano, visto en su nicho encapsulado, "hará menos atractivo para que las empresas de EEUU se trasladen al sur".
Es más: los camiones mexicanos que cruzan la frontera con EEUU "deben cumplir mayores regulaciones de seguridad". ¿Vendrá implícito, en esta estipulación, el combate al transporte otrora permisivo de estupefacientes?
Los demócratas de EEUU, a los que muchos senadores de México idolatran, fueron exageradamente estrictos con México al exigir un comité formal para monitorear a México en temas laborales, como attachés laborales —el equivalente de agregados diplomáticos— instalados en México de acuerdo a una hoja de trabajo del representante Richard E. Neal (demócrata de Massachusetts y jefe del poderoso Comité Vías y Medios (House Committee on Ways & Means) a grado tal que México puede ser objeto de "medidas punitivas".
Heather Long proclama "el triunfo de Trump sobre Canadá, que es obligado a abrir su mercado lácteo a los granjeros de EEUU".
El único rubro donde los demócratas obtuvieron concesiones frente a los republicanos fue en la desaparición de los 10 años de gracia de "protección de propiedad intelectual" de fármacos biológicos.
Para compensar, el nuevo capítulo sobre propiedad intelectual contiene en sus más de 60 extensas páginas "más protecciones rigurosas para patentes y marcas registradas que incluyen la biotecnología, los servicios financieros y los nombres de dominio".
Otro rubro más en el que salen vapuleados Canadá y México.
Se incrementan, en otras 30 paginas, las "protecciones ambientales", donde "México acepta mejorar el monitoreo para frenar la pesca ilegal".
Al margen del reformulado T-MEC, EEUU firmó cartas paralelas que permiten a Canadá y a México esquivar mayormente las tarifas de los vehículos por Trump.
La única concesión relativamente simbólica que otorgó EEUU consiste en formar un panel tripartito de representantes para desafiar las medidas antidumping con el fin de compensar los aranceles.
El capítulo 11 —que otorgaba a los inversionistas "una manera especial para combatir las decisiones del Gobierno"— es "eliminado enteramente para Canadá y mayormente para México" con el fin de eludir el sistema judicial.
Según Heather Long, la parte que se preservó del capitulo 11 exclusivamente para México es en referencia al petróleo para así "desafiar al Gobierno mexicano si cambia las reglas e intenta nacionalizar de nuevo su sector energético".
Se veta de facto cualquier intento de renacionalizar del estratégico petróleo mexicano.
Los negociadores de México y Canadá exhibieron una anacrónica mentalidad siderúrgica del siglo XIX y acabaron comprando espejismos digitales con los espejitos medievales que les vendieron los demócratas y republicanos de EEUU reconciliados en su contra.
https://mundo.sputniknews.com/firmas/201912131089635477-t-mec-eeuu-mexico-y-canada-vetan-a-china-y-renacionalizar-del-petroleo-mexicano/