EL periódico de Juventud Rebelde, como un homenaje de aniversario de la muerte del Jefe de la Revolución Popular Sandinista, público un reportaje hecho en abril de 1980 para la exhumación del cuerpo del héroe...
"...De acuerdo con la reconstrucción de los hechos, el Comandante en Jefe Carlos Fonseca al atardecer del 7 de noviembre de 1976 se dirigía hacia la zona montañosa de Zínica para sostener una importante reunión con varios dirigentes del Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Al llegar a la zona conocida por Boca de Piedra, la reducidísima tropa que lo acompaña es interceptada por el fuego de la patrulla emboscada. El tiroteo es intenso. El Comandante es herido en las piernas y queda inmovilizado. Aún en la madrugada del día 8 de noviembre está con vida, pero al amanecer…
Ahora no hizo nada
Al llegar a la localidad minera Rosita y hacer indagaciones en el comando del Ejército Popular Sandinista sobre la ubicación de los maestros cubanos, por esas coincidencias que no se repiten dos veces, nos enteramos que estaban siendo interrogados un campesino y un exguardia somocista, ambos vinculados a los hechos de Boca de Piedra.
Hablamos con el jefe militar de la zona y fue permitida la entrevista con ambos individuos en cuyas palabras se puede apreciar la sádica actuación de la guardia con el cuerpo del destacado dirigente sandinista.
En la casa del campesino Matías López se alojó la patrulla aquella tarde de noviembre y posteriormente se preparó la emboscada. José Dolores, exguardia somocista, reconoce haber integrado la patrulla comandada por el entonces teniente y tres años más tarde mayor de la Guardia Nacional, José Enrique Munguía Berrios (quien después ante el tribunal reconoció su culpabilidad en estos hechos).
Dolores cínicamente asegura ahora que aunque estaba armado y a diez metros del lugar donde cayera Carlos Fonseca, él no hizo ni un solo disparo sobre los guerrilleros.
Es más, afirma con tremendo desparpajo que si Carlos hubiera pasado por su posición, él lo hubiera dejado pasar y se hubiera incorporado a la guerrilla.
José Dolores señaló que un oreja (chivato), llamado “El pinto” (en ese momento prófugo), había avisado a Munguía del movimiento de los guerrilleros y que hacia la casa del campesino Matías se dirigió la patrulla para sorprenderlos. Al atardecer tomaron posiciones de combate, y sobre las seis y media y las siete de la noche comenzó el tiroteo, prolongándose durante hora y media más o menos, pero que solo al amanecer fue que salieron de sus refugios y vieron a dos hombres muertos.
En la casa del campesino
El campesino Matías aún no sabe cómo a él y a su familia los dejaron con vida. Dice que por la tarde llegó la patrulla a su casa y le obligaron a que cocinaran para ellos, manteniéndose ocultos allí hasta el atardecer cuando se apostaron en una hondonada delante de la casa e hicieron a la familia esconderse en un cuarto, so pena de matarlos si salían de allí.
Sobre las siete empezó el tiroteo. “Yo tenía miedo y no me moví de aquel cuarto hasta la mañanita en que el teniente de la guardia me obligó a salir”, nos comentó el campesino.
“Cuando salí, la guardia estaba dando un rodeo para entrarle por detrás a los dos hombres tirados en la tierra y luego disparó sobre ellos.
“El teniente me ordenó que buscara dos machos (mulas) para montarlos sobre ellos y llevarlos a la capilla de Boca de Piedra. Cuando fui a cargar al barbudo, hombre flaco, de espejuelos de metal, que después supe era Carlos Fonseca, su cuerpo aún estaba caliente por lo que parecía que hacía poquitico que había muerto; estaba chorreando mucha sangre por el pecho, una herida fresca, al parecer de los disparos en la mañana, y en las piernas tenía también manchas de sangre aunque ya secas.
“Ya en la capilla le cortaron las manos, le pelaron la barba, le sacaron el dinero de los bolsillos (unos 10 000 córdovas) y el teniente empezó a hacer paqueticos con los reales (pesos) para repartírselos a los guardias. También cogió algo así como una brújula y los espejuelos de metal…”.
El campesino Matías narró por último que ya por la tarde llegaron unos helicópteros con varios altos jefes militares y se llevaron el cadáver.
Así fueron los últimos minutos del Comandante Carlos Fonseca Amador. Así pensaron acallar su espíritu combatiente. El comandante Tomás Borge recuerda que estando en prisión, un oficial somocista vino jubiloso a tirarle en la cara la noticia. Su respuesta fue contundente: <Carlos es de los hombres que nunca mueren>."
Por: Arturo Cárdenas Alvarado
Por: Arturo Cárdenas Alvarado