Discurso pronunciado por el Presidente de la República de Cuba, Miguel M. Díaz-Canel Bermúdez, en la toma de posesión de su cargo, en la Cuarta Sesión Extraordinaria de la IX Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Palacio de Convenciones, el 10 de octubre de 2019, “Año 61 de la Revolución”.
(Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado)
Querido General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba;
Queridos compañeros de la Generación Histórica;
Compañero Esteban Lazo, Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular y del Consejo de Estado; Integrantes del Consejo de Estado;
Diputadas, diputados;
Pueblo de Cuba:
Es 10 de Octubre y los cubanos debemos felicitarnos. “[...] el primer día de libertad e independencia de Cuba”, como lo llamó Carlos Manuel de Céspedes, tiene todos los derechos para ser uno de los más celebrados en nuestro calendario nacional, por sus fuertes resonancias, desde aquel minuto de 1868 hasta este en que hemos renovado el juramento de servicio incondicional a la Patria.
Aunque después la nación crecería llena de episodios legendarios, la primera inspiración vino de aquel día en que se quebraron los grilletes y la bandera hecha por una mujer ondeó en las manos más nuevas.
Juntos y abrazados a un ideal, por primera vez, blancos y negros, mujeres y hombres, jóvenes casi todos, y como abanderado, el cubano de menos edad. Así se vivió el primer 10 de Octubre, lleno de significados trascendentes.
Cuentan que un muchacho de 20 años llamado Emilio Tamayo fue el primero en pasear la enseña, que confeccionó Cambula, por el campamento que se había instalado en La Demajagua. Y que el Padre de la Patria dijo al admirarla ondeando: “Primero mueran antes que verla deshonrada”. Se dice también que tocó la campana del ingenio otro muy joven bayamés, Manuel García Pavón, quien sería el último sobreviviente del histórico alzamiento.
¿Qué quiero significar al evocar estas memorias? En primer lugar, por supuesto, rendir el debido tributo a la historia y a sus eternos enlaces con nuestro presente, desafiante y plagado de amenazas y riesgos, como aquel primer día de La Demajagua y como cada jornada en los 151 años de lucha de Cuba por sostener su independencia.
Me interesa especialmente hoy destacar los episodios que colocan a la juventud cubana en el epicentro de esas luchas por algo que casi un siglo después del 10 de Octubre de 1868, en julio de 1962, en Santiago de Cuba, Fidel decía a los estudiantes y profesores de la Universidad de Oriente:
“La Revolución no es una lucha por el presente, la Revolución es una lucha por el futuro; la Revolución tiene siempre su vista puesta en el porvenir y la patria en que pensamos, la sociedad que concebimos como sociedad justa y digna de los hombres, es la patria del mañana...”.
La Revolución es una lucha por el futuro. Lo ha sido siempre y lo es ahora.
Para el Consejo de Estado, su Presidente, Vicepresidenta y los restantes 19 miembros que acaban de ratificarse o elegirse este 10 de octubre; para el Vicepresidente de la República y para su Presidente, la tarea número uno tiene que ser el futuro. Agradecemos la confianza al elegirnos para estas responsabilidades, que unidos desempeñaremos en pos de ese futuro.
Por eso hemos puesto en primer lugar y de manera simultánea la defensa y la economía. No olvidamos por un segundo que una Revolución vale lo que sabe defenderse y quienes olvidan esa lección no viven para contarlo. La economía, como base y sostén de la superestructura social, resulta la gran determinante del futuro.
En días recientes, a través del sitio de la Presidencia, convocamos a “Pensar como país”, y al leer detenidamente las más de 1 200 respuestas encontramos mucho optimismo y confianza de cara al futuro, aunque también, en algunos casos, expresiones de preocupación.
Lógica y revolucionaria inquietud que compartimos frente a un mundo minado por el desequilibrio en las relaciones económicas, sin “amortiguadores” para las naciones de menor desarrollo y donde se ha convertido en práctica que las instituciones financieras globales rescaten bancos, pero nunca pueblos.
Un mundo donde predomina el irrespeto a la legalidad internacional, liderado por la potencia hegemónica y la imposición de sus pretensiones mediante amenazas y sanciones.
Un mundo manipulado por perniciosas campañas mediáticas contra una nación solidaria y pacífica como Venezuela, al mismo tiempo que insisten en legitimar como su “Presidente” a un impostor sin respaldo popular alguno.
Un mundo donde ha llegado a usarse el podio de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas para descalificar, menospreciar, amenazar y negar sistemas sociales y gobiernos soberanos y mentir descaradamente en el intento de propiciar intervenciones de todo tipo, incluso militares.
Un mundo donde se rompen acuerdos globales, proyectos de cooperación y programas de salud que resultaban esperanzadores para mayorías excluidas.
Un mundo donde se utiliza el poder judicial para recluir en prisión a líderes progresistas y se persigue y asesina a activistas sociales sin que se haga justicia.
Un mundo donde los que levantan muros, separan familias, encarcelan niños emigrantes, prohíben intercambios entre pueblos y bloquean el acceso al desarrollo de otras naciones, también ponen en riesgo a la especie humana cuando desconocen el cambio climático y desestiman los avisos de la ciencia, mientras arden el Amazonas y otros pulmones del planeta.
Un mundo así realmente nos alarma a todos. En la Primera Cumbre de la Tierra, en 1992, Fidel pronunció su estremecedor discurso de advertencia sobre “una especie en peligro de extinción”.
Nadie debería asombrarse, entonces, de que una adolescente llore frente a los responsables del desastre. Las lágrimas de Greta Thunberg son las lágrimas del futuro.
“Gobernar es prever”, sentenció Martí. Y la Revolución Cubana debe mucho a la genialidad previsora de Fidel y de Raúl. Esa es nuestra escuela política.
Quienes lo pongan en duda, solo tienen que mirar 60 años de historia revolucionaria: desde la alfabetización y alta escolarización de nuestro pueblo, base para forjar el valioso capital humano que nos distingue y elevar el desarrollo de la ciencia y la medicina a niveles de vanguardia mundial, hasta la advertencia temprana y los preparativos que ahora nos han permitido enfrentar el brutal recrudecimiento del bloqueo por parte de la administración norteamericana, con menos daños de los que nuestros adversarios calcularon.
El compromiso que hoy hacemos ante ustedes es el de mantener y fortalecer esa práctica, aprovechar el inestimable capital humano que hemos formado y los aportes de la academia y la ciencia para elevar el nivel de eficiencia de la gestión gubernamental como resultado de la previsión que genera el conocimiento.
El país tiene el compromiso de hacer florecer el talento formado por la Revolución, producir y aportar internamente sin cerrar las puertas a la cooperación y los aprendizajes fuera de fronteras. La exportación de productos cubanos y de servicios debe crecer y diversificarse.
Cuando decidimos aumentar entre tres y cinco veces los salarios del sector presupuestado; cuando promovemos la informatización acelerada de la sociedad; cuando, pese a las limitaciones que nos impone el bloqueo, defendemos el fortalecimiento de la educación y el vínculo de las universidades con la producción en todos los niveles, estamos trabajando por el futuro.
Este año y, particularmente, los últimos meses han puesto a prueba nuestra capacidad de resistir sin renunciar al desarrollo. Y han exigido al pueblo un extra, pero también de los ministros y cuadros de la administración del Estado. No será menor la exigencia en los días y meses por venir. Bajo las condiciones de asedio prolongado y total nos corresponde tensar fuerzas y apoyarnos en las estructuras existentes y las nuevas responsabilidades que adquieren.
El Consejo de Estado, por ejemplo, funcionará con mayor frecuencia e impacto entre sesiones de la Asamblea. Hay muchas leyes, indispensables para hacer más eficiente el Gobierno, que precisan de modos más expeditos de revisión, aprobación e instrumentación. Es un compromiso desde que aprobamos la nueva Constitución.
Los municipios deben aprender a administrar los recursos disponibles con mayores facultades, pero con responsabilidad superior.
Ya estamos a las puertas del año 2020, en el que nos hemos propuesto seguir consolidando nuestra economía. Sin renunciar nunca a los sueños más grandes, que por lógica elemental precisan mayor cantidad de recursos, afianzaremos líneas de trabajo y programas que durante el año 2019 planteamos como prioridades, entre ellas: las exportaciones, la inversión extranjera, la construcción de viviendas, la producción de alimentos, el turismo, el transporte y las fuentes renovables de energía.
Como hemos planteado en ocasiones anteriores, tras la escasez de combustible, generada por la terquedad del Gobierno de Estados Unidos, el país volverá a la normalidad, pero no será con los mismos modos de hacer. Si algo bueno tuvieron estos días de tensión fue que sacaron a flote las enormes reservas con que cuenta Cuba para trabajar de manera más eficiente.
Por eso pondremos mayor énfasis en disminuir los gastos y ahorrar; en sistematizar las buenas soluciones nacidas de los años más duros del Período Especial, atemperadas a nuestra realidad, es decir, tomar en cuenta los avances tecnológicos y del conocimiento que pueden convertir un principio de trabajo, como el ahorro, en un motor del desarrollo.
Insistimos en la necesidad de trabajar por el bien de todos, en la preparación política e ideológica de los cuadros, en la convocatoria a los jóvenes que tantas energías nos aportan siempre, y en la participación del pueblo en la búsqueda de las mejores soluciones, con la certeza de que es inagotable la fuente de la inteligencia colectiva, así como las reservas de resistencia y creatividad que la agresividad del adversario siempre despierta en los cubanos.
Digo como hace un año al asumir la tarea en la Presidencia del entonces Consejo de Estado y de Ministros: No venimos a prometer. Venimos a cumplir el mandato del pueblo revolucionario.
Hoy comienza una nueva etapa de trabajo para quienes representamos al Estado y al Gobierno, que demandará de cada dirigente, cuadro y funcionario a todos los niveles, la disposición a echar por la borda el pesado lastre de prácticas obsoletas y mecanismos engorrosos, que ralentizan los procesos y debilitan la autoestima nacional.
Son nuevos los tiempos que vivimos en todos los sentidos y exigen un pensamiento diferente. Cambiar todo lo que deba ser cambiado, como nos dejó dicho Fidel, como nos lo ha demostrado Raúl durante sus años al frente de la Presidencia y como nuestro Primer Secretario del Partido.
Cuando pienso en ellos, también estoy pensando en el futuro, porque su generación fue una generación de futuro, que dejó hogar, estudios y comodidades para cambiar esta tierra de una vez. No les tembló la mano para combatir a las peores lacras que le chupaban la sangre a la República, ni para desafiar al enemigo amenazante levantando una nación nueva desde la raíz, desde el monte, desde la Sierra.
Como no temblaron a la hora de enfrentar la guerra sucia que duró años, con mercenarios destruyendo y asesinando prácticamente a todo lo largo y ancho de la Isla; ni dudaron en dar apoyo a los pueblos hermanos que luchaban contra las odiosas dictaduras latinoamericanas, sostenidas y respaldadas por el mismo imperio que ahora acusa de dictadores a los líderes progresistas de la región.
Por cierto, qué mal está haciendo quedar a ese imperio, viejo y desmoralizado, su tropa de políticos mediocres y mendaces nucleados por la OEA.
¿Dónde están los que no han cesado de dar consejos sobre el destino de Venezuela y a la vez no muestran ocupación por los enormes conflictos y problemas sociales que aquejan a sus pueblos? ¿Cómo se proponen borrar en las agresiones contra Venezuela las chapucerías y los contubernios con mafias paramilitares?
Si algo no perdió jamás el liderazgo de la Revolución Cubana fue el curso de la moral en la Historia. Ahí están, invictos, sin más monumentos que su propia obra, a la cual tenemos el deber de rendir el más justo de los tributos: hacerla crecer y prosperar, sin temor a las amenazas ni a los riesgos.
Los pobres de la tierra no podemos perder la dignidad ni ceder ante la amenaza. Es una convicción demostrada muchas veces a lo largo de la historia, desde aquel 10 de Octubre en La Demajagua hasta el día de abril de 1961 en que Fidel disparó con un tanque contra los barcos mercenarios.
En estos tiempos, en que hemos vuelto a acompañar al Comandante Almeida en su grito de principios en medio de las más duras horas, afirmamos rotundamente que la Revolución Cubana preservará intactas todas sus convicciones, esas que costaron la sangre de los mejores hijos de nuestra Patria (Aplausos).
Cuando se cuenta con un pueblo de la estirpe del cubano, no se duda ni un segundo para enfrentar el futuro, conscientes de que lo conquistaremos.
Hoy volvemos a hacer nuestra aquella valoración que tantas veces le escuchamos al General de Ejército y que hemos aprendido a aquilatar mejor en medio de la dificultad: “¡Qué clase de pueblo tenemos!” (Aplausos.)
Los que crean y construyen han derrotado a los que odian y deshacen.
La sangre de nuestros nobles aborígenes, nuestros abuelos europeos, africanos y asiáticos y la de todos los hombres y mujeres de inmenso coraje, que a lo largo de los siglos conformaron el ser nacional, hierve de rebeldía frente a cada amenaza y de rabia ante cada agresión.
Mientras más nos agreden, mientras más nos intimidan, más crece la voluntad y la fuerza nacional: ¡La unidad! (Aplausos.)
¡Nos inspirará siempre el 10 de Octubre! Como los mambises, honroso nombre del criollo rebelde, no vacilaremos en usar el machete si faltaran los fusiles. Y siempre tendremos la vergüenza como estandarte y como chaleco la moral.
Este pueblo, que más de una vez ha sido capital de la solidaridad mundial, acogiendo a quienes nos la ofrecen y brindándola por el mundo a quienes más la necesitan, espera pronto aquí, en La Habana de los 500 años, el arribo de una ola solidaria y antiimperialista, como un cañonazo contra los zarpazos de la bestia imperial.
En la tierra de Céspedes, Mariana, Gómez, Maceo, Martí, Mella, Guiteras, Rubén, Camilo, Che, Almeida, Ramiro, Guillermo, Vilma, Celia, Haydée, Melba, en la tierra de Raúl y de Fidel, no ha variado ni un milímetro la advertencia del Titán de Bronce:
“Quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha” (Aplausos).
Compañeras y compañeros:
Nos esperan días intensos y desafiantes, pero nadie va a quitarnos la confianza en el futuro que les debemos a nuestros hijos en la Patria que los padres nos ganaron de pie.
¡Viva Cuba Libre! (Exclamaciones de: “¡Viva!”)
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(Ovación.)