Emmanuel Macron ha dado una oportunidad de oro a Bolsonaro de hacerse el patriota -precisamente él, que ha puesto Brasil en venta- y rechazar la ayuda monetaria para combatir el incendio en el Amazonas.
Más tarde, parece que Bolsonaro se lo pensó mejor y anunció que aceptará las millonarias aportaciones internacionales si él las puede administrar. Hay que recordar que desde 2008 existe un Fondo Amazonia creado por el gobierno de Lula, que era gestionado por el Banco Nacional de Desarrollo de Brasil.
El Fondo Amazonia administraba los aportes internacionales destinados a la prevención, monitoreo y combate de la deforestación, además de la conservación y el uso sustentable de los bosques amazónicos.
Alemania y Noruega eran los principales donantes de este fondo y como protesta ante la política de desforestación emprendida por Bolsonaro, suspendieron o congelaron sus aportes. Bolsonaro respondió a la cancillera Merkel y a los noruegos, con sus salidas de tono habituales.
Ni bien llegó al gobierno, Bolsonaro sustitiyó al equipo que gestionaba el Fondo Amazonia, sin previo aviso. En este momento, el sitio del Fondo Amazonia en internet, ya no existe.
Macron propone crear un nuevo fondo y dejar en manos de Bolsonaro las millonarias aportaciones mundiales. Macri ya ha aplaudido entusiasmado la idea.
Es de esperar que la cancillera Merkel diga «Nein, nein!» a tal disparate. Macron parece tener un grado de incompetencia mayor aún del que le atribuye la población francesa. M.Mestre
Los incendios de la Amazonia, ¿un asunto global o nacional?
Un grupo de bomberos descansando brevemente de su tarea contra el fuego cerca de la ciudad de Porto Velho, en la Amazonia, el lunes (AP)
Bolsonaro reivindica la soberanía sobre la selva y sólo aceptará la ayuda económica del G-7 si se le garantiza el control de la gestión de los fondos
ANDY ROBINSON, DESDE BARREIRAS (BRASIL) / LA VANGUARDIA
Recuperar su vieja fama de defensor de la patria no era fácil para Jair Bolsonaro tras el anuncio ante los mercados internacionales de un paquete de privatizaciones que incluye tres parques nacionales y parte de la petrolera estatal Petrobras.
Pero Emanuel Macron acaba de regalarle al presidente brasileño una oportunidad inesperada al calificar la Amazonia brasileña como un “bien común universal” y plantear la internacionalización de la gobernanza del llamado “pulmón del planeta”.
Perder la soberanía sobre la Amazonia es un viejo temor del nacionalismo brasileño. Tanto, que fue citado para justificar la primera fase de destrucción genocida –con un balance oficial de 8.350 indígenas asesinados durante la dictadura militar, 1964-1984– necesaria, según los generales, para proteger las fronteras nacionales.
Bolsonaro aprovechó la oportunidad ayer. Respondió agresivamente a la oferta del G-7, en su cumbre de Biarritz, de proporcionar 20 millones de dólares para combatir más de 80.000 fuegos que arrasan el Amazonas y amenazan el resto del país.
“Nuestra soberanía está en riesgo en Amazonia”, declaró el presidente, que rechazó en un primer momento la oferta debido a los “insultos” de Macron.
Horas más tarde y templados ya los ánimos, un portavoz de su Ejecutivo aseguró que el país estaba “abierto” a la ayuda financiera internacional, siempre y cuando mantuvieran en todo momento el control de la gestión de los fondos.
Jamás se había debatido la soberanía de Amazonia con semejante hipérbole desde que el legendario diplomático barón de Rio Branco encargó al escritor Euclides da Cunha cartografiar la Amazonia –echándole imaginación periodística– para frustrar las ambiciones colonialistas. Pero la verdadera guerra se libra en la selva.
La última noticia meteorológica no dio motivos para la esperanza en la batalla contra el fuego. La temporada seca actual se prolongará durante varias semanas, por lo que será casi imposible apagar fuegos más grandes pese al envío de miles de efectivos de las fuerzas armadas.
Los frentes más violentos de la guerra por la soberanía en la Amazonia, sin embargo, son otros. Las declaraciones de ayer de Bolsonaro de que la protección de territorios indígenas “invisibiliza la soberanía brasileña” no han pasado inadvertidas en las comunidades que integran casi un millón de ciudadanos indígenas, la mayoría de ellos en el Amazonas.
“No lo dice directamente pero su discurso incita a la violencia contra nosotros”, dijo a La Vanguardia José Amanaye, un dirigente indígena en Belém, en la desembocadura de Amazonas .
Tras denunciar la pasividad de las autoridades, las comunidades del territorio protegido Terra Indígena (TI) Trincheira-Bacajá han tomado armas contra invasores de sus tierras, en una de las decenas de rebeliones indígenas contra ganaderos, mineros y madereros que invaden sus territorios.
Bolsonaro rechaza el derecho constitucional de la demarcación de los territorios indígenas y pretende abrir los existentes territorios a actividades extractivas . Es un grave peligro para el futuro del planeta ya que estas reservas son santuarios en la implacable deforestación del Amazonas.
El consenso del análisis brasileño, tras la cumbre de Biarritz, es que Macron sufrió una derrota al sustituir una censura a Bolsonaro por la oferta de ayuda.
La Administración Trump está mucho más interesada en la internacionalización inversora en minería y energía en la Amazonia que en el “bien común” medioambiental. “Bolsonaro está trabajando duro contra los fuegos, y cuenta con el apoyo del pueblo de Estados Unidos”, tuiteó el presidente estadounidense ayer.
Sin embargo, Bolsonaro corre riesgos diplomáticos y comerciales. “Brasil vive la crisis más grave de imagen de los últimos cincuenta años”, dijo Rubens Ricupero, el respetado diplomático y ex ministro de Medio Ambiente.
La retórica nacionalista del Gobierno, por supuesto, va dirigida al público interno. Pero los brasileños parecen ser menos manipulables que en el pasado.
El 96% de los entrevistados en una encuesta de Ibope consideran que el Gobierno debería intensificar las medidas contra la deforestación. El rechazo a Bolsonaro roza el 50% y la vox populi –al menos en el del nordeste brasileño– parece más sabia que la retórica de los dos presidentes.
“Sé que los otros países se preocupan por amor, pero Brasil tiene que resolver esto; hemos protegido la Amazonia en el pasado, ¿por qué no ahora?”, dijo Maria do Carmo Pereira, de 64 años, ama de casa, evangélica, natural de Ceará, uno de los estados más pobres del país.
“Bolsonaro es incompetente para asumir la responsabilidad de proteger la Amazonia; deberíamos echarlo de la presidencia”, señaló Angelita Barbosa, de 43 años, que vendía productos cosméticos en la ciudad de Barreiras.
La más clara en su rechazo al rifirrafe de Bolsonaro y Macron sobre la soberanía global o nacional era Sabrina Guedes, estudiante de psicología, de 19 años.
Respondió así a la pregunta de si la Amazonia pertenece a Brasil o es patrimonio mundial: “Pues yo creo que pertenece a los indígenas”.
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