A partir de la toma de posesión del mandatario brasileño Jair Bolsonaro, el 1ro. de enero de 2019, se abrió una nueva etapa en la orientación de la política interna y exterior del gigante suramericano.
Los destinos de la nación han estado marcados por un presidente que se declara admirador de la dictadura militar que sufrió ese país durante 21 años y públicamente manifiesta que Donald Trump constituye su paradigma a seguir.
Con estas «confesiones» podía anticiparse una gestión de gobierno sustentada en una agenda política de extrema derecha con una proyección internacional subordinada a los intereses de Washington.
Era de esperar un alineamiento profundo con ideas y concepciones supremacistas, populistas y neofascistas que tendrían un serio impacto en la nación brasileña. Comenzaría un proceso de ruptura radical con la manera de proyectarse Brasilia en el escenario internacional y, en particular, hacia Nuestra América.