El periodista Moisés Absalón Pastora celebró con el pueblo nicaragüense el 40 aniversario del Triunfo de la Revolución Sandinista. Foto: Cortesía. |
Todos los nicaragüenses en contra y a favor de cada uno de los aniversarios de la Revolución Popular Sandinista hemos seguido minuciosamente, desde la “A” hasta la “Z” el evento y el que me diga lo contrario de plano. es un mentiroso. porque es un acontecimiento único en la agenda política de la nación, que no tiene pares, ni iguales, ni siquiera intentos cercanos o comparativos porque la verdad es que el 19 de julio es el 19 de julio.
La única diferencia de éste 19 de julio de otros 19 de julio es que fue descomunal y colosal y cuando hablo del 19 de julio no me refiero solo al aspecto místico de la plaza es el previo a ese momento cumbre, es la antesala del evento que manifiesta una ansiedad por la gran fiesta que se acerca, que implicó conmemoraciones en el contexto del julio victorioso que movilizó departamental y municipalmente a cienes de miles de gentes no solo en marchas, caminatas y concentraciones, sino en cualquier tipo de actividades.
Hubo ferias, vigilias, bailongos, actos de reconocimientos a sus propios valores, conciertos y en cada uno de esos eventos lo característico fue un sandinismo alegre, unido, autocrítico, pero propositivo que se declara cierto de que volver a dormirse en sus laureles nunca más puede ser una opción para la tarea que tiene en frente.
La televisión, en cadena nacional como corresponde, transmitió el 19 de julio, pero no es lo mismo que estar ahí. Fui invitado especial como parte de una delegación que asistió en representación del Movimiento Liberal Constitucionalista Independiente y cuando uno ve la disciplina sandinista nutrir oceánicamente una plaza con gentes que llegan de todas partes del país, que desde la dos de la tarde tenían topada la plaza de la fe, al extremo que si sobre ella caía un alfiler la rebasaba, con la animación alegórica de tanta música alusiva al 40 aniversario -además en toda su letra invocando la paz- y por estar en la tarima te permite ver la entrada de tantas delegaciones internacionales y ves los rostros de quienes construyeron un partido con historia, con leyendas y epopeyas que tejieron la revolución del 79, uno medita.
Desde la tarima no me quedé en el 19 de julio, sino que mientras aquella vista hacía danzar banderas azules y blancos y rojas y negras, yo hacía un recorrido reflexivo por sus cuarenta años y dividí mentalmente la revolución en cinco etapas; La primera desde su génesis y la inspiración que representa Sandino en quienes toman la estafeta del nacionalismo y desde cero comienzan un recorrido preñado de actos heroicos que dejaron en la tumba del guerrillero a mártires que abonaron con sangre la tierra y el país que por fin, después de 45 años, fue liberado el 19 de julio de 1979.
A partir de ese momento la estructura política, social y económica fue reseteada, no había espacio para parches, todo tenía que volver a nacer y así sucedió a fin de perfilar el esquemas de una nueva república donde todos fuéramos más iguales, donde los pobres fueran los reivindicados, donde el concepto del socialismo fuera una distribución más equitativa de nuestros propios recursos para que no solo los ricos, que habían amasado enormes fortunas tomaran conciencia que los demás también merecían soñar y tener oportunidades, lamentablemente eso no gustó al imperio que generó las condiciones para imponernos una guerra fratricida.
Esta confrontación entre hermanos, no evitó la transformación de las estructuras y la victoria del pueblo sobre el somocismo, pero objetivamente no permitió que la revolución avanzara en sus objetivos fundamentales porque la arrogancia imperial le negó la paz.
Otra etapa de la revolución fue la que llevó en 1990 a sus dirigentes a la oposición y fue un tiempo duro para aquella vanguardia roja y negra que sufrió un terremoto interno tan intenso que la sacudida del palo fue tal que solo quedaron bien pegados y en las ramas Daniel Ortega y unos cuantos más. Después que muchos de los que tuvieron una alta responsabilidad en los errores cometidos en la década de los 80s traicionaron la revolución y se fueron a hacer champa aparte, no fuimos pocos los que apostamos a que el FSLN se acababa porque los reveses para el partido rojo y negros caían en cascada.
No solo era que les sucedía una administración que claramente venía por los restos del partido rojo y negro, sino que la conspiración de un montón de gente lo dejó con unos cuantos diputados en la entrante Asamblea Nacional de 1990, sino que además lidiar con el estado anímico de un sandinismo por el suelo y hasta amenazado.
Mientras algunos llamados Comandantes de la Revolución, Comandantes guerrilleros y otros cuadros que en otrora tiempos se ensoberbecían cuando desde las tarimas se creían dioses y posteriormente se desgranaron del FSLN porque se vieron fuera del poder y se lavaban las manos haciéndose los ciegos, sordos y mudos contra el desmantelamiento de los beneficios sociales que la Revolución había otorgado al pueblo nicaragüense, independientemente de las preferencias políticas que tuviera y paquete del que también agarraron mucho y a manos grandes los que ahora formaron un club llamado MRS, Daniel Ortega se echó el perno a tuto y desde el momento en que advirtió que gobernarían “desde abajo” la lucha por la defensa de lo que el FSLN denominaba las “conquistas de la revolución” fue tenaz y violenta pero no por reclamar el poder sino para que no se afectara al pobre y con intensidades bajas y altas así Daniel Ortega transito 17 años, proponiéndose como candidato en las elecciones de 1996, 2001 que perdió, pero en la medida que lo hacía y lo creían terco por insistir muchos perdieron de vista que iba poco a poco volviendo recuperando la fuerza.
Así Daniel Ortega llegó al 2006 al frente de un partido que nuevamente lo propuso a la candidatura y en el contexto en que las luchas intestinas del liberalismo eran tan brutales que prefirieron dividirse y con ello ceder la presidencia al FSLN y es ahí cuando inicia una nueva etapa en la revolución.
La retoma del poder de Daniel Ortega el 10 de enero de 2007, fue el resultado de la mayoría que así lo decidió frente a dos contendientes, José Rizo, que en paz descanse y Eduardo Montealegre que ya desapareció del escenario político donde nunca dio la talla. La nueva banda presidencial que Daniel Ortega recibió nuevamente llenó de terror a muchos y me incluyo y a todos esos que estábamos en la otra acera nos pasó por la mente una cinta fílmica de muchas cosas que en la década de los 80s combatimos porque no nos gustaba y si aquello que para nosotros era malo en aquellos momentos entonces nos será malo siempre.
Sin embargo, el resultado fue contrario y los que críticos de Daniel Ortega entendimos que el perdón que había pedido para gobernar en paz era sincero y a mí me tomó varios años después entender que a Nicaragua le estaba ocurriendo un milagro.
Ese milagro de una Nicaragua que renació a partir del 2007 encantó a la inmensa mayoría de los nicaragüenses y por eso la elección del 2011 tuvo resultados apabullantes y arrasadores contra una desaparecida oposición que volvió a recibir la misma dosis en el 2016 en la que se hizo más pequeña porque ya la Alianza Unida Nicaragua Triunfa contaba con gente que antes le adversaba, pero que aplaudía la verdadera transformación, la verdadera revolución generadora de paz, de libertades, de progreso, de integración, de estructuras educativas, hospitalarias, turísticas y humanitarias que surgían tan vertiginosamente que el mundo lo reconocía pero que lamentablemente el odio y la perversidad levantaron un muro diabólico para estrellar esa magia e ilusión que ya era un camino que nos llevaba a la construcción de la Patria Grande sobre la que poemizaba Rubén Dario y tragedia que sucedió el 18 de abril del año pasado.
Gracias a Dios ya todo eso está conjurado. Gracias a Dios hubo sabiduría para amansar a las bestias, Gracias a Dios fue posible probar que el amor es más fuerte que la muerte y que sí es posible hacer de la tolerancia un arma mucha más poderosa que el odio.
Pienso yo, es mi percepción, que el 40 aniversario del 19 de julio, más que una fecha icónica de calendario y de tiempo es la otra y más trascendente de las etapas de la revolución porque sus constructores vienen de vencer, de atravesar las noches más oscuras de sus últimas cuatro décadas, de enfrentar al enemigo de la humanidad y a sus sirvientes nacionales que hoy tienen sobradas razones para estar desmoralizados y ciertos de que el tiempo de las elecciones próximas está marcado por la constitución y reafirmado por el presidente constitucional de este país y que el tiempo de las verdades llegaron y que aquí la demostración de fuerza y de poder no es un acto de soberbia, sino la determinación que el futuro de Nicaragua está seguro porque después del 2021 hay más que razones para comprender que seguiremos escuchando los latidos de una revolución fresca que llena de vida y esperanza tiene aún
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.
Por: Moisés Absalón Pastora.