El caos económico reordenó las prioridades políticas en la enorme mayoría social. Y el responsable de esta realidad realmente existente: es Mauricio Macri. No hay relato duranbarbista capaz de ocultarlo, explican los investigadores del Centro Latinoamericano de Geopolítica (CELAG).
No todo en la política son elecciones, pero todo en las disputas electorales es política. Se equivoca Durán Barba. No se trata solo de sumar o restar votos. La fórmula presidencial propuesta por Cristina Fernández de Kirchner (CFK) es, en efecto, una “bomba de tiempo”[1], pero no por las infundadas especulaciones del consultor sobre una disputa interna de liderazgos entre CFK y Alberto Fernández, sino porque al desactivar la principal hipótesis electoral del oficialismo (competir contra Cristina Fernández de Kirchner) puso en el horizonte una fecha de caducidad para el actual Gobierno de Mauricio Macri, rechazado por el 70% de los argentinos.
Y sí, podríamos haber titulado “Emociones, política y clivajes electorales”, pero ese titular, que refleja mejor el contenido de este artículo, no habría generado la consonancia cognitiva necesaria para involucrarles en su lectura y seducirles con las conclusiones desgranadas. La consonancia cognitiva es el pilar fundamental de cualquier relato o historia que pretenda sobrevivir en el universo de la sobreexposición narrativa en la que vivimos. Se trata, como cualquier comunicador sabe, de que la primera de nuestras afirmaciones conecte con una verdad reconocible por nuestro interlocutor, predisponiéndolo a nuestro favor y estableciendo un canal de comunicación en el que prevalece la presunción de veracidad. Eso intenta Durán Barba en su columna “La resta es mayor que la suma”[2].
La hipótesis electoral sobre la que se asentaba la posibilidad de la reelección de Mauricio Macri, según su asesor estrella, se basaba en dos ejes, hoy desactivados: el rechazo que concitaba en la sociedad la figura de CFK y la mejora, siempre postergada y nunca acontecida, de la economía. Sobre lo primero, el objetivo era basar la campaña en la polarización entre supuestos “estilos” antagónicos Cristina Fernández de Kirchner-populismo-violencia-vieja política-corrupción-pasado vs. Macri-república-nueva política-transparencia-futuro.
Pero la angustiante crisis económica que generó el Gobierno de Cambiemos hizo que esos clivajes se transformaran. “Si la economía estuviese bien ganaríamos en la primera vuelta con el 60% de los votos. El Gobierno hizo mucho, hizo caminos, obras gigantescas, pero falló en la economía. Pensé que caminaría bien” dijo recientemente Durán Barba a O Globo. A confesión de parte…
¿Qué pasó?
El intento de instauración acelerada de un nuevo pacto social neoliberal desestructuró la vida cotidiana de la sociedad argentina y el relato chocó de frente con la realidad generando un clima de angustia social y enojo que no hace sino incrementarse conforme pasan los días: esa es la verdadera bomba de tiempo de esta elección.
Los datos de la última encuesta de CELAG son contundentes[3]: el proceso electoral se encamina a dirimirse por el eje económico aún contra los intentos del oficialismo de instalar otros clivajes. Las motivaciones económicas son citadas en primer lugar por el 58,7% de los argentinos para decidir su voto, la misma proporción que siente que ha descendido socialmente en estos últimos años.
Lo material importa y es catalizador de emociones y opiniones. Entre las distintas razones del voto, quienes se dicen motivados por “la situación económica familiar” muestran un nivel de concentración emocional insoslayable, con 64% de ellos hartos, enojados o angustiados (diez puntos más que la media nacional). Sólo entre los esperanzados (un exiguo 16%) se observa una baja de las motivaciones económicas y un alza de motivaciones tales como “que sus propuestas coincidan con mis opiniones”, “que me inspire confianza” o “que el candidato no sea corrupto”. Materialismo de la vida cotidiana en estado puro.
El caos económico reordenó las prioridades políticas en la enorme mayoría social. Y el responsable de esta realidad realmente existente, si se permite la hiperbólica expresión, es Mauricio Macri. No hay relato duranbarbista capaz de ocultarlo.
La fuerza que había llegado en 2015 para cambiarlo todo, con “el mejor equipo de los últimos cincuenta años”, es ampliamente rechazada por la sociedad: 66% hace un balance negativo de su gestión. Se pretendía ganar montándose sobre el rechazo social a CFK y se está en riesgo de perder por el rechazo a Macri y sus políticas económicas.
Cristina Fernández, en cambio, inicia la campaña acompañada de un candidato a presidente de perfil conciliador que difícilmente pueda generar temor, y con un techo electoral mucho más amplio que Macri: un 45% afirma que podría llegar a votar a Cristina Fernández de Kirchner contra un 51% que dice que nunca la votarían, a Macri sólo 28% podría llegar a votarlo, frente a un 67% que nunca lo votaría.
Eso reduce enormemente sus chances de ganar en segunda vuelta, aún si compitiera contra Cristina Fernández. La “avenida del medio”, por su parte, se desinfla un poco más cada día. Hay un quiebre profundo entre la ciudadanía y el actual presidente que ni Lavagna ni Massa están en condiciones de capitalizar y que parece irremontable en el corto plazo: a siete de cada diez argentinos Macri le despierta hoy sentimientos negativos (45,8% rechazo y 24,5% decepción).
Para Durán Barba lo que queda parece ser cruzar los dedos y esperar un milagro electoral que haga prevalecer en la mente y el corazón de los votantes el miedo, la más potente de las emociones primarias: “Cristina asusta y Macri decepcionó.
Creo que a la hora de votar el miedo será mayor que la decepción“. Pero sus declaraciones tienen otra lectura más preocupante, suenan a anticipación de lo que podemos esperar en esta campaña electoral: ¿usará el Gobierno todos los mecanismos y recursos de que dispone para instilar miedo en la sociedad? ¿Hay algo menos democrático que intentar clausurar la política desde la violencia?
El consultor estrella del Gobierno ya comenzó hace rato. Ejercita en sus escritos la falsa humildad de quien se pretende cercano a la trastienda del poder (llamando Mauricio al presidente de la República), pero con la altura del que lo interpreta desde la atalaya científica.
Una atalaya que es pura fachada, con argumentos inconsistentes acompañados de un salpicado de datos sueltos de análisis cuantitativos y cualitativos de los que nunca explicita fuentes, sólo el acomplejado argumento de autoridad de quien cita la contraportada de un texto anglosajón para adornar el estruendo de la mediocridad de sus prejuicios racistas “en medio del aguacero, estaban unos cinco mil pobres que habían llegado en colectivos para participar de este evento cultural. Se mojaban, pero gritaban para conservar sus planes sociales”.
Este enfoque violento parece radicalizarse a medida que las chances electorales del oficialismo se recortan. El problema es que suena forzado seguir asustando con “el pasado” en este presente donde ese pasado “espectral” justamente comienza a ser reinterpretado menos negativamente por amplios segmentos de la sociedad. Si en 2015 el “futuro” en boca de Cambiemos podía sonar prometedor, cuatro años después representa sin lugar a dudas un lugar sombrío al que nadie quiere ir de la mano de Macri, ni siquiera Durán Barba.
Gisela Brito es máster en Análisis Político por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Es doctorando en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la UCM.
Sergio Pascual es antropólogo e ingeniero de telecomunicaciones. Fue diputado en el Congreso en España y fundador de Podemos, donde fue Secretario de Organización .
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