Hoy se cumple el octavo aniversario del bombardeo de la OTAN en Libia. La que marcó el final de un estado, que una vez fue el país más rico de África.
Libia hoy se considera un estado fallido. El país está dividido en varias facciones y no hay un gobierno real que pueda ejercer el control sobre todo el territorio.
La guerra también lo ha hecho muy fácil para ser presa de grupos terroristas como Al Qaeda y el Estado Islámico.
Con las armas que quedaron de la guerra civil y la falta de seguridad, algunos territorios se han convertido en nido de los terroristas.
La infraestructura en el país ha quedado destruida.
La extracción de petróleo ha disminuido significativamente desde el pico de producción del país.
Con la falta de fondos y un gobierno apropiado, algunas áreas permanecen totalmente destruidas sin acceso a electricidad y agua potable limpia.
Los servicios más básico como la salud y la educación, un servicio que se proporcionó de manera gratuita bajo Gaddafi, ya no es un hecho.
La situación de los derechos humanos también se deterioró drásticamente. Los refugiados y activistas a menudo son encarcelados, torturados y maltratados.
Miles de personas permanecen encerradas, sin la posibilidad de un juicio justo, o si quiera tener un juicio.
La esclavitud también hizo un regreso a Libia. El país tiene mercados abiertos de esclavos, incluso en la capital de Trípoli.
Los africanos subsaharianos a menudo son vistos como seres humanos inferiores, especialmente por las facciones islámicas que también buscan su castigo por su apoyo a Gaddafi.
La ONU considera a la guerra de Libia como olvidada, ya no se presta atención a la gente o al país que quedó en destrucción.
Muchos ahora esperan que el hijo mayor de Gaddafi, Saif al-Islam, gane las próximas elecciones a mediados de 2019 y restablezca el orden en el país, pero es cuestionable si las elecciones serán justas o no.
De cualquier manera, mientras que los partidos que venden la guerra también buscan nuevos países para destruir, como Venezuela e Irán, Libia todavía tendrá un largo camino por recorrer, solo para volver a la normalidad.
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