La humanidad está llena de sucesos explosiva y sangrientamente bélicos que detonaron, por mil razones que no analizaremos aquí, pero que simplemente fueron el resultado de la ausencia del diálogo.
La crueldad de la violencia empuja justamente a los seres racionales a salir al encuentro del diálogo para acabar con las pláticas personales, con esos monólogos sostenidos cara a cara con el espejo frente al que nos paramos para simular prácticas que terminan atrapadas en el egoísmo de quienes por estar bien no les importa que los demás estén mal.
El diálogo despierta sentimientos contrapuestos: para unos es cristalizar un final próximamente feliz mientras en otros genera un temor al engaño y a una nueva humillación; unos presentan el diálogo como panacea, sin matices ni condiciones, mientras que otros lo excluyen completamente sin considerar sus virtudes para acelerar el fin de la violencia; para unos es cesión y para otros, prolongación innecesaria, pero al final para dirimir un conflicto la única alternativa es dialogar.
Una salida dialogada siempre será la mejor ruta porque es segura y certificada.
Sin embargo, estar dispuesto a dialogar puede significar muchas cosas, algunas de ellas contradictorias.
Si lo dice un terrorista en ejercicio, podemos estar seguros de que anuncia que quiere hablar y mantener al mismo tiempo la dosis de presión adecuada para que hagamos lo que quiere.
Si lo dice alguien con buena intención, tal vez no signifique más que un deseo de contribuir a mejorar las cosas y mantener esa esperanza.
Entre las razones que tenemos los que creemos en el diálogo y la de aquellos que aparentan quererlo hay un gran espacio o una brecha en la que es posible trabajar para establecer las condiciones que permitan un final dialogado de la violencia y hacia eso debemos ir para apoyar, para generar confianza en ese diálogo con el propósito de trasladar esperanzas a los nicaragüenses, que al final lo que quieren, es volver a la paz y tranquilidad de antes del 18 de abril, donde tras diez años de esfuerzos concertados habíamos una economía bonita que malos connacionales derribaron en apenas tres meses de terror.
Hablar no es lo mismo que dialogar y en consecuencia no debemos ir a una a aparentar que conversamos porque no habría sinceridad frente a la crisis que vivimos y que es innegable.
Debemos tener sinceramente establecido que el ejercicio del dialogo nos ayudará a sobrellevar mucho mejor la convivencia.
Pero no lo hacemos, lo que origina que la resolución del conflicto se retrase o empeore innecesariamente.
Hablar solamente implica una expresión verbal sobre lo que uno quiere expresar a la otra persona, pero en ningún caso conlleva que haya ningún entendimiento y aunque todos tengamos distintas visiones y diferentes preferencias, el dialogo siempre facilitará alcanzar un acuerdo o subsanar posibles heridas.
Alrededor de todo diálogo, y ocurre, con frecuencia, es que las personas implicadas no están dispuestas a ceder y se aferran a su postura al considerar que ceder supone una derrota, por lo que ni siquiera acceden a iniciar un diálogo, lo que impide solucionar el conflicto y si acceden es más una estrategia mediática para no ser señalado posteriormente por quienes lo demandan.
Debemos entender que el dialogo se centra en un intercambio de opiniones y puntos de vista con una clara intención de establecer acuerdos mínimos y para que dé frutos buenos son ingredientes básicos: el respeto, la actitud de escucha y la empatía, la sinceridad sin vulgaridad y ofensas, el comunicarnos con el compromiso de ser claros y consecuentes tanto en nuestros actos como en nuestros sentimientos donde el odio debe quedar afuera de la habitación, de la oficina, del salón o de cualquier sede donde se vaya a realiza.
Partiendo de ello los nicaragüenses tenemos en mano una nueva oportunidad para tratar acercar nuestras distancias identificando primero los puntos que nos acercan y separarlos de aquellos que nos dividen porque hay que dejar claro que en un evento de esta naturaleza no todo lo que se pretende se logra por lo que los participantes en este nuevo intento, teniendo como base lo que no se logró y por qué no se logró, deben tener conciencia de que ya hay una experiencia allanada y que lo peor que podemos hacer es caer en la necedad de repetir errores pretendiendo resultados distintos.
En el preámbulo, aunque me quiero llenar de optimismo y pensar que vamos a lograr acuerdos mínimos, aunque no caprichos, da pena ajena que el Presidente Daniel Ortega no había terminado de anunciar el inicio de conversaciones para éste miércoles cuando ya los sectores oposicionistas se estaban, unos contra otros, bebiéndose entre ellos la sangre en pajilla.
Ahora el pleito desde todos sus flancos, que viene con descalificaciones, expulsiones e insultos incluidos, es sobre quien tiene más derecho a estar en la mesa, y entre los que no faltan por supuesto, están los que se fueron huyendo por el peso de sus pecados, pero además por lo que ahora sabemos con las bolsas llenas de dólares.
Estas gentes desbordadas por una ansiedad de protagonismo enfermiza deberían deponer sus intenciones protagónicas en beneficio del interés nacional y darse cuenta que representantes deberán ser escogidos con sabiduría y con pinzas porque el tiempo de las multitudes en la Torre de Babel se acabaron como igual las cámaras de televisión donde el que más insultos profería era el más chingón.
Ya no todos vamos a estar en ese diálogo porque el formato deberá estar alejado de todo espectáculo barato. Del lado oficial, donde incluso fuimos invitados algunos que no pertenecemos al partido gobierno, estamos todos enteros y completitos, porque nadie se fue de aquí a pesar de las amenazas, pero la inmensa mayoría ya no tenemos vela en este entierro y aunque nadie se está peleando para que se nos delegue a esas pláticas, tenemos plena confianza que la representación del estado, con gente que sabe, que maneja administrativamente la cosa pública y siendo experta en negociaciones, sabrá ser más que efectiva.
Pero del otro lado donde está en oposicionismo, aunque quieran ya no estarán porque una buena parte de ellos se fueron, salieron huyendo alentados por los padrinos gringos que ahora los dejaron solos por lo que ahora tipejos como Lester Alemán es a los inodoros a quienes grita que se monten en el primer avión, porque si para alguien esto efectivamente se acabó, es para aquellos inexpertos e ignorantes de la historia y de la realidad misma del país que se sigue construyendo con un pueblo que no se amínala ni se corre al ruido de los caites porque se sabe del lado de la verdad.
Por ahora es poco lo que conocemos en cuanto a los representantes que oficialmente estarán en las conversaciones.
Tampoco tengo idea cuál será el formato ni donde se realizarán las pláticas, pero si voy a conceder a estas conversaciones el apoyo que corresponde.
Creo que la nación entera, al menos aquella que mayoritariamente quiere paz, justicia y estabilidad desea que retomemos la ruta del progreso, pero con justicia.
Ya tendremos en la medida que se instale la mesa y se vayan conociendo los acuerdos y disensos la oportunidad de opinar sobre lo que vaya sucediendo, pero por ahora dejemos que el Creador ilumine las mentes de quienes tendrán esa inmensa responsabilidad de buscar lo mejor para nuestro país.
http://www.redvolucion.net/2019/02/25/moises-absalon-pastora-una-nueva-oportunidad/