Pablo Gonzalez

Argentina: CAUSA “CUADERNOS”: Injerencia de EE.UU e hipercorrupción.


Los cruzados anticorrupción encabezan el ranking de corruptos / Stornelli y la Embajada de los Estados Unidos, emporcados hasta la coronilla por la caída del verborrágico superagente D’Alessio / La patética actuación de los fiscales que derramaron lágrimas de cocodrilo por Nisman / Los aprietes que sufrió un supuesto arrepentido para que denunciara a la petrolera venezolana PDVSA, a fines de poder saquearla / La causa (fotos de fotocopias) de Cuadernos (incinerados) entregada en escandaloso “forum shopping” al juez sospechado de integrar una asociación ilícita/ Todo lo cual destruye la república con la que se llenan la boca algunos cómplices de unos gobernantes que parecen no saber que es eso ni importarle.

Yapa: La situación de Claudio Bonadío (que aparece mencionado en varios audios por D’Alessio), por Ricardo Ragendorfer.

Comodoro Py: un pozo de iniquidades



Foto sacada por el reo D’Alessio dentro de la fiscalía de Stornelli, que muestra a Brusa Dovat prestando declaración. Stornelli y D’Alessio son como chanchos.

POR JUAN JOSÉ SALINAS

Pocas dudas pueden subsistir acerca de que Marcelo D’Alessio y el fiscal Carlos Stornelli (para muchos a partir de ahora “Extornelli”, foto de presentación) trabajaban en tándem a la hora de apretar, chantajear y extorsionar a infortunados hasta hacerles decir en sede judicial lo que querían de antemano que dijeran. 

Tampoco cabe duda de que D’Alessio trajinaba redacciones, radios y canales de TV presentándose ante sus responsables como agente de la National Security Agency (NSA, el más secreto y poderoso de los servicios secretos estadounidenses) y director regional de la Drugs Enforcement Agency (DEA). 

Si se probara que el juez Claudio Bonadío formó parte del engranaje terminaría de consolidarse la figura de Asociación ilícita por la que el juez federal de Dolores Alejo Ramos Padilla dispuso la prisión preventiva de D’Alessio. 

Pero no ese el único modo. Lo más grave del escándalo desatado a partir de la documentadísima denuncia del “retobao” Pedro Etchebest es que esta recela (apriete, chantaje, extorsión) parece ser un extendido “modus operandi” en los tribunales federales de Comodoro Py, en el que aparecen involucrados estudios jurídicos tan importantes como el encabezado por Fernando Archimbal y Luis Vila, de añeja y acrisolada vinculación con la SIDE, hoy AFI. 

En este contexto, el respaldo a Stornelli de la Asociación de Fiscales presidida por Carlos Rívolo con el argumento de que no debe prejuzgarse que ha delinquido, chirría y parece ser apenas un movimiento defensivo si se tiene en cuenta que la mayoría de sus miembros no dudaron un segundo en echar las campanas al vuelo a la hora de considerar que el evidente suicidio de Natalio Alberto Nisman había sido un asesinato, y que el mismo Rívolo sostuvo el pasado mes de junio que “ya tenemos el móvil (del presunto crimen) y ahora falta saber quién fue el autor”.

Si eso no es prejuzgar, que baje Dios y lo vea.

Mientras, van apareciendo nuevos whatssaps de D’Alessio que parecen revelar nuevas extorsiones económicas. Por ejemplo a Mario Cifuentes, titular de la empresa de servicios petroleros OPS.

En medio de semejante jaleo, este periodista se encontró el sábado en el café “Lugar de encuentro” de Beruti y Pueyrredón con Gonzalo Brusa Dovat, ex gerente de Logística y Compras de la filial argentina de Petróleos de Venezuela S.A., quien fue llevado como quien dice en volandas por D’Alessio en persona ante el fiscal Stornelli a declarar contra esa empresa. D’Alessio lo hizo fotografiar y filmar mientras esperaba con él en los pasillos del quinto piso de Comodoro Py que los atendiesen, y luego él mismo lo fotografió y filmó mientras declaraba ante una secretaria de Stornelli, declaración en cuyo tramo final estuvo presente D’Alessio, que antes había estado reunido a solas con Stornelli en el contiguo despacho de éste.

 La familiaridad entre D’Alessio y Stornelli era tanta y la presencia de D’Alessio en la fiscalía tan habitual, que en un audio de whatssap D’Alessio dice jocosamente que conociendo como conoce al “hijo de puta” de Stornelli, no le extrañaría que le hiciera tomar la declaración a Brusa a él mismo….

A la reunión en aquel café del Bario Norte, siguió otra en la casa de quien escribe ayer, martes 19 de febrero. De ambas, surgió esta historia, tal como me la contó (los dichos de Brusa Dovat estaran siempre en negritas): “Entré a trabajar en Petrolera del Cono Sur SA, cuyo accionista principal es PDVSA Argentina Sociedad Anónima contratado por su presidente, Ángel Morales Placencia, a quien conocía previamente. 

Al año siguiente Morales fue despedido, según corrió el rumor, por orden del presidente Hugo Chavez luego de que lo hubieran descubierto cobrando una coima. Sus funciones fueron asumidas por quien era su jefe director, Nelson Martínez, presidente de PDVSA América. Puesto que Morales me había contratado, le ofrecí mi renuncia, pero el me pidió que continuara trabajando.

“Luego de la muerte de (el comandante Hugo) Chávez y la asunción de Nicolás Maduro, Martínez pasó a desempeñarse como presidente de la filial estadounidense de PDVSA mientras que en la presidencia de PDVSA Argentina fue nombrado Miguel Tarazona, quien volvió a contratar a Morales, ahora como asesor externo. 

Fue a partir de entonces que comenzó mi calvario porque Morales comenzó a acosarme laboralmente y a amenazarme para que renunciara a mi puesto de trabajo, llegando incluso a amenazar a mi esposa, con seguimientos, llamadas telefónicas, etc.”

Le pregunté a santo de qué Morales le reclamaba dinero y Brusa me dijo sin dar mayores precisiones que lo acusaba de haberse quedado con un negocio que era suyo, y que no solo lo acusaba a él, sino también a otros seis compañeros, subordinados suyos en la petrolera, que los acusaba de haberse quedado con dinero de un enroque que él había armado y por el cual había sido echado de la empresa, y que la ofensiva de Morales consiguió que en agosto de 2014 los siete renunciaran “voluntariamente” a sus empleos.

 Pero Morales, siguió narrando Brusa, no se conformó con ello y siguió amenazándolo de variadas maneras. “Me decía que si no le pagaba lo que le debía, me armaría una causa penal y me denunciaría”, sintetizó.

Continúa Gonzalo Brusa: “En noviembre del año pasado Morales fue desvinculado, dejó de ser asesor de PDVSA Argentina. 

Y en diciembre, me enteré por ex compañeros que siguen trabajando en la empresa que, efectivamente, había armado una carpeta para iniciarme acciones legales. Sin embargo nunca fui notificado de que la haya presentado en sede judicial.”

Atemorizado por las amenazas y/o urgido por otras razones, Brusa se puso en contacto con Rolando Graña, quien recordó que se encontraba en una de las mesas del café que antes se llamaba Gran Victoria, junto a la Plaza de Mayo, sobre la calle Hipólito Yrigoyen y en diagonal al Cabildo, cuando Brusa se le acercó.

“Me dijo que venía de la Catedral, que estaba muy asustado por las amenazas que estaba recibiendo y me comenzó a hablar de maniobras de aparente lavado de dinero, de un millón de dólares al mes, dijo, hechas por PDVSA en combinación con (la estatal) Enarsa (Energía Argentina SA)”.

Graña lo citó en su productora, sobre la calle Humboldt, en Las Cañitas. Brusa dice que ese encuentro fue breve. 

“Le conté mis penas, que aunque se había radicado en Tenerife, Morales seguía mandándome mensajes intimidatorios a través de terceros, y él me propuso una reunión con Marcelo D’Alessio, de quien me dijo que era el experto que había ayudado al fiscal Carlos Stornelli en varios casos, mencionando el del Gas Licuado importado por la empresa estatal Enarsa”. Precisamente la causa por la que Julio Devido fue encarcelado.

Ya en sus oficinas, recuerda Graña, Brusa “me describió lo que tenía y a mi mucho no me interesó. Me pareció que era una nota para la prensa gráfica más que para televisión. 

Y en función de lo que está pasando en Venezuela, le dije que probablemente su historia le interesara a la Embajada de Los Estados Unidos, y le ofrecí presentarle a Marcelo D’Alessio, del que yo no tenía la menor duda de que trabajaba para ella”, destacó.


Stornelli y D’Alessio, con unos de sus “fierros” exclusivos, al parecer entrados al país en valija diplomática. La vida te da sorpresas.

Graña, que durante largos años fue corresponsal y presentador de CNN en español y conoce muy bien el paño, dice que conoció a Marcelo D’Alessio porque leyó una entrevista que le hicieron en Clarín y le interesó mucho; que D’Alessio le mostró una chapa de la National Security Agency (NSA) “que es la que está por encima de la CIA y las demás agencias de inteligencia de los Estados Unidos”; que le aportó videos exclusivos como el de una cocina de cocaína montada en medio de la selva peruana; que solía llevar armas sofisticadas y de grueso calibre en un maletín, y que le enseñó imágenes dijo que tomadas por él del último anillo de seguridad de la reciente cumbre del G-20.

 Y agrega que presentó a D’Alessio y Brusa en un almuerzo en el I Fresh Market de Puerto Madero que pagó D’Alessio, quien sin previo aviso apareció en compañía del comisario general (R) Aníbal De Gastaldi, un ex jefe de la Policía Bonaerense. 

Al cual ahora, detenido, D’Alessio identificó como agente de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). D’Alessio pretende ahora que Degastaldi era su jefe y quien le mandó retorcerle los testículos amablemente a Pedro Etchebest.

Tanto en sus conversaciones con Graña como en los whatssaps que le envió a Etchebest, D’Alessio se vanaglorió de sus largos años de servicio en los servicios, valga la redundancia. 

Quien piense que alguien puede pasar años deambulando por ministerios, diarios y canales de TV presentándose como agente de la NSA, la DEA o la CIA o el FBI serlo, enriqueciéndose y sin sufrir ninguna consecuencia, es un caído del catre con menos juicio que un lactante.

Brusa dijo que D’Alessio se le presentó como jefe regional de la DEA y le informó que estaba investigando a la empresa Flubialba, especializada en transporte de combustible por la hidrovía, de la cual PDVSA Argentina es dueña de aproximadamente el 50 por ciento.

“D’Alessio me dijo que conocía detalladamente mi historia laboral, me confirmó que hay una ‘precausa armada’ por Ángel Morales contra mí y varios compañeros, y me ofreció “ayudarme” para que ésta nunca se formalice a cambio de más información sobre otras empresas de PDVSA Argentina, puntualmente sobre Petrolera del Cono Sur SA.

“Su interés, me explicó, estaba en las compras de combustible que Petrolera del Cono Sur había triangulado con Enarsa a un trader internacional cuando no tenía ninguna necesidad y bien las podría haber efectuado directamente, así a otras operaciones de supuesto lavado de dinero con transferencias de PDVSA Venezuela a la Argentina.

“Puntualmente me dijo que ‘siguiendo los protocolos de la DEA’ yo debía formalizar una denuncia ante el fiscal Stornelli, y luego prestarme a entrevistas para el diario Clarín, TodoNoticias (TN) y América 24. 

Y que si lo hacía así mi familia y yo íbamos a estar protegidos por la DEA”.

En un aparte, sin que Graña lo escuchara, dijo Brusa, D’Alessio le susurró que la causa iniciada por Morales la había terminado de armar él y que la tenía el juez Marcelo Aguinsky en un cajón. 

Lo indudable es que D’Alessio le escribió whatssaps a Etchebest en el que se jactó de haber convencido a Brusa de hacer un “aporte patriótico” porque “no le quedaba otra”. 

Del mismo modo, también se jactó por anticipado de que luego de que Brusa declarase en lo de Stornelli meterían “en cana a todo lo que es PDVSA en Argentina y nos quedamos con todo el dinero de PDVSA Argentina”.

“Hacia el fin del almuerzo -continuó Brusa- D’Alessio propuso que el primer periodista que me entrevistara fuera Daniel Santoro, de Clarín, y Graña asintió”.

De cómo Brusa fue convencido de arremeter contra PDVSA hay otra versión y la dio el incontinente D’Alessio en un mensaje por whatssap que le remitió a Etchebest, quien lo aportó a la justicia:

“El pánico que tenía ese muchacho… Un auto que lo pasó a buscar había participado de un robo en Lomas de Zamora (donde Brusa visitaba a su ex y madre de sus hijos). Lo detuvimos y era un Uber. Si hoy no se infarta ese cristiano…”, escribió D’Alessio casi tan rápido con los dedos como con las cuerdas vocales.

En otro mensaje de voz, D’Alessio de cuenta a Etchebest que lo podria ver “en TN y en el noticiero de Canal 13 entregando al arrepentido venezolano (sic, Brusa es uruguayo y tiene familia santafesina) con cara de pánico” y que después “al mediodía o a las diez y media de la mañana lo voy a entregar al juzgado de Bonadi… a la fiscalía de Stornelli (…)

 Mi idea es entrar por la explanada… ya van a estar los periodistas que quiero que filmen la cara de él. Lo voy a bajar yo con dos custodios míos con la camioneta que vos conocés. seguramente le voy a poner un chaleco antibalas, algo por el estilo (hacer) un poco de circo (…) y después me voy a tener que chupar el garrón, por ser suave, de cinco o seis horas de testimonial, que la voy a tomar yo adentro del juzgado (porque) conociéndolo al hijo de puta de Stornelli la voy a terminar tomando yo, ya vas a ver”.

“El lunes siguiente -narra Brusa-, D’Alessio se puso en contacto conmigo para decirme que el miércoles 30 nos reuniríamos en el restaurante Sarkis de la calle Thames con Santoro. 

Es ahí donde éste me hizo la entrevista que salió publicada en Clarín el domingo 3 de febrero.

“El lunes 4 a las 9.30 D’Alessio me pasó a buscar por casa. Vino en una camioneta Land Rover ploteada de azul negro. Me hizo sentar con él en el asiento trasero y me dijo que los dos hombres que iban en el asiento delantero eran personal que trabajaba para la DEA y que todos respondían a la Embajada de los Estados Unidos. 

También me dijo que uno de los hombres, el que estaba delante de mí en el asiento del acompañante, era panameño.

“Así fue que me llevaron a los tribunales federales de la avenida Comodoro Py, y al 5to. piso, donde está el despacho del fiscal Stornelli.

“Luego de una breve espera, entramos y pasamos al despacho del fiscal. D’Alessio me lo presentó, nos dimos la mano, y D’Alessio le explicó a Stornelli mi situación. También hablaron con gran familiaridad de la enfermedad de un amigo común. 

La escena no debe haber durado más de 5 minutos. Seguidamente Stornelli me hizo pasar a un despacho lateral donde una secretaria de pelo rubio muy claro me tomó declaración como testigo.

“Al principio, D’Alessio se quedó en el despacho de Stornelli charlando con él; en el tramo final de mi declaración, se sentó junto a mí.

“Cuando firmé mi declaración, apareció Stornelli, me saludó, me dijo que se iba a sortear la denuncia y que ya me llamarían para ratificarla y presentar pruebas –que no tengo–. Me dio la mano y me retiré con D’Alessio.

“Ese mismo lunes, a media tarde, me encontré con D’Alessio en Salta y San Juan, a una cuadra de Canal 13. Subí a la misma camioneta azul y negra, que D’Alessio estacionó adentro del predio del canal. Fuimos a un estudio de TN donde el periodista Rodrigo Alegre me entrevistó por espacio de aproximadamente unos 20 minutos, siempre en presencia de D’Alessio.

 Más tarde ese mismo día, a las 20, nos encontramos en América 24, donde ambos participamos en un programa que conduce el periodista Eduardo Feimann.

“Esa fue, a pesar de sus promesas de protección, etc., la última vez que vi a D’Alessio. El jueves 7 de febrero, cuando ya su nombre estaba en los noticieros, me envió un mensaje por whatssap para preguntarme cómo estaba. 

Me dijo que me quedara tranquilo; que el asunto no era conmigo sino con él; que él estaba acostumbrado; que eran gajes de su oficio. Fue el último contacto”.

Brusa remató:

“Es todo cuanto tengo para decir. Quiero que quede claro que no fui a declarar ante el fiscal ni a prestarme a entrevistas periodísticas por iniciativa propia sino inducido y coaccionado por las circunstancias”.

Bonadio, el garrote judicial de Macri que terminó acusado

POR RICARDO RAGENDORFER / NUESTRAS VOCES

¿A cuantos centímetros se encuentra el juez Claudio Bonadio de quedar imputado en la causa por extorsión que involucra a fiscal Stornelli y al “agente” D’Alessio? D’Alessio describió el plan de negocios: “El fiscal y el juez están preparados para irse en unos años con fortunas de 20 a 50 millones de dólares” obtenidas de las extorsiones denunciadas en la causa. 

Su militancia en el peronsimo de ultraderecha, su episodio de matador rumbo a la visita a un pai umbanda, su pelea con el kirchnerismo, su defensa de la teoría de los “dos demonios”. 

Un juez de la servilleta, servil y codicioso, que acumuló 51 denuncias en su contra y aún así viene zafando.

Foto: Joaquín Salguero

A raíz de las difíciles circunstancias que en estos días rodean al fiscal federal Carlos Stornelli, la diputada Elisa Carrió supo esgrimir unas escuchas ilegales que –según ella– le habrían llegado de modo anónimo para así instalar la idea de que las graves sospechas contra él por extorsión serían en realidad fruto de un complot articulado desde la cárcel por ex funcionarios kirchneristas. 

Dicha impostura se completó con una denuncia judicial realizada por las diputadas de la Coalición Cívica (CC) Paola Oliveto y Mariana Zuvic. Dios quiso que tal presentación recayera en el despacho del doctor Claudio Bonadio.

El expediente que involucra a Stornelli, instruido por el juez federal de Dolores, Alejo Ramos Padilla, posee profusos videos, capturas de WathsApp y audios de su presunto “recaudador”, Marcelo D’Alessio. En una de aquellas grabaciones, dice: “El fiscal y el juez están preparados para irse en unos años con fortunas de 20 a 50 millones de dólares”. El juez no es otro que Bonadio.

En este punto acecha una pregunta: ¿a cuantos centímetros se encuentra el magistrado de quedar imputado en esta causa? Semejante pregunta recorre el edificio de Comodoro Py como un fantasma apenas disimulado. Y se asocia a otra duda: ¿cómo incidiría su desplome en los expedientes labrados por él? Una ocasión propicia para reconstruir la vida y obra de esta estrella del firmamento judicial.

El juez del momento 

Una silueta un poco obesa detrás de un fogonazo fue la última imagen que el hampón Germán Lorenzatti, alias “Pirincho”, se llevó al Más Allá. Lo cierto es que había alcanzado a disparar su revólver al estómago del acompañante de su matador al desplomarse sobre el pavimento. Tal vez haya dejado de existir antes de finalizar la caída. Aún así recibió otros cinco balazos a quemarropa. Junto a él gemía Daniel Villa, alias “Monito”, su cómplice. La sangre le corría por el tórax. Un tiro de gracia lo silenció para siempre.

Entonces, con actitud casi deportiva, la silueta obesa enfundó su Glock calibre 40 en la sobaquera para caminar hacia el Audi frenado en la esquina de Matienzo y San Martín, de Villa Ballester. En la cabina yacía el otro herido. Y el tirador, como para infundirle ánimo, le palmeó un hombro con delicadeza. A lo lejos ya se oía el ulular de las sirenas.

Era la noche del 28 de septiembre de 2001. Ambos habían llegado hasta ese sitio con el propósito de visitar un templo umbanda situado a media cuadra de allí. No pudo ser. El atraco que ese hombre acababa de repeler hizo que su amigo terminara en un quirófano del Hospital Central de San Isidro, mientras él era indagado en el despacho del fiscal Luis Celaya por “doble homicidio en defensa propia”. 

Se trataba del juez Bonadio.

Así, en cuestión de horas, supo pasar al otro lado del mostrador dado que en durante mañana de ese viernes había interrogado al malhechor Cristian Battiga, detenido por el secuestro extorsivo del empresario textil Abraham Awada. No era otro que el ya fallecido progenitor de la actual Primera Dama, a cuyo esposo él ahora sirve en calidad de garrote judicial. Vueltas de la vida.

La suya, sin duda, fue una existencia signada por la audacia, el don de la oportunidad y sus consiguientes dobleces. Tanto es así que, durante los meses posteriores supo encarcelar a Leopoldo Galtieri, Eduardo Emilio Massera y al “Tigre” Acosta. Pero enturbió tales proezas al ordenar también el arresto –en la causa de la Contraofensiva– de los ex jefes montoneros Fernando Vaca Narvaja y Roberto Perdía. Semejante apego a la teoría de los dos demonios le valió –ya en octubre de 2003– un duro apercibimiento por parte de la Cámara Federal.

En los seis meses previos hizo todo lo posible por congraciarse con el gobierno de Néstor Kirchner. “Soy peronista desde los 15 años”, solía repetir por esos días ante todo micrófono que tuviera a tiro.

Fruto de una familia de clase media afincada en la localidad bonaerense de San Martín, el joven Claudio se recibió de bachiller en el colegio La Salle a fines de 1973. Pero tardó 15 años en obtener el diploma de abogado. En dicho lapso alternó su condición de estudiante universitario crónico con la militancia en Guardia de Hierro, una organización del peronismo de derecha entre cuyos cuadros hubo personajes tan polémicos como José Luis Manzano y la olvidada Matilde Menéndez, además de contar entre sus simpatizantes al cura jesuita Jorge Bergoglio. Al concluir la dictadura se relacionó con Miguel Ángel Toma y Eduardo Vaca, líderes del Frente de Unidad Peronista (FUP) que dominaba el PJ de la Capital. En dicho contexto le cayó en gracia al ascendente Carlos Grosso; así consiguió conchabo de asesor en el Concejo Deliberante. Y ya en el amanecer del menemismo éste lo acercó al hombre que sería su definitivo mentor: Carlos Corach. Por su intermediación, Bonadío pasó a ser funcionario del Ministerio de Salud a cargo de Eduardo Bauzá. Después fue nada menos que el segundo funcionario en la estructura de la Secretaría Legal y Técnica de la Presidencia, a cargo del propio Corach. En tanto aún fatigaba los pasillos de la Facultad de Derecho. Recién se recibió en 1989.

“¿Querés ir al Tribunal Oral de Morón?”, dicen que le propuso Corach a fines de 1991. “Creo que no estoy preparado”, fue la admirable respuesta de Bonadío. En realidad, a los 37 años, aquel hombre pretendía desembarcar en la justicia federal, algo que finalmente logró en 1994. No es un secreto que su nombre encabezaba la famosa servilleta del ministro. Su bautismo de fuego: el gran impulso que le dio a un expediente por “enriquecimiento ilícito” contra Domingo Cavallo, ya enemistado con Carlos Menem y Corach.

El nombre del flamante magistrado comenzaba a circular en la opinión pública, aunque con mala prensa. Una constante en su carrera.

Ciencias Morales 

Alineado en el frente judicial con los magistrados menemistas Gustavo Literas y Adolfo Bagnasco, el doctor Bonadio supo satisfacer en tiempo y forma los deberes impuestos por el Poder Ejecutivo. Y sin un ápice de pudor.

Tanto es así que desde el Juzgado Federal 11 investigó al corresponsal del Financial Times en Buenos Aires, Thomas Catán, para determinar el modo en que accedió al dato sobre unas coimas solicitadas por algunos senadores a ciertos banqueros para frenar una ley que los perjudicaba. También puso en su mira al inefable Marcelo Bonelli por revelar la declaración jurada del entonces titular del PAMI, Víctor Alderete. Una afrenta inadmisible.

Sin embargo, dadas sus lealtades zigzagueantes, ya bajo el gobierno de Kirchner no dudó en procesar a Alderete por “administración fraudulenta” y también a María Julia Alsogaray por irregularidades en la contratación de un estudio jurídico durante el proceso privatizador de la ex ENTel.

Esa misma etapa de su carrera judicial coincidió con profundos cambios en su propia persona. Aquel juez que nunca había ocultado su inclinación por las armas, los vehículos de lujo y las motocicletas de alta cilindrada, renunció súbitamente a su extravagante look: cabello largo atado con colita –a pesar de su semicalvicie–, anteojos oscuros y camperas de cuero.

 Así acostumbraba a dejarse ver en el edificio de Comodoro Py. Pero a partir de entonces empezó a lucir trajes con demasiada fibra sintética, y siempre con el cuello de la camisa montada sobre el saco. A pesar de estos cambios, su desempeño como juez era tan sinuoso como siempre.

En resumidas cuentas, Bonadío acumuló 51 denuncias ante el Concejo de la Magistratura. Un record en la materia. La mayoría fueron desestimadas. Pero al menos nueve continúan vigentes. Entre sus irregularidades procesales más conspicuas resaltan las trabas impuestas a los abogados defensores para acceder al expediente. “Se maneja como un comisario; la instrucción es de él, y de nadie más”, dicen sus propios empleados. 

Aunque también incurrió en otros desajustes más graves, como demorar a propósito determinadas causas para favorecer a los procesados. 

Ese fue el caso de expediente que investigaba el uso irregular de subsidios por pare de la curtiembre de Emir Yoma. 

Y el que tramitaba por defraudación al Estado y administración infiel contra Tandanor. Pero su tardanza más escandalosa fue la que mantuvo paralizada por años una denuncia presentada por pacientes hemofílicos a raíz de una “mala praxis” que los contagió de HIV. Mientras Bonadío demoraba en citar a los imputados, los querellantes se iban muriendo.

Ya en 2013 comenzó a ser inocultable su animosidad hacia la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Fue cuando la puso en su mira por la llamada causa Hotesur. Era el inicio de su ofensiva contra ella, un quehacer que intensificó durante el gobierno de Mauricio Macri con otros expedientes instruidos de manera antojadiza e inquisitorial.

Tal vez a este individuo se lo recuerde siempre por haber acelerado la muerte de Héctor Timerman al impedir, por su canallesca prisión domiciliaria en la causa del Memorándum de Entendimiento con Irán, viajar a los Estados Unidos para proseguir con su tratamiento oncológico.

En la causa de las fotocopias, su otra gran batalla del presente, urdió con Stornelli una extorsión procesal basada en encarcelar a todo imputado que no declare (o abone) lo que ellos quieren oír (o cobrar). 

Quizás tamaño aporte a las Ciencias Morales sea la tumba de su paso por el Poder Judicial.


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