No es normal glorificar la destrucción de Nicaragua.
Papa Francisco
Ciudad del Vaticano.
Permítame dirigirme a usted. No soy católico, más creo que Jesucristo es el Único salvador de la humanidad.
I
Salomón es claro: “El malo está atento al labio inicuo; y el mentiroso escucha la lengua detractora” (Proverbios 17:4). En estos días, tratar de encontrar la verdad es como querer buscar una aguja en el pajar de las patrañas.
Días cuando escasea el trigo y sobreabunda la zafra de cizaña. Días cuando a lo malo se llama bueno y a lo bueno se maldice.
Días cuando las factorías del engaño de alta resolución llegan a la bajeza espiritual de transmitir como si fuera la “antorcha de la libertad”, el mortífero coctel molotov que tantas desgracias causó en Nicaragua.
Días en que la dureza del corazón es tanta que algunos, rebasando los límites de la alucinación, elevan horrores nunca vistos a la categoría de “patriotismo que el país necesita para enderezarse”.
Son los días que nunca quisimos que llegaran, cuando se elogian a los Pilatos, se premian a los Judas, se condecoran a los Barrabás y se condenan a los justos.
Ya verá que en lo que resta del año habrá galardones promovidos por ese que usted sabe bien quién es: el Príncipe de la Potestad del Aire.
Escoger las fuentes confiables de información es una tarea demasiado difícil, porque de los datos y relatos obtenidos dependen decisiones cruciales que afectan vidas y naciones.
En 71 años, cinco Papas nunca supieron, oficialmente, lo que sufrían las ovejitas más pequeñas del rebaño en seis diócesis de Pensilvania. Desde párrocos hasta cardenales, pasando por obispos, ocultaron semejantes crímenes a sus predecesores.
Si esto ya se cometió, qué no harán los falsos profetas para mantenerlo a usted lejos de la realidad de los pueblos sufrientes de América.
Sin embargo, sabemos que usted representa la diferencia respecto al pasado y que hay sinceros pastores comprometidos con su Iglesia. Y sabe también, por la experiencia histórica, que no todo aquel que diga: “Señor, Señor, profetizamos en tu nombre, echamos fuera demonios, hicimos muchos milagros…”, es una garantía de compromiso con la Sana Doctrina.
Jesús expulsa a los buitres de todos los siglos que se hacen pasar por pavorreales: “¡Apartaos de mí, hacedores de maldad!”.
Vea ahora, por favor, el caso de Nicaragua, donde para empezar no existe una dictadura. Al contrario, individuos codiciosos de extrema derecha intentaron instalar una de las dictaduras más inhumanas que hayan existido al grado que en tres meses hundieron a Nicaragua en una desgraciada noche oscura y sangrienta.
Ciudades secuestradas, convertidas en destartalados chiqueros de una guerra rara y perversa comandada por los rencores de unos cuantos. Rituales sádicos y sacrificios humanos como en las religiones más sanguinarias de la Historia Universal. Incineración de personas vivas por el hecho de ser sandinistas. Políticos intransigentes que nunca fueron a los tranques y barricadas, pero sí arengaron, armaron y manipularon a jóvenes para sitiar, atacar a la policía y amedrentar a población civil…
Nicaragua en los meses de abril, mayo, junio y parte de julio, fue sometida a vivir las páginas más brutales de su historia. En esos días sombríos fuimos despojados del Siglo XXI por los jerarcas del odio y del resentimiento que nos lanzaron a los estadios más primitivos de la especie humana.
Es obvio que en nuestro país no se produjo una desigual lucha de “imberbes” provistos “solamente” de piedras, morteros de fiestas patronales y la rústica honda de David contra los “desalmados” batallones de Goliat.
Después de que hicieron gala de tanta barbarie, cómo vamos a considerar “normal” lo que nunca Nicaragua había vivido.
Glorificar semejantes atrocidades en nombre de los “derechos humanos” y “la lucha por la democracia” no es normal para alguien que supuestamente profese la fe cristiana.
Esto se trató del funesto montaje de una guerra extraña no registrada en los anales de los conflictos bélicos conocidos en Occidente, atizados por individuos desnaturalizados. Gracias a Dios no lograron tomarse el país, aunque todavía ese tipo de espíritu infernal haya trancado algunos corazones que hasta escriben, dictan y cantan odas de odio. Eso, tampoco, es normal.
Si escudriñamos algo más, encontraremos un patrón que nos revela que los Gobernadores de las Tinieblas (Efesios 6: 10 – 13) quisieron apoderarse de Nicaragua.
Vimos la codicia por arrebatar el poder al costo que sea; vimos la falsedad y el vilipendio constante; vimos multiplicadas las luchas intestinas de los egos exaltados que acaparaban las cámaras y los foros arreglados en el exterior; vimos la puesta en escena del pensamiento único de robar, matar y destruir el país con tal de derrocar a un gobierno reconocido por todas las naciones, incluido el Estado de la Ciudad del Vaticano.
Vimos de cerca la cara del diablo, disfrazado de ángel de luz.
II
No debe olvidarse que desde antes del 19 de abril de 2018, Nicaragua viene trabajando con la Organización de Estados Americanos en el perfeccionamiento de la institucionalidad democrática, con énfasis en el árbitro electoral, para depurar el sistema y garantizar unas elecciones justas y transparentes.
Debe recordarse que el pecado original del Consejo Supremo Electoral nunca fue objeto de señalamientos, menos de repudio mientras los partidos de derecha obtuvieron sus “triunfos” electorales.
Ese pecado tuvo como materia prima la codicia de sus autores intelectuales, entre los que destaca un exvicepresidente de la República y jefe de la bancada legislativa que abandonó el Frente Sandinista, más otros que se le sumaron en lo que luego se autodenominaría Movimiento de Renovación Sandinista, un acróstico al revés en honor a Sergio Ramírez Mercado.
Este pacto de 1995 consistió en cometer una piñata institucional: acabar con la asepsia política del poder electoral y repartírselo. Fue ejecutado con diputados miembros de micro partidos que conformaron la extinta Unión Nacional Opositora, en cuya casilla corrió Violeta Chamorro en 1990.
“El Dr. (Mariano) Fiallos predijo que este cambio politizaría el aparato electoral y renunció a su cargo (presidente) en protesta” (Kinloch Frances, 2012, Historia de Nicaragua. Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica, IHCA/ UCA, pp 348-349). En 1996, el candidato del Partido Liberal, Arnoldo Alemán, obtuvo la victoria en medio de un desastroso manejo de las elecciones; el FSLN se consolidó en el segundo lugar.
En virtud de la deformación del juez electoral auspiciada por Ramírez y aliados de la desaparecida UNO, a los dos partidos mayoritarios les correspondió dividirse las magistraturas. En los comicios de 200l, el árbitro electoral conformado por magistrados liberales y sandinistas refrendó la victoria del conservador Enrique Bolaños.
No fue hasta en 2007 y 2011 que el Estado de Derecha perdió en las urnas consecutivamente cuando se “acordaron” de reclamar el “respeto” al Estado de Derecho: el Supremo Electoral estaba “politizado”.
Usted puede revisar la actual nómina de la Alianza Cívica si alguna vez se mostraron “inconformes” por la actuación del CSE.
¡Cómo estarlo, si gracias a esa defectuosa institución, tras reconocer sus triunfos electorales, se proveyeron de altos cargos como embajadores, asesores, magistrados, presidentes del Parlamento, ministros, titulares de entidades gubernamentales y hasta del generosísimo pastel publicitario para la falsa prensa!
Ni siquiera como accionistas o dueños de parcelas de poder privado, sea en medios de comunicación u otro negocio, practicaron el artero discurso de “amor al pueblo”. Jamás estuvieron de acuerdo con permitir una de las más elementales pruebas del buen estado de salud que goza una Democracia real: la libre organización sindical.
Es decir, no hay convicciones democráticas, solo ambición. Si el Catecismo Romano indica que pecan de codicia “los médicos que desean tener enfermos; los abogados que anhelan causas y procesos importantes y numerosos y sustanciosos”, (3, 37), debemos agregar a “los políticos que se afanan en arruinar un país para proyectarse como redentores presidenciables”.
Y qué decir de los “sandinistas decentes” como beatifica Mario Vargas Llosa a los exdirigentes del FSLN que no le bastaron las propiedades y mansiones que arrebataron al Estado en 1990, sino que envidiaron desde la dirección del Frente Sandinista hasta las candidaturas al Ejecutivo; alcaldías, diputaciones y responsabilidades partidarias. Por eso cantaron en coro “¡Adiós muchachos!” para lograr cotizarse como ideólogos y estrategas de la derecha más atrasada de América Latina.
El Catecismo precisa que “La muerte entró en el mundo por la envidia del diablo” (cf Sb 2, 24).
San Agustín veía en la envidia el ‘pecado diabólico por excelencia’ (De Disciplina Cristiana, 7,7). San Gregorio Magno, en Moralia in Job, 31, 45, advierte: “De la envidia nacen el odio, la maledicencia, la calumnia, la alegría causada por el mal del prójimo y la tristeza causada por su prosperidad”.
Papa Francisco, si cada una de estas pasiones inferiores como el rencor, la codicia, la envidia y la mentira son malignas, su tenebrosa mezcla fue el combustible diabólico utilizado para incendiar Nicaragua.
III
Entre abril y julio un desconcierto de siglas sin representatividad alguna quiso derrocar a la actual Administración Sandinista.
El 16 de mayo de 2018, en el primer día del encuentro Gobierno-Alianza Cívica, conocimos que nunca fue un diálogo, pero por obra y gracia de los mismos opositores y mediadores, al degradarlo a un patético reality show.
Los líderes de mesa, no de masas, fueron francos: “Esto no es un Dialogo Nacional, es una Mesa de Rendición, y lo que aquí vamos a hablar es de cómo y cuándo se van”. “No nos importa la economía, aquí lo que importa son las vidas y cuándo se van…”.
En realidad, los hechos demostraron que no les importaba nada más que tomar el poder por la vía violenta.
A pesar de ello, el Gobierno Sandinista fue el único que cumplió con las demandas sustanciales: la entrada de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH; de las Naciones Unidas, y la aceptación tácita de lo que al final se convirtió en una trampa mortal que se pagó con valiosas vidas: acuartelar a la Policía Nacional para que los “pacifistas” controlaran a sangre y fuego importantes centros urbanos. Esto, en ninguna parte del mundo civilizado ha ocurrido.
El Gobierno lo único que pedía era que quitaran los tranques que en algunos lugares habían levantado para no perjudicar la libre circulación protegida por la Constitución; que no se impidiera a los trabajadores llegar a las fábricas ni a los empleados a sus centros laborales, privados o estatales. Que no se interrumpiera el comercio terrestre internacional ni impedir el acceso a los puertos nacionales.
Pero, dijeron los “pacifistas”: “no nos importa la economía”.
Ahora, después de promover, estimular y destrozar la economía nacional que pasará del 4.7% proyectado por la CEPAL (era la segunda de mayor crecimiento en América), al 1%, los instigadores de deponer de manera cruenta al gobierno se desligan de los efectos desastrosos de su irracional actitud.
Pero las “protestas” que llevaron a esta caída en barrena de nuestra economía lo que menos han tenido es de “cívicas”: secuestraron varias ciudades como León, Masaya, Granada, Jinotepe y Diriamba, además de algunas universidades.
En estos lugares no ocurrió un enfrentamiento entre la Policía y las últimas comunidades hippies que quedaban en el mundo, apenas “armadas” de sonrisas y melenas, amor y paz, donde quemaban churros o porros en vez de sandinistas y alcaldías.
Los “pacifistas” aplicaron las técnicas del Estado Islámico: a través de sus redes sociales declararon “infieles” a los cuadros sandinistas y decretaron borrarlos de la faz de la Tierra de la manera más espantosa.
Muchos dirigentes rojinegros y alcaldes debieron irse a la clandestinidad, luego que fueron buscados en sus hogares que terminaban vandalizados o calcinados, como ha sido la marca de fuego con que se identifican los “pacifistas”.
Lamentablemente, la CIDH no ha sido lo suficientemente imparcial ni profesional al no considerar como “humanos” a los sandinistas que sufrieron todo tipo de ultrajes.
Repite lo que partidos disfrazados de DDHH les han preparado. Por ejemplo: no dicen que a un policía voluntario lo golpearon, le abrieron el estómago aún vivo, le cortaron sus genitales y luego se lo echaron en sus vísceras. Por si fuera poco, luego le rociaron de gasolina para prenderle fuego.
Si a este grado de salvajismo fueron capaces de pervertirse al estilo de un capítulo tropical de ISIS, ¿qué no harán estas huestes espirituales de maldad si llegan al poder?
En ninguna parte del mundo una protesta antigubernamental significa plagiar desde ciudadanos sandinistas para torturarlos, quemarlos, violar mujeres y mandarlos a botar como perros en los muladares hasta apoderarse de ciudades enteras.
Ninguna “protesta pacífica antigubernamental” pone en jaque, y da mate a oficiales de delegaciones policiales completas, como sucedió en varias cabeceras departamentales.
Ninguna “protesta cívica antigubernamental” concluye con los asesinatos, entre otros, del inspector Faber Antonio López Vivas y del teniente Hilario de Jesús Ortiz Zavala, ni resulta herido de gravedad el jefe de la delegación policial, Pedro Rodríguez. Ninguna “protesta antigubernamental” consiste en emular al pie del terror a ISIS: adueñarse de dos largas cisternas de combustibles para hacerlas estallar a pocos metros de la Policía en Jinotepe, 45 kilómetros al sur de Managua.
La intención criminal era devastar ese edificio con todos los efectivos y prisioneros en su interior, sin pensar siquiera en el holocausto que producirían en un perímetro de 800 metros. Algunos de los barrios que estuvieron en grave peligro fueron San Juan, la Colonia Santiago, Ana Virgen Noble y La Competencia.
Un primer intento de este acto demencial de terrorismo ISIS lo hicieron en el kilómetro 110 de la Carretera Panamericana, cerca de Rivas, el 22 de diciembre de 2014, cuando “protestaban cívicamente” contra el Canal Interoceánico. ¡Estos son los “grandes demócratas” que propagandizan los medios de prensa “independiente”!
Por eso, para entender bien lo que sucede en Nicaragua, es necesario que usted, estimado Papa, y la Comunidad Internacional, conozcan el Trastornado Diccionario de la Jerga Golpista.
“Justicia: acción de matar sandinistas; coloq. Castigo de quemarlos vivos”.
“Paz: Trancar carreteras con violencia y detener a centenares, más de 400 transportistas de carga internacional del 4 de junio al 8 de julio en Carazo. Impedir a la fuerza la libre circulación, extensivo a ambulancias con heridos de gravedad o parturientas. Morterear. Amenazar y matar”.
“Protesta cívica: Armarse con pistolas, fusiles, AK, morteros. Arrasar con centros de atención de la niñez y de la mujer; universidades, alcaldías, centros técnicos, etc”.
“Protesta antigubernamental: “Secuestrar ciudades; desabastecer los mercados municipales, imponer precios de tranque como una perversa variable para ahogar la economía de los nicaragüenses; impedir a la fuerza que los trabajadores fueran a la Zonas Francas; amenazar a los comerciantes que no se sumaran a sus paros prefabricados; acosar sandinistas, quemar alcaldías, entidades, ambulancias y vehículos estatales”.
“Pacifistas: proporcionar armamento a expertos francotiradores y luego bendecirlos como ‘hijos de Dios’”.
“Medios independientes: Acción de espolear el derrocamiento del gobierno”.
“Libertad de prensa: “Llamar desde la TV arrasar con la sede de la Presidencia. Quemar emisoras. Autopromocionarse como dueños de la verdad absoluta. Acto de mentir. Distorsionar los hechos. Instigar la lapidación mediática contra los que no estén de acuerdos con ellos.
“Denuncias de torturas y apadrinamiento de la violencia: Persecución religiosa. Ataque a la iglesia”.
Con todo, la agenda con la OEA y el Estado de Nicaragua debe proseguir para transformar el CSE, y que la justicia castigue a policías y civiles que hayan cometido actos reñidos con la Ley, y se aclare debidamente cada muerte.
El Estado, por supuesto, debe respetar las manifestaciones en tanto sean de verdad pacíficas.
IV
En la actualidad, nadie de los que intentó derribar al gobierno quiere asumir sus responsabilidades, unos como autores intelectuales y otros como perpetradores materiales directos. Por el contrario, se declaran “perseguidos” o “prisioneros políticos”.
El portavoz de los Derechos Humanos y Ayuda Humanitaria del grupo parlamentario del SPD, Partido Socialdemócrata Alemán, el diputado Christoph Strässer, especifica: “Las personas que utilizan la violencia o incitan a la violencia, no pueden atribuirse el mérito de ser ‘presos políticos’, aunque afirman haber actuado por razones ‘políticas’”.
Ciertamente, lo que exhibieron en esos tristes días los “pacíficos manifestantes” no fue el alma democrática del pueblo de Nicaragua, sino un espíritu muy diabólico: hasta individuos homosexuales cercaron a la Policía en Masaya como a Lot en Sodoma.
A uno de los llamados “autoconvocados” que “veían” caer al gobierno sandinista en cuestión de horas, le dije que las guerras han agravado al país en vez de desarrollarlo; que las elecciones y la paz son el camino correcto; que la OEA trabajaba con el Estado en esa justa dirección.
Que el Señor resolviera la situación de Nicaragua.
Por toda respuesta, aquella persona que no era precisamente un joven estudiante, terminó de completar el Diccionario del Golpe:
“Queremos que se vaya Ortega, por las buenas o por las malas… ¡y preferiblemente que sea por las malas!”.
Esa es, Papa Francisco, la única definición de “Democracia” que acepta esa extraña clase de “manifestantes pacíficos” en Nicaragua.
Edwin Sánchez
Escritor y periodista.