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El fascismo y el evangelismo van de la mano en Latinoamérica


En el diario “El País” de Costa Rica, Alfonso J. Palacios Echeverría publica un interesante artículo (*) sobre el triunfo de un partido evangelista en las últimas elecciones, que es una oportunidad para volver a analizar las relaciones entre el fascismo (al que califica como “ultraderecha”) y la religión, en este caso, la evangélica en cualquier contexto internacional y, en particular, en Latinoamérica.
En Brasil, los diputados del Frente Parlamentario Evangélico propusieron una ley para otorgar a las iglesias la autoridad de cuestionar las decisiones del Tribunal Supremo, hasta poder declararlas “inconstitucionales”.

En Colombia, los evangelistas son una fuente de poder político para el fascismo.

 Los dirigentes evangélicos coinciden con los fascistas en campañas contra ciertos grupos sociales creando conflictos artificiales con los valores patriarcales, familiares, machistas y los del colectivo LGTBI.

No obstante, lo mismo que en España, este tipo de ofensivas -católicas o evangelistas- son una mera coartada ideológica para imponer otro tipo de políticas reaccionarias, alineadas con el imperialismo estadounidense en todos los terrenos.

En Costa Rica los votantes evangélicos suponen un 15 por ciento aproximadamente del censo electoral, aunque obtuvieron un 25 por ciento de los votos en las pasadas elecciones.

 Aunque no representan una mayoría significativa de la totalidad, si se mantiene el nivel de abstención en la segunda vuelta, o aumenta, el riesgo de que una minoría religiosa se haga con el gobierno, traería consecuencias desastrosas para Costa Rica, escribe Palacios Echevarría.

La penetración del evangelismo en América Latina estuvo fuertemente apoyada por el imperialismo estadounidense para que Latinoamérica pasara de la teología de la liberación (católica) a la teología de la prosperidad (evangélica).

 Las iglesias evangelistas no suponen, pues, nada diferente de Estados Unidos y están tan financiadas por la Usaid como los yihadistas.

La financiación les ha permitido crear un gran emporio mediático que alcanza a toda Latinoamérica. 

Según el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica, los predicadores evangelistas explotan políticamente su fuerza mediática gracias a sus propias emisoras, canales de televisión y redes sociales, operando con ventaja respecto a los demás candidatos políticos.

El dominio mediático dota a los evangelistas del marca sesgo demagógico y populachero de su programa y sus discursos, que son un canto al neoliberalismo, a la sociedad de consumo “made in USA”.

Los evangelistas están cada vez más presentes en la vida política de América Latina.

 En países como Costa Rica, República Dominicana, Perú y México han organizado marchas en contra del movimiento LGBT.

En Colombia, donde representa el 20 por ciento de la población, los evangelistas, asociados con el ex presidente Álvaro Uribe, tuvieron un rol fundamental en la derrota del plebiscito de 2016 para ratificar el Acuerdo de Paz, debido a que implementaba los derechos de la mujer y del colectivo LGBT.

En Brasil, con unos 22 millones de pentecostales, Eduardo Cunha, antes de ser condenado a 15 años de prisión por corrupción, dirigió la bancada evangelista en contra de las reformas a favor de los derechos reproductivos de la mujer y la dudosa destitución juicial de Dilma Rousseff.

En Guatemala, donde el evangelismo prácticamente ha alcanzado al catolicismo, el gobierno está encabezado por Jimmy Morales, un humorista y teólogo evangelista, que en sus discursos exhibe aires de predicador.

La asociación entre religión y política no es cosa nueva, y menos en América Latina.

 La religión católica siempre ha estado presente a través de la democracia cristiana y de los partidos conservadores más reaccionarios, que en algunos países llegó a la presidencia.

A partir del Concilio Vaticano II, el movimiento de la Teología de la Liberación tuvo una gran influencia entre los grupos reformistas latinoamericanos.

 En la actualidad, el catolicismo sigue presente pero ya no es monopólico.

 Ha ido cediendo terreno durante las últimas décadas frente al evangelismo, que es practicado por casi el 20 por ciento de la población de América Latina y en algunos países centroamericanos está cerca de alcanzar a la mitad de la población.

Además, los evangelistas han penetrado en el lumpen y los sectores más empobrecidos y marginados de la sociedad para ponerlos al servicio de una reacción de la peor especie.

 No es de extrañar que en Costa Rica relacionan al evangelismo con el fascismo y la reacción, dice Palacios Echeverría.

(*) https://www.elpais.cr/2018/02/11/ultraderecha-y-evangelismo-como-peligro-inminente/

https://movimientopoliticoderesistencia.blogspot.com/2018/02/el-fascismo-y-el-evangelismo-van-de-la.html

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