Mientras tanto el país en general también atraviesa una fuerte crisis política, derivada de la resistencia de Kabila a dejar el poder, concluido ya el tercer mandato, máximo habilitado por la Constitución.
El sangriento conflicto que vive la República Democrática del Congo (RDC) desde hace más de 20 años se convirtió este viernes en escenario del peor ataque contra las fuerzas de paz de la ONU en su historia reciente, pero tras ese titular se oculta un drama que este año contó más desplazados que Siria.
Los quince cascos azules muertos y el más de medio centenar de heridos del último ataque perpetrado el jueves en Kivu Norte (este) por, presuntamente, rebeldes ugandeses del Frente Democrático Aliado (ADF, siglas en inglés) son solo la punta de lanza de una batalla que mezcla a decenas de grupos armados, a las fuerzas de paz de la ONU y al ejército congolés, con miles de civiles de por medio.
“Han perdido sus vidas o han sido heridos al servicio de la paz en la República Democrática del Congo”, señaló Maman Sidikou, jefe de la misión de estabilización de Naciones Unidas en el país, MONUSCO, al dar sus condolencias por recientes los fallecimientos, que se sumaron a otros tres ocurridos a consecuencia de otro golpe en septiembre pasado.
Pese al trabajo de la MONUSCO y el ejército congoleño, se calcula que unas 5.500 personas abandonan sus hogares cada día debido a los enfrentamientos que sacuden especialmente la región de Kivu, pero también otras como Kasai y Tanganyika.
Más de medio millar de civiles fueron asesinados solo en Kivu entre junio y noviembre de este año, más otro millar de personas secuestradas, según datos de Human Rights Watch (HRW).
En total en el país, en lo que va de 2017, huyeron de sus casas más de 1,7 millones de habitantes (cifras peores que en Siria, Yemen e Irak), de acuerdo al Consejo Noruego para los Refugiados (NRC).
La misión en la RDC se creó en 1999 y casi dos décadas después no solo sigue siendo necesaria sino que los propios cascos azules son con frecuencia blanco de los ataques de los grupos armados.
Kivu, en concreto, es inestable desde 1994, cuando el país -entonces Zaire- recibió una avalancha de hutus que huían de la persecución del Gobierno ruandés en represalia por el genocidio contra los tutsis.
Amparados por el dictador Mobutu Sésé Seko en Zaire, organizaron las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR).
En ese contexto, se desató la Primera Guerra del Congo (1996-1997), que sirvió para derrocar a Mobutu y poner al mando a Laurent Désiré Kabila, apoyado no solo por Ruanda sino también por Uganda.
El reparto del botín, sin embargo, no convenció a quienes habían llevado a Kabila al poder, y dio comienzo a una etapa de agresiones y desestabilización que devino en la Segunda Guerra del Congo (1998-2003).
Kabila contó con apoyos de Tanzania, Zimbabue, Angola o Namibia, y, en ese periodo, la ONU decide enviar una misión especial de los cascos azules.
Kabila fue asesinado en 2001 y su hijo y sucesor, Joseph Kabila, tampoco contó con las simpatías de los antiguos patrocinadores de su padre.
Su gobierno vio nacer grupos rebeldes como el M23, que hasta su desarme en 2014 logró controlar amplios territorios.
Mai mai, Gédéon o Raia Mutomboki son otros destacados en la lista de movimientos de lucha contra el poder de Kinsasha, la mayoría en el este de la RDC, rico en minerales, y con respaldos desde Uganda o Ruanda.
En los últimos tiempos son las incursiones de los rebeldes ugandeses de la ADF las protagonistas de los ataques más notorios.
La situación tampoco es halagüeña en otras zonas del país, como la región del Gran Kasai, que comprende varias provincias que están en una grave crisis humanitaria.
De acuerdo al Programa Mundial de Alimentos (PMA, dependiente de la ONU), en Kasay hay unos 3,2 millones de congoleses “desesperadamente” faltos de comida.
Lo que era una región pobre pero pacífica sufre las consecuencias de una oleada de violencia desatada a mediados de 2016 que ha dejado miles de muertos y más de un millón de desplazados.
El conflicto estalló cuando el líder de la milicia Kamuina Nsapu, que lleva su nombre, fue abatido por el ejército y sus seguidores se alzaron contra el Gobierno para vengar su muerte.
Mientras tanto el país en general también atraviesa una fuerte crisis política, derivada de la resistencia de Kabila a dejar el poder, concluido ya el tercer mandato, máximo habilitado por la Constitución.
Las elecciones, que debían haberse celebrado en 2016, se han pospuesto ya hasta finales de 2018 por falta de recursos, algo que es leído por la oposición como un intento de mantenerse en el poder y que ha sido también criticado por la Iglesia Católica.
http://kaosenlared.net/rd-congo-conflicto-eterno-silencioso-deja-mas-desplazados-siria/