Su presencia en Guatemala causó mucha extrañeza pues tenía enfrente, escuchándolo muy atento pese a sus problemas de concentración, a Jimmy Morales, fuertemente cuestionado por el financiamiento ilícito de su campaña presidencial. ¿Lo hicieron para solidarizarse con Jimmy y para que este se enterara que después de todo él también podría tener ese destino?
Ser conferencista o asesor internacional y que nadie tomaría en cuenta su negro pasado.
Por lo menos Chente Fox Quesada, ex presidente de México durante el sexenio 2000-2006, es un hombre bonachón, amable y de amena plática, en tanto no lo encabronen en sus intereses de clase y no le digan que más que la Universidad de Harvard, donde estudió en la Escuela de Negocios, no es su alma máter, sino Coca Cola de México, de la cual fue director general.
Empezó en esa empresa transnacional de refrescos no desde abajo, sino con el cargo ya de relativa importancia como lo fue su condición de supervisor de ruta.
“Le ponía ganas el canillón” afirman los que le conocieron por esos años y de allí nació su creencia de que esfuerzo individual prevalece sobre el impulso social para salir adelante en la vida, obviando claro está que él nunca fue un desarrapado, un “pelado” mexicano, sino un chico, un buen mozo de finos caballos de las rancherías del México central en cuyo rancho San Cristóbal, situado en el municipio de San Francisco del Rincón, Guanajuato, era bien visto y por su estatura -1 metro con 92 centímetros- despertaba ilusiones de las muchachas casaderas que pensaron en sacarle raza. El dinero familiar por la actividad agropecuaria a la que se dedicaba su familia no era modesto. Vivían bien y no era, digamos, escaso.
El talante ranchero no abandonó nunca a Chente y ya siendo presidente siempre lució en actos protocolarios sus enormes botas de hacendado tejano, expresándose con un acento y tono parecido al de Lalo González, El Piporro. Era directo, franco sin llegar al abuso.
Tenía fama de buen cuate, prestigio que al paso de los años fue echando a perder, en una buena medida, por andar relacionándose con malas amistades como lo eran los políticos oportunistas del Partido Acción Nacional, quienes comparados con la gente del PRI y sus 70 años en el poder, era niños de primera comunión. Por eso captó Vicente Fox tanta simpatía cuando se anunció que iba a ser candidato presidencial. Babosón y todo, no tenía los agravantes de mafioso como los politiqueros del Partido Revolucionario Institucional, PRI, sino de un hombre trabajador, como en efecto, lo era.
En 1988 cuando fue electo diputado, en una disputa de tres candidaturas por el Estado de Guanajuato, muchos ciudadanos creyeron que al fin salía de ese entorno geográfico otra figura que trascendería en la historia, como lo fueron los patriotas de la independencia originarios de ese lugar: Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio María de Allende y Mariano Abasolo, en cuya ciudad de Dolores, en su parroquia, en 1810; se dio la primera arenga por parte del cura a favor de la independencia.
De allí la simpatía por Vicente Fox, por ese viejo imaginario popular de luchas por la libertad y la dignidad nacional, que a Chente no le alcanzó para mucho porque venía enloquecido por un bien asentado pensamiento empresarial iniciado en la Coca Cola y consolidado académicamente en la Escuela de Negocios de Harvard.
Fox quiso hacer bien las cosas y tuvo gestos muy importantes con los 40 presos zapatistas que liberó, replegando al mismo tiempo las tropas del Estado de Chiapas.
No vaciló en enviar la iniciativa de ley sobre los derechos indígenas pactado en 1996 y que fue un fracaso ya a la hora del debate entre los parlamentarios, los propios del PAN pero sobre todo los del PRI.
No pudo o no quiso quitarse la camisa de fuerza del neoliberalismo y desde Dolores Hidalgo, esa pequeña ciudad cuna de la independencia de México, la estatua del cura Hidalgo y Costilla lo miraba, inevitablemente de mal modo.
Fracasó también en la Reforma Fiscal porque los empresarios de allá como los de aquí se les puede decir todo, menos que paguen sus impuestos.
Pero lo peor estaba por venir en 2003, se descubrió financiamientos ilegales de su campaña como candidato presidencial y la pérdida de legitimidad del cargo, como era lógico, hizo añicos su credibilidad a mitad de su período.
Por eso su presencia en Guatemala causó mucha extrañeza pues tenía enfrente, escuchándolo muy atento pese a sus problemas de concentración, a Jimmy Morales, fuertemente cuestionado por el financiamiento ilícito de su campaña presidencial.
¿Lo hicieron para solidarizarse con Jimmy y para que este se enterara que después de todo él también podría tener ese destino?
Ser conferencista o asesor internacional (Roxana Baldetti dice que está capacitada para ese oficio por los tres años y medio que estuvo de vicepresidenta de Guatemala!) y que nadie tomaría en cuenta su negro pasado. Vaya usted a saber qué tonto recomendó a Chente Fox para venir a hablar de orejas en un mundo de burros.
Y lo peor, Chente El Atrevido, le llamó a Trump zonzo una y otra vez. ¿Cuál de los dos será más? Ese es el asunto por averiguar.
Pero los empresarios guatemaltecos, que entre comillas, quieren impulsar el desarrollo, las inversiones y el respaldo a la democracia, disculpen, pero no pueden hacerlo con semejantes invitados y desorientadores.
Vino a decirles cómo se gestiona la red vial, cómo debe hacerse para recuperar lo invertido ahora que los empresarios, averiados sus transportes por tantos hoyos y perdiendo el tiempo por los malos caminos de Guatemala, pues la velocidad promedió bajó de 68 kilómetros a 35 kilómetros, ven un buen negocio privatizar las carreteras.
Flaco favor nos hacen a los guatemaltecos estos empresarios, luego que la cúpula de ingenieros civiles dedicados precisamente a la obra de infraestructura están en el bote por consumados corruptos. Estos empresarios no cambian ni cambiarán, ni se arrodillarán, ni se persignarán; pese a estar oyendo la tempestad.
Alguien creo, sí que los hará cambiar.-