El 8 de octubre de 1967
"La madrugada del 8 de octubre fue fría. Los que teníamos chamarra nos la colocamos. Nuestra marcha era lenta porque el Chino (Juan Pablo Chang-Navarro Lievano) caminaba muy mal de noche y porque la enfermedad del Moro (Octavio de la Concepción de la Pedraja) se acentuaba. A las 2 de la mañana paramos a descansar y reanudamos nuestra caminata a las 4..."
Cuando los guerrilleros se detuvieron para tomar agua de un arroyito los localizó Pedro Peña, uno de los espías del ejército, que disfrazado de campesino recorría la zona. Peña se ocultó para observar el lugar exacto, se dirigió hacia La Higuera y dió la información, que fue comunicada inmediatamente por radio a los jefes militares acantonados en los alrededores de la zona, dos compañías rangers con 145 hombres cada una y un escuadrón con 37, formados y adiestrados por asesores norteamericanos. Existían, además, otras compañías y todas se movilizaron hacia el Yuro.
A las cinco y media de la madrugada, los guerrilleros alcanzaron un punto donde se unían dos quebradas. Inti Peredo narró:
"La mañana se descargó con el sol hermoso que nos permitió observar cuidadosamente el terreno. Buscábamos una cresta para dirigirnos luego al río San Lorenzo. Las medidas de seguridad se extremaron, especialmente porque la garganta y los cerros eran semipelados, con arbustos muy bajos, lo que hacía casi imposible ocultarse".
De acuerdo con los relatos de Inti y de los sobrevivientes de la guerrilla, se ha podido constatar que el Che, con el seudónimo de Ramón, decidió enviar exploradores, los que comprobaron que los soldados estaban cerrando el paso. El Che ordenó retirarse para otra quebrada, pero esta terminaba en unos farallones y prácticamente no tenía salida. Ante tal circunstancia, Inti Peredo, en su libro Mi campaña junto al Che, analizó la situación de la siguiente forma:
"¿Qué perspectiva nos quedaba?".
"No podíamos volver atrás, el camino que habíamos hecho, muy descubierto, nos convertía en presas fáciles de los soldados. Tampoco podíamos avanzar, porque eso significaba caminar derecho a las posiciones de los soldados. Che tomó la única resolución que cabía en ese momento. Dio orden de ocultarse en un pequeño cañón lateral y organizó la toma de posiciones. Eran aproximadamente las 8 y 30 de la mañana. Los 17 hombres estábamos sentados al centro y en ambos lados del cañón esperando".
"Che hizo un análisis rápido, si los soldados nos atacaban entre las diez de la mañana y la una de la tarde estábamos en profunda desventaja y nuestras posibilidades eran mínimas, puesto que era muy difícil resistir un tiempo prolongado. Si nos atacaban entre la una y las tres de la tarde, teníamos más posibilidades de neutralizarlos. Si el combate se producía de las tres de la tarde hacia adelante las mayores posibilidades eran nuestras, puesto que la noche caería pronto y la noche es la compañera aliada del guerrillero".
Se encontraban en la quebrada del Yuro, de unos 1 500 metros de largo, por unos 60 de ancho, y de 2 metros a 3 en la zona por donde corre el arroyo.
Aproximadamente a las 13 y 30 comenzó el combate, pero la firme resistencia de los guerrilleros detuvo el avance del ejército. Las posibilidades de salida durante el día estaban cerradas, porque las laderas eran abruptas y terminaban en zonas sin vegetación, desde donde fácilmente los soldados podían hacer blanco.
El entonces capitán Gary Prado, se movió hacia la zona de operaciones y comunicó a Vallegrande que estaba combatiendo y necesitaba el envío urgente de helicópteros, aviones y refuerzos militares. Le mandaron aviones de combate AT 6, cargados con bombas de napalm, pero no pudieron operar por la proximidad entre los soldados y los guerrilleros.
Después de dos horas de combate de fuego intenso, el Che decidió dividir la tropa en dos grupos, de manera que unos, los enfermos, pudiesen avanzar, mientras él se quedaba al frente de los que podían combatir para detener el avance del ejército.
El Che, herido en una pierna, continuó combatiendo hasta que fue inutilizada su carabina y agotadas las balas de su pistola. Los combatientes Antonio (Orlando Pantoja Tamayo) Arturo (René Martínez Tamayo) y Pacho (Alberto Fernández Montes de Oca) se encontraron entre dos fuegos y emprendieron una concentrada resistencia, que les ocasionó varias bajas a los soldados, hasta que una potente granada hizo blanco sobre ellos.
Los soldados que estaban en el punto por donde escalaron el Che y el boliviano Willy Cuba explicaron que el Che tenía la carabina M 1 dañada, inmovilizada por un impacto que recibió en la recámara, su pistola no tenía cargador y únicamente portaba una daga.
El suboficial Bernardino Huanca, se acercó al Che y le asestó un culatazo en el pecho; luego le apuntó de manera amenazante para dispararle. Willy (Simeón Cuba) se interpuso y le gritó con voz autoritaria:
"¡Carajo este es el Comandante Guevara y lo van a respetar!".
Huanca se comunicó con Gary Prado, que le ordenó el traslado de los dos guerrilleros hasta un árbol a unos 200 metros de distancia, donde él se encontraba y se puso en contacto por radio con el puesto del ejército en Vallegrande, para notificar acerca del combate de la Quebrada del Yuro y la caída del Che. La información fue retrasmitida a las 15:30 horas. La copia textual es la siguiente:
"Horas: 14: 50
hoy a 7km. N.O. de Higueras en junta Quebradas Jagüey Racetillo a Hs. 12:00 libróse acción, hay 3 guerrilleros muertos y 2 heridos graves. Información confirmada por tropas asegura caída de Ramón. Nosotros aún no confirmamos. Nosotros 2 muertos y 4 heridos".
"Horas: 15:30
Prado desde Higueras 'Caída de Ramón confirmada espero órdenes qué debe hacerse. Esta herido'".
A las 17:00 horas envían un mensaje a La Paz, que textualmente dice:
"Confirmada caída Ramón no sabemos estado hasta 10 minutos más".
Los soldados sacaron los cadáveres de Antonio y Arturo, también a Pacho gravemente herido. El Che se conmovió cuando los vio y pidió que le permitieran prestarle ayuda médica, pero no lo admitieron.
A las 17:30 el ejército decidió retirarse del área de operaciones y regresar hacia el poblado. En la dificultosa marcha, el Che iba vigilado por varios soldados, detrás Willy Cuba ambos con las manos amarradas, luego Pacho en grave estado, ayudado por algunos soldados y, finalmente, los muertos.
Continuaron la marcha y antes de llegar al caserío se encontraron con Miguel Ayoroa, comandante del batallón Ranger y con Andrés Sélich, comandante del regimiento de ingenieros de Vallegrande, quien había llegado en helicóptero. Los acompañaban Aníbal Quiroga, corregidor de La Higuera y algunos campesinos con mulas para cargar a los muertos. Andrés Sélich profirió insultos y amenazas contra el Che; dos soldados le quitaron los relojes y otras pertenencias.
El corregidor contó:
"El Che salió por la huerta de Florencio Aguilar, venía caminando, primero venia él y detrás Willy y más atrás las mulas con otro guerrillero herido. Después otros guerrilleros muertos. Yo vi al Che, era un hombre grande, con una mirada que penetraba, y su estatura física que infundía respeto".
A las 19:30, cuando la caravana concluyó la marcha hasta el caserío, ya era totalmente de noche. En la oscuridad, las tenues luces de las rústicas lámparas de queroseno o algunas velas alumbraban las humildes chozas. Los pobladores silenciosos, temerosos, observaban desde sus casas con extrema curiosidad; otros, como sombras, se acercaban lentamente para ver a los guerrilleros.
Los militares llevaron al Che hasta la miserable escuelita de La Higuera, de adobe, pajas y piso de tierra, con dos aulas, separadas por un tabique de madera. En una de ellas, dejaron al Che, más los cadáveres de Arturo y Antonio tirados en el suelo. En la otra, a Willy junto a Pacho muy grave.
Después que los militares dejaron a los guerrilleros en la escuelita, se dirigieron a la casa del corregidor para comer. Más tarde pasaron a la casa del telegrafista Humberto Hidalgo y se dispusieron a efectuar un inventario de todas las pertenencias de los combatientes.
Aproximadamente a las 9 de la noche, Andrés Sélich y Gary Prado regresaron a la escuela con el propósito de interrogar al Che, luego se les incorporó Miguel Ayoroa. Como respuesta solo encontraron el silencio.
Sélich lo insultó; le haló con ira la barba, con tal fuerza que le arrancó parte de esta. El Che tenía las manos atadas pero reaccionó indignado. Las alzó con fuerza para que cayeran en el rostro de Sélich, quien se abalanzó sobre él con la intención de golpearlo. El Che reaccionó de la única forma que podía responderle: escupiéndole el rostro. Sélich se abalanzó otra vez. Entonces las manos del Che fueron amarradas por detrás de la espalda.
Volvieron a la casa del telegrafista y Sélich se apoderó de las pertenencias de los guerrilleros. Las más valiosas desde el punto de vista material se distribuyeron entre los oficiales de acuerdo con la jerarquía. Sélich se quedó además con el morral del Che, varios rollos fotográficos, y una libreta de color verde, en la cual el Che escribió con su letra varios poemas:"Canto General" de Pablo Neruda.; "Aconcagua" y Piedra de Hornos" de Nicolás Guillén. Posteriormente, la libreta se la entregaron al mayor Jaime Niño de Guzmán. Los oficiales procedieron a efectuar el inventario que entregarían al mando militar.
Pasadas las 10 de la noche de ese día 8 de octubre, en La Higuera se recibió un mensaje desde Vallegrande que ordenaba que debían mantener vivo al Che. El mensaje es como sigue:
"Mantengan vivo a Fernando hasta mi llegada mañana a primera hora en helicóptero. Coronel Zenteno Anaya".
Nuevamente Gary Prado visitó al Che, ocasión en que le dijo que dos soldados le quitaron su reloj y el de Tuma. Según testimonio del propio Prado, él buscó a los dos militares e hizo que le devolvieran los relojes, afirmando que el Che se los entregó para que los guardara, porque seguramente se lo quitarían otra vez. De esta manera, Prado se quedó con ellos. Luego conservó el del Che para sí y le entregó el de Tuma a Miguel Ayoroa.
En la ciudad de La Paz, aproximadamente a las 18 horas, se efectuó una reunión entre René Barrientos, Alfredo Ovando y Juan José Torres, con el propósito de analizar los mensajes recibidos desde La Higuera y Vallegrande.
Un testimoniante, con acceso a lo tratado en esa reunión, dijo:
"Ellos no sabían qué hacer y no se tomó ninguna decisión. Solo se evaluaron los acontecimientos y las informaciones obtenidas hasta ese momento y solicitaron que las mismas se ampliaran, así como conocer nuevos detalles de lo que estaba pasando. Después Barrientos se dirigió a la residencia del embajador norteamericano y desde allí se comunicaron con Washington".
"A las 9 de la noche el Presidente fue interrumpido para entregarle un mensaje desde Vallegrande, donde le solicitaron instrucciones de cómo proceder con los prisioneros".
"Él no tenía aún decidido qué hacer y la respuesta fue que debían mantenerlos vivos hasta esperar nuevas instrucciones".
"El comando superior trasmitió a Vallegrande las instrucciones y desde allí a La Higuera".
La decisión de asesinar al Che estaba tomada en Washington desde 1960. Después del fracaso de la invasión mercenaria por Playa Girón, asumió la jefatura de la CIA Richard Helms, quien continuó el Proyecto Cuba, que contemplaba el asesinato de Fidel, Raúl y el Che, y la imposición, mediante la fuerza militar, de un gobierno en La Habana afín a los intereses de Estados Unidos. Ellos aseguraban, sistemáticamente, que la Revolución Cubana sería derrotada en cuestión de meses. Dentro de sus planes se propusieron eliminar a sus principales líderes.
En 1962 se creó en Washington un grupo especial ampliado, integrado por George Mc Bundy, asesor presidencial sobre Seguridad Nacional; Alexis Johnson, por el Departamento de Estado; Roswell Gilpatrick, por el Pentágono; John Mc Cone, por la CIA, y Lyman Lemnitzer, por el Estado Mayor Conjunto, todos tenían la misión de dar cumplimiento al Proyecto Cuba.
El 19 de enero de 1962 se reunieron en las oficinas del Secretario de Justicia norteamericano, donde se les informó que el asunto de Cuba tenía la primera prioridad para el gobierno de Estados Unidos y debía resolverse sin economizar tiempo, dinero, esfuerzo, ni recursos humanos. En ella también se aprobaron varias acciones encaminadas a destruir la Revolución Cubana y, en especial, la eliminación física de Fidel, Raúl y el Che.
Por ello, cuando se recibió en la capital norteamericana la información de que el Guerrillero Heroico se encontraba herido en la escuelita de La Higuera, no fue necesario discutirlo. La CIA, el Departamento de Estado, el Pentágono y el Presidente norteamericano tenían tomada la decisión desde mucho antes.
Aproximadamente a las 11 de la noche del 8 de octubre, el presidente boliviano, a través de Douglas Henderson, Embajador norteamericano en Bolivia, recibió un mensaje desde Washington, donde plantearon que el Che debía ser eliminado.
Entre los argumentos que el Embajador expuso al Presidente estaban que en la lucha común contra el comunismo y la subversión internacional, era más importante mostrar al Che totalmente derrotado y muerto en combate; puesto que no era recomendable tener vivo a un prisionero tan peligroso; permitir esto significaba mantenerlo en prisión, con riesgos constantes de que grupos de "fanáticos o extremistas" trataran de liberarlo; luego vendría el juicio correspondiente, la opinión pública internacional se movería y el gobierno de Bolivia no podría hacer frente por la situación convulsa del país. Manifestó que dejarlo con vida era ofrecerle, gratuitamente, una tribuna que iría contra los intereses de Bolivia y de Estados Unidos y que la muerte del Che significaba un duro golpe a la Revolución Cubana y, especialmente, a Fidel Castro.
Barrientos, Henderson y sus más cercanos colaboradores compartieron estos puntos de vista. La reunión terminó pasado unos minutos de la medianoche.
Mientras en el caserío de La Higuera, alrededor de las 12 de la noche, varios soldados rangers, borrachos y enardecidos, se disponían a asesinar al Guerrillero Heroico.
Los oficiales tenía que hacer cumplir la orden de mantener al Che con vida. Según algunos vecinos de La Higuera, en ese período de tiempo, murió el guerrillero herido, Alberto Fernández Montes de Oca, Pacho, sin que en ningún momento recibiera atención médica.
Ante el intento de asesinato, Miguel Ayoroa y Gary Prado decidieron responsabilizar con la custodia y seguridad del Che a los oficiales Tomás, Toty, Aguilera, Carlos Pérez Panoso, Eduardo Huerta Lorenzetti y Raúl Espinosa. Cada uno de ellos debía permanecer por turno a su lado. Los oficiales iniciaron la custodia del Che; cuando le correspondió a Eduardo Huerta, un joven de 22 años de edad y miembro de una familia honorable de la ciudad de Sucre, el Guerrillero Heroico conversó largo rato con él. Huerta contó a personas amigas que la figura y mirada del Che le habían impresionado mucho; hasta llegar en ocasiones de sentirse como hipnotizado, que le habló de la miseria en que vivía el pueblo boliviano; sobre el trato respetuoso que los guerrilleros les dieron a los oficiales y soldados hechos prisioneros y le hizo notar la diferencia del que recibían los prisioneros del ejército.
Refirió Huerta que le pareció que era como un hermano mayor por la forma en que hablaba. Que como sentía frío, le buscó una manta y lo "arropó"; le encendió un cigarro que se lo puso en la boca, ya que tenía las manos atadas a la espalda. El Che le dio las gracias; le explicó cuáles eran los propósitos de su lucha y la importancia de la revolución contra la explotación que el imperialismo norteamericano sometía a nuestros pueblos.
El Che le pidió que le desamarrara las manos y recabó su ayuda para evadirse de allí. Narró Huerta que sintió deseos de ponerlo en libertad; salió a observar cómo estaba la situación fuera de la escuela; habló con un amigo de apellido Aranibar, apodado El Oso, y le pidió ayuda, pero este le dijo que resultaba muy peligroso, pues podía costarle la vida. Entonces vaciló, temió y no actuó. Confesó que el Che lo miró fijamente y no dijo nada, pero que él no podía sostenerle la mirada.
Durante la noche y la madruga del día 9 de octubre de 1967, en la escuelita de paja y barro de La Higuera, permanecieron como prisioneros de guerrra, el Comandante Ernesto Che Guevara y el boliviano Simeón Cuba, Willy. Al amanecer de ese 9 de octubre, entró al aula la maestra Julia Cortés, quien influida por los militares, tenía la intención de insultarlo y pedirle que saliera de allí.
El Che habló suavemente con ella; hubo un intercambio de preguntas y respuestas, le rectificó una falta de ortografía y le habló de su importante trabajo como educadora y formadora de los futuros hombres y mujeres de Bolivia, de aquel hecho de la historia de América que ocurría en su escuelita y de la cual ella era testigo.
La maestra se quedó sorprendida y convencida de que estaba en presencia de un hombre totalmente diferente a como los militares le informaron.
"Un hombre cabal, íntegro y noble".
Así lo dijo a los soldados y pobladores de La Higuera.
La maestra salió del aula cuando un oficial, le pidió que se alejara, porque iba a aterrizar un helicóptero. Eran las 6:30 de la mañana. Del aparato descendieron el Coronel Joaquín Zenteno Anaya y el agente de la CIA de origen cubano Félix Ismael Rodríguez Mendigutía, que se hacía llamar Félix Ramos. Zenteno Anaya, en compañía del agente, se dirigió a donde estaba el Che y habló brevemente con él.
Poco después Félix Rodríguez, en forma agresiva comenzó a insultar al Comandante Guevara, e intentó maltratarlo con violencia. Militares que presenciaron este encuentro, manifestaron que parecía que el Che conocía a esta persona y sus antecedentes contrarrevolucionarios, porque respondió con desprecio a sus insultos, lo trató de traidor y mercenario.
A las ocho y media, aproximadamente, Zenteno Anaya se trasladó al lugar donde se desarrolló el combate del día anterior. El agente de la CIA instaló un equipo completo de una pequeña planta de transmisión de gran alcance, para enviar un mensaje cifrado a la CIA; posteriormente, montó una máquina fotográfica sobre una mesa al sol, para fotografiar el Diario del Che y otros documentos.
En las primeras horas de la mañana del 9, el dictador boliviano René Barrientos recibió una llamada telefónica desde Washington. Era de su ministro de Relaciones Exteriores doctor Walter Guevara Arce, quien participaba en una reunión de la OEA en la capital norteamericana.
Sobre esta conversación el excanciller expresó:
"Cuando circuló la noticia de que el Che cayó prisionero, llamé por teléfono a Barrientos y le dije: 'Me parece vital que se conserve la vida del Che Guevara. Es necesario que en este sentido no se cometa ningún error, porque si así fuera, vamos a levantar una mala imagen que no la va a destruir nadie, en ninguna parte del mundo. En cambio, si usted lo mantiene preso en La Paz, cierto tiempo, el que sea necesario, será más conveniente, porque la gente se pierden cuando están en las cárceles, pasa el tiempo y después se olvidan'".
"La respuesta fue inmediata, él me dijo: 'Lamento mucho doctor, su llamada ha llegado tarde. El Che Guevara ha muerto en combate'. Esa fue la respuesta".
"Lo sentí profundamente, no solo por el hombre, sus características, las similitudes de apellido, sino porque me pareció un error político muy serio y me sigue pareciendo un error político muy serio, en el cual hubo muchas influencias externas, para que se cometiera este error".
"Yo estuve algo más de una semana en Washington y comencé a percibir una gran cantidad de hechos como consecuencia de la muerte del Che. El Che cayó herido, fue tomado preso. Estuvo toda la noche del día 8 de octubre. Vino la noticia a La Paz y más allá también..."
"En todo este absurdo se jugaron fuerzas exteriores muy graves, para que darle más vuelta a la cuestión".
Concluyó el doctor Guevara Arce.
Mientras en La Paz, en las primeras horas de la mañana del día 9, llegó al Gran Cuartel de Miraflores Alfredo Ovando, ya se encontraban en el lugar altos oficiales, explicó que el Che se encontraba preso en La Higuera. Sucesivamente fueron llegando el comandante de la fuerza Aérea y el de la Naval.
Cuando arribó el dictador Barrientos, sostuvo una reunión privada con los generales Alfredo Ovando y Juan José Torres. Después entraron los demás militares.
Barrientos, con el deliberado propósito de comprometer a los miembros del Alto Mando militar en la decisión, planteó el punto de la eliminación física del Che. Lo expuso como decisión, no para someterlo a discusión. Concluida la reunión se envió una instrucción cifrada a Vallegrande y Ovando se dirigió hacia el aeropuerto, donde en un avión TM-14 partió hacia esa ciudad. Con él viajaron el contralmirante Horacio Ugarteche, los coroneles Fernando Sattori y David La Fuente, el teniente coronel Herberto Olmos Rimbaut, los capitanes Oscar Pammo, Ángel Vargas y René Ocampo.
Alrededor de las 10 de la mañana, en el humilde caserío de La Higuera, el agente de la CIA Félix Rodríguez recibió un mensaje cifrado, en cuyo texto estaba el código establecido para actuar contra la vida del Che. El agente de la CIA, en compañía de Andrés Sélich, se dirigió a donde se encontraba el Guerrillero Heroico. Estaba de guardia el joven Eduardo Huerta Lorenzetti, el mismo que arropó al Che, le dio un cigarro y conversó con él durante la madrugada.
El agente de la CIA le ordenó que se retirara del lugar y el joven oficial obedeció, pero observó cuando Félix Rodríguez tratando de interrogarlo, lo zarandeó por los hombros para que hablara, le haló bruscamente por la barba y le gritó que lo iba a matar.
Huerta contó a sus amigos que como tenía que proteger la vida del prisionero, trató de evitar los malos tratos del agente de la CIA. En el forcejeo este se cayó y desde el suelo le gritó enfurecido: “¡Me la pagarás bien pronto, boliviano de mierda, indio salvaje, estúpido!”. Huerta intentó golpearlo pero Sélich se interpuso.
Unos minutos después, desde la zona de combate, trajeron el cadáver del guerrillero boliviano Aniceto Reinaga y prisionero al peruano Juan Pablo Chang Navarro, el Chino. El agente de la CIA empleó la violencia para que el guerrillero hablara, lo que no consiguió. En la revista española Interviú, de 30 de septiembre de 1987, refieren cómo Rodríguez utilizó una bayoneta contra el guerrillero peruano.
Aproximadamente a las 11 de la mañana regresó Zenteno Anaya acompañado de Miguel Ayoroa. El agente de la CIA trasmitió la decisión final de eliminar al Che, además les aclaró que con gusto cumpliría la orden de dispararle. Poco después Ninfa Arteaga, la esposa del telegrafista de La Higuera y en cuya casa acampaban los oficiales bolivianos, junto con su hija, la maestra Élida Hidalgo, fueron hasta a la escuelita a llevarles una sopa de maní al Che y a los otros dos guerrilleros.
Ella narró:
"Los militares primero me negaron que entrara; pero yo cociné para todos, y les dije que para ellos y para los guerrilleros también era la comida. Pero a mí, como todo el mundo en La Higuera me hace caso, yo dije: este señor esta preso y tiene que comer y si no me dejan entrar para que el Che coma, no le voy a dar comida a nadie, porque la comida es mía y yo misma la cociné".
"Yo hice una sopa de maní. Los militares dijeron que yo entrara donde el Che. Dije que me dejaran sola con él para que pudiera comer tranquilo. Le solté las manos, las tenía amarradas. Él se interesó por saber si los demás guerrilleros habían comido también. Yo le dije que habían comido".
"El Che me miró tan tierno, con mirada de agradecimiento que yo nunca podré olvidar como el Che me miró. Los militares no miraban así. — Ninfa llora — Cuando yo tengo un problema grande, yo lo llamó a él, yo veo su mirada y el Che me responde... ".
Zenteno Anaya le pidió a Félix Rodríguez, que se ocupara de ejecutar la orden de la eliminación física del Che, que si deseaba podía hacerlo. El agente de la CIA decidió, en compañía de Andrés Sélich y Miguel Ayoroa, buscar entre los soldados cuáles querían ofrecerse. Aceptaron Mario Terán, Carlos Pérez Panoso y Bernardino Huanca, los tres entrenados por los asesores norteamericanos y que en la madrugada borrachos, quieran asesinarlo.
En entrevistas de prensa, Mario Terán declaró que cuando entró al aula ayudó al Che a ponerse de pie; que estaba sentado en uno de los bancos rústicos de la escuela y aunque sabía que iba a morir, se mantenía sereno. Terán afirmó que él se sintió impresionado, no podía disparar porque sus manos le temblaban. Dijo que los ojos del Che le brillaban intensamente; que lo vio grande, muy grande y que venía hacia él; sintió miedo y se le nubló la vista, al mismo tiempo, escuchaba como le gritaban:
"¡Dispara cojudo, dispara!".
A Terán le volvieron a dar bebidas alcohólicas; pero aún así no podía disparar. Los oficiales Carlos Pérez Panoso y Bernardino Huanca dispararon contra el guerrillero peruano Juan Pablo Chang-Navarro y el boliviano Willy Cuba.
Nuevamente los oficiales bolivianos y el agente de la CIA compulsaron a Mario Terán para que disparara. A los periodistas les contó que cerró los ojos y disparó, después hicieron lo mismo el resto de los presentes. Ya habían pasado unos 10 minutos aproximadamente de la una de la tarde del día 9 de octubre de 1967. El agente de la CIA disparó también sobre el cuerpo del Che. Cometido el crimen Zenteno Anaya regresó a Vallegrande.
Los aldeanos aterrorizados por las acciones del ejército lentamente se acercaron temerosos, mostraban desconcierto ante el increíble hecho del que fueron testigos. Para los pobladores de La Higuera, un caserío pacífico, religioso y supersticioso, no era cristiano que se asesinaran a seres humanos y empezaron a murmurar con espanto que un castigo de Dios vendría a La Higuera por culpa de los militares.
Alrededor de las 14 horas del 9 de octubre de 1967, aterrizó el helicóptero en Vallegrande, del cual descendió Zenteno Anaya, lo estaban esperando los agentes de la CIA de origen cubano, Gustavo Villoldo Sampera, que se hacía llamar Eduardo González y Julio Gabriel García, y los bolivianos Roberto Toto Quintanilla y Arnaldo Saucedo Parada. Zenteno se dirigió hacia donde se encontraba Ovando con el resto de la comitiva que había llegado de La Paz. Los agentes de la CIA recogieron los documentos de los guerrilleros para efectuar un inventario.
El helicóptero regresó a La Higuera para trasladar a los muertos, pero con órdenes expresas de que el Che fuera el último.
En el humilde caserío de La Higuera, testigo del asesinato del Comandante Ernesto Che Guevara, del peruano Juan Pablo Chang Navarro y del boliviano Simeón Cuba, los acontecimientos conmocionaron a los pobladores. Algunos soldados, arrastraron el cadáver antes de ponerlo en la camilla, para trasladarlo hasta el sitio en que lo recogería el helicóptero llegado desde Vallegrande.
Los vecinos de La Higuera y algunos militares reaccionaron indignados cuando un soldado con un palo trató de golpear el cuerpo del Che, entonces cubrieron el cadáver con una frazada; el sacerdote Roger Shiller rezó una oración y se dirigió a la escuelita, lavó la sangre y guardó los casquillos de balas con que lo asesinaron.
A las 4 de la tarde partió el helicóptero piloteado por el mayor Jaime Niño de Guzmán, transportaba, en una camilla de lona, el cuerpo del Guerrillero Heroico. Media hora más tarde aterrizaba en Vallegrande. A través de varios reportajes de los corresponsales de prensa, se conoce la repercusión que provocó en Vallegrande la llegada del cadáver.
Daniel Rodríguez, corresponsal del periódico El Diario de la ciudad de La Paz, escribió que la noticia del arribo de los restos del Che Guevara conmovió a la población, que en número crecido se trasladó hasta la pista y luego al hospital. La multitud trató de arrebatar el cadáver, pero efectivos del ejército tuvieron que esforzarse para evitar el asalto. El pueblo se volcó a la pista y estaba decidido a no permitir el traslado del cuerpo para ninguna parte, los militares desamarraron el cuerpo, sujeto a la plataforma externa del helicóptero y rápidamente lo introdujeron en una ambulancia que a toda velocidad lo condujo al hospital "Señor de Malta".
Christopher Rooper, corresponsal de la agencia de noticias Reuter, desde Vallegrande trasmitió:
"El cadáver fue retirado del helicóptero e introducido en un furgón Chevrolet que, perseguido por ansiosos periodistas que se habían trepado al primer jeep que encontraron a mano, se dirigió hacia un pequeño local que hace las veces de morgue en esta localidad. Se hicieron esfuerzos por impedir que espectadores y periodistas penetraran al recinto. En la puja se destacó particularmente un individuo rollizo y calvo, de unos 30 años, quien, aunque no llevaba insignia militar alguna sobre su uniforme verde oliva, parecía haberse hecho cargo de la situación desde el momento que el helicóptero aterrizó. Esta persona viajó, asimismo, con el cadáver, en el furgón Chevrolet. Ninguno de los jefes militares reveló el nombre de dicha persona, pero versiones locales aducen que se trata de un exiliado cubano que trabaja para la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA)... ".
El periodista inglés Richard Gott, del periódico The Guardian de Londres, en su información relató acerca de la presencia de la CIA en esa población, al manifestar que desde el momento en que el helicóptero aterrizó, la operación fue dejada en manos de un hombre en traje de campaña, quien y todos los puntos convergen era incuestionablemente uno de los representantes del servicio de inteligencia de Estados Unidos y, probablemente, un cubano. Y añadió:
"El helicóptero aterrizó a propósito lejos de donde se había reunido un grupo de personas y el cuerpo del guerrillero muerto fue trasladado a un camión... ".
"Nosotros comandábamos un jeep para seguirlos y el chofer se las arregló para atravesar las verjas del hospital, donde el cadáver fue llevado a un cobertizo descolorido que servía de morgue".
"Las puertas del camión se abrieron de repente y el agente americano saltó, emitiendo un grito de guerra: '¡Vamos a llevárnolos para el demonio o para el carajo, lejos de aquí!'"
"Uno de los corresponsales le preguntó de dónde venía él. '¡De ninguna parte!', fue la respuesta insolente".
"El cuerpo vestido de verde olivo con un jacket de zipper fue llevado al cobertizo. Era indudablemente el Che Guevara".
"Soy quizás una de las pocas gentes que lo ha visto vivo. Lo vi en Cuba en una recepción de la embajada en 1963, y no tengo duda de que era el cuerpo del Che Guevara".
"Tan pronto como el cuerpo llegó a la morgue, los médicos comenzaron a inyectarle profilácticos. El agente americano hacía esfuerzos desesperados para aguantar a las masas. Era un hombre muy nervioso y miraba iracundo cada vez que una cámara era dirigida hacia él. Él conocía que yo sabía lo que él era, y sabía también que yo creía que él no debía estar allí, ya que esa es una guerra en la cual los Estados Unidos no debían tomar parte".
"Sin embargo, estaba aquí este hombre, que ha estado con las tropas en Vallegrande, hablando con los oficiales de mayor graduación en términos familiares".
El periodista Richard Gott afirmó que el comandante Ernesto Che Guevara irá a la historia como la figura más grande desde Bolívar, para luego añadir:
"Él fue quizás la única persona que tratase de encaminar las fuerzas radicales en todo el mundo en una campaña concentrada contra Estados Unidos. Ahora está muerto pero es difícil imaginar que sus ideas mueran con él".
El agente de la CIA Gustavo Villoldo en compañía de Toto Quintanilla llevaron el cadáver hasta la lavandería del hospital "Señor de Malta", al depositarlo en el piso, el agente demostrando su condición moral le dio una patada; después, cuando lo subieron al lavadero, le golpeó el rostro. Por su parte, Toto Quintanilla tomaba las huellas dactilares y ordenaba que fuera llamada una enfermera.
Esa noche estaba de guardia Susana Osinaga, quien, con ayuda de Graciela Rodríguez, lavandera del hospital, procedió a lavar el cuerpo del Guerrillero Heroico.
Los médicos José Martínez Caso y Moisés Abraham Baptista extendieron el certificado de defunción. Por disposición de los militares, le suprimieron la hora del fallecimiento. De igual manera obligaron a los médicos a realizar la autopsia y a inyectarle formol, para esperar el arribo de un equipo de peritos argentinos.
En el hotel Santa Teresita de Vallegrande, los agentes de la CIA y los militares bolivianos festejaron la muerte del Che. Félix Rodríguez abrió una botella de whisky y brindó a los presentes.
Mientras en el caserío de La Higuera, el sacerdote Roger Shiller convocó a los pobladores para oficiar una misa por el Che Guevara y sus compañeros asesinados. Todos asistieron llevando velas. El silencio fue absoluto y muy impresionante, nadie entendió por qué fueron asesinados. El sacerdote pronunció las siguientes palabras:
"Este crimen nunca será perdonado. Los culpables serán castigados por Dios".
El 10 de octubre de 1967, el cadáver del Che fue expuesto en la lavandería del hospital de Vallegrande. La monja María Muñoz relató:
"El Che estaba como si no hubiera muerto. Había un silencio único, no escuché que nadie hablara, ni lo creo, él con sus ojos mirándonos a todos que parecía vivo".
Eugenio Rosell, un maestro que en 1967 tenía 20 años de edad, narró:
"... La población se mostró muy respetuosa a sus antecedentes, a su capacidad, a sus ideales, a su lucha, porque no es fácil analizar y deducir que un hombre que no había nacido en Bolivia viniera realmente en busca de mejores soluciones para la clase oprimida, que es la mayoría de la población, y él viniera a quedarse eternamente entre nosotros, y eso es apreciado por el pueblo de Vallegrande... "
"Muchas gentes... lo compararon con Cristo, pero realmente cuando yo lo miré, vi que tenía los rasgos de comandante guerrillero y me eché a llorar, muchas personas lloraron también".
Mientras los pobladores acudían al lugar, se realizó una conferencia de prensa, donde el Coronel Zenteno Anaya y Arnaldo Saucedo mostraron el Diario del Che y aseguraron que murió a consecuencia de las heridas del combate del día 8.
Desconocían que el General Ovando, había formulado otras declaraciones. Las respuestas de unos y otros al ser confrontadas por los periodistas evidenciaban contradicciones, lo que provocó una generalizada incredulidad; las dudas y confusiones aumentaron, al conocerse que el cadáver conservaba el calor del cuerpo cuando lo llevaron al hospital.
Para el dictador boliviano y los agentes de la CIA les resultaba imposible ocultar el crimen, sabían que familiares del Che reclamarían el cadáver o podían impugnar la autopsia y solicitar aclaraciones sobre las circunstancias y forma de la muerte. Se añadieron a estas preocupaciones la presencia en Santa Cruz de la Sierra, del hermano del Che, el abogado Roberto Guevara.
Se divulgaron despachos de prensa basados en manifestaciones de soldados y pobladores de La Higuera y Pucará en el sentido de que el Che fue asesinado y que las autoridades militares mentían.
Barrientos y los agentes de la CIA, querían evitar que el lugar donde fuera enterrado, se convirtiera en un centro de veneración y mintieron nuevamente al afirmar que fue incinerado y las cenizas dispersadas por los Andes.
Desde Argentina, las agencias de noticias comunicaban que las autoridades de ese país no deseaban, en forma alguna, que la tumba pudiera convertirse en un lugar de peregrinación, pues ello crearía un nuevo problema político que se sumaría a los ya numerosos que tenía que enfrentar el gobierno del general Juan Carlos Onganía. Una de las informaciones añadió: “Lo más probable es que la sepultura del Che nunca sea conocida y un alto militar recordó que precisamente por el mismo motivo nunca se reveló el lugar exacto donde descansan los restos de Eva Perón.”.
El 11 de octubre arribaron a La Paz, procedentes de Buenos Aires, el equipo de peritos, integrado por el inspector Esteban Relzhauzer, el subinspector Nicolás Pellicari y el perito dactiloscópico de la Dirección de Investigaciones de la Policía Federal Argentina Juan Carlos Delgado, quienes recibieron las manos del Comandante Guevara para realizar el trabajo de identificación, después de concluido el análisis, Antonio Arguedas, ordenó que se las entregaran, las ocultó durante un tiempo hasta que pudo enviarlas a Cuba.
Mientras en La Habana, el 15 de octubre, el Comandante en Jefe Fidel Castro, a través de las emisoras de radio y televisión nacionales y de la emisora internacional Radio Habana Cuba, analizó, detalladamente, las noticias, cables de diversas agencias informativas y otras consideraciones sobre el asesinato del Guerrillero Heroico, para afirmar que era dolorosamente cierta la noticia.
En su comparecencia, Fidel dijo:
"... el deber de decir la verdad está por encima de que pueda convenir o no pueda convenir y esa era nuestra actitud..."
"... ¿Es que acaso la historia de las revoluciones o de los pueblos revolucionarios se ha caracterizado por la ausencia de golpes duros? ¿Es que acaso los verdaderos revolucionarios no son los que se sobreponen a esos golpes, a esos reveses, y no se desalientan? ¿Es que acaso no somos los revolucionarios precisamente los que pregonamos el valor de los principios morales, el valor del ejemplo? ¿Es que no somos acaso los revolucionarios los que creemos en la perdurabilidad de la obra de los hombres, de los principios de los hombres? ¿Es que acaso no somos los revolucionarios los primeros que empezamos por reconocer lo efímero de la vida física de los hombres y lo perdurable y duradero de las ideas, la conducta y el ejemplo de los hombres, si ha sido el ejemplo el que ha inspirado y ha guiado a los pueblos a través de la historia?".
El Gobierno de Estados Unidos y varias de sus agencias de espionajes, desarrollaron una intensa actividad contra la Guerrilla del Che y el movimiento revolucionario en Bolivia.
Están registrados no menos de 12 agentes de la CIA, de origen cubano, con nombres y apellidos falsos y algunos con antecedentes de terroristas. En los acontecimientos de La Higuera y Vallegrande participaron activamente dos de ellos, Gustavo Villoldo Sampera y Félix Ismael Rodríguez Mendigutía.
Villoldo Sampera, utilizó el seudónimo de Eduardo González, nació el 21 de enero de 1936 en La Habana, estudió en Estados Unidos. En 1957 se suicidó su padre, debido a un escándalo que afectó grandemente la moral de esa familia en el seno de la entonces alta sociedad habanera.
En 1958, cuando la lucha contra la sangrienta tiranía de Batista, Gustavo Villoldo se relacionó con personajes del régimen tiránico. Tenía gran amistad con connotados asesinos y se le otorgó un carné de capitán honorario. A fines de 1959, fue acusado de colaborador de la policía y de delatar a jóvenes revolucionarios y abandonó el país rumbo a Estados Unidos.
En 1960 lo reclutó la CIA para trabajar en los planes contra Cuba. Dos años después, como agente principal de los grupos de infiltración y sabotajes realizó varias acciones terroristas. Asistió a Fort Benning, Georgia, para pasar un curso de adiestramiento militar que compartió con los terroristas Luis Posada Carriles, Félix Rodríguez y Jorge Mas Canosa.
En Bolivia participó en los interrogatorios y torturas de detenidos. Se jactó públicamente de haber pateado y abofeteado el cadáver del Che, y de la decisión de cercenarle las manos.
Por orientaciones de la CIA se trasladó para Brasil y en abril de 1971 viajó a México para coordinar planes de atentados terroristas contra funcionarios diplomáticos cubanos, posteriormente fue enviado a Vietnam donde estuvo a cargo de operaciones de inteligencia.
El 26 de agosto de 1976 prestó su nombre para la adquisición del National Bank of South, en Hialeah, Florida propiedad de la CIA. El 14 de septiembre de 1978, los representantes del FBI Harry Brandson y Joseph Dawson, plantearon a la CIA sus argumentos y pruebas de que Villoldo Sampera estaba involucrado en el tráfico de drogas y que una avioneta de su propiedad desapareció con dos tripulantes de origen cubano, mezclados con el narcotráfico. La CIA protegió a Villoldo y “desestimó” las pruebas suministradas por el FBI.
El 2 de julio de 1981 viajó a Santo Domingo al frente de un equipo de 12 agentes de la CIA para influir en las elecciones presidenciales. Regresó a Estados Unidos en 1983 y estableció un negocio de venta de pescados y mariscos en el North River Drive y 8 Ave. Algunas personas han informado que ese lugar es una fachada para encubrir sus actividades de tráfico de drogas y vinculaciones con la mafia; sin embargo, la CIA lo protege. Gustavo Villoldo se encontraba en 1984 en Honduras, apoyando a la contrarrevolución nicaragüense.
Por su parte Félix Rodríguez Mendigutía, nació el 31 de mayo de 1941, en la ciudad de Sancti Spíritus, fue educado por su tío José Antonio Mendigutía Silvera, ministro de Obras Públicas en tiempo del dictador Batista y uno de sus más cercanos colaboradores.
Estudió en la Havana Military Academy y al triunfar la Revolución Cubana, se marchó para Estados Unidos, fue reclutado por la CIA y en 1960 partió hacia el canal de Panamá para recibir entrenamiento terrorista. Propuso a la CIA y se lo aprobaron un plan para asesinar al Comandante Fidel Castro, trabajó en los grupos de infiltración contra Cuba, realizó la primera acción el 14 de febrero de 1961, cuando en una lancha rápida se acercó hasta una zona próxima a Arcos de Canasí, en los límites de las provincias de Matanzas y La Habana para descargar dos toneladas de equipos y explosivos para diversos sabotajes. Trajo instrucciones de la CIA para que la contrarrevolución interna, efectuara sabotajes en los momentos en que se produjera la invasión por Playa Girón, entre estos la voladura del puente de Bacunayagua, que une a la ciudad de La Habana con Matanzas por la importante autopista de la Vía Blanca.
Al ser derrotada la invasión, se ocultó en la casa del contrarrevolucionario Patricio Nodal, hasta que por órdenes de la CIA, Alejandro Vergara Mauri, funcionario de la embajada española en Cuba, lo recogió en su automóvil diplomático y lo trasladó a su residencia. Ese funcionario lo presentó al embajador venezolano en La Habana, señor José Nuceti Sardi y de esta forma obtuvo asilo en la sede diplomática venezolana el 3 de mayo de 1961. El 13 de septiembre de ese mismo año partió para Caracas, desde donde se trasladó a Estados Unidos.
Asistió a un curso de adiestramiento en Fort Benning, junto a Luis Posada Carriles, Gustavo Villoldo Sampera y Jorge Mas Canosa, entre otros terroristas.
En 1963 lo situaron con un grupo de agentes de la CIA en una base de operaciones en Nicaragua. Desde ese lugar y como represalia por comerciar España con Cuba, su grupo atacó el buque español Sierra de Aranzazu. El escándalo fue de tal magnitud que obligó a la CIA a regresarlos a Estados Unidos. Desde territorio norteamericano continuó con sus planes de atentados y actividades terroristas, hasta su envio a Bolivia.
En un informe clasificado con el código "A.C.O.D.25", elaborado por Félix Rodríguez para la CIA referido a la decisión de asesinar al Che y que fue publicado por el periodista José Luis Morales, de la revista española Interviú, de 30 de septiembre de 1987, se puede leer:
“La decisión de ejecutar al dirigente subversivo fue trasmitida sin tregua a la Presidencia a través de nuestra embajada en La Paz".
Señaló el periodista que en ese mismo informe pone por los suelos a los oficiales y suboficiales del ejército boliviano, calificándolos de
"... cobardes e incapaces".
El periodista Claudio Gatti, le hizo una entrevista que reprodujo la revista española Cambio 16, No. 942 de 18 de diciembre de 1989 y cuando le preguntó quién se ocupó de la ejecución del Che, respondió:
"... Salí y mandé a Terán que cumpliera la orden. Le dije que debía dispararle por debajo de cuello porque tenía que parecer muerto en combate. Terán pidió un fusil y entró en la habitación con un par de soldados (...) y anoté en mi cuaderno: hora 13:10 del día 9 de octubre de 1967".
En 1968, la CIA lo envió a Perú para impartir clases de inteligencia y patrullaje de largo alcance a la primera unidad de paracaidistas conocida como los Sinchís. El 24 de febrero de 1969 obtuvo la ciudadanía norteamericana. Viajó a Vietnam del Sur; como parte de los más de 500 agentes de la CIA en ese país, donde se dedicó a torturar e interrogar a los prisioneros y se apropió de algunas de sus pertenencias que conserva como trofeos.
Por su participación en la guerra recibió reconocimiento del gobierno de Estados Unidos. En Saigón fue utilizado por la CIA como intérprete del general argentino Tomás Armando Sánchez de Bustamante, de quien hizo un informe detallado para la CIA, donde reflejó todas las actividades, puntos de vista y caracterización de este.
El 20 de abril de 1976 la CIA lo condecoró con la medalla Estrella al Valor. En 1979 se vinculó al tráfico de armas a Suramérica asociado a Ted Shackley exjefe de la estación CIA en Saigón. Fraguó un plan de asesinato contra el expresidente hondureño Roberto Suazo Córdoba. Sin embargo, quedó libre porque las pruebas que lo comprometían desaparecieron misteriosamente.
Durante los años 1980 y 1981 cumplió diferentes misiones encargadas por la CIA en Uruguay, Brasil, Costa Rica, Honduras, Guatemala y El Salvador, además asesoró a represores del Ejército de Chile. Organizó planes terroristas contra buques mercantes cubanos que transportaban mercancías a Nicaragua.
En 1982 apareció como asesor del ejército argentino, donde era conocido como El Gaucho. La CIA lo envió en 1984 a San Salvador para que trabajara en labores de contrainsurgencia y en el suministro de armas y vituallas a los contras nicaragüenses, en estas operaciones utilizaba el seudónimo de Max Gómez. Antes de salir para ese país, se entrevistó con George Bush padre del actual presidente de Estados Unidos.
Aunque su base de operaciones la estableció en el aeropuerto de llopango, en El Salvador, viajó con frecuencia a Honduras y Guatemala, para coordinar las acciones que proyectaba realizar. Tenía de ayudante a Luis Posada Carriles, autor del criminal atentado al avión de Cubana de Aviación, que ocasionó la muerte a sus 73 ocupantes el día 6 de octubre de 1976, frente a las costas de Barbados.
Félix Rodríguez estuvo vinculado en el gran escándalo en Estados Unidos conocido como Irán Contras, acusado de participar en el tráfico de armas y drogas en contubernio con la CIA y los contras nicaragüenses. Las pruebas que lo comprometían, una vez más, desaparecieron.
Asisitó a la toma de posesión del ex-presidente norteamericano George Bush, en compañía de su amigo, el general Rafael Bustillos, jefe de la fuerza aérea de El Salvador.
El redactor del periódico El Nuevo Herald de Míami, Pedro Sevcec, recogió la siguiente respuesta a una de las tantas preguntas que le formuló para dicho periódico y que apareció publicada el 16 de octubre de 1989:
"... A veces estoy solo, me siento aquí de madrugada y veo las cosas que me pasaron en mi vida. Uno se siente satisfecho de ver que cumplió con su deber".
Félix Rodríguez tiene en la sala de su casa en la Florida una especie de museo, que incluye decenas de artefactos bélicos, documentos, una granada que, según él, llevó en una incursión a Cuba, fusiles y bayonetas utilizados contra los vietnamitas, una bomba desactivada, fotos con el ex-presidente norteamericano George Bush, diversos objetos capturados a guerrilleros centroamericanos, entre ellos una prenda íntima que dice perteneció a la combatiente salvadoreña Nidia Díaz.
Para los peritos argentinos encargados de la identificación del Che, constituyó una sorpresa que en lugar del cadáver, se encontraron con un recipiente de formol y en su interior las manos del Guerrillero Heroico.
Un hecho que hasta ese momento se había mantenido secreto, comenzó a develarse con fuerza. ¿Cuáles fueron las razones para que le cortaran las manos?. ¿Cuál fue el papel de la CIA en esta macabra decisión?.
Los comentarios, cada vez más fuertes, de que el Che fue asesinado, la presencia de su hermano Roberto Guevara en la capital boliviana y su pedido de ver el cadáver, así como un movimiento de médicos bolivianos que exigían realizar una autopsia imparcial y la solicitud de ayuda a sus colegas latinoamericanos, colocó al alto mando militar boliviano y a la estación de la CIA en La Paz, en un grave dilema.
Debido a la demora del equipo de los peritos argentinos para proceder a la identificación, se ordenó que le cortaran las manos y la cabeza y el resto del cuerpo incinerado. Con relación a la orden de esta decisión hay varias versiones: El agente de la CIA Félix Rodríguez dijo que la tomó el General Alfredo Ovando, Arnaldo Saucedo Parada, Jefe de la Inteligencia de la VIII División, escribió que Toto Quintanilla del Ministerio del Interior, recibió las órdenes del Ministro Antonio Arguedas; y este último declaró que no se discutió en el Alto Mando Militar y fue una decisión de los que se encontraban en el lugar de los hechos porque el cadáver exhibía disparos y por razones políticas habían inventado la frase: "Soy el Che, más valgo vivo que muerto", resultaba demasiado increíble que un hombre con un balazo en el cuello y otro cerca del corazón estuviera hablando, esas fueron las causas por las que no pudieron exhibir el cadáver ante mucha gente. Agregó que como no estaba resuelto el problema de la identificación ante la ausencia de los peritos argentinos, se decidió que le cortaran las manos, y Toto Quintanilla le expresó que fueron los cubano-norteamericanos, agentes de la CIA. quiénes dieron esa orden.
Algunas fuentes informaron la existencia de un acuerdo entre Toto Quintanilla y los agentes de la CIA en Vallegrande, para hacer aparecer como una orden superior. Según estas fuentes, Toto Quintanilla, Saucedo Parada, los agentes de la CIA, Gustavo Villoldo Sampera y Julio Gabriel García se reunieron para discutir la forma de cumplir la orden real o supuesta, pero Zenteno Anaya, decidió que solamente le cortaran las manos para los efectos de identificación.
Los agentes de la CIA insistieron que le cortaran la cabeza y la enviaran a los Estados Unidos para realizarle análisis de laboratorio. Para este fin convocaron a los doctores José Martínez Caso y Moisés Abraham Baptista, quienes se opusieron alegando diferentes motivos. El doctor Martínez Caso se embriagó antes de la hora indicada y la inhumana tarea se la impusieron al doctor Moisés Abraham, ayudado por los agentes de la CIA y Toto Quintanilla.
Concluido el proceso, trasladaron el cadáver en un jeep hasta el cuartel del regimiento "Pando" en Vallegrande. Ya eran las dos de la madrugada del 11 de octubre. Los militares tenían cuatro tanques de combustible para la incineración, pero no pudieron efectuarla por la cercanía del amanecer que no permitía el tiempo necesario para este proceso, también le temieron al alto grado de susceptibilidad que estos acontecimientos provocaban entre los pobladores de Vallegrande y a la presencia de periodistas y corresponsales extranjeros. Estos factores determinaron que fuera enterrado en la misma zanja que un tractor cavó para los demás guerrilleros. El cadáver del Che fue llevado por el coronel Andrés Sélich.
Las investigaciones históricas realizadas en Bolivia, entre los años de 1983 a 1987, permitieron recopilar documentos, fotos, objetos, informaciones públicas y privadas; y los testimonios de varios de los militares que participaron en estos acontecimientos, entre ellos, las de los generales: Gary Prado Salmón, Mario Vargas Salinas y Arnaldo Saucedo Parada y de los coroneles: Miguel Ayoroa y Rubén Sánchez.
También obtuvimos las opiniones del Ministro de Relaciones Exteriores doctor Walter Guevara Arce; del doctor Mario Agramont, uno de los jefes de inteligencia en la IV División y los corresponsales de guerra. También entrevistamos al doctor Moisés Abraham, médico de Vallegrande a quien visitamos en la ciudad de Puebla, en México, lugar donde trabajaba. Nos acompañó a ese encuentro Zenén Buergo, funcionario diplomático cubano en ese país. Las conversaciones con la viuda del General Zenteno Anaya y sus hijos Joaquín, Ximena y Álvaro, así como con la viuda del doctor Martínez Caso, resultaron de gran valor.
Las entrevistas con ex-agentes de la CIA, aportaron sorprendentes revelaciones, así como el acceso a diferentes archivos, entre estos el del General Joaquín Zenteno Anaya; y las varias gavetas de la CIA y de los Servicios de Inteligencia del Ministerio del Interior de Bolivia que permitieron ampliar las informaciones obtenidas. En este aspecto la ayuda de Alfredo Quiñones fue determinante.
De igual importancia resultaron los encuentros con el general Mario Vargas Salinas, especialmente el realizado el 24 de marzo de 1984, con la presencia del Embajador Cubano en La Paz, compañero Ángel Brugués. Vargas Salinas confirmó y amplió las informaciones que nos había dado, en el sentido de que el Che Guevara no fue incinerado y se encontraba enterrado en Vallegrande a un costado de la pista de aterrizaje, junto a otros compañeros, y mostró su disposición para visitar el lugar.
De gran estimación consideramos los testimonios de personas relacionadas con los hechos, entre ellos Carlos Cortés, chofer del Coronel Andrés Selich, que guió la volqueta en que trasladaron el cuerpo del Comandante Ernesto Guevara. Con él nos entrevistamos en La Paz, el 13 de marzo de 1984, y después en otras ocasiones en Vallegrande.
Estimamos de valor los encuentros con Isacc Meneses, telegrafista de Barrientos y del Ejército, quien confirmó que el Che no fue incinerado y que estaba enterrado en Vallegrande. También el testimonio de Desiderio Bonilla, Juez Agrario de Vallegrande y entrevistado en esa ciudad el 30 de octubre de 1983.
Una verificadora información la suministró una pareja de enamorados clandestinos. Cerca del lugar donde enterraron al Che y otros guerrilleros, existía una rústica cabaña, utilizada por una señora que pastoreaba sus cabras y en determinadas ocasiones, alegando que se le hacía muy tarde para llegar al pueblo, se refugiaba en ese lugar y pasaba la noche en compañía de su amor oculto.
En el mes de junio de 1984, ella y él narraron de manera individual y en momentos diferentes, que en la madrugada, en que enterraron al Che, estaban en la cabaña y sintieron constantes ladridos de los perros, temían que se tratara de ladrones de cabras y se levantaron.
En el más absoluto silencio y llenos de pánico, observaron, como en la zanja que un tractor había cavado, lanzaron unos cadáveres y comenzaron a llenar de tierra el lugar. Después conocieron que el Che y los demás guerrilleros habían desaparecido y llegaron a la conclusión, que en ese lugar fueron enterrados, pues al día siguiente observaron el movimiento de tierra. Ocultaron lo que habían visto para no divulgar la causa de su presencia en la cabaña y ante el temor de que podían matarlos.
Durante todo este proceso de investigación estimamos valiosas, las colaboraciones del doctor Gerardo Muñoz y su esposa Miriam Jiménez, residentes en Vallegrande y Mario Chavez y su familia de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.
Los testimoniantes, todos entrevistados por separado y de manera compartimentada, coincidieron en los datos investigados. Al hacer el análisis de esas y otras informaciones, quedaron dos lugares como probables del enterramiento. Así lo hicimos constar en el libro LA CIA CONTRA EL CHE, página 153, publicado en 1992 por la Editora Política y que recibió el Premio de la Crítica, otorgado por la Academia de Ciencias de Cuba. Al respecto escribimos:
"Las informaciones recopiladas dan dos lugares como probables de donde se encuentran enterrados: uno, en un terreno al fondo del dormitorio del regimiento 'Pando'; el otro, a un costado de la pista de aterrizaje del aeropuerto de Vallegrande, a unos pocos metros del comienzo de la pista..."
Durante esos años de dedicación y trabajo intenso, recibimos el apoyo, experiencia, orientaciones y sugerencias de varios compañeros, que orientaron las mejores formas científicas para obtener informaciones de fuentes primarias, y directas, en el propio terreno de los hechos, incluyendo las secretas, consideradas de trascendental valor. Entre ellos queremos mencionar a Armando López Orta, Homero Saker y Francisco García Madrigal.
Una mención especial corresponde a los compañeros Osvaldo Pollo y Antonio Sánchez, que visitaron Vallegrande, y realizaron un estudio de los lugares, donde podían estar enterrados los guerrilleros. Ellos elaboraron mapas y croquis acerca de estos puntos de interés.
El Ejército boliviano mantuvo la versión oficial de que al Che lo incineraron y sus cenizas lanzadas a la selva, la que estuvo vigente hasta noviembre de 1995, cuando los medios informativos divulgaron que el Che estaba enterrado en Vallegrande, y comenzaron las excavaciones.
El 23 de noviembre de ese año, se divulgó un comunicado por varios compañeros bolivianos, entre ellos Loyola Guzmán, Marlene Uriona, Mary Maimura, Esperanza Brutón, Antonio Peredo y Modesto Reynaga, donde plantearon que de confirmarse esas vesiones, reclamaban la agilización de los trámites para proceder a la exhumación.
El 15 de diciembre de 1995, llegó a Vallegrande el doctor Jorge González Pérez, director del Instituto de Medicina Legal de Cuba, quien encabezó a un grupo multidisciplinario de científicos cubanos, argentinos, italianos, y bolivianos para llevar a cabo la busqueda de los restos y su identificación.
Después de un intenso trabajo, de estudios, verificaciones, análisis y excavaciones fueron encontraron e identificados los restos del Che y sus compañeros. El 28 de junio de 1997 aparecieron los primeros huesos humanos y el 3 de julio de ese año, el periódico Granma, dio una informión al pueblo, explicando los detalles.
Habían pasado 30 años desde el asesinato del Guerrillero Heroico y 10 de nuestras investigaciones. Muchas cosas cambiaron en el lugar, pero los cubanos y sus amigos en todo el mundo sabían que tarde o temprano se haría realidad los versos de Nicolás Guillén, cuando dijo:
NO VAN A IMPEDIR QUE TE ENCONTREMOS, CHE COMANDANTE, AMIGO.
El asesinato del Che produjo una repulsa y condena que se inscribe en la historia de la humanidad de forma perpetua. Los obreros, estudiantes, campesinos, profesionales, intelectuales y gobiernos progresistas de todo el mundo expresaron su indignación.
Las manifestaciones de desaprobación y condena llegaron hasta las mismas sedes diplomáticas de Bolivia en las principales capitales del mundo y en los propios Estados Unidos. La prensa de la época constituye una fuente de infinito valor que precisa la repercusión del crimen.
En toda la América Latina se realizaron multiples actos, la ciudad universitaria de Loja en el Ecuador fue denominada "Ernesto Che Guevara", y se realizó un acto nacional de homenaje a su memoria. La oradora principal Nela Martínez, prestigiosa escritora ecuatoriana, entre otras cosas, expresó;
"Vi su retrato difundido bajo grandes caracteres gozosos de la prensa internacional y lloré. ¿Quién no se conmovió con la noticia? Hasta los propios cómplices del crimen buscaron maneras de limpiarse las manos. La máscara de Pilatos vuelve a ocultar los rostros de los verdugos a través de los tiempos".
"Tendido en una piedra de lavar su cadáver no era un cadáver. Los ojos abiertos nos miraban. En su rictus no se advertía el sello de la muerte. Desafiante su gesto en el último instante. Aquella sonrisa vencedora, de su otro triunfo, iluminaba el día. Su rostro de combatiente del mañana quedó impreso en los Andes".
"Viejas leyendas, de los que regresarán para continuar la guerra comenzada, circularán de boca en boca a oídas en el largo silencio del campo, en los caseríos de barro y paja, en la otra historia de los iletrados. ¿Cuánto tiempo anduvo Tupac Amaru haciéndole la guerra a la Corona de España, a la enemiga del indio? Largo fue el tiempo de la espera, hasta que no una, dos y cien veces, regresó. Toda la conmoción del levantamiento más grande en contra de la colonia no se perdió cuando su cuerpo fue partido y repartido en los cuatro puntos cardinales del Tahuantinsuyo. Nuevas epopeyas silenciadas, silenciosas por su propia naturaleza, han sacudido las entrañas de los pueblos del Ande".
"Los fuegos permanecen adentro, igual que en los volcanes. Cuando le sacuden al continente, se siente que la lava se les subió a los hombres hasta la conciencia... "
El famoso pintor Oswaldo Guayasamín declaró:
"Ernesto Guevara no ha muerto; nadie puede matarlo, la tierra de América está regada de su presencia, se multiplicarán los guerrilleros, el valor y el heroísmo serán de nuevo pan de los humildes. Las tiranías y golpistas caerán".
En México, el periodista Leopoldo Zea escribió en el matutino Novedades:
"Todos los pueblos de América, todos los pueblos que en el mundo luchan por su liberación y su libertad, sienten en sus corazones un dolor profundo por la muerte del Comandante Guevara, caído frente al enemigo común de los pueblos y los hombres".
En Nápoles, hubo grandes manifestaciones. En Florencia quemaron la bandera norteamericana. En Roma, miles de personas, encabezadas por el escritor Cesare Zavattini y dirigentes de varios partidos de izquierda, llegaron hasta la sede diplomática de Estados Unidos. Detuvieron al artista Alberto Moravia y al director de cine Pier Paolo Pasolini. Zavattini expresó que la muerte del comandante Guevara tocaba a todos, como a una familia, la familia de los hombres. El cineasta Francesco Rosi manifestó su intención de filmar una película dedicada al Che; la cantante Mina Mazzini declaró que el comandante Guevara se ha convertido en un héroe nacional en Italia.
En todas las capitales europeas hubo protestas, en un multitudinario acto efectuado en Italia, María Teresa León, en nombre de su esposo, el famoso poeta Rafael Alberti y de los españoles en el exilio, dijo: “Yo traigo el dolor y la pena de Rafael Alberti, y con la mía, la de todos los exiliados de España, y el dolor de los que se quedaron allá con la mirada vuelta hacia la libertad, el dolor de la juventud española que no doblan las rodillas y que había visto en el Che Guevara un héroe del rabioso tiempo presente de nuestra América Latina...
"Murió en su ley, próximo a la América más pobre, más abandonada, despojado de todo, menos de su esperanza. En el lugar en que lo asesinaron brotarán dos fuentes: la de la libertad y la de la justicia. Los indios bolivianos, los desheredados de un continente, murmurarán su nombre, dirán que está vivo, que golpea a sus puertas porque tiene sed y dejarán en las ventanas una jarra de agua para que el Che beba al pasar. Porque pasará y recorrerá todo un continente y su nombre será la fuerza del futuro, la alta estrella de la Cruz del Sur que llamará a toda la América a alzarse y luchar por su independencia política y económica contra todos los dominios extranjeros".
Las cadenas de televisión y estaciones de radio informaban sobre los sucesos en Bolivia y el asesinato del Che, en Nueva York, una nutrida manifestación recorrió las calles de esa ciudad con campanas, ataúdes, incienso y flores condenando el crimen, a las tres de la tarde se concentraron frente a la puerta de la misión boliviana en las Naciones Unidas.
El gobierno boliviano recibió elogios y felicitaciones de Estados Unidos. En un discurso pronunciado por el senador norteamericano Howard Baker, expresó públicamente el agradecimiento. En esta comparecencia afirmó que los sucesos tenían una honda significación para Estados Unidos; que los 460,6 millones de dólares designados a Bolivia era un precio muy bajo para la victoria que les había otorgado, ese era el costo de la guerra de Vietnam en una semana.
En Bolivia se realizaron diferentes actos, en el aula magna de la facultad de derecho, se comparó al Che con Simón Bolívar, Sucre y otros patriotas latinoamericanos y los estudiantes reclamaron que se le concediera la ciudadanía boliviana post morten, por ser él luchador de la liberación de Bolivia.
En Argentina, los estudiantes desfilaron por las principales avenidas de varias ciudades. En Rosario se produjeron actos de protestas contra el crimen cometido. La juventud peronista circuló una carta de Juan Domingo Perón, como un homenaje al Che y de condena por su asesinato.
Ese mismo día el sacerdote Hernán Benítez ofreció una oración fúnebre al Che, en una de sus partes dice:
“Los dos tercios de la humanidad oprimida se han estremecido con su muerte. El otro tercio, en lo secreto de su alma, no ignora que la historia del futuro, si caminamos hacia un mundo mejor, le pertenece al 'Che' por entero. Un día nada lejano el Tercer Mundo victorioso incluirá su nombre en el martirologio de sus héroes... "
Al inicio de su oración, el Sacerdote expresó:
"Ha muerto con las características de los héroes de leyenda, quienes en la conciencia popular no mueren. Como los judíos del Viejo Testamento creían siempre vivo al profeta Elías, los españoles del medioevo al Cid Campeador y los galeses a Artús, es posible también que, en los años venideros, los soldados del Tercer Mundo crean sentir la presencia alucinante del 'Che' Guevara en el fragor de las luchas guerrilleras".
En otra parte de su oración exclamó:
"Hace ya años había entrado en la leyenda. Sus enemigos podrán achacarle extravíos ideológicos todos los que quieran. Pero nadie sensato va a negarle pasión, coraje, heroísmo y una constancia en su vocación a toda prueba. Le dolía adentro del alma el dolor de las masas... "