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Hegel dice en alguna parte que todos losgrandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces.

Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa.”

 Recordé este clásico párrafo de Marx el miércoles, cuando vi que arrancaron una serie de acciones legales que pueden traducirse en la inhabilitación de Delfina Gómez como candidata al gobierno del estado de México.

 Esa película ya la vi. La vi de 2003 a 2006.

“La debutante democracia paradójicamente mexicana no se jodió durante la campaña ni en las elecciones y el recuento de votos. 

A la democracia mexicana la jodieron a finales de 2003, cuando el presidente Fox… tomó la decisión de impedir a toda costa que el candidato natural de la izquierda llegara a la presidencia.” (Armando Bartra, La utopía posible, p. 279.)

El primer capítulo de esa regresión al autoritarismo priísta (con fachada blanquiazul) fue el asalto al Instituto Federal Electoral, cuyo consejo electo en 2003 nació con un pecado de origen (eufemismo de Luis Carlos Ugalde). 

Un árbitro que carecía de la confianza de uno de los principales jugadores y, por tanto, anulaba una condición indispensable de la democracia (la confianza en el árbitro, tema del que hablan los principales teóricos de los sistemas de partidos).

El segundo capítulo se escribió, como dice Bartra, cuando en febrero de 2004 se reunieron los representantes de la PGR, el Cisen y el jefe (Diego) de los senadores del PAN, con el abogado del ex presidente Salinas, en representación de un empresario corrupto al que AMLO le había cerrado la llave, y que declaró a una reportera Haré todo lo posible para que ese güey no llegue. Unas semanas después el extorsionador barato vendía sus videos emponzoñados.

Como no bastaron los videoescándalos, porque no mancharon la honestidad personal de AMLO salvo en quienes estaban dispuestos a creer cualquier cosa, llegó el tercer asalto: la guerra sucia, que si bien se recrudeció hasta la ilegalidad durante la campaña electoral, comenzó en 2004, cuando Fox por sí o por la interpósita persona de su vocero, así como poderosos grupos de interés, empezaron la invención del peligro para México.

Siguió el desafuero: una conjura a la que Fox llamó la decisión más difícil de mi sexenio, con lo que reconoció públicamente “que no se trataba de procurar justicia… sino de una ilegal empresa política del presidente de la República”. 

Desde ese momento, las elecciones de 2006 quedaron en entredicho, irremisiblemente manchadas, marcadas a fuego por la inequidad. Fox y sus cómplices lo hicieron con descaro, sin el más mínimo rubor. Por un lado, el peligro para México, por el otro, Calderón, al que vamos a apoyar con todo, según dijo Fox al Niño Verde a fines de 2005 (Bartra, op. cit., pp. 279-281).

El quinto capítulo fue el desmantelamiento de la estrategia para la defensa del voto, construida por los partidos que postularon a AMLO: en los 16 días previos al de la elección y el mismo 2 de julio, en 150 consejos distritales del IFE se manipularon las acreditaciones de los representantes generales y los representantes de casilla (las pruebas y detalles de esta operación, que afectó hasta a 25 por ciento de la estructura de defensa del voto, en López Obrador, La mafia nos robó la Presidencia, pp. 225-240).

Finalmente, el fraude que todavía hoy niegan los panistas. Entre decenas de trabajos académicos que prueban el fraude y que no pueden desmentirse desde que el 4 de septiembre de 2013 el Consejo General del IFE aprobó por unanimidad la destrucción de la papelería electoral de 2006, recomiendo ampliamente el de José Antonio Crespo, 2006: Hablan las actas.

Recupero esa historia y, al asomarme al estado de México, me dan escalofríos: no necesitan asaltar el INE: su consejero presidente fue de los que votaron en favor de la destrucción de las actas de 2006. Ya vivimos los videoescándalos protagonizados por una diputada corrupta (paradójicamente, fortalecieron a Morena, que demostró su reacción diametralmente opuesta a la del PRI-PAN, que suelen escudar y proteger a sus corruptos durante los seis años en que detentan sus cargos). 

Ya estamos en el golpeteo constante de la guerra sucia, cada vez más sucia conforme crece la desesperación priísta. Y esta semana amanecemos con las amenazas de inhabilitación de Delfina como candidata a la gubernatura.

PRI, PAN y PRD no van a cambiar. Como Fox en 2006, harán todo lo posible, legal e ilegal, para conservar sus privilegios, para que su corrupción quede impune (o se sacrifique oportunamente a un chivo expiatorio para salvar al resto). Pero esta vez, los mexiquenses (incluidos muchos panistas y perredistas honestos) tienen la última palabra y podrán convertir en farsa la tragedia.

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