La historia está colmada de episodios donde la lucha entre los argumentos científicos y religiosos pugnan por tratar de demostrar quién tiene la razón y al hacerlo, han convertido a grandes científicos en atormentados mártires debido a la originalidad de sus planteamiento que les costaron el juicio mental o la existencia.
Sin embargo, no sólo los hombres se han dedicado al estudio de diferentes fenómenos.
Las mujeres también han destacado en el desarrollo de hipótesis y cuestionamientos que han contradicho el régimen establecido, tal como sucedió con Simone de Beauvoir, Rita Levi-Montalcini o Hannah Arendt, ejemplos de mujeres comprometidas con su labor.
Tal vez la primera de ellas fue Hipatia. Filósofa y maestra griega que sobresalió en Matemáticas, Astronomía y formó parte de la Escuela neoplatónica de Alejandría donde desarrolló estudios lógicos y amplió los horizontes de las ciencias exactas.
Pero todo hombre y mujer tiene un punto débil e Hipatia no fue la excepción.
Su prolífica y extraordinaria trayectoria comenzaría su final el mismo instante en el que se enamoró.
Hipatia se enamoró del conocimiento y los misterios del cielo gracias a su padre Teón, matemático y astrónomo destacado en la antigüedad.
Él apoyo la instrucción de su hija desde pequeña, hasta que llegó a convertirse en la renombrada profesora que impartía lecciones públicas acerca de los preceptos y las ideas desarrolladas en su momento por Platón y Aristóteles.
Uno de sus más fieles discípulos fue Sinesio de Cirene, con quien sostuvo por muchos años una correspondencia afectuosa, sin que sucediera más nada entre ellos. Gracias a esos mensajes se conoce más de la obra de la científica que se salvó de la destrucción.
Los historiadores han descubierto que Sinesio solía pedir el consejo de Hipatia, llamándola “queridísima maestra” e incluso, en una de ellas le asegura que la recordará en el más allá.
Debido sus ideas innovadoras y de carácter completamente agnóstico (un pensamiento revolucionario que, sin negar la existencia de Dios, considera inaccesible para el entendimiento humano la noción de lo absoluto o el orden que rige el destino de los hombres), Hipatia era considerada por el creciente cristianismo una pagana instruida al servicio de “falsos dioses”.
De acuerdo con registros de Sócrates de Constantinopla –que no el filósofo–, el alcance de sus conocimientos llegó a sobrepasar el razonamiento de su época:
“Llegó a tal grado de cultura que superó a todos los filósofos contemporáneos y heredó la escuela platónica que había sido renovada en tiempos de Plotino.
Explicaba todas las ciencias filosóficas a quienes lo deseaban y gente de todas partes acudía a consultarla”.
Por si fuera poco, Hipatia superó los conocimientos matemáticos y astronómicos de su padre. Algunas fuentes aseguran que ella fue la responsable del surgimiento del astrolabio, esa herramienta empleada por astrónomos y navegantes para determinar la posición en el cielo de un cuerpo celeste, además de ser utilizado para especificar la latitud local, entre otros usos.
Sin mencionar sus investigaciones con respecto a las ciencias lógicas; aspectos que la transformaron en una líder de opinión que disfrutaba expresar su parecer sobre diversas cuestiones públicas de su entorno, una posición avanzada para una mujer de la época, razón que desagradó al obispo Cirilo.
Luego de que el obispo la identificara como una mujer influyente y capaz de poner en riesgo las ideas defendidas por el cristianismo, las relaciones entre el poder eclesiástico y el poder civil comenzaron a tensarse tanto, que Cirilo aprovechó esa inquietud y arremetió contra Hipatia, argumentando discursos de odio contra la mujer más inteligente de Alejandría.
Fue así como se gestó un horrible crimen.
Corría el cuarto año del obispado de Cirilo cuando una multitud de monjes rodeó a la científica a las afueras de su propia casa y a punta de golpes, insultos y humillaciones la arrastraron hasta el interior de una iglesia.
Allí la desnudaron, lapidaron, descuartizaron y desgarraron hasta el último centímetro de su cuerpo, para después cremar sus restos.
Era el mes de marzo del año 415 d. C. e Hipatia tenía 50 años de edad y una mente lúcida cuando perdió la vida ante el fanatismo religioso, pero jamás la dignidad.
La historia de Hipatia sobrevivió gracias a sus discípulos, pero su figura no es reconocida con la importancia que reviste ser considerada la primera científica de quien se tenga registro.
Como ella, un sinfín de mujeres han desfilado por la historia que, sesgada por el machismo imperante desde aquellos tiempos, omite sus conocimientos y aportes a la gran empresa colectiva de la ciencia; sin embargo, su labor directa, tal y como sucede en el caso de varios hombres de pensamiento crítico, desapareció de las fuentes historiográficas por el resentimiento de la ideología dominante y por supuesto, por su condición de mujer.
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