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V.I. Lenin: No trafiquéis con los principios, no hagáis “concesiones” teóricas

Quien conozca a poco que sea el estado efectivo de nuestro movimiento verá forzosamente que la amplia difusión del marxismo ha ido acompañada de cierto rebajamiento del nivel teórico.


 Mucha gente, muy poco preparada e incluso sin preparación teórica alguna, se ha adherido al movimiento por su significación práctica y sus éxitos prácticos.

 Por este hecho, se puede juzgar qué falta de tacto manifiesta “Rab. Dielo” al lanzar con aire victorioso la sentencia de Marx: “cada paso de movimiento efectivo es más importante que una docena de programas”. 

Repetir estas palabras en una época de dispersión teórica es exactamente lo mismo que gritar al paso de un entierro: ¡”ojalá tengáis siempre algo que llevar!”.

 Además, estas palabras de Marx han sido tomadas de su carta sobre el programa de Gotha, en la que censura duramente el eclecticismo admitido en la formulación de los principios: ya que hace falta unirse –escribía Marx a los dirigentes del Partido-, pactad acuerdo para alcanzar los objetivos prácticos del movimiento, pero no trafiquéis con los principios, no hagáis “concesiones” teóricas. 

Este era el pensamiento de Marx, ¡y he aquí que entre nosotros hay gentes que en su nombre tratan de aminorar la importancia de la teoría!

Sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario. Nunca se insistirá lo bastante sobre esta idea en un tiempo en que a la prédica en boga del oportunismo va unido un apasionamiento por las formas más estrechas de la actividad práctica. 

Y, para la socialdemocracia rusa, la importancia de la teoría es mayor aún, debido a tres circunstancias que se olvidan con frecuencia, a saber: primeramente, por el hecho de que nuestro Partido sólo ha empezado a formarse, sólo ha empezado a elaborar su fisonomía, y dista mucho de haber ajustado sus cuentas con las otras tendencias del pensamiento revolucionario, que amenazan con desviar el movimiento del camino justo.

 Por el contrario, precisamente estos últimos tiempos se han distinguido (como hace ya mucho lo predijo Axelrod a los economistas) por una reanimación de las tendencias revolucionarias no-socialdemócratas.

 En estas condiciones, un error, “sin importancia” a primera vista, puede causar los más desastroso efectos, y sólo gente miope puede encontrar inoportunas o superfluas las discusiones fraccionales y la delimitación rigurosa de los matices. 

De la consolidación de tal o cual “matiz” puede depender el provenir de la socialdemocracia rusa por años y años.

En segundo lugar, el movimiento socialdemócrata es, por su propia naturaleza, internacional. Esto no significa que debemos combatir el chovinismo nacional. Esto significa también que el movimiento incipiente en un país joven, únicamente puede desarrollarse con éxito a condición de que lleve a la práctica la experiencia de otros países. 

Para ello, no basta conocer simplemente esta experiencia o copiar simplemente las últimas resoluciones adoptadas; para ello es necesario saber asumir una actitud crítica frente a esta experiencia y comprobarla por sí mismo. 

Todo aquel que se imagine el gigantesco crecimiento y ramificación del movimiento obrero contemporáneo comprenderá la reserva de fuerzas teóricas y de experiencia política (así como revolucionaria) que es necesaria para cumplir esta tarea.

En tercer lugar, tareas nacionales como las que tiene planteadas la socialdemocracia rusa no las ha tenido planteadas ningún otro partido socialista del mundo.

 Más adelante, tendremos que hablar de los deberes políticos y de organización que nos impone esta tarea de liberar a todo el pueblo del yugo de la autocracia; por el momento, no queremos más que indicar que sólo un partido dirigido por una teoría de vanguardia puede cumplir la misión de combatiente de vanguardia. 

Y para hacerse una idea siquiera sea un poco concreta de lo que esto significa, que el lector recuerde a los precursores de la socialdemocracia rusa, como Hertzen, Belinski, Chernishevski y a la brillante pléyade de revolucionarios de la década del 70; que piense en la importancia universal que la literatura rusa va adquiriendo ahora; que …, ¡pero basta también con lo indicado!

De “Qué Hacer?” (Otoño de 1901 – febrero de 1902)

Nota – Texto tomado de “Lenin. Sobre la lucha contra el revisionismo”, Ediciones en Lenguas Extranjeras. Pekín, 1960, pp. 96-100.

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Publicado por Odio de Clase

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