Pablo Gonzalez

USA: “Las élites protestan contra la nueva revolución”

El periodista neoyorquino Daniel Greenfield, especializado en informaciones sobre islamismo radical y movimientos totalitarios de izquierda, ha publicado un artículo en la web “Frontpage Mag” que explica de una forma tan rotunda como sencilla quiénes forman la “resistencia” anti-Tump y que trata de poner luz sobre un asunto trascendental: las razones de la derrota de quienes todavía no acaban de comprender "lo que está debajo" de su sociedad, de su economía y de su cultura virtuales.



La Tribuna del Pais Vasco extracta algunos de los párrafos más importantes del texto.

“Nosotros somos la ‘Resistencia’” (anti-Trump), dice Keith Olbermann, uno de los articulistas principales de la revista GQ, después de leer un artículo sobre ‘perfumes de 100 dólares que no huelen a nada. La ‘Resistencia’ también son los Premios SAG (Premios del Sindicato de Actores) y los Globos de Oro. Estas son las personas importantes y las personas hermosas que se levantan contra la opresión democrática de la clase obrera y proclaman, valientemente, con una sola voz: ‘Nosotros tenemos que estar al cargo’”.

“De hecho, cuando la ‘Resistencia’ no está en la revista GQ, está en ‘Vanity Fair’, donde Graydon Carter, su editor, denuncia a Donald Trump mientras posa complacido en una fotografía tomado por Annie Leibovitz en las oficinas de su rascacielos”.

“O tal vez la ‘Resistencia’ sea Reed Hastings, el multimillonario consejero delegado de Netflix, que usa su riqueza para satisfacer los gustos de las élites urbanas y para presionar para que se aumenten los impuestos a las clases medias. Hastings se quejó de que las medidas tomadas por el presidente Trump para proteger a los estadounidenses eran ‘tan antiamericanas que nos duelen a todos nosotros’”.

“¿Pero quiénes son estos ‘nosotros’? Podrían ser Warren Buffett (multimillonario), Eric Schmidt (Google) o Sheryl Sandberg (Facebook), con quienes Hastings se había unido para apoyar a Hillary Clinton. O podrían ser los máximos responsables de Lyft, Airbnb o Twitter, por nombrar algunas empresas tecnológicas, que se han unido a la "resistencia" anti-Trump puesta en marcha por las élites ricas”.

“No es casualidad que las protestas más ruidosas contra las medidas del presidente Trump provengan de las élites urbanas y de las corporaciones que atienden a sus caprichos (…) Y es difícil imaginar un contraste más fuerte entre las élites costeras y el corazón, y entre la nueva economía y la vieja. Por un lado, están las brillantes ciudades donde minorías e inmigrantes hacen el trabajo sucio que se lleva a cabo detrás de los logos y de las palabras de moda de la nueva economía. Por otro lado, están las comunidades de Rust Belt y los pueblos del sur, donde los trabajadores realmente suelen hacer cosas”.

“Los principales ‘genios’ de Facebook disfrutan de los servicios de un chef ejecutivo, de estaciones de trabajo para correr y de un taller de reparación de bicicletas, todos amurallados de la población latina de East Palo Alto, y aislados de los crímenes y de la violencia de las pandillas. Pero, ¿quién trabaja en los once restaurantes de Facebook o quién repara las bicicletas en la habitación de atrás? ¿O quién mira a través de los millones de imágenes publicadas en sus líneas de tiempo para eliminar el spam, la pornografía y la violencia?”.

“Si usted vive en el mundo de Facebook, Lyft, Netflix y Airbnb, y se agolpa en los aeropuertos y grita: ‘Sin fronteras, sin naciones, detener las deportaciones’, todo tiene sentido. Usted no vive en un país. Usted vive en una de una serie de megaciudades intercambiables o en sus comunidades de dormitorio. El patriotismo es un concepto extraño para usted. Usted no tienes más apego a América que a Friendster o Myspace. El Estado-nación es, para usted, un sistema anticuado de organización social que está siendo reemplazado por sistemas más eficientes de gobernanza global. Las únicas razones por las que alguien se aferra a las naciones y a las fronteras son, en su opinión, la ignorancia o el racismo”.

“El colectivo más opuesto al Presidente Trump no es una minoría racial, sino una élite cultural”.

“Las protestas contra Trump no son una revolución. Las revoluciones ocurrieron en junio y noviembre del pasado año. El ‘Brexit’ y Donald Trump eran revoluciones. Las protestas contra ellos son reacciones del ‘establishment’ que ha sido derrotado”.

“En algún momento, los proyectos políticos de la izquierda dejaron de ser revolucionarios. La izquierda ganó, tomó el control de las naciones y se dispuso a desmantelarlas. La agenda social y económica se convirtió en ley. Gobernaba a través de un vasto sistema interconectado de burocracia, medios de comunicación, academias, organizaciones sin fines de lucro y corporaciones. En Europa, la democracia casi había desaparecido. En América, todavía había elecciones, pero no importaban mucho. Un presidente republicano podía jugar un poco, pero no podía cambiar las cosas. La izquierda lanzaría sus berrinches rituales si limitaba la financiación del aborto o invadía Irak. Pero salvo controversias aisladas, todo lo demás seguiría avanzando hacia la izquierda”.

“De hecho, la izquierda había llegado a imaginar su victoria como inevitable. Sus dirigentes gozaban del derecho secular de los reyes otorgados por el materialismo histórico. Y así no pudieron ver que la revolución había llegado”.

“Las inevitables élites y su poder han sido derrocadas. La gente sencilla invadió el castillo. De repente, el futuro ya no pertenecía a Palo Alto. Y los habitantes de Palo Alto salieron a las calles para protestar. Las protestas se llevan a cabo en nombre de las minorías oprimidas, pero como cualquier logotipo puntocom, eso solo es una marca. En realidad, sus protestas son la reacción enojada de una elite derrocada por la revolución de la gente”.

“Esto no tiene nada que ver con los musulmanes. Los enojados manifestantes anti-Trump saben tan poco sobre el Islam como los habitantes del interior de Iowa. Pero las fronteras y los aeropuertos son una metáfora importante. El Presidente Trump dijo: "Una nación sin fronteras no es una nación". Y eso es exactamente lo que quería la izquierda: sin fronteras, no hay naciones.

“Si usted produce bienes tangibles o tiene una hipoteca, es más que probable que desee fronteras y una nación. Si uste se dedica a las cosas intangibles, a las cadenas de números en servidores globales, en películas y música, entonces las fronteras son una abstracción irreal. Si tú te desplazas con Uber, tienes tu casa en Airbnb, tu entretenimiento está en Netflix y tus contactos están en Tinder, si en realidad no eres dueño de nada, y no tienes planes para una familia o algo más permanente que una existencia virtual, ¿para qué necesitas una nación?”

“Las naciones son ideales basadas en cosas reales. Nuestras élites económicas y culturales existen en un mundo irreal lleno de cosas irreales. Su sistema se basa en el uso de la tecnología de las comunicaciones para organizar el mundo de mil formas diferentes. Han crecido tan deslumbrados por el potencial de esa organización que ignoran lo que está debajo”.

“Esa es la metáfora que se hizo realidad con el ‘Brexit’ y con Trump. El país se rebeló contra la ciudad. 

La gente que estaba en el negocio de hacer cosas reales se levantó contra una economía virtual”.

“Las élites son incapaces de comprender los impulsos nacionalistas y territoriales de sus propios ciudadanos o de los terroristas islámicos. Su extraña fusión social-plutocrática entre el marxismo y la tecnocracia, entiende todo como un problema de compartir la riqueza. 

Todos los levantamientos populares pueden ser pospuestos con un estado de bienestar más grande. Redistribuir más de los beneficios de Facebook a los musulmanes y a los votantes de Trump. Problema resuelto. Pero el problema no se puede resolver ampliando la clase de bienestar. El problema estriba en un inmenso abismo cultural”.

“La gente necesita significados. Son los significados los que proporcionan una sensación de valor. Los enojados reaccionarios izquierdistas encuentran sentido en su mundo post-todo. El rompimiento de este mundo los ha llevado a las calles. 

Y, sin embargo, no pueden comprender que también fue el rompimiento de su mundo lo que llevó a tantos trabajadores a votar por ‘Brexit’ o por Trump. Se niegan a comprender que las naciones tienen sentido para más gente de lo que su orden post-nacional de megaciudades multiculturales intercambiables hace o que la mayoría de la gente quiere que algo tangible se sostenga, incluso la tierra y la familia, incluso si requiere trabajo y sacrificio”.

“Lo que ha habido es una guerra de Davos, Conde Nast, GQ, Soros, MSNBC, Hollywood, Facebook contra América. 

Y ha ganado América”.

“La ‘Resistencia’ anti-Trump es una colección de élites que incluye a actores con premios, revistas de moda y multimillonarios de la tecnología denunciando ‘una revuelta popular’ contra ‘su’ Gobierno. No son la resistencia. 

Son dictadores en el exilio. Tuvieron la oportunidad de imponer su visión a la gente. Y perdieron. Las protestas no son una revolución. Son una reacción contrarrevolucionaria”

“Y es que la revolución no será realizada por BMW, por una conferencia de Davos, por colonias de 100 dólares que no huelen a nada o por el cabildeo de Facebook. Usted hará la revolución haciendo de América una nación libre de nuevo”.

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