Nadie lo nota, porque todos estamos igual.
Al caminar por las zonas rurales de mi país, observo imágenes que desgarran mi corazón.
Ha veces me prefiero muerto a lo sensible me he vuelto.
Entonces comprendo que eso se llama socialismo.
Maldita navidad !!
Quién la inventó ??
Paso por una casa y veo dos ancianos sentados en su silla.
Antes saludaban, ya no.
Parecen esperando la muerte.
Los niños juegan con latas de sardinas imaginando que son carros.
Sus ropas desgarradas y sus pies en el barro.
Nacieron blancos pero parece su piel entre chocolate y crema.
Entiendo que están sucios aunque su inocencia sea tan pura como el amor.
Paso por donde está la muchachada, los adolescentes que marcarán el futuro de mi patria.
Algunas adolescentes están embarazadas, desertaron de la escuela y el colegio, no saben echar tortillas y es imposible que aseen sus ranchos, sus ropas, sus trastos, sus cuerpos y sus conciencias.
Embarazadas de adolescentes, vagos, drogadictos, delincuentes juveniles.
Sin oficio ni beneficio.
Estos son el futuro de mi nación.
En mi recorrido conozco campesinos, entrados en años aunque no tantos, pues parecen viejos pero no tanto.
El sol, la lluvia y la desilusión envejece sus rostros y les da el color cobrizo del barro, de la madre tierra, del rostro duro como el árbol de corteza.
Los ranchos de paredes de sing viejo, herrumbrado, cobrizo como el rostro que lo habita.
Plástico negro por techo, ollas entre piedras, humadas, negras de hollín y blanquitas por dentro ante la inexistencia de alimentos.
Allá a lo lejos, distorsionando el paisaje, una inmensa casa.
Sus luces de noche recuerdan la navidad, adornada que parece una bella cascada cayendo en una noche iluminada por la cómplice luna llena.
Sus carros afuera, lindos, nuevos, como lo imaginan los niños pobres con sus latitas de sardina.
Se escucha la música, y hasta llega el olor del vino, de las carnes a la parrilla, de las risas y disparos al aire.
Ellos son de otra clase social, ellos son los dueños de estas tierras, de los campos, de la virginidad de nuestras hijas en flor, de nuestro destino, de nuestra vida miserable.
Andar por los campos de Costa Rica es conocer de primera mano la desgracia de sentirse muerto en vida.
Cuánta diferencia de clases!!!
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