Badreddin, dirigente de Hezbollah caído en Siria.
Los rusos desembarcaron en Siria como acostumbran: como un elefante en una cacherrería. Al crear el mando conjunto, sólo mantenían relación con los oficiales sirios e iraníes. No querían saber nada -o casi nada- de Hezbollah y, ciertamente, a los libaneses los rusos tampoco les resultaban simpáticos; nunca entendieron sus privilegiadas relaciones con Israel.
En Siria Hezbollah parecía el tipo de fuerza destinada a realizar el trabajo más desagradable, y cumplieron con su cometido con creces. El 28 de octubre fueron ellos los que desbarataron la brutal ofensiva yihadista para romper el cerco de Alepo, con tal maestría que los oficiales rusos de Estado Mayor se quedaron literalmente pasmados.
La batalla del 28 de octubre coincidió con otra, llamada la Conquista de Abu Omar Saraqbeh, en Deraa, al sur de Siria, conducida de una manera no menos magistral tras la batalla de Cheij Miskin.
Los rusos bajaron de su torre de marfil; condecoraron colectivamente al comandante de Hezbollah y el mes pasado le llamaron para pedirle los planos de la batalla.
Quieren que el despliegue militar de Hezbollah en Alepo y Deraa sea materia de estudio en las academias militares de Rusia.
Es mucho más que una anécdota. Hezbollah se ha ganado a pulso el reconocimiento internacional. Nunca ha sido un comparsa, sino un protagonista que ha dejado lo mejor de sí mismo en feroces batallas contra los peones del imperialismo.
En Siria ha muerto Mustafá Badredddin, el máximo dirigente militar de la organización, Yihad Mughniyeh, el hijo de quien la fundó, así como de Samir Quintar, el héroe de la resistencia contra Israel, de cuya muerte ya hablamos aquí en su momento.
A finales del mes pasado, la visita de Medvedev a Tel-Aviv puso sobre la mesa las divergencias de ambos países sobre Irán y Hezbollah pero, sobre todo, clarificó que Rusia no considera a éstos como meros apéndices de los anteriores y, desde luego, les deja fuera del catálogo de organizaciones terroristas.
La Guerra de Siria ha creado un serio problema a Israel, sobre todo si la estancia de Rusia en la región se prolonga y sigue manteniendo buenas relaciones con Hezbollah.
Los radares rusos en Tartus y Hmeimin cubren la totalidad de Líbano, incluidas las avanzadillas de Hezbollah en el sur.
A los radares acompañan las baterías de misiles SS-400 y Burk, así como los cañones Pantsyr.
En otras palabras: si Israel quiere volverlo a intentar en Líbano, con quien deberá hablar previamente es con los rusos.
Publicado por Resistencia Popular