A escasos días de celebrarse en Nicaragua nuevas elecciones generales, previstas para el 6 de noviembre venidero, la mayoría de los habitantes de esa nación centroamericana apuesta por la continuidad del progresismo liderado por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y el actual mandatario Daniel Ortega.
Los sondeos de opinión continúan augurando otro triunfo en las urnas del candidato Ortega, a la presidencia, y de Rosario Murillo, a la vicepresidencia, quienes cuentan con un 64,2 por ciento de intención de votos.
Según la más reciente encuesta realizada por M&R Consultores, ambos dirigentes del FSLN se impondrían en la consulta popular sin mayores dificultades, pues las opiniones de la población les favorecen en un 74,2 por ciento y un 72,2, respectivamente.
Los nicaragüenses confían en el proceso revolucionario Sandinista que los sacó de la miseria en que vivían con viejos regímenes neoliberales y dictatoriales, y además les brinda paz, bienestar, salud, educación, y seguridad ciudadana.
Nicaragua, otrora entre las naciones más pobres de Latinoamérica, ha crecido en los últimos años a un ritmo del 4,5 por ciento, gracias a la gestión económica del ejecutivo encabezado por Ortega.
Asimismo espera recibir este año inversiones por mil 500 millones de dólares, alrededor de 300 millones más que en 2015, lo cual augura para sus ciudadanos un futuro más prospero, dado que el gobierno Sandinista redistribuye las riquezas.
El despunte del país centroamericano y su ejemplo para esa subregión y la Patria Grande preocupa al “Cóndor”, Estados Unidos, que revoletea desesperado por su territorio para truncar la eventual victoria del progresismo en los comicios del próximo 6 de noviembre.
El “Cóndor” mostró sus garras en septiembre pasado, cuando la Cámara de Representantes de Washington aprobó un proyecto de ley que pretende condicionar los préstamos de instituciones financieras internacionales a Nicaragua, a la celebración de “elecciones libres, justas y transparentes”, postura injerencista que fue rechazada inmediatamente por el FSLN.
La Casa Blanca y el Pentágono acostumbran a utilizar ese tipo de chantaje, junto a las repetidas campañas mediáticas difamatorias, contra los gobiernos revolucionarios de Nuestra América, con el claro propósito de favorecer a las fuerzas oligárquicas en las urnas.
Para Estados Unidos, los comicios en América Latina son “libres, justos y transparentes” si la derecha vence a la izquierda, de lo contrario dejan de serlo, y entonces acude a métodos subversivos y golpistas como los empleados en Paraguay, Honduras y Brasil, y a guerras económicas como las que le impone actualmente a Venezuela, y desde hace más de cinco décadas a Cuba con el frustrado bloqueo.
Pero, lo que más le inquieta a Washington es que con el virtual triunfo en Nicaragua del Sandinismo se romperá de una vez la llamada “restauración conservadora” en la Patria Grande, que no es otra cosa que una arremetida contrarrevolucionaria dirigida a reimponer su dominio imperial en la región.