El concurso sobre quién sería el mejor comandante en jefe y cuál de estos dos integrantes del 1 por ciento más rico sería el que más beneficiaría a los más pobres acabó con Hillary Clinton acusando a Donald Trump de racismo y sexismo, y él lanzando uno de los peores insultos: que ella es sólo otra política profesional más.
Fue un espectáculo asombroso aun antes de empezar, un enfrentamiento entre la realidad y el entretenimiento, un combate entre un dueño de casinos, estrella de reality shows y el primer candidato presidencial sin previa experiencia política o militar contra una de las figuras políticas más experimentadas y representante por excelencia del establishment, quien seguramente aún no puede creer que está empatada en los sondeos con un bufón de semejante talla.
Por ello fue uno de los actos televisivos más vistos –se pronosticaban unos 100 millones de televidentes, cifra comparable con un evento como el Súpertazón–, ya que la gente lo sintonizó para ver sangre o comedia. Los análisis antes, durante y después del debate fueron como si se tratara de un campeonato de boxeo: quién dio un gancho al hígado, cuál fue la mejor combinación, cómo se portó el réferi.
El enfoque fue sobre si Trump podía presentarse más allá de un portavoz de sectores hartos con la cúpula política y económica del país y de corrientes reaccionarias y racistas y proyectar una imagen presidencial, o sea, si tenía un mínimo de conocimiento de los asuntos de Estado más importantes.
Para la candidata demócrata Hillary Clinton el enfoque fue cómo enfrentar al contrincante más inusual e impredecible en la historia política moderna y, a la vez, superar la falta de confianza popular que sigue padeciendo.
Al final de la noche no pasó nada dramático para cambiar de manera sustancial la percepción pública, aunque eso se comprobará en los próximos sondeos. Ambos compitieron sobre quién sería el comandante en jefe más feroz contra la amenaza del Estado Islámico, contra el crimen y la violencia dentro de Estados Unidos y quién generaría más prosperidad para la clase media.
México se presentó al inicio del debate, cuando les preguntaron sobre sus propuestas económicas. Trump acusó que México se está robando nuestros empleos al afirmar que el defectuoso Tratado de Libre Comercio de América del Norte tiene que ser renegociado, ya que es el peor tratado comercial jamás pactado. México y China, afirmó, están destruyendo los empleos industriales de Estados Unidos; aseguró que él pondría fin a eso y acusó a Clinton de ser la campeona de todos los acuerdos comerciales como estos. Clinton se limitó a declarar que favorecía tratados justos e inteligentes.
Batallaron sobre sus propuestas económicas. Ella dijo que sus políticas económicas sólo beneficiarán a los más ricos y que implicaban retornar a las mismas políticas que hicieron estallar la gran recesión de 2007.
Él insistió en que era hora de que un empresario tomara las riendas del gobierno para finalmente poner orden y generar prosperidad en el país, algo que los políticos no saben hacer.
Ella reviró: Donald, sé que vives dentro de tu propia realidad.
Se enfrentaron sobre el asunto de que Trump rehúsa difundir sus declaraciones fiscales. Él resaltó que lo haría después de concluir una auditoría, aunque las autoridades han dicho que eso no impide difundirlas. Clinton acusó que no quiere hacerlo porque tiene algo que ocultar, tal vez no es tan rico como dice, o tiene más deudas, o no ha pagado impuestos federales.
Él no negó lo último. Para defenderse, dijo que estaría dispuesto a difundir su informe si ella revela los 33 mil correos electrónicos que han desaparecido de su cuenta.
En otro momento, ante una pregunta del moderador Lester Holt, de NBC News, sobre el asunto del manejo de los correos electrónicos durante su gestión como secretaria de Estado, algo que ha perseguido a la candidata a lo largo de esta contienda, Clinton reconoció otra vez que fue un error, no tengo excusas, asumo la responsabilidad. Trump la interrumpió y afirmó que fue una desgracia y que lo hizo a propósito.
El debate giró hacia el asunto de la raza y el sistema judicial. Clinton hizo énfasis en que se requiere de una reforma al sistema de justicia penal porque ahí existe un racismo sistémico, mejorar las relaciones entre comunidades y policías y poner fin a la plaga de la violencia de armas de fuego. Trump declaró: necesitamos ley y orden, sin lo cual no tendremos país.
Resaltó la violencia en zonas urbanas marginadas y dijo que los afroestadunidenses y los hispanos están viviendo en el infierno en esas zonas, y por lo tanto se necesitan medidas para quitar las armas a la gente mala.
Fue en esta sección del debate cuando Clinton acusó a Trump de promover una mentira racista por cuestionar durante años si el primer presidente afroestadunidense había nacido en Estados Unidos. Recordó que en 1973, cuando Trump primero encabezó la empresa de bienes raíces de su padre, el Departamento de Justicia presentó una demanda judicial por prácticas de discriminación racial en su contra; él tiene una historia racista, aseguró.
Trump intentó maniobrar, pero sólo ofreció una defensa torcida y poco coherente sobre el tema del acta de nacimiento de Barack Obama, acusando a Clinton de haber promovido esa acusación cuando hacía campaña contra Obama.
Sobre asuntos de seguridad nacional, los candidatos hablaron de la necesidad de enfrentar las ciberguerras. Trump afirmó que ahora tiene el respaldo de casi 200 generales y almirantes, así como los gremios de la Patrulla Fronteriza y los trabajadores de Migración y Aduanas. Insistió en que con Clinton y Obama Estados Unidos ha perdido el control sobre muchas cosas.
Aseveró que el Isis (también conocido como Estado Islámico) fue posible por la manera en que Obama y Clinton se salieron de Irak, y que fue un error no tomar el petróleo de ese país. Clinton y el moderador subrayaron que Trump había favorecido la guerra contra Irak, pero él repetidamente dijo que eso era falso. Ambos prometieron derrotar al Isis.
Aquí entraron al terreno de quién tenía el mejor temperamento y cualidades para ser comandante en jefe. “Un hombre que puede ser provocado por un tuit no debería tener sus manos sobre los códigos nucleares”, atacó Clinton.
Trump replicó: yo tengo mucho mejor juicio que ella. Tengo mucho mejor temperamento, y aseguró que ella no tenía el aguante para ser presidenta. Agregó que ella tiene experiencia, pero es mala experiencia.
Al final, todo culminó con Clinton diciendo que Trump es sexista por haber llamado a mujeres marranas y perras. Trump indicó que en los espots publicitarios Clinton lo ha acusado de muchas cosas falsas, y que se había detenido en atacarla de la misma manera. Se quejó de que esas son cosas muy poco amables.
Ambos entraron al cuadrilátero en la Universidad Hofstra, en Long Island, Nueva York, como los candidatos más reprobados por el electorado en la historia moderna del país. En el promedio de las encuestas nacionales principales del país, calculado por RealClearPolitics, Clinton gozaba este lunes de una ventaja de 1.6 por ciento y el margen de su ventaja en los estados claves se sigue reduciendo o está anulado.
(Tomado de La Jornada)