"Todas las grandes tradiciones místicas de la humanidad coinciden unánimemente, en una serie de enseñanzas que constituyen el núcleo de la llamada filosofía perenne.
A saber: que existe un fundamento, divinidad, brahman o shunyata, que es el principio no manifiesto de todas las cosas.
Este cimiento absoluto es simultáneamente trascendente e inmanente.
Y lo que es más relevante: este fundamento divino puede conocerse, amarse y hasta realizarse.
Tal es el propósito de la existencia humana.
Y eso es el tao que debe ser recorrido o el dharma que debe seguirse.
Ocurre así que cuanto más atrapados estamos en el deseo, el intelecto o el lenguaje -cuanto más identificados con el ego-, menos "divinidad" hay en nosotros.
Por consiguiente, la vía del místico consiste en cultivar la humildad y el amor, desarrollar la conciencia y trascender la condición humana..."