Es desconcertante vivir en Medio Oriente en un tiempo en que árabes mueren por millares para llegar a la Unión Europea mientras Gran Bretaña comete suicidio económico para abandonarla.
El continente de la abundancia –y la seguridad– para millones de musulmanes en busca de refugio contra dictadores, torturadores y guerras ha sido rechazado por una nación que combatió casi seis años para destruir dictadores, torturadores y futuras guerras.
No es raro que los árabes no sepan qué idea hacerse de la Brexit –o brixit, como aparece en la transcripción árabe– y se remonten a la historia para explicar la justicia de la crisis europea. Habiendo decidido en 1916 dividir el Imperio Otomano en pequeños estados árabes que serían ocupados por fuerzas anglofrancesas, los descendientes de sir Mark Sykes ahora tomarán una sopa de su propio chocolate o, en palabras de un tuitero saudita, Gran Bretaña, que dividió los países árabes hace 100 años en partes incompatibles, pronto saboreará la amargura de la división y será desmembrada. Bueno, hasta cierto punto…
Los gobiernos del Golfo a los que GB, y en especial David Cameron, han humillado adoptaron una visión predeciblemente optimista de la catástrofe potencial de Reino Unido. Un empresario saudita apuntó que las importaciones británicas serán más baratas, al igual que las compras en el mercado inmobiliario londinense, refugio de los árabes súper acaudalados… lo que no es precisamente lo que Boris, Mike y Nigel tenían en mente como beneficios de la Brexit.
Bahréin, que acaba de aplastar a su partido opositor de la mayoría chiíta y ha privado de su nacionalidad a su clérigo chiíta más prominente, el jeque Issa Qassem, elogió la valiente e histórica decisión británica de salir de la UE, en reacción, sin duda, a las quejas de la Unión de que el minúsculo reino árabe y su igualmente diminuto monarca no precisamente han vivido conforme a los más altos ideales democráticos en los años pasados.
Unos cuantos sauditas se mostraron más juiciosos, aunque con cierto cinismo. Jamal Kashoggi, uno de los periodistas más conocidos del país –por cierto, el hombre que me presentó con Osama Bin Laden en Sudán–, comentó que Vladimir Putin estaba feliz de haber logrado desmembrar la Unión Europea con la crisis de refugiados creada en Siria.
El periodista druso sirio Faisal al-Kassim observó con igual cinismo en el canal qatarí Al Jazeera:
En Gran Bretaña, cuando el pueblo dijo no, Cameron se marchó de inmediato. En Siria, cuando el pueblo dijo no, fue el pueblo el que se marchó y Al Assad se quedó. Un punto de vista interesante, un tanto arruinado porque David Cameron no se va de inmediato y por el número de ciudadanos de Reino Unido que tramitan pasaportes irlandeses.
Pero el problema subyacente para casi todos los árabes, que sólo se ha insinuado a partir de la Brexit, es que las elecciones árabes son tan ridículas, sus resultados tan fantásticos, sus mayorías tan míticas, que el referendo británico es en sí un sueño de democracia, por terribles, injustos y divisivos que sean sus resultados. No hablo de los disparates totales –por ejemplo la victoria de 100 por ciento de Saddam Hussein en las elecciones iraquíes de 2002–, sino del pobre Egipto, que ha votado encadenado durante muchos años. Véase nada más ese 98.1 por ciento para una constitución de 2014 que permitió al mariscal de campo Abdul-Fatá Sisi postularse a la presidencia después de derrocar al gobierno electo de Mohamed Morsi.
O la victoria electoral presidencial del propio Sisi en 2014 por 96.1 por ciento: sin duda Boris, Mike y Nigel saltarían de júbilo si los británicos mostraran la misma unidad patriótica que el pueblo egipcio.
Brexit, tuiteó un egipcio, me recuerda la situación aquí en Egipto: los viejos decidiendo el destino de los nuevos. Ahmed Salem también se mostró jocoso: Por un día, Egipto no será el hazmerreír del mundo. Ahora, señaló otro tuit, Minoufia demanda un referendo para unirse a la UE en lugar de GB. La provincia de Minoufia –hecho que Twitter no permite espacio suficiente para explicar– fue la tierra natal de los dictadores Anuar Sadat y Hosni Mubarak, a los que en su tiempo se les definía, por supuesto, como líderes de regímenes moderados, pro occidentales.
Quizá el intercambio personal más conmovedor y extraordinario que haya sido provocado por la Brexit en Medio Oriente fue el ocurrido entre el líder druso libanés Walid Jumblatt y Uri Avnery, el filósofo, activista de izquierda y ex soldado israelí de 92 años (en la guerra de independencia israelí de 1948, que los palestinos llaman Nakba o catástrofe). Jumblatt es el mayor nihilista del mundo, como se lo he dicho, y Avnery, quien salió de la Alemania nazi en 1933, es hoy día uno de los faros de pensamiento de Israel y uno de los más destacados defensores de la libertad palestina dentro de un Estado palestino, razón por la cual ha soportado calumnias de sus conciudadanos. Los dos hombres han trabado una amistad perdurable.
Jumblatt recordó los acuerdos Sykes-Picot y Balfour de la Primera Guerra Mundial y la declaración del Estado de Israel en 1948, que causó tanto sufrimiento a los árabes, y continuó: “La historia del conflicto árabe-israelí no puede separarse de la moderna historia europea y sus implicaciones durante el siglo XX… Sabiendo que usted es, en cierta forma, una memoria de la mayor parte del siglo pasado, uno de los judíos de ese siglo y esa terrible experiencia, llegué a esta conclusión después de la elección en Gran Bretaña: 100 años después de la Primera Guerra Mundial, es como si Europa volviera a encaminarse hacia tremendas tormentas, que comienzan con la economía pero avanzan hacia temas nacionales. La identidad europea es demasiado débil para confrontar a los demonios del nacionalismo…”
Un siglo después de la guerra de 1914-18, concluyó Jumblatt, “los partidos derechistas y xenófobos en toda Europa están en ascenso, hoy contra la inmigración extranjera, sobre todo de árabes y musulmanes, mañana contra los judíos, como nos enseña la historia… Qué lástima haber vivido… tantos sucesos y verse obligado a atestiguar, en lo que queda de vida, este triste final de la historia. Alguien dijo que la historia se repite”. El druso se despidió con una expresión de profunda consideración a Avnery.
El intelectual israelí respondió en unas horas: “Estimado Walid, la historia se repite, pero también cambia todo el tiempo. La Brexit es un gran paso atrás, pero espero que Europa siga marchando adelante pese a todo. ¡Mantengamos la esperanza! Salamaat, Uri. Salamaat es saludos (o buena salud) en árabe.
Supongo que no hay muchos británicos, partidarios de salir o permanecer, que se dirijan palabras así este día.
Robert Fisk, The Independent
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Tomado de La Jornada