Pablo Gonzalez

Brasil: La crisis del gobierno Dilma y la farsa del golpe


En las últimas semanas se aceleraron todos los elementos de la crisis política brasileña. Esta tensión se expresa en las calles y en las instituciones.

 Por un lado, manifestaciones de miles de personas pidieron el impeachment o la renuncia del gobierno. 

Este sector es movilizado por partidos como el PSDB y el DEM y por los principales medios de comunicación.

Por Bernardo Cerdeira

Por otro lado, otros miles, llamados por el gobierno, por el PT y por movimientos sociales, salieron a las calles en defensa de la democracia contra un supuesto golpe que intentaría derrocar al gobierno. Pero, ¿existe una amenaza real de golpe?

En política, un golpe se da cuando una disputa entre dos sectores de las clases dominantes termina en enfrentamiento violento, o sea, armado. 

Puede ser un golpe organizado por un sector de las Fuerzas Armadas, por un movimiento fascista basado en grupos armados, o por un grupo civil apoyado por fuerzas militares.

En todas esas variantes, la diferencia política entre los sectores burgueses que se enfrentan es, en último análisis, sobre cómo ejercer su dominación sobre las clases explotadas que son la mayoría de la población. 

Los sectores burgueses golpistas consideran que el sector burgués en el gobierno ya no consigue controlar a los trabajadores y las clases medias por medio de elecciones y de maniobras parlamentarias, o sea, a través del régimen democrático-burgués. 

Por eso, deciden apelar a la represión y eliminar o restringir las libertades democráticas, de organización de sindicatos y partidos políticos, de manifestación, etc.

Cuando existe una situación de este tipo, la obligación de un partido revolucionario socialista es luchar con todas las fuerzas contra el golpe reaccionario, porque este amenaza las libertades democráticas de todo el pueblo, principalmente de los trabajadores. 

Estaremos dispuestos a unirnos con todas las fuerzas políticas que estén contra el golpe, incluso con el gobierno amenazado por él, sin que eso signifique, entre tanto, apoyar políticamente este gobierno.

Ejemplos históricos


En nuestra historia tuvimos varios ejemplos de situaciones de este tipo. Denunciamos el golpe contra Salvador Allende en Chile (1973); luchamos contra el golpe que intentó derrocar a Chávez en Venezuela (2002); estuvimos en las movilizaciones contra el golpe que derrocó y expulsó a Manuel Zelaya en Honduras (2009).

En el Brasil, los que hablan de amenaza de golpe reconocen que no hay un golpe militar en preparación. No obstante, afirman que existe un golpe civil articulado por los partidos de oposición, la prensa –que llaman de golpista–, la Policía Federal y sectores del Poder Judicial, como el juez Sérgio Moro. ¿Es verdad?

Un golpe civil fue lo que ocurrió con Zelaya, en Honduras, depuesto por la mayoría de los diputados del Parlamento que lo acusó de violar la Constitución, y por el Supremo Tribunal Constitucional, que respaldó esta decisión. 

No obstante, como en todo golpe, había por detrás la acción de las Fuerzas Armadas. Zelaya fue detenido de madrugada por militares que lo retiraron a la fuerza de su residencia, en pijamas, y lo expulsaron del país. 

¿Dilma estaría próxima a enfrentar una situación parecida?

Nada en la realidad brasileña indica eso. El sector burgués de oposición no quiere ni precisa de un golpe porque la mayoría absoluta de la población desea que el gobierno Dilma se vaya de una forma o de otra (por impeachment, renuncia o nuevas elecciones). Un golpe por la fuerza desenmascararía la supuesta legitimidad política de la oposición, daría fuerza moral al gobierno para llamar a la resistencia, y desestabilizaría aún más el país.

En realidad son dos campos burgueses en lucha

Lo que ocurre en el Brasil es una lucha entre dos campos burgueses que se valen de maniobras sucias y antidemocráticas típicas de la democracia burguesa.

 Durante muchos años, el PT, para gobernar, se valió de la corrupción de las peores mafias burguesas del país como las contratistas, y usó favores del Estado para comprar aliados como el PMDB, el PP, el PSD, etc.


Hoy, son los partidos de oposición que están a la ofensiva, con las campañas reaccionarias de prensa y con medidas judiciales arbitrarias, como la detención coercitiva de Lula y la divulgación de las escuchas telefónicas entre el ex presidente y Dilma. Eso no significa, sin embargo, que esté preparándose un golpe.

En realidad, la oposición viene valiéndose del Poder Judicial y de campañas en la prensa desde hace mucho tiempo. Pero eso no funcionó con el mensalão[1], en 2005.

¿Por qué, entonces, esas medidas funcionan ahora? No es porque esté preparándose un golpe sino sí porque el gobierno y el PT perdieron gran parte de su base social. Eso se debe a tres factores: primero, a la crisis económica internacional y nacional, que lanzó a millones de trabajadores al desempleo y la penuria. 

Después, la política del gobierno, que había prometido no tocar los derechos sociales “ni que la vaca tosiera” y comenzó su nuevo mandato haciendo un ajuste fiscal que ataca frontalmente esos derechos. 

Y, finalmente, las delaciones y evidencias de corrupción de los dirigentes del PT, que provocan el rechazo de millones que viven día a día las dificultades de la crisis.

Al perder gran parte de su respaldo popular, el gobierno Dilma, el PT y el propio Lula dejaron de tener su única utilidad para la burguesía: la capacidad de controlar a los trabajadores y las masas explotadas y de convencerlas a soportar sus políticas reaccionarias a cambio de pocos beneficios sociales. 

Mientras fueron gobiernos útiles, las denuncias de corrupción no consiguieron derribar el gobierno Lula ni impedir las dos elecciones de Dilma. Ahora es diferente.

Al perder su base social y verse amenazados por el impeachment, Dilma y el PT pasaron a necesitar desesperadamente de todo apoyo que puedan conseguir. 

Por eso, apelan a todos los grupos de izquierda y a las organizaciones sociales, ejerciendo enorme presión sobre ellos. El argumento no es la defensa política del gobierno sino la campaña desesperada contra el supuesto golpe.

El PSTU es contrario al impeachment porque este no pasa de una decisión de un Congreso de corruptos que cambiará seis por media docena, ya que Temer es igual o peor que Dilma. Eso no significa entrar en campaña contra el supuesto golpe que es, en realidad, una campaña por “Que se quede Dilma”.

Polémica: ¿el gobierno Dilma es parte de un campo “progresista”?

Entre las organizaciones que se movilizan en “defensa de la democracia” y contra tal golpe, existen dos corrientes principales.

 La primera afirma que el gobierno Dilma, con todos sus posibles errores, representa un campo progresista que favoreció a los más pobres, sacó a millones de personas de la miseria y generó beneficios sociales. 

Ese campo, supuestamente defendería a la población de un retroceso en las libertades democráticas.

Se entiende que en ese campo progresista estarían los partidos de derecha como el PMDB, PP, PSB y sus dirigentes Temer, Renan Calheiros, Kassab, Kátia Abreu, Collor, Maluf, etc. 

¿Es difícil de tragar, no?

Otro sector tiene críticas al gobierno, denuncia su política económica y el ajuste fiscal. Un ejemplo de este sector es el Frente del Pueblo Sin Miedo, encabezado por el MTST y el PSOL. 

A pesar de las críticas, afirman que es necesario defender el gobierno contra el golpe porque, si fuese derrocado, la alternativa será mucho peor para los trabajadores. 

El gobierno sería un mal menor.

En realidad, el tal campo burgués supuestamente progresista, encabezado por Dilma, Lula y el PT, es un engaño completo. 

Los gobiernos del PT fueron gobiernos capitalistas como los otros. Basta ver cómo favorecieron a los bancos y multinacionales con ganancias multimillonarias.

 Como afirmó Lula varias veces: “nunca antes en la historia de este país los empresarios ganaron tanto dinero”.

También aplicaron una política neoliberal de privatizaciones, ataques a la Previsión, congelamiento de la reforma agraria, criminalizaron los movimientos sociales, reprimieron las huelgas y patrocinaron la Ley Antiterrorista.

Hoy, el gobierno petista aplica el ajuste fiscal, aumenta impuestos y tarifas, y planea realizar ataques al salario mínimo, la Previsión Social, y las empresas estatales. Lejos de ser un mal menor, es enemigo de la clase trabajadora.

La teoría de los campos aplicada en el Brasil

El PT y todas las organizaciones de izquierda que apelan a las buenas intenciones de los trabajadores utilizan una vieja teoría oportunista, creada por el estalinismo en los años 1930: la teoría de los campos. 

Según esta tesis, los embates políticos en todo el mundo se darían entre un campo reaccionario de derecha y un campo progresista, en el cual estarían los trabajadores, campesinos, indígenas, estudiantes y, también, la burguesía democrática.

Esta teoría, en verdad, es una arma política para subordinar a los trabajadores a un sector burgués. Sirve como justificativa para las alianzas más vergonzosas de los partidos reformistas con los partidos burgueses.

Lucha de clases: el verdadero enfrentamiento se da entre las clases

Para los socialistas revolucionarios, la verdadera división no es entre los campos burgueses.

 La verdadera división es de clases, o sea, entre la burguesía y los trabajadores y los aliados de cada una de estas clases fundamentales.

 De un lado están la burguesía, los grandes propietarios de tierra y el imperialismo.

 Del otro, la clase obrera, los asalariados pobres de la ciudad, los campesinos y los demás sectores explotados y oprimidos.

Este campo de clase, de los trabajadores y sus aliados, existe y lucha todos los días: son petroleros, bancarios y profesores con sus huelgas en defensa de los salarios; son metalúrgicos de la Volkswagen, General Motors, Mercedes Benz en defensa de sus empleos; son obreros de la Mabe, fabricantes de las cocinas Dako, que heroicamente ocupan sus fábricas en defensa de sus empleos; son estudiantes secundarios de San Pablo, de Goiás y de Rio de Janeiro que ocupan sus escuelas; son indígenas y quilombolas que luchan por sus tierras.

No obstante, ese campo aún no tiene una fuerte representación política en las luchas y en las calles porque casi toda la izquierda se rindió a la defensa del gobierno. Por eso, más que nunca, es necesario dar expresión política y organizar un tercer campo que luche para sacar a todos los políticos corruptos y luchar por un gobierno socialista de los trabajadores basado en consejos populares.

[1] Mensalão: escándalo de corrupción por coimas y sobornos con “mensualidades” a varios diputados para que votaran a favor de los proyectos de interés del Poder Ejecutivo.

Traducción: Natalia Estrada.

Artículo publicado en Opinião Socialista n.° 514, marzo de 2016.-

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