“Que le va uno a hacer, así como están las cosas, no queda de otra, hay que migrar… la verdad es que aquí [en México] hay poco trabajo y muy mal pagado, no rinde para nada, ni pa mal morirse de hambre… mejor uno le intenta pa´alla [EU], aunque de por si uno le arriesga, de por sí se gana más…”. Migrante chiapaneco, marzo 2015.
Migraciones, historias de adversidad y exclusión
En la actualidad millones de personas sin documentos migran en diversas latitudes del planeta para buscar mejores condiciones de vida dejando atrás sus hogares y familias. Estos migrantes buscan en los países de destino aquello que se les negó en sus lugares de procedencia, ya fuera trabajos mejor remunerados, opciones de desarrollo y bienestar material, situaciones de vida sin violencia, ni persecución o no estar expuestos a la vulnerabilidad a desastres naturales. Estos migrantes, especialmente aquellos que salen por motivos socio-económicos, son uno de los rostros contemporáneos de la exclusión de los países de origen y del fracaso de los proyectos de desarrollo nacionales e internacionales.
Pero también, como lo han apuntado autores que abordan la economía política de la migración [1], una muestra fehaciente de cómo los procesos de internacionalización y flexibilización del mercado laboral que conlleva el capitalismo –especialmente a partir del neoliberalismo en la era de la globalización-, permiten que empresas y corporativos nacionales y multinacionales en los países del primer mundo se beneficien de las necesidades irresueltas de estos contingentes de centenas de miles de desterrados sin documentos migratorios; estos desterrados son “utilizados” como ejércitos de mano de obra barata, disponible y dispensable. Aprovechándose de que los migrantes no cuentan con papeles y no tienen ciudadanía en el país de destino, los empleadores tienen prácticamente el control total de las condiciones de trabajo y pueden pagar menos a los migrantes y reducir sus prestaciones y derechos.
De hecho, es justo este trabajo flexible, mal pagado y “desechable”, el que, en la medida que reduce los costos de producción y amplia el margen de ganancia, acelera los procesos de acumulación del capital de los grupos de poder económico.
La migración México-Estados Unidos, explotación y mercados laborales
La migración mexicana a Estados Unidos (EU), en especial la vertiente no documentada, se enmarca dentro de este gran escenario global de migraciones con dirección sur-norte, donde los migrantes de los países en vías de desarrollo fungen como ejércitos de trabajadores disponibles para la demanda de mano de obra de las economías del primer mundo y que, no obstante, en periodos de recesión económica y contracción de los nichos laborales bien pueden ser fácilmente desechados y deportados a sus países.
Si bien es cierto que en la actualidad, y como lo han señalado algunas instancias oficiales, ha decaído el flujo migratorio México-EU debido a la crisis económica internacional del 2008 y la lenta recuperación de la generación de empleos en la economía norteamericana, la migración mexicana –documentada e indocumentada- a EU fue durante buena parte del siglo XX y principios del XXI uno de los desplazamientos de población más constantes y grandes del mundo.
Esto explica porque, de acuerdo a los datos del Consejo Nacional de Población [2] [3], en 2007 se recibieron en México por vía de las remesas la cifra histórica de 26,059 millones de dólares -monto que fue muy superior a los recursos generados por el turismo y las exportaciones agrícolas del mismo año- y que entre 2000 y 2005 se calculó en aproximadamente medio millón el número de mexicanos con y sin documentos que anualmente intentaban cruzar la frontera para ingresar EU.
Ahora bien, del otro lado de la frontera, esto se expresó en el crecimiento del número de mexicanos en EU, el cual, de acuerdo a estimaciones del Pew Research Center [4], llegó en 2007 a poco menos de doce millones de personas, de las cuales casi 7 millones no contaban con documentación migratoria; dentro de esta cifra están los millones de hombres procedentes de las áreas rurales mexicanas que dejaron el campo ante las nulas posibilidades de desarrollo y bienestar material.
En este sentido, la migración de mexicanos sin documentos, en tanto masivos grupos de trabajadores disponibles, benefició claramente a la economía norteamericana y se orientó principalmente a diversas labores manuales “no calificadas” que tenían una abundante y constante demanda de mano de obra; históricamente la agricultura fue uno de los nichos laborales, pero también lo fueron la industria, la construcción y, últimamente y con especial énfasis, la prestación de servicios.
En los distintos lugares de trabajo, los migrantes mexicanos indocumentados en EU, tanto por el bajo pago que en general recibían y reciben por la labor realizada como por las carencias de prestaciones –laborales y sociales-, abarataban y abaratan de manera significativa los costos de producción, generando un mayor margen de ganancias.
Migración, entre la marginación, la vulnerabilidad y las vejaciones.
Aunado a lo anterior, la migración mexicana indocumentada a EU atravesó y pasa por múltiples procesos de exclusión y vulnerabilidad. El primero de ellos remite a las adversas y precarias condiciones que, debido al incumplimiento del pacto social por parte del Estado de garantizar los derechos sociales a todos sus ciudadanos por igual y sin distinción, propiciaron la salida de centenas de miles de migrantes de sus lugares de origen; en especial la falta de trabajo justamente remunerado y de posibilidades de desarrollo económico-material.
Desde el siglo pasado, la migración a EU se volvió una opción viable ante un presente incierto donde no se vislumbraban las condiciones para una vida digna. Gran parte de las personas que migraban eran así, antes que migrantes, los olvidados de la promesa de desarrollo nacional que nunca se concretó; fueron los ciudadanos “de segunda”, los que no valían, las centenas de miles de postergados por un Estado selectivo que sólo beneficiaba a ciertos grupos.
Así, la carencia estructural e histórica de los derechos sociales de vastos grupos de la población mexicana tendría que ser el marco contextual previo desde el cual leer e interpretar la migración como resultado de un complejo y sistemático proceso de exclusión social.
A esto se suma la vulnerabilidad en el tránsito debido a la carencia de papeles migratorios, especialmente en las zonas fronterizas de ambos países. Mientras en México los migrantes eran víctimas de organizaciones criminales, en EU estaban propensos a los abusos y agresiones físicas –que a veces han llegado a casos de homicidio- de la patrulla fronteriza y de grupos xenófobos; además de los riesgos a la integridad física derivados del arduo cruce fronterizo en adversas condiciones medioambientales y climáticas.
En esta etapa de la trayectoria migratoria y en abierta violación de los derechos humanos universales, el respecto de las personas migrantes estaba ausente, y la transgresión a la ley era y es la norma. Cabe señalar un punto preciso de inflexión en cuanto a la violación de los derechos de los migrantes.
Con el cambio de política migratoria que cerró las fronteras -a través de las operaciones Bloqueo (1993), Guardián (1994) y Salvaguarda (1995)- y el giro hacía una mayor criminalización de los migrantes no documentados, el número de personas sin documentos que han muerto intentando llegar a EU ha crecido vertiginosamente; en este tenor, algunas organizaciones en favor de los derechos de los migrantes calculan que sólo en el área de Tijuana-Tecate -donde se llevó a cabo la operación Guardián- entre 1994 y 2009 fallecieron más de 5,600 personas al tratar de cruzar la frontera [5].
Finalmente, una vez en EU y después de una larga travesía, los migrantes no estaban exentos de otras formas de exclusión, ya fuera por no tener documentación migratoria y vivir una vida de semiclandestinidad y de carencias de derechos a la salud y otros servicios, o bien por la explotación laboral a la que se veían sujetos en tanto no eran ciudadanos y no podían demandar los derechos de cualquier trabajador. En resumen, tanto en el origen (México), como en el tránsito y destino (EU), había y hay una común ausencia del respeto a los derechos –sociales y humanos- de los migrantes mexicanos.
La migración no documentada ha sido y es, más que sólo un desplazamiento transfronterizo de personas para obtener recursos que no conseguían en su país, una expresión de las exclusiones previas y acumuladas, reflejo de un Estado que olvida y margina a gran parte de sus ciudadanos y de un orden económico neoliberal que, a nivel de los Estados nacionales y de regiones de países, se beneficia de la miseria y la necesidad de trabajo de millones.
Bibliografía.
[1] Delgado, Raúl et al. 2009. “Seis tesis para desmitificar el nexo entre migración y desarrollo”. En Revista Migración y Desarrollo, Vol., 12, México, RIMD.
[2] CONAPO. 2014. Monto de remesas familiares anuales a México, 1990-2013. México, CONAPO.
[3] CONAPO. 2010. Índices de intensidad migratoria México-Estados Unidos, México, CONAPO.
[4] Pew Hispanic Center. 2014. Estimates of Unauthorized Immigrants, for Largest Countries of Birth, Selected Years 1995-2012 . Washington, Pew Hispanic Center.
[5] González, Eduardo. 2009. “Operativo Guardián: 15 años, 5 mil 600 muertos”. La Jornada Guerrero, 03 de octubre.