Pablo Gonzalez

México: Norberto Rivera, el arzobispo que cae mal…


Nadie realmente lo respeta y es odiado por todos los católicos decentes de México en la misma medida que él odia al papa Francisco, porque este hombre, poderoso durante el pontificado de Juan Pablo II y que de paso dicha santidad posiblemente solo es certificada y reconocida por El Diablo en un momento de tontera; se abocó al inmovilismo, al antievangelio y a su desprecio por los humildes.

Por Luciano Castro Barillas

Bueno, convengamos en lo siguiente: Norberto Rivera, el arzobispo de la ciudad de México, podrá ser todo, menos cristiano.

 Y lo más grave aún, es un cura tan identificado con el poder y la riqueza, que no sería descabellado pensar que, si pudiera, estrangularía al papa Francisco, con ese formidable cuerpo rechoncho de luchador que posee. Su incomparable hipocresía como católico le hizo acreedor al remoquete de Mil Máscaras, porque tiene muchas caras para todos los casos, no obstante su filiación no es realmente de un hombre conservador.

No, se trata sencillamente de un hombre que le encanta el dinero y la comodidad. Igualmente esa inaguantable cara de hombre de orígenes humildes y nada aristocrático, hizo decir al papa Francisco en su reunión con el obispado mexicano que lo odia, que Norberto y allegados no se tomaran tan en serio el papel de Príncipes de la Iglesia por su condición de cardenales y deberían asumir su papel de peregrinos y no de hombres de inmenso poder terrenal.

No por gusto, los sectores populares organizados de México le apodan Norberto El Taquero por su inocultable extracción de clase y su decidido papel de renegado o desclasado.

 Nadie realmente lo respeta y es odiado por todos los católicos decentes de México en la misma medida que él odia al papa Francisco, porque este hombre, poderoso durante el pontificado de Juan Pablo II y que de paso dicha santidad posiblemente solo es certificada y reconocida por El Diablo en un momento de tontera; se abocó al inmovilismo, al antievangelio y a su desprecio por los humildes, al punto que si en 1990 habían en México 95% de católicos, actualmente, en el 2016, la cifra ha bajado al 69%, según estudio reciente de la Universidad de Georgetown.

Y es que la crítica a este sucio cura, Arzobispo Primado de México y Custodio de la Virgen de Guadalupe (el lobo cuidando las ovejas y que si pudiera violaría a la misma virgen) es que fue el encubridor manifiesto y sin disimulos de los curas pederastas, principalmente de Marcial Maciel, fundador de la orden de los Legionarios de Cristo.

 Apañó igualmente al cura Nicolás Aguilar, párroco de su diócesis de Tehuacán, Estado de Puebla; y lo envió a buen resguardo, según él, a la arquidiócesis de Los Ángeles, California; donde las cosas resultaron haciéndose más públicas a la vuelta de los años. 

Allí, claro, contó con la alcahuetería del arzobispo de esa ciudad, el cardenal Roger Mahony, quien se vio envuelto en gravísimos problemas morales y judiciales tras las denuncias de la Red de Sobrevivientes de Abusos de Sacerdotes Pederastas. Por eso el papa Francisco no le confió la coordinación de su visita a México y le dijo en su cara (dado que propala denuestos contra el papa Francisco a sus espaldas) que lo que se tenga que decir debe ser cara a cara. 

A El Taquero, se le movieron los mofletes de un lado a otro y su nariz aplastada de boxeador permitió ver la expansión de sus fosas nasales ahogándose en la ira, gracias a la habilidad de enfoque de un camarógrafo mexicano. Fue el padre Eugenio Lira quien organizó todo lo relacionado con el itinerario del papa Francisco, porque no le confía nadita a Rivera, que podría estar incluso coludido con el narcotráfico para echarse de una buena vez al sumo pontífice. 

En fin, el papa Francisco puso contra la pared a este sinvergüenza en particular y a todos los obispos mexicanos: “Dejen de generalidades con respecto al narcotráfico y puntualicen”. Les pidió, en buen cristiano, que tengan personalidad, que sean hombrecitos, que sientan ese dolor interminable del pueblo mexicano propalado por los granujas del narcotráfico.

 Quizá por ello, el papa Francisco tuvo a su lado a un obispo de semillas vitales, de huevos bien calibrados: el obispo Raúl Vera de Saltillo, Cohauila, que no ha vacilado en su labor pastoral de confrontar a Los Zetas, de ponerse de lado de los indígenas de Chiapas y declarar su apoyo a los homosexuales.

Por eso ese itinerario emblemático: Ecatepec, asentamiento de los marginados y “descartados”, como dice el papa; el viaje a San Cristóbal de las Casas, tierra de los indígenas marginados y visita al mismo tiempo a la tumba del insigne obispo Samuel Ruiz y Ciudad Juárez, emblema del feminicidio causado por el crimen organizado: narcotraficantes y traficantes de migrantes. Por eso le dijo a El Taquero y a sus seguidores, en palabras del periodista Emiliano Ruiz Parra: “Dejen de oler a gobernadores y empresarios y huelan a pastores”. Más duro contra estos sinvergüenzas no se puede.

Publicado por La Cuna del Sol
USA.

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