Cada año, en febrero, personas vestidas a la moda de camuflaje se reúnen en Maidan y anuncian el inicio de otra “revolución”.
El año pasado, en el primer aniversario de la “revolución de la dignidad”, fueron los veteranos de la “operación antiterrorista”, aunque resultaron ser todos agentes del Kremlin y colaboradores de Viktor Medvedchuk (riéndose de todos los ciudadanos “conscientes”). Fueron rápidamente neutralizados y encarcelados.
Nadie iba a implementar los siniestros planes del Kremlin.
Esta vez, en el segundo aniversario, el proceso ha sido mucho más divertido. Por la mañana, varios cientos de patriotas de camuflaje y armadura realizaron sus “ceremonias” en el centro de Kiev. Para calentar, lanzaron piedras y destrozaron las ventanas de la oficina del oligarca Rinat Ajmetov, que, según expresó elocuentemente uno de los patriotas “entregó Donbass a Rusia y ahora bebe la sangre de la gente común”. Un “vampiro” al que castigar.
A continuación llegó el momento de arrasar las oficinas de los bancos rusos. Nada inusual. Enseguida se presentaron en el Alfa-Bank. Justo a tiempo. Irrumpieron en el interior, lo destrozaron todo, incluso los tiestos, que con valor se enfrentaron a los encapuchados.
Alegando compañerismo, robaron a los empleados de Alfa-Bank, porque en Ucrania no se ha abolido la revolucionaria ley de expropiar lo expropiado. Pero nadie prestó atención a un pequeño detalle como el cambio en la propiedad de Alfa-Bank. Hace un año que los rusos lo vendieron al extranjero y ahora lo controla un amigo del alcalde de la ciudad. Pero no era el momento para ese tipo de sutilezas.
La “policía de Hollywood” [cuyos nuevos uniformes se asemejan a los utilizados en Estados Unidos, que financia además a esta nueva policía-Ed] se encerró en sus Prius de juguete y observó el desarrollo de los acontecimientos.
Una vez que ya había abandonado la destrozada oficina hasta el último héroe de camuflaje, revolucionaria peineta incluida, la policía salió para asegurar que identificaría a todos los participantes en el ataque.
De camino, lanzaron pintura y piedras a las oficinas del Sberbank ruso para terminar de destrozar lo que ya estaba roto.
Y llegó el momento de crear el nuevo “cuartel general revolucionario”. Un convoy de personas de camuflaje llegó a Maidan, engalanado para celebrar el segundo aniversario de “la gran revolución”. Había velas, faroles, flores de plástico tiradas por todas partes y retratos de los héroes caídos.
Pero los líderes oficiales brillaban por su ausencia. Poroshenko, que había advertido la posibilidad de disturbios, mostró su admirable prudencia y se dignó a conmemorar a las “centurias celestiales” temprano, a las siete de la mañana. Rápidamente, depositó flores y, compungido, miró el retrato de uno de los cien “héroes” antes de abandonar el lugar rápidamente.
Parece que los hombres de camuflaje tenían un plan, ya que inmediatamente se dirigieron al legendario hotel Kozatsky. ¿Por qué legendario? Fue allí donde hace exactamente dos años se sentó en el bar toda la dirección del revolucionario partido Svoboda para ver el inicio de la toma de Maidan y para discutir una cuestión importante: moverse ya o esperar a un café. La ansiosa Irina Farion convenció a Oleh Tiahnybok de que era necesario sacar las uñas y, cuando todo se calmara, hacer una declaración desde alguna tranquila embajada.
El hotel, que pertenece al ministerio de Defensa de Ucrania, está muy bien ubicado: a un paso de Maidan, de un McDonalds y de la quemada casa de los sindicatos. Fue allí donde se instaló el cuartel general del “Maidan 3.0”.
Los hombres de camuflaje se hicieron llamar “fuerzas de la derecha radical” y prometieron acabar con todo: el parlamento, el Gobierno, el presidente traidor. Los periodistas que se encontraban en el cuartel general fueron expulsados acusados de “trabajo de espionaje activo para los judíos”. Y eso es una cita textual.
Gradualmente, el centro de Kiev comenzó a adquirir la atmósfera revolucionaria de los inicios de Maidan en 2014. Un KIA blanco trajo leña fresca y se hizo fuego en un barril, que daba buen humo. Se bloqueó el tráfico en la calle principal y construyeron un agradable Maidan en una gran tienda de campaña militar. Y no fue, como es habitual, sin excesos.
La “policía de Hollywood” intentó impedir la instalación de la “pequeña tienda revolucionaria”.
Los héroes de ATO les mandaron a cierto lugar, no sin que antes les hubieran llamado intolerantes. Obediente, la policía se retiró en la dirección indicada, aunque pronto regresó tratando de parecerse a los Berkut. O más al SWAT. Comenzó una escena al estilo: “¿en quécaldera has servido, en Ilovaysk, en Debaltsevo?” Había amigos, compañeros, etc.
Los antidisturbios, que no han pasado a la “nueva policía”, resultaron ser bastante pasivos.
Así que se instalaron las tiendas y se diseñó el plan de acción: el 21 de febrero se celebraría la “asamblea popular” y entonces todo seguiría su curso: la administración presidencial, el Gobierno, moción de censura, elección del primer ministro en Maidan y una brillante lucha contra la corrupción.
Por algún motivo, las élites políticas guardaron silencio. Incluso Yulia Timoshenko, que participa activamente en todo acto en el que pudiera ayudarle a promocionar su nueva imagen estilo bibliotecaria, no se apresuró a hablar de la “derecha radical”.
Solo Inna Bogoslovskaya saltó en la televisión con el ya habitual: “ha empezado la nueva revolución, la gente está comprada, sálvese quien pueda”. Error, Inna Germanovna, había que decir: “¡¡¿¿Firtash [uno de los principales oligarcas del país-Ed] vuelve a pagar el Maidan??!!”
Docenas de expertos, politólogos con una formación propia de un McDonalds, comenzaron, todos a una, a despedazar a los “derechistas radicales”. Por supuesto que eran provocadores, mercenarios contratados por las fuerzas pro-rusas, y su principal tarea era la de desestabilizar a Ucrania “en este difícil momento”.
Los “separatistas rusos” pretendían desacreditar “los verdaderos ideales del Maidan”. “Decenas de miles de personas querían venir a Kiev para venerar a los héroes de las “centurias celestiales” pero no vinieron porque temían verse arrastrados a una conspiración del Kremlin”, afirma el analista político oficial del régimen, Taras Berezovets.
Antes de la “revolución de la dignidad” trabajaba para el viceprimer ministro Andrey Klyuvev, para quien realizó diferentes tareas que oscurecieron el futuro de los “héroes de la revolución”. Pero repentinamente volvió a ver la luz y a luchar contra la “agresión ideológica rusa”. Una evolución perfectamente normal en Ucrania. No hay nada sorprendente en ello.
Tras un acalorado debate sobre la “derecha radical”, todos coincidieron: “este no es un verdadero Maidan, solo es algo falso, nada, con un solo batallón de fuerzas especiales toda esa basura saldrá corriendo”. Aproximadamente lo mismo que se decía de los “cómplices del sangriento régimen de Yanukovich” en Maidan hace dos años.
Pero no había total confianza en la victoria de esos ideales de Maidan. Todos se encontraban ante la misma pregunta tonta: ¿ha empezado todo otra vez?
Parece que los “derechistas radicales” recrean bastante fielmente los hechos de hace dos años y siguen un guión con algunos añadidos en forma de pogromo. Otra vez, una muchedumbre muy similar a la de Maidan volvió a pasar la noche en el centro de Kiev: barbudos vestidos de camuflaje, sintecho y activistas con diferentes grados de intoxicación alcohólica.
No alcanzo a comprender qué preocupa a los patriotas. Prácticamente repiten sus histéricas exigencias: la renuncia del Gobierno del conejo [Yatseniuk], el derrocamiento del presidente traidor, la disolución de la Traición Suprema [la Rada Suprema o parlamento].
¿Qué pasa? En las redes sociales comenzaron a aparecer posts histéricos que afirmaban que el Praviy Sektor estaba abandonando la zona ATO en masa y que estaban siendo enviados a Kiev. Los patriotas se tranquilizaban los unos a los otros. Aseguraban que todo eran fakes, que no había que caer en provocaciones, que era mejor quedarse en casa.
El sotnik Kojanivskiy [comandante del batallón OUN-Ed] llamó a Maidan a “derrocar al régimen judío” (dicho así, literalmente), que se ha mezclado con la basura. Resulta que el segundo Maidan fue cobarde, se vendió por unos puestos y robó dinero de la gente normal. Algo así como una pesadilla.
Y así llegó el comunicado del Departamento de Estado de Estados Unidos, que llamaba al Gobierno ucraniano a “la unidad por las reformas”. Los “verdaderos” patriotas respiraron aliviados. Estados Unidos no apoyaba el tercer Maidan, así que no hay ningún problema.
Los intereses del pueblo ucraniano siguen bajo protección del Departamento de Estado. ¡Salvados!
Comunicado de Estados Unidos conmemorando el aniversario de la “revolución de la dignidad”
Pero el temor al “tercer Maidan” no desaparece. Así que todos los actos previstos para la celebración del segundo aniversario fueron cancelados o modificados. En el primer aniversario, se escenificó una patética “transmisión de rayos de dignidad” con la participación de Poroshenko. Hasta se utilizaron antorchas de forma estúpida.
En Kiev vuelve a haber olor a Maidan y, por algún motivo, eso causa miedo. Probablemente sea porque el Gobierno se ha convertido en una especie de ilusión virtual que solo puede mentir. No hay coalición, no hay Gobierno legítimo, el fiscal general se ha ido, ha sido cesado o ha dimitido. El 73% de los votantes odian al presidente.
El primer ministro no parece humano.
Y luego está el intento de atraer a inversores extranjeros a Ucrania con imágenes de televisión de las oficinas de banco destrozadas.
Los presentadores, para tranquilizar al público, dicen que solo era un flashmob.
Las calles de la capital estaban desiertas. Subconscientemente, todos temen otra “revolución de la dignidad”. Es una paradoja histórica impresionante. Solo hay que mostrar a la población imágenes de personas vestidas de camuflaje, maderas y oficinas destruidas y, exaltados de pánico, gritarán “provocación del Kremlin”.
“Mira, ¡la prensa rusa ha llamado activistas a estos provocadores!”. Es el escenario ideal para el FSB”, escribían en los foros patrióticos.
El irracional temor al “tercer Maidan” apareció en el régimen de Kiev en todo su esplendor, aunque ni siquiera haya ardido ninguna rueda.
¿Qué hay que temer? Lo que ocurrió hace dos años. No hay nada diferente.
La historia se repite.
Y saben que puede explotar en cualquier momento. Ese es el problema.
http://slavyangrad.es/2016/02/22/maidan-3-0-nuevos-revolucionarios-para-una-protesta-sin-futuro/