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Anciano que vive en camioneta en Hialeah quiere regresar a Cuba


Mientras miles de cubanos luchan por escapar de la isla en balsa o emprendiendo una agotadora travesía por tierra desde diversos puntos de Latinoamérica hasta la frontera mexicana con Estados Unidos, don Reynaldo García Ortega quiere regresar a su Cuba natal.

A este hombre de 68 años lo está venciendo la soledad. Desde hace más de cuatro meses vive en su malograda camioneta Dodge, de 1997, estacionada en una calle de Hialeah.

“Te digo la verdad, quiero regresarme a Cuba”, dijo García a el Nuevo Herald. “No me siento bien de salud, pero lo principal es que me siento solo”.

Nacido en Contramaestre –un municipio de la oriental provincia de Santiago de Cuba–, García dijo haber emigrado hace más de tres décadas para instalarse primero en Miami, luego en Naples. No precisa cómo ni porqué.

Solo asegura que trabajó mucho, pero que con el paso del tiempo sus ingresos se fueron ajustando al punto de no poder pagar la renta de una habitación donde alojarse. Su pensión, agrega, apenas le alcanza para sobrevivir y darse algunos ‘gusticos’ como ir al cine en la popular Calle 49, del oeste de Hialeah.


Anciano que vive en camioneta en Hialeah quiere regresar a CubaC.M. Guerrero cmguerrero@elnuevoherald.com

Pero la bomba de gasolina de su camioneta se averió hace un par de meses, por lo que permanece varada al pie de un populoso edificio de apartamentos para personas de bajos recursos, a tres cuadras de la sede del gobierno municipal.

Tras echar hacia adelante los respaldos de los asientos posteriores de su camioneta, García colocó cartones y una manta a manera de un colchón donde descansa por las noches en una ciudad que lo acoge con discreción, respeto y compasión.

Asegura que el saludo es recíproco con los policías que circulan por el área. Otros, como el doctor Julio César Alfonso, quien dirige una organización dedicada a la reinserción laboral de médicos cubanos en Estados Unidos, le suele regalar unos cuantos dólares cada dos semanas, desde hace varios meses.

García trata de mantener limpio el espacio que ocupa, tanto dentro como fuera de la camioneta. En el vehículo, su cama improvisada la recubre con mallas de tul, como los mosquiteros que sus familiares utilizaban en Cuba para protegerse de los zancudos durante el verano. Pero las noches ya empiezan a enfriar en Miami y se abriga mejor.

Suele utilizar los baños de restaurantes, supermercados y cualquier establecimiento público que se lo permita. Para lavar su ropa, acude a una lavandería del complejo de apartamentos en la cuadra donde estaciona su camioneta. Sus alimentos y medicinas para la diabetes los acomoda en el lado del copiloto, donde también coloca una radio portátil que, a pesar de los golpes, funciona bien.

Sin entrar en mayores detalles, García dijo que llegó manejando desde Naples para realizar gestiones a fin de obtener “sus papeles”.

Muestra una tarjeta de residente estadounidense, su green card, pero evita responder más preguntas que permitan comprender su decisión de aguardar todo este tiempo durmiendo en su camioneta.

“Na’ más me lleguen los papeles me voy, pase lo que pase”, dijo García. “Quiero ver a mis tres hijos y conocer a mis 13 nietos.

Ellos no saben que ahora vivo en una camioneta. Creo que con la familia yo estaré mejor”.

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