Pablo Gonzalez

Obreros de derechas


Es un fenómeno que ocurre en España, en Reino Unido, en Estados Unidos, en Alemania y en donde quiera que hay gobiernos y partidos conservadores: obreros de derechas.

Son varios lustros de desideologización exitosa: hacer creer a la gente que las ideologías han muerto, generando así una profecía autocumplida, y que el liberalismo no es una ideología. 

El neoliberalismo es la Verdad y los recortes en derechos, prestaciones sociales etcétera son lo que necesitamos para alcanzarla. De todo este caldo de cultivo, han surgido inevitablemente monstruos políticos, lo que pomposa y falsamente conocemos hoy como Nueva Política.

Esta neopolítica ni es nueva ni nos la hemos inventado los españoles. 

En Italia tenemos al hoy moribundo Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo, y antes de eso ya existía el Partido Pirata y hasta un partido europeo con un payaso como líder que cosechó éxito, aunque lo cierto es que no es la primera vez que un payaso obtiene exitos políticos en Europa.

Hace un tiempo, Maria Dolores de Cospedal fue blanco de todas las burlas al decir que el Partido Popular es el partido de los trabajadores.

 Esto suena a chufla viniendo de un miembro destacado del partido que más ha luchado en contra de la clase trabajadora en España, pero ilustra muy bien, creo, lo que está pasando.

 Esa desideologización a la que aludo arriba también va acompañada de la desaparición en muchos discursos políticos de cualquier alusión a las clases populares. 

Sorprendentemente, o tal vez no tanto, los neopolíticos y parte nada despreciable de la izquierda son quienes más han hecho desaparecer del panorama la realidad obrera. 

El problema es que, aunque dejes de hablar de ella, sigue existiendo, y la derecha sabe perfectamente que esto es así. 

Mis padres y mis abuelos estaban ideologizados (esa cosa que tan horripilante parece hoy) y es poco probable que se hubieran dejado encandilar en su época por una puerilidad como la que dijo Cospedal. Pero lo cierto es que, después de la desideologización, habiendo alejado al ciudadano de la política durante décadas, es fácil hoy que unos y otros recojan ese fruto. Unos, como los neopolíticos, agenciándose el voto de universitarios y gente con estudios. Otros, como la derecha, llevándose votos de las clases más desfavorecidas.

El fenómeno sobre el que alertaba Owen Jones en Chavs, la demonización de la clase obrera, no es nuevo. Gente de clase baja que se identifica con valores conservadores debido, entre otras cosas, a esa desideologización general y al desprecio que buena parte de la izquierda siente por ellos debido a esa identificación, como dije en el primer párrafo, se da en todas partes. 

Es exactamente el mismo fenómeno que cuenta, con un brutal e hilarante sentido del humor, el norteamericano Thomas Frank en su brillante ¿Qué pasa con Kansas? Cómo los ultraconservadores conquistaron el corazón de Estados Unidos. Frank se adelantó casi una década a Jones. Kansas pasó de ser un estado demócrata que incluso llegó a tener un alcalde socialista (algo inaudito en Estados Unidos), a ser un duro feudo del fundamentalismo cristiano, y el patrón es sorprendentemente parecido a lo que relata Jones en Chavs. Desideologización y desclasamiento, seguidos por un aburguesamiento de las clases políticas más a la izquierda y el posterior desdén que sienten estos a los que son, en teoría, sus votantes “naturales”, son el caldo de cultivo perfecto para la aparición de monstruos ultraconservadores y fundamentalistas que acuden corriendo a barrer votos para casa e imponer sus ideas. 

El caso de Kansas es particularmente delirante, pues contó con candidatos republicanos que sufrían ataques de xenoglosia en riguroso directo. 

Hoy, Kansas es uno de los estados más conservadores de todo el país.

Sin querer caer en el paternalismo, lo cierto es que ese desprecio al obrero de derechas existe. Es más, ese desprecio existe hacia el obrero en general, tenga la ideología que tenga, y es ese desprecio el que lleva a criticar a un chaval de barrio por pillar unos pantalones en Primark. 

Es cierto que parte de la culpa de que los conservadores gocen de éxito entre las clases populares cae, por fuerza, en las clases populares. Pero no es menos cierto que existe una izquierda clasista, pija, encantada de conocerse, ajena a los barrios y cercana a ateneos y campus, y que cuando la izquierda hace eso, otros, indudablemente inteligentes, recogen ese fruto olvidado, que es fácil de recoger. Mucho me temo que la solución para que esto deje de suceder, es que los partidos de izquierda vuelvan a los barrios, y nadie parece estar por la labor. 

Ni los neopolíticos surgidos de esa misma ausencia de ideología van a recoger sus votos, ni la izquierda los puede retener cuando una clase obrera adormecida y alejada de la bravura de otros tiempos se siente atacada por todos los flancos sin saber reconocerse en su propia clase. Al ser humano le gusta que le digan lo que quiere oír, y por eso Cospedal dijo lo que dijo, y por eso Marine Le Pen dice lo que dice. 

Esto ocurriría con cualquier clase social, pero ocurre que nadie ha dejado nunca abandonadas a las clases más pudientes, así que no hay necesidad de que alguien les confirme sus prejuicios.

Pero qué sabré yo, que no tengo estudios.

https://medium.com/@El__Yayo/obreros-de-derechas-cfdf3e1c433d#.ku51hvln8

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